martes, 31 de agosto de 2021

Impresiones Asturianas de Verano


Hacía ya unos años que no pasaba unos días de verano por Asturias, como de costumbre, para compensar los calores mesetarios y porque tampoco soy de los que les gusta la costa mediterránea en agosto. Hubo un tiempo en que empalmé doce veranos seguidos por allí. Primero empecé yendo por la montaña, eran tiempos de saco y vivaqueo, o tienda de campaña en camping, entonces íbamos por días pasando o no, la raya entre Asturias y León. De ahí pasamos a alquilarnos casas por el mes entero en esos primeros pueblos asturianos por Redes. Luego, ya con familia, pasábamos casi todos los días en la montaña, menos varios días en que nos acercábamos a la playa, pero nos crecieron los enanos, como decían los que montaron un circo, y ya nos bajamos a la costa y subíamos varios días a las montañas.


      Posteriormente, con los hijos más empoderados, ni unos pocos días de montaña, todo playa. También cambió mucho el cuento con el triunfo del llamado Turismo Rural, ya la gente de los pueblos no alquilaba sus casas, pues entraban en conflicto, con los que alquilaban las casas, pero por días y a precio desmesurado que para eso pagaban sus impuestos. 


    También la cosa va según bolsillos, pero comparado con lo previo, desmesurado sin duda, con una semana de esas rurales podríamos haber pagado un mes de los de antes; incluso había tan pocas casas que cuando querías cogerlas, siendo como soy de relajado para esos menesteres, ya te habías quedado sin nada. Además a Costa da Morte gallega, también nos sedujo varios años con sus potentes marinas y con sus precios más tolerables que los astures.


      Mucho tiempo sin volver al manido eslogan de Asturias Paraíso Natural, tan manido que es falso en gran parte de su territorio. Los castellanos tenemos tendencia a decir ¡qué bonito! cuando nos pintan de verde el paisaje, mayormente, si es en verano, pero no es verde todo lo que reluce. Más de la mitad de los bosques asturianos, no son bosques,  sino cultivos, cultivos de eucaliptos, donde es mejor no meterse, básicamente porque no hay quién pueda y tampoco tiene ningún interés hacerlo. En casi todas los montes, por debajo de los 700m, que ya es territorio, solo hay vegetación autóctona en los profundos valles fluviales o en fuertes pendientes y roquedos, es decir, donde no se puede meter un tractor a manipular los árboles entre pistas y desmontes.


      Por todo esto, mi interés se centra en la línea de costa, con sus maravillosos acantilados y playas, que tampoco hace falta que sean arenosas, y en los numerosísimos vallejos fluviales. Algunos de gran tamaño y célebres, pero infinidad de ellos mucho menores, aunque todos, con una riqueza botánica y biológica tremenda. Para colmo, este año pude contar con la inestimable ayuda de mi prima Nuria que nos enseñó una pequeña pero maravillosa ruta.


      Metidos en faena fluvial, y con la colaboración de días sin lluvia, pudimos disfrutar de las umbrosidades interiores de pequeñas gargantas, llenas de vericuetos y rincones que se internaban en lo más húmedo del bosque atlántico. Bosques galería muy conectados con el resto del bosque, ya fuese de castaños o de carballos, en sus zonas bajas con arces y fresnos que a su vez se mezclaban con la aliseda de fondo de valle.


      A buen recaudo, cobijados bajo el dosel arbóreo, el mundo de los helechos, los musgos y las hepáticas, en laderas chorreantes, a veces casi verticales y totalmente cubiertas de un verde exuberante, me confundía con la gran variedad de especies de helechos de por estas tierras. Recuerdo que como guía de helechos, acabé comprando la de los Helechos de Asturias, dado que aquí, prácticamente, están todos los que se pueden encontrar en España, Canarias incluída. 

Macizo de Polypodium spp. en una roca musgosa

    Aquí había una buena porción de los menos corrientes, aunque yo en mi optimismo, buscaba encontrar el helecho gigante, el helecho de los colchoneros, la gran Culcita macrocarpa que una vez ví de casualidad en un río gallego pero que, a pesar de buscarlo en varios lugares de difícil acceso, no encontré, aunque sé que aparece en la zona oriental de Asturias.

Talud lleno de los grandes frondes de Woodwardia radincans

      Helechos por doquier, helechos macho Dryopteris filix-mas, helechos hembra Athyrium filix-femina, helechos reales Osmunda regalis, y muchos otros sin nombre popular, que yo conozca, como el pequeño Blechnum spicant o los frondes enormes de la Woodwardia radicans, muy diferentes en tamaño pero parecidos como los dos miembros de una misma familia que son, esta último muy abundante en uno de los arroyos; la Davallia canariensis, a veces sobre taludes y otras sobre algún tronco, al igual que los varios Polypodium spp., luego los Adianthum spp., Asplenium spp., Cystopteris spp, Dryopteris spp.; salvo el, ya más conocido, helecho de pescadero Pteridium aquilinum, este muy abundante en el bosque, sin este exceso de sombras y humedades.

      Tal riqueza de plantas de sombra me ha distraído y por momentos no he echado de menos una planta que, para alegría algunos, está tomando al asalto, ya desde hace bastantes años, los bordes de ríos y arroyos asturianos y todas aquellas áreas en que se acumula un poco más de humedad. Se trata de la llamativa Crocosmia x crocosmiflora, planta sudafricana que como otras muchas de distintas partes de la geografía mundial, van conquistando regiones lejanas de las de procedencia, llevando estas regiones templadas a una uniformidad parecida a la de cualquier gran centro comercial periurbano.


      Esta planta que adorna con sus tonalidades anaranjadas buena parte de las zonas húmedas templadas (no mediterráneas) del norte y oeste ibérico es una de esas polémicas, pero muy bien toleradas, invasoras que devastan la naturaleza silvestre nacional. Por supuesto, son muchas más, pero esta es el caso típico de que sí, es una invasora, pero, tampoco está tan mal, no?, son bonitas.

Colonización masiva incluso de laderas de la Crocosmia, abajo sobre una alfombra de Tradescantia



Otro tanto podría decirse de los plumeros de la Pampa Cortaderia selloana, de las campanillas azules Ipomoea purpurea o de las Buddleia davidii, tan queridas por las mariposas (locales todavía). Aquí, acompañando en algunas gargantas a la crocosmia, también aparece en masa, como tapizante del suelo del bosque galería, la Tradescantia fluminensis, otra planta escapada de los jardines y potente invasora. La cosa va más lejos aún, en algún punto encuentro una buena masa de bambú, esto ya va camino de un buen bosque vietnamita.

Un buen rodal de bambú

      Como digo, el tema es polémico por la belleza de algunas de las invasoras y de otros que creen lo mejor dejar obrar a la naturaleza a su ser; en general, casi todo el mundo asume que lo local es lo fetén, pero claro, muchos ya no saben dónde está lo autóctono, pues hay que retrotraerse 30 o más años para identificarlo, y más aún en un entorno de cientos de kilómetros cuadrados de eucaliptales y algunos pinares foráneos. Pero no es tan difícil, yo en esta breve excursión auspiciada por Nuria, ya he visto un variadísimo mundo de helechos, grandes cárices colgantes, lirios amarillos, hipéricos, saxífragas o Lysimachias y todo tipo de musgos, salpicados puntualmente de especies poco comunes y hongos varios.

Variedad de helechos con saxífragas, hepáticas, musgos, etc.

      Hay que hacerse cargo de cómo está el mundo y aceptar la idea de cambio, por lo que se nos viene encima, tratar de no ser un talibán de una postura o su contraria y ver qué puede ser lo más interesante para aguantar el chaparrón. También reconocer que somos donantes genuinos, por mucha especie que se nos venga encima, nunca llegaremos a acoger tanto como exportamos, tenemos media Norteamérica conquistadita de plantas hispanas, siendo un problema para las especies de allí, mucho mayor del que tenemos aquí con las foráneas. 


    El mundo mediterráneo es muy competitivo y fecundo en la génesis de nuevas especies que saben, cuando colonizan otras tierras, luchar e imponerse a sus especies nativas, por contra, aquí el problema lo tenemos con especies de climas templados y húmedos, muy generalizado y competitivo en mayores áreas mundiales que los escasos climas mediterráneos y, con las que nuestras especies atlántico-cantábricas, poco pueden hacer.

Cortina de Wahlenbergia hederacea en un talud húmedo

    Hablando con amigos y preparándonos para la tendencia climática que irremisiblemente se viene concretando, hablamos que de ultra-nacionalismos patrios, los justos, pues lo principal es conseguir amortiguar el ambiente cuasi semiárido que se nos viene y la triste gestión de bosques y naturaleza silvestre por parte de autoridades locales, autonómicas y centrales que, con bastante probabilidad puede acabar en las ígneas fauces de grandes incendios asociados a las cada vez más frecuentes olas de calor, a modo del reciente incendio de Ávila, todo un paradigma de qué estamos haciendo con nuestros montes y lo poco preparados que estamos para defenderlos del fuego y el calentamiento global.


Es absolutamente necesario proteger los suelos, salvaguardar el ciclo hidrológico y atenuar en lo posible, variables como temperatura, humedad y vientos a base de la ayuda de bosques, de un tipo o de otro y arbustedas y, si para ello hay que abrir la puerta a especies de nuestro sureste o no autócnonas, pero de nuestro entorno geográfico más cercano, por qué no abrir la puerta a los almendrales, algarrobos, sabinas de Cartagena Tetraclinis articulata, almácigos Pistacea altantica o incluso, arganes Argania spinosa o las acacias subdesértidas del norte del África mediterránea. Digan los apóstoles del solo lo autóctono, lo que quieran, razones tienen, pero el horno no está para bollos y podrían ayudar a nuestras especies vegetales.

Pedrizas cuarcíticas de origen periglaciar casi al nivel del mar

En estos últimos párrafos me he alejado sin querer de Asturias y he vuelto a la cada vez más secorra meseta de la que, prácticamente he salido huyendo, pero que tanto aprecio, aunque sea recalentada. Ha sido un placer para cuerpo y alma, los paseos y las vistas de tanta frescura de tanta gama de azules, blancos y grises marinos, al rencuentro con las nubes, la lluvia y las nieblas.


Desde estas líneas, agradecer en el alma, los esfuerzos desinteresados de ciertas personas que en lugar de quejarse del mundo y de lo mal que se hacen las cosas, como yo, emplean sus horas, dineros y fuerzas, en repoblar un poco por todas partes o, como he podido ver, en restaurar-crear caminos en los vallejos más inesperados, tendiendo decenas de prácticos y estéticos puentes de madera, desbrozando molinos abandonados, creando trampolines para la chavalería en las pozas, etc. 

Molino relativamente despejado y abajo, lamentable estado usual de los molinos

Gracias de verdad, cada vez sois más y más imprescindibles, aunque casi nadie sepa de vuestros esfuerzos, todo queda, la balanza no está tan descompensada como pensaba. Gracias mil a Ruperto, en este caso, y a tantos otros espíritus sabios.

viernes, 30 de julio de 2021

Las Médulas por fín

 



      Esta entrada quizás solo sea una excusa para mostrar las fotos que hice en una excursión largamente postergada a la Las Médulas, en El Bierzo de León. Lugar ya clásico en el turismo de naturaleza y cultura, ejemplo de paisaje manipulado por el hombre, de quien pensamos que sólo en el último siglo ha sido capaz de transformar sustancialmente la superficie terrestre. Últimamente podrá haberse acelerado ostensiblemente esa alteración radical del medio natural, pero está claro que llevamos varios miles de años haciéndolo.



        Realmente hemos alterado tanto el planeta que hemos dado un cambio tan radical a las condiciones del planeta que llevamos varias décadas metidos en un nuevo período geológico, el Antropoceno. Esto viene dado porque geológicamente los cambios, los cortes temporales que suponen un cambio de período, han venido de la mano de un brusco cambio en las condiciones de vida del planeta, como la caída de un gran meteorito, una aceleración de la actividad sísmica,  cambios climáticos de importancia, etc., todo cambios dramáticos, y desde el punto de vista científico, hemos pasado un umbral, marcado por nuestra actitud y uso del planeta, una actitud que todavía no sabemos y, en general, preferimos no saber a dónde nos va a llevar.

Cueva de la Encantada y abajo la Cuevona

     He estado poco tiempo por esta zona, demasiado poco para sacar conclusiones demasiado claras o novedosas, pero, como de costumbre me voy con más ganas de volver de las que ya tenía. Algo sabía ya, pero revisando mapas y carreteando por ahí, he podido cerciorarme de nuevo que estamos ante una de las grandes áreas naturales peor conocidas y valoradas de la península. Empecé el viaje por Sanabria, con su lacustre reclamo turístico.


Pero el verdadero reclamo lacustre es el verdadero desconocido e ignorado de esta montuosa región que debió tener en la última glaciación la mayor “montera glaciar” o glaciar de montera de toda la península, es decir un pequeño casquete glaciar sobre un amplio conjunto montañoso de cumbres bastante planas o alomadas, y con lenguas glaciares centrífugas hacia los diferentes valles y cuencas hidrológicas, es decir hacia el Miño, hacia la cuenca del Cantábrico y hacia la del Duero. Esta región entre Sanabria y El Bierzo, entre la autovía de A Coruña y la que va a Ourense, podría estar la región de los mil lagos que tantos países nórdicos o alpinos proclaman poseer. Pocos lo saben, menos aún son los que han subido a los lagos más allá del de Sanabria, pero estos montes, que son muchos montes, atesoran lagunas en abundancia desde los 1400m hasta los 2000 o más. Siendo la Peña Trevinca y el Teleno las mayores cotas de estos montes.

No muy lejos de los imperantes castaños, madroños, carquesas, cantueso,...
No muy visible, pero es un gran alcornoque

A parte de esta constatación, me quedó claro el carácter mediterráneo de gran parte de la región, incluida esa parte suroriental gallega, cuyos castañares y carballedas, no ocultan la verdad de unas solanas con encinas y sotobosque de madroños y otros arbustos mediterráneos por mucha carquesa que haya también. Con muchas ganas me quedo de explorar las muy escasas áreas calizas gallegas que existen en la vecindad, otro hallazgo inopinado. Pero el verdadero protagonista de estos montes es el castaño, castaño que dirían que plantaron los romanos para dar de comer a la legión de trabajadores/esclavos que tenían. 


Zona minera menos espectacular y apenas visitada de las Médulas


La aparición de madera o frutos de castaño en ya bastantes asentamientos prehistóricos, me hace poner en duda tan generosa plantación, probablemente expansión, pero introducción de los castaños, no creo. Igual ocurrió con los olivos de Jaén, que quién plantó esos olivos, pues también se dijo que los romanos, o los griegos, pero más tarde alguien vino a demostrar que o ya los había o se injertaron púas del Mediterráneo oriental en acebuches o en olivos que ya existían en esas sierras subbéticas.




Otra prueba ineludible del carácter mediterráneo, por desgracia, la gran abundancia de incendios, incendios de verano, de pos-verano e incluso de inviernos cálidos. Es una pena, pero los montes están abandonados, aunque pueda sonar muy idílico a algún ecologista de sofá, eso de montes dejados a su suerte, no es nada bueno. 

Espeso castañar en una ladera de las Médulas

El monte hay que trabajarlo, tiene que ser vivido, usado, con sus caminos limpios, con sus prados despejados. Pero no es así, la propiedad privada también es un obstáculo a la eliminación de basuras o a la extracción de leñas o madera, incluso el ganado suelto serrano, tiene que ver con la desaparición de muchas vallas, para que puedan pasar a comer en más zonas aún.




En algunos pueblos de esta zona se están asentando colonias de gente joven, muy a menudo urbanita que intentar vivir aquí, y generalmente son obstaculizados y desanimados a continuar poblando algunos de estos montes. Craso error, la gente en el monte es casi siempre algo bueno, de hecho, estamos en una de las zonas con mayor abandono rural de España, salvo las zonas bajas o las zonas vinícolas que ahora están arrancando con fuerza debido a la buena calidad de sus caldos, ya sean mencías o godellos.


En medio del monte brillan los tejados de pizarra

Sobre el desastre minero romano que ahora parece bonito e interesante creador de nuevos paisajes, hay que empezar aclarando que aquello fue esclavitud, capitalismo puro y duro y un atentado ecológico de enormes proporciones (piénsese en la riqueza pesquera de esos ríos a los que llegaban salmones y lampreas y que daban de comer a tanta gente y tantos animales, y el destrozo ecológico o el destrozo social en la población autóctona que tuvo que ocasionar. Canteras y destrozos de montes que no solo se produjeron en Las Médulas sino en un área mucho más basta.



Pero no hace falta mirar al pasado, solo con aumentar un poco el visor de Iberpix o de Google Earth, basta para ver el enorme destrozo actual, con miles de hectáreas de entraña terrestre al aire, con pueblos colgados al borde de barrancos, con ríos que tienen que soportar la contaminación y la turbidez de una actividad minera sin límites. 


Al fondo puede apreciar el mordisco minero de una cantera, esta vez de piedra caliza, comparada con la minería de la pizarra o la del carbón, prácticamente no es nada en el paisaje

Si en la vecindad sur y suroccidental del Bierzo están las enormes cicatrices de la minería de la pizarra, en el noroeste del Bierzo, en los valles hacia Villablino y traspasando la frontera astur, aparece la minería del carbón destrozando las tripas de la tierra, mostradas a cielo abierto.

En la vecindad de Las Médulas, veáse tamaños compartivo, las cicatrices de la minería de la pizarra

Muchas de esas explotaciones monopolizadas por un solo cacique local que como otros “emprendedores” nacionales, nadie o, más bien todos, sabemos por qué no están entre rejas. Para colmo, estos personajes son los "referentes" para empresarios en ciernes que los ven como triunfadores  que salieron de la pobreza para convertirse en magníficos emprendedores y hombres hechos a sí mismos. Qué oportunidad perdida, qué mál ejemplo para un país y que desastres ecológicos que dejan a las generaciones futuras con las secuelas de esos supuestos buenos negocios económicos, con las cicatrices vivas de la tierra. Puede haber negocio con el mineral, pero antes, en la balanza, hay que contar con todo, incluso con lo dejas para el futuro.



A pesar de esas sombras que estoy contando, creo que estamos en una tierra con futuro, quizás bastante más que otras. El buen clima, la abundancia de agua y de recursos, la puesta en valor de su capacidad y diversificación agraria así lo apunta y además, todavía tiene población no emigrada y que disfruta de su tierra, gente además, bastante concienciada y amante de su terruño, algo que en otras partes parece no verse o incluso brillar por su ausencia. Qué ganas tengo de seguir conociendo los rincones gallegos, leoneses y zamoranos de estas desconocidas montañas.


lunes, 31 de mayo de 2021

El debris flow de Mijares

Arroyo lateral abriéndose paso entre grandes bloques recién removidos

Perdón por el anglicismo, debris flow es, traducido literalmente, un flujo de derrubios, lo que llamaríamos una colada de derrubios, colada de barro, flujo de detritos, etc. Término aplicado a un peculiar fenómeno geomorfológico que consiste en el desprendimiento de un pequeño trozo de montaña que en cuestión de segundos moviliza enormes cantidades de material, convirtiéndose en un destructivo cauce de bloques y barro con capacidad para ir destrozando e incorporando nuevos materiales a su acelerada corriente de destrucción, espoleada por efecto de la gravedad, hasta el lugar donde, finalmente, esparce su carga tras haber señalado un profundo reguero de destrucción.

Aunque no lo parezca la parte inferior izquierda de la foto hace un año er así

      Parte de una cicatriz (scar) de una empinada ladera, donde deja una huella como si hubiesen arrancada una gran "cucharada” de montaña, baja abriendo un canal que se va profundizando sobre material suelto o desparramándose sobre material rocoso, lateralmente rodeado de caballones (levees) y erosionando, removiendo o desorganizando todo a su paso, hasta desparramar su carga en un gran lóbulo final, que usualmente dura poco, al situarse casi siempre sobre un fondo de valle torrencial.


Parte final donde ya contacta con la garganta de Las Torres y desaparece en ella

      Hace poco subí a un lugar que mi hermano y yo llamamos la garganta de los Tejos en Mijares, al sur de Gredos. A este lugar dediqué una entrada hace un par de años, asombrado del peculiar aire atlántico o norteño que se disfrutaba aquí, con una flora poco común en el resto de Gredos, con una relativa abundancia de especies nórdicas como olmos de montaña, tejos, saúcos y algunos arces y acebos, acompañados de especies más comunes en el norte que por estas latitudes.

Paisaje general y ramas de olmo de montaña Ulmus glabra

      El ambiente general es el de robledal, al menos en estos fondos de valles y prados de siega, el resto del monte, lleno de vericuetos y cortados rocosos, es el dominio del pino resinero, aunque dada la intrincada topografía del terreno que reparte multitud de ambientes, desde más expuestos a más protegidos, aparecen también otras especies como robles dispersos, algunas encinas, pero sobre todo, enebros en los asomos rocosos y en lo más umbrío o protegido del calor, algunos tejos, incluso puntualmente aparece algún pino cascalbo, el pretérito poblador de muchas de estas laderas lluviosas, el cada vez menos común Pinus nigra.

El blanco fuste de un pino cascalbo, Pinus nigra, entre el pinar de Pinus pinaster

      A pesar de hablar de ese ambiente de robledal, ancestralmente estas tierras rudamente trabajables, fueron buenos castañares, aún hoy lo siguen siendo a duras penas, a pesar de la debacle de los grandes castaños que más que su verdor, muestran su agónica lucha por sobrevivir. Incluso nunca había visto un castaño convertido en gigantesca escoba de brujas, fenómeno algo más común en los Pinus pinaster, pero muy infrecuente en castaño, si es que acaso se trata de la misma enfermedad.

Todo el centro del castaño es una maraña de ramas menores, una "escoba de brujas"

      La subida fue muy disfrutona, pues en estos momentos de finales de mayo, por abajo ya está todo en avanzado proceso de achicharramiento, pero al subir aquí, es como un retraso de mes y medio en el tiempo, aquí está todo verde, en floración o sin haberla terminado. Los insectos y mariposas aparecen por todas partes, los olores también, incluso al final de la tarde, el viento catabático que viene de las cimas, trae el olor del piorno serrano floreciendo las alturas. De hecho hace poco hemos cambiado de piso bioclimático, ahora estamos en el supramediterráneo como nos recuerda la abundante presencia del vallico, la gramínea Festuca elegans.

Silene nutans y bella mariposa Euphydryas aurina

      El piorno, como llaman a los de arriba (Cytisus oromediterraneus, Genista cinerascens y Echinospartum barnadesii) o las escobas, como llaman a las de abajo (Genista florida, Cytisus scoparius, Adenocarpus hispanicus, Cytisus multiflorus y Cytisus striatus) son, con permiso de jaras y enebros, los verdaderos reyes de estos montes. No en vano, la península ibérica es el centro de dispersión mundial de este grupo vegetal de las Genisteas. Estas escobas me proporcionaron un extraño encuentro al dar con un raro híbrido de un bello color amarillo pálido, un color intermedio entre uno de los padres, supongo que el amarillísimo Cytisus scoparius (me sugirieron que más probable Cytisus striatus) y el blanco Cytisus multiflorus, ambos presentes en su inmediata vecindad, a ver qué resuelven sus frutos, si vuelvo por aquí de nuevo.

Mesto de Cytisus con otros congéneres más amarillos (o grises) en su vecindad

      Llegamos a un pequeño rellano de fondo de valle, en donde llama la atención los numerosos bloques redondeados, blancos como balones de fútbol de todos los tamaños que se desparraman por lo que antes era un seco pastizal-tomillar con algunas escobas. No solo aparece ese desparramo, sino lo que debería ser un arroyo lateral, ahora está sobre-excavado en el terreno, mostrando un profundo corte en el que se pueden apreciar, estratificada, la historia erosiva de ese depósito, con sus periodos de mayor capacidad erosiva, visible por los grandes bloques redondeados o, sus fases más tranquilas de capas de finos sin grandes bloques. Una historia de avenidas torrenciales y periodos de calma contenidos en esa terraza torrencial que ha sido excavada y dejada en resalte por el caudal principal de la garganta de Las Torres que viene del puerto.

Antigua terraza torrencial diseccionada por la cicatriz erosiva del debris

      A partir de ahí todo es asombro, el debris, la destrucción, viene precisamente de esa “garganta de los Tejos”; el paisaje antes conocido, ahora me es ajeno. Ahí yo conocía un lugar de difícil paso, con pequeñas cascadas llenas de vegetación y cortinas de agua chorreantes, rodeadas de una fragante vegetación norteña que ahora, brilla por su ausencia. Echamos de menos algún tejo y sobre todo, los numerosos saúcos y los macizos de helechos que tapizaban las laderas. Ahora todo está removido y al pasar todo se mueve, incluso en una repisa en medio del cauce, hay un bloque de unas dimensiones gigantescas que antes no estaba ahí.

Bajo este bloque, antes lo que había, ahora inimaginable, era esto:

      Vemos los tejos y nos alegramos de que sigan, pero no, no están todos, vemos sus inconfundibles troncos tirados, otro tejo ha quedado con la mitad de sus raíces al aire y en posición francamente inestable. Yo diría que se va a ir descalzando y muriendo. Un acebo se ha salvado por los pelos. Descubrimos un pequeño macizo de la llamativa Aquilegia, de todas las plantas, solo vemos una flor medio pasada, parece que los corzos han hecho leña del árbol caído y han contribuído a la pérdida de biodiversidad comiéndoselas.

La única Aquilegia no mordisqueda y un tejo casi descalzado
Destrucción en lo que hasta hace poco fue un micro-paraíso botánico

      Desde un poco más arriba vemos la magnitud y la explicación del fenómeno. El debris venía por una pequeña gargantilla lateral a ésta y al dar con ella, por inercia remontó unos veinte metros ladera arriba para luego volver a encauzarse en el cauce principal. Ladera ésta en umbría, donde estaban los tejos y esas otras especies, llevándose bastantes por delante, dejando un límite neto con el monte. De ahí fue bajando atropelladamente los empinados escalones rocosos hasta llegar al rellano torrencial de abajo, para poco más allá, llegar al cauce principal, desparramando grandes bloques por sus laterales y desaparecer en ese continuo lavado fluvial.

Pino casi desmontado y borde superior de la "remontada" del debris al enlazar este vallejo
Este remonte del debris era así hace un año (tercio inferior con el tejo medio afectado):


      No es un fenómeno raro en Gredos, hay unos debris flow casi alpinos, relacionados con la deglaciación de la montaña. Los debris flow suelen partir de morrenas colgadas a bastante altura que dejan cicatrices visibles a grandes distancias, pero hay otros, menos comunes, en estas laderas tan lluviosas de la cara sur. El suelo retiene mucha agua formándoes arcillas con el granito arenizado que, con el tiempo, no solo retienen agua, sino que generan superficies de deslizamiento bajo ellas, inestabilizando las laderas y creando posibles superficies de despegue.

Lóbulo final de un debris en Gavilanes tras el gran incendio (casi repetido) de hace 15 años

     Ahora solo falta un ingrediente que puede ser: el paso del tiempo para que la acumulación de arcillas haga que en las épocas más lluviosas, ese trozo de ladera, pese lo bastante como para deslizar abruptamente o, lo más común, que ocurra un incendio (1) forestal (2) que haga perder, la protección que brinda a las laderas, la contención del suelo por parte de las raíces de árboles y arbustos y se desencadene este destructivo proceso.

Entre tanta Digitalis (D. purpurea y D. thapsi) unas matas de Linaria nivea, abajo sus flores
Linaria nivea y Digitalis purpurea, fin del texto, Digitalis thapsi

      A pesar de la destrucción, esta vez natural, no me llevo el demasiado habitual berrinche de ver la mano de mis congéneres destrozando lo que es de disfrute colectivo, es más, incluso me llevo la lección, de cómo la naturaleza hace por restañar rápidamente las heridas causadas, de cómo al poco del desastre, un ejército de plantas adaptadas a esos medios alterados, conquista todo el espacio disponible, para cubrir como una verde tirita, la herida producida por este geológico altercado. Aquí muestran su eficacia especies como las dedaleras Digitalis purpurea en lo más fresco y Digitalis thapsi en lo más térmico, las linarias Linaria nívea, Artemisia glutinosa, Sclerantus annus, Leucanthemopsis pallida, etc.

      

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