viernes, 20 de junio de 2025

La vegetación de las arcillas del Campo de Montiel


      Esta entrada pretende indagar en la vegetación del Campo de Montiel, entrada parecida a otra que realicé hace ya algunos años, pero esta vez se trata de dilucidar o de describir un tipo de vegetación muy especial que solo aparece en los pocos lugares en que los suelos están dominados por las arcillas, unas arcillas expandibles en húmedo, pero que se contraen fuertemente en seco, sometiendo a las plantas que viven en su seno, a unos procesos físicos difíciles de tolerar, a no ser que sea una vegetación verdaderamente adaptada a estos vaivenes volumétricos que producen las arcillas. Aclarar que no se trata de un sustrato poco común, sino que es un sustrato que en el 99% de los casos, se encuentra cultivado debido a su fertilidad y por localizarse en las áreas bajas y llanas del relieve.

Al fondo, con las mejores vistas del Campo de Montiel, Almedina

      A grandes rasgos el relieve del Campo de Montiel viene condicionado por su litología, definida por la estructuración geológica en capas horizontales de diferentes materiales secundarios, tendidos sucesivamente sobre antiguos materiales paleozoicos que asoman puntualmente entre éstos o ya en todo el borde sur y suroeste del Campo de Montiel, ya en los dominios de Sierra Morena. Aquí son dominantes los estratos blandos de arcillas e incluso algo de yesos del Keuper que por encima tienen materiales calizos mesozoicos correspondientes a una introgresión marina del antiguo mar de Tethys desde el este peninsular, aunque asea más apreciable la sedimentación de tipo continental. Aparecen breves estratos de areniscas rojas, llamadas por aquí "piedra moliz", por su uso para afilar el metal. Esos niveles de calizas jurásicas forman la cobertera superior y dan los niveles de las parameras más altas, entre los 900 y los 1100m, aunque esas alturas se alcanzan más en Albacete que en Ciudad Real, no entendiendo este Campo de Montiel de fronteras políticas ni administrativas, a Dios gracias.

Campos de Montiel desde lo alto de un "pizorro"

      La explicación más simple del relieve dominante en el Campo de Montiel, aunque sean mayoritarios las grandes parameras rocosas tipo paramera o los amplios campos de cultivo en materiales arcillosos, es el de mesas y altas llanuras sobre materiales duros que descienden en cuestas rojizas con grandes bloques caídos y desparramados por esas laderas, hacia las áreas bajas y arcillosas, salpicadas espacialmente por algunas piramidales elevaciones, localmente denominadas "pizorros", de cuarcita o "pizorra", que dan a estos paisajes montieleños, una personalidad única y característica.





      Comienzo el camino observando a su vera y en los bordes de los cultivos más cercanos, una buena cantidad de grandes y amarillos Tragopogon dubium y otras plantas de los sembrados no menos llamativas, como los recién floridos Ornithogalum narbonense o la roja colleja de las arcillas Silene muscipula; en las cunetas y áreas encharcables temporalmente, aparece el blanquecino Hypericum tomentosum, mucho Erodium ciconium y el llamativo y blanco Iberis pectinata. Empiezo a ver, claramente, que como en toda buena zona argílica, abunda la cañaheja Thapsia dissecta, especie no reconocida por Flora Ibérica que la lleva a Thapsia villosa, pero para mí, una especie válida se mire por donde se mire. También aparece, pero poco corriente, Anchusa undulata. Ahora el tomillo Thymus zygis está en plena floración y es relativamente común la pequeña alcachofera Cynara humilis.

El amarillo Tragopogon flavum
La cañaheja Thapsia dissecta, no confundri con C. villosa
El hipérico Hypecicum tomentosum e Iberis pectinata abajo

      Subo el monte hacia uno de los pizorros que me rodean, por las primeras heridas rojas de arcillas con poca vegetación al pie de la ladera y me doy de bruces con la primera Onosma tricerosperma, planta típica de estas rojas arcillas, con flores amarillas, pues se trata de la subespecie granatensis, con largos pelos blancos que parecen de cristal, una maravilla en plena floración, planta que volveré a ver en esta ruta un par de veces más.

La llamativa Onosma tricerosperma

       En lo alto del piramidal pizorro estoy metido de lleno en las cuarcitas, aparentemente blanco-verdosas, por su abundancia en líquenes de esa tonalidad, pero al ver estas cuarcitas rotas, veo que son de un color rojo vinoso. Aquí la vegetación es acidófila, aunque influenciada por las arcillas, cuya basicidad, es decir, sus carbonatos, pueden subir por capilaridad a niveles del terreno superiores. A pesar de esto, aquí aparecen especies que ya no volveré a ver fuera de este terreno, como el berceo Celtica gigantea, los gordolobos Verbascum rotundifolium o las clavelinas de roca Dianthus lusitanus, entre otras pocas más como la esparceta Onobrychis humilis, cuyo muy abundante congénere, ya en el tomillar de las arcillas, va a ser O. matritensis.

Cabeza de uno de los pizorros

       Veo las primeras orquídeas, Ophrys lutea, una Orchis papilionacea y la vegetación es de masas de Avena sterilis y los pradillos amarillentos de Stipa capense. Vuelvo a las zonas de arcillas rojas, primero lomos de arcillas muy erosionadas por la cuesta, para luego, aparecer en un extenso llano, grandes áreas arcillosas con poca cobertura, bastantes piedras en tramos de las arcillas y entreverándolas, áreas con retamar y buen herbazal, con canales intermedios de carácter torrencial, sin ninguna vegetación o sumamente escasa, también empiezo a ver buena cantidad de cardo yesquero Echinops strigosus.

Por desgracia es muy poco habitual encontrarse una llanura así, sin
cultivar
y la orquídea Orchis tenera

       Se ven bastantes alcachoferas, unas plantas muy propias de las arcillas expansivas, y aunque la mayoría son Cynara humilis, también se ven otras de hojas mayores, más verdes y aún sin alzar su blanco escapo floral, es la poco común en Castilla la Mancha, pero no tanto en el Campo de Montiel Cynara baetica. En las manchas rojas de arcilla sin apenas cobertura Diplotaxis muralis; también en áreas removidas Scrophularia canina, etc., y, muy llamativas.

Al centro la alcachofera Cynara humilis, más verdes y sin restos del año pasado C. baetica. Abajo, rodal amarillento de la gramínea Stipa capensis

        Una planta que disfruto por primera vez, con grandes flores amarillas es la Reichardia tingitana, una planta más africana que ibérica o más bien, de la Iberia más africana. Un lujo visual en todo su apogeo, como me ha pasado con las Onosma tricerosperma, de la que vuelvo a poder disfrutar con más ejemplares aquí y allá.

La gran margarita Reichardia tingitana

       A pesar de lo avanzado de la estación, todo está bastante retrasado, aunque sé que, por esta manchega zona oriental, no ha llovido tanto como hacia occidente, pero el tiempo se ha mantenido fresco, por no decir frío. Lo que en otras zonas he visto hace una semana florido, por aquí aún no ha empezado a florecer, y se echa de menos, porque hay muchas plantas a punto de explotar, como la Cleonia lusitanica, etc. Pero, aun así, la abundancia de margaritas amarillas (Asteriscus, Crepis, Taraxacum, Thrincia, Pallenis, Reichardia, etc.) y de otras flores es brutal, no puedo poner ningún pero.

y abajo el cardillo azul Carduncellus cuatrecasasii

       Los claros arcillosos sin apenas vegetación, llaman poderosamente la atención con su colorido rojizo oscuro, están bordeados de matas redondeadas de tomillos Thymus zygis y de jarillas de Helianthemum asperum, con algunos pies de Centaurea solstitialis, de carlinas o de cardo corredor. También plantas de menor tamaño como geranios Erodium cicutarium, sanguisorbas, o anzuelos, Astragalus hamosus y escasas coronillas Hippocrepis commutata, escrofularias o serrátulas Klasea pinnatifida.

Lomos arcillosos con bloques calizos caídos de los estratos superiores



       Me voy acercando a las pendientes, al siguiente escalón geológico hacia los materiales duros superiores que son los que conforman los altos relieves de esta región. Subo hacia estratos calizos que van por encima de estos otros materiales más blandos del Keuper, o sea estas arcillas de colores rojizos, a veces con tonalidades gris-verdosas.

Arriba los duros estratos rocosos calizos
más abajo ya desparramándose sobre las arcillas

      Aquí la vegetación empieza a cambiar, la vegetación basófila, la de los terrenos calizos, empieza a entrometerse en la fiesta botánica de las arcillas. La pequeña Minuartia hamata entra en escena en las arcillas de entre las rocas, mantas blancas de la florida zamarrilla Teucrium pseudochamaepytis bordean lomos rojos de arcillas, también las algodonosas Bombycilaena discolor, etc.

La pequeña Minuartia hamata y abajo el manto blanco de las zamarrillas
Abajo los algodoncillos de la Bombycilaena discolor

       Voy ganando altura y me meto por un vallejo donde sorprendo una solitaria sabina, rodeada a sus pies por cientos de orquídeas abejeras amarillas Ophrys lutea, especie que, a partir de ahora, veré en masas pocas veces vistas, este año ha sido especialmente prolífico, como para recordarlo en el futuro. No solo ésta, veo varias abejeras cabeza de perdiz Ophrys scolopax y para rematar la faena, un grupo de la orquídea gigante, Himantoglossum hircinum. Debo caminar con cuidado para no pisar ninguna de todas estas valiosas especies, y andando con cuidado, descubro un rodalillo de una joyita de la vegetación de las arcillas, el Geropogon hybridum.

Sabina y retamas, arriba la plataforma caliza con almendros
Orquídea gigante y abajo, algo desenfocada, el poco común Geropogon hybridum


       Termino de subir a este escalón geológico que culmina en los estratos calizos, aquí hay un pequeño cambio en la vegetación, se hace más homogénea, tendiendo al encinar típico de esta región. Ahora ya, el tomillo salsero Thymus zygis da paso al tomillo común Thymus vulgaris que crece en masa.



       Estas tierras ya son mejores para los cultivos, empieza un paisaje en mosaico de monte, olivar y almendral abandonado, aunque por retazos, siguen apareciendo litologías arcillosas. Luego al bajar veré la debilidad de esto estratos arcillosos, fácilmente erosionables por las lluvias intensas, como veo con la reciente profundización de algunos de estos arroyos.

El peligro de la erosión y su consecuente desertización es un factor a considerar a la hora de procurar una buena cubierta vegetal de todo el territorio

 En algunos taludes o terrenos removidos por el arado, entra en masa la roja floración de Moricandia moricandioides junto con alguna otra especie propia de taludes arcillosos como la amapola bicolor (naranja y roja) Glaucium corniculatum. También veo una llamativa planta de esta región como es la blanca manzanilla Santolina pectinata que viene desde las sierras subbéticas.

Cambio de paisaje en las cimas, mosaico de cultivos
Moricandia moricandioides bajo el talud y sobre la gran roca caliz
la manzanilla Santolina pectinata

       Nuevamente bajo a las áreas más arcillosas, en estas laderas de umbría. La cobertura vegetal se multiplica y más este húmedo año, hay más encinas, majuelos y rosales. Laderas tapizadas de hierba y de flores, con la Onobrychis matritensis en masa, con rodales cuajados, como dije, de orquídeas abejeras. El más llamativo símbolo de la vegetación argílica de este Campo de Montiel, con Echium boissieri en las zonas bajas y húmedas, aunque este año apenas veo ningún ejemplar, todo lo que veo son restos del año pasado, parece que todo va muy retrasado o que este año no salen, el frío primaveral parece que interfiere el buen rumbo del crecimiento de estas llamativas plantas.

La esparceta Onobrychis matritensis de los tomillares de las arcillas. Abajo Papaver hybridum

       La vegetación de las arcillas ibéricas cuenta en este Campo de Montiel con una de sus mejores localizaciones, una vegetación poco o nada señalada por los botánicos que hasta hace poco no entendían esta clara correlación entre los suelos arcillosos y su colonización vegetal. Hasta aquí he señalado varias especies destacables de este tipo de vegetación, pero algunas especies son verdaderos emblemas del Campo de Montiel, ahora bajando, en las áreas bajas y más húmedas, encuentro la poco común viborera de las arcillas rojas, el alto y delgado Echium boissieri, antes llamado por su belleza Echium pomponium por lo rimbombante de su alta (hasta 2,5m.) vara florida, vegetación a la que podríamos añadir las poco comunes Cynara baetica, el cardillo azul Carduncellus cuatrecasasii o a la Onosma tricerosperma subsp. granatense.

Espigas del Echium boissieri del año pasado y abajo profusión de abejeras amarillas

       Afortunadamente la vegetación argílica aparece en otras regiones cercanas, como en Alhambra, en la zona de los Gredales, donde a la influencia argílica se le une la de esos mismos estratos yesíferos del Keuper aunque ahora cargados de sales que dejan suelos con albardinales y eflorescencias salinas; también hay arcillas triásicas al norte de Alcázar de San Juan. Hay pequeños restos de vegetación de las arcillas en Santa Cruz de Mudela y ya, con más amplitud, en las áreas volcánicas del Campo de Calatrava.


       Todo un mundo por descubrir.


viernes, 30 de mayo de 2025

Por los robledales manchegos más occidentales

 


Refrescante excursión primaveral por los confines occidentales de la provincia de Ciudad Real a unos lugares que siempre pretendemos acertar a encontrarnos con la plenitud forestal de las peonías en flor, cosa que más o menos, ya vemos factible a mediados-finales de abril.


El bosque está estupendo y lleno de agua y verdor, todo cubierto de hierba y bien alta, las especies del sotobosque no son muy abundantes debido a la sombra, pero aun así se ven olivillas, jaras varias, brezos y en las vaguadas, mucha zarza, aunque todo son robles, apenas aparecen sauces en los puntos más húmedos. Aunque ahora no lo parece, se ven ejemplares muertos de roble, parece que los terribles últimos veranos, pasan su factura a estas plantas tan necesitadas de humedad permanente.

Las vaguadas también están pobladas por robles con algún sauce

                Los melojares de Ciudad Real son más abundantes de lo que cualquiera podría pensar. Los más grandes son los de las laderas norte de Sierra Morena y las honduras protectoras de sus vallejos; menos abundantes, pero importantes, son los de la cara sur de Montes de Toledo, al norte de Ciudad Real, acoplados a laderas orientadas al este y a las profundidades de sus valles. Pero también hay otros, nada desdeñables, en los terrenos mesomediterráneos en toda esa extensión entre esas cadenas montañosas Mariánica al sur, y Oretana al norte.

La ignorada y despoblada región centro-occidental de Oretania

                Se trata de robledales en su límite de aguante de las duras condiciones veraniegas, usualmente mezclados con quejidos, alcornoques y encinas que, en áreas con alguna compensación edáfica, como pies de laderas de umbrías o fondos de valle, donde se enseñorean del arbolado. Arbolado muy esquilmado en el pasado, por las necesidades mineras de Almadén o San Quintín, o por el carboneo que sacaba rentabilidad a estos montes de “madera”, como llamaban por la zona al roble melojo (Quercus pyrenaica). No en vano proliferan topónimos como Puerto del Maderal, Valdelamadera, etc.

Abajo robledal con exceso de pastoreo cinegético

                Esta puede ser una de las pocas regiones españolas de naturaleza más pura y menos contaminada, pues la distancia a cualquier centro contaminador o, simplemente, a una autovía, puede ser de las mayores del país, región que, en sentido amplio, me da por nombrarla como la Oretania, por comenzar a sur y suroeste de esta cadena montañosa. Aquí solo se encuentra la mediana ciudad de Almadén, cuya visita a su mina, como decía un amigo mío, debería ser de obligado cumplimiento para todo español, al menos, una vez en su vida. Siglos de historia española de la mano de la economía y la minería, con todas sus implicaciones y las relaciones internacionales. Impensable para una de las comarcas más “perdidas” de nuestra geografía patria.

Sotobosque con ruscos y espárragos de varios tipos ¿?
Ficaria (Ranunuculus ficaria) y abajo Geum sylvaticum

          El régimen de la propiedad está dominado por grandes latifundios, pero también aparecen grandes fincas estatales y consorciadas que, lamentablemente, fueron repobladas con pinares. El contraste en algunos lugares es drástico, tenemos un muy buen monte mediterráneo a un lado de la valla, y al otro un pinar de Pinus pinaster, sin apenas vida bajo sus copas. Como están haciendo acertadamente más al sur, en Sierra Morena, deberían ir entresacando los pinos para ir potenciando el progreso de las quercíneas, es claramente, su vegetación potencial, como podemos ver en robledales y montes mixtos cercanos.

Abajo grandes robles casi ribereños
La reina del bosque y la mayor de las flores del monte. La peonía

                Esa es la riqueza den la mayor parte de esta región, la del bosque mixto, variado, tanto en árboles como de todo lo demás; aquí aparecen mezclados en el sotobosque, el cortejo florístico del robledal, con el del alcornocal o el del encinar. Un tesoro de biodiversidad pocas veces apreciable en amplias regiones vecinas, pero es que esta región intermedia entre la penillanura extremeña y la llanura manchega o, mejor dicho, el Campo de Calatrava, es un escalón topográfico con una pluviosidad algo mayor que lo extremeño y, bastante superior a lo manchego y, por supuesto, tiene su reflejo en la vegetación de la zona.

Al borde del robledal un rodalillo de piruétanos, estamos en lo Luso-Extremadurense
Suelos con alta humedad casi todo el año. Con mucho herbazal de Bromus diandrus
Sorpresas como esta, hacen más que gratificante estas caminatas

            Aquí estamos en las mayores superficies forestales de robledales, y junto con una vecina área espejo, al otro lado del eje del Guadiana, también grandes extensiones de quejigares, topónimo que alcanza a uno de sus mejores ríos. También son reseñables las buenas fresnedas de sus ríos, donde lógicamente también existe un río Fresnedas y también el poseer las turberas o bonales más sureños del interior peninsular. Todo, en el polo opuesto de lo que entiende el común de los mortales por Ciudad Real, que viene a ser lo que se atraviesa para llegar a Andalucía.

En las partes bajas el robledal deja paso al encinar adehesado


En otra antigua entrada hice un análisis exhaustivo de la vegetación de este tipo forestal, aunque más centrado en los robledales de ribera en áreas colindantes a estas, la diferencia ahora es que esa influencia hídirica, no es aquí tan determinante. El bosque está estupendo y lleno de agua y verdor, todo cubierto de hierba y bien alta, las especies del sotobosque no son muy abundantes debido a la sombra, pero aun así se ven olivillas, jaras varias, brezos y en las vaguadas, mucha zarza, aunque todo son robles, apenas aparecen sauces en los puntos más húmedos.

Vegetación de arroyos tras las jaras
Ruscos y la forestal cañeja gigante (Thapsia nitida)

                La influencia termófila es notable, no en vano Almadén suele registrar, junto con Talavera de la Reina, las más altas temperaturas estivales de Castilla la Mancha. En la vegetación también se puede percibir, a pesar del aumento de especies atlánticas por la mayor pluviometría, con especies como acebuches y charnecas, en las pedrizas orientadas al sur, con olivillas (Teucrium fruticans), cada vez más usado en jardinería, y en algunos pocos casos, por la presencia de la zarzaparrilla (Smilax aspera).

La charneca o lentisco,y abajo la olivilla

                A la espesa sombra de estos bosques de robles y quejigos, aparecen especies ya difíciles de encontrar por estas latitudes, destacando el apio caballuno (Smyrnium perfoliatum), una gran lechetrezna forestal o de arroyos (Euphorbia paniculata) los grandes dorónicos (Doronicum plantagineum) o las muy numerosas peonías, en un maremágnum de herbáceas, como el abundante Bromus diandrus, y arvejas (como Vicia tenue o Lathyrus arvensis). Como algo menos común vemos varios ejemplares de la gran Vicia narbonensis.

Aunque pasada, sigue impresionante la margarita de los Doronicum plantagineum
Dos alberjas de bosque, Vicia narbonensis y V. tenue
Y por aquí escasas, la orquídea Orchis langei

El bosque está estupendo y lleno de agua y verdor, todo cubierto de hierba y bien alta, las especies del sotobosque no son muy abundantes debido a la sombra, pero aun así se ven olivillas, jaras varias, brezos y en las vaguadas, mucha zarza, aunque todo son robles, apenas aparecen sauces en los puntos más húmedos. Aunque ahora no lo parece, se ven ejemplares muertos de roble, parece que los terribles úlltimos veranos, pasan su factura a estas plantas tan necesitadas de humedad permanente.



                Como rareza, aunque no tanto, veo la gran Vicia narbonensis. Aparece y muy abundante, la Euphorbia que después de sopesarlo, parece más la paniculata que la amygdaloides que también se le parece, aunque no está citada en Ciudad Real ni Toledo. Mucho apio caballuno, pero no tanto como de la otra, entre herbazal de Bromus diandrus.

el apio caballuno de bosque (Smyrnium perfoliatum) y una forestal lechetrezna (Euphorbia paniculata)
Abajo el raro ombligo de Venus de bosque (Umbilicus heylandicus)
 

                Pero que este espejismo forestal no nos engañe, que los árboles no nos impidan ver el conjunto del bosque. La presencia de numerosos y añosos ejemplares muertos son una muestra de la gran vulnerabilidad que tienen estos bosques en estas latitudes, más aun con lo que está cambiando el clima por aquí. Los veranos, aún lejos de mostrar puntas de temperatura extemporáneas, lo que sí están mostrando son medias de temperaturas mucho más altas de lo normal. Y es que ya no refresca tanto por las noches, de las que ya aparecen algunas lejos de aquellas llamadas “tropicales” (mínimas superiores a 20ºC), por encima de las “tórridas” (superiores a 25ºC), y rozando la inaguantable frontera de las mínimas superiores a 30ºC. Difícil hacerse a la idea, pero pongámonos en su lugar las largas horas de algunos días de este verano.

Grandes árboles secos en medio del bosque

      Estos frágiles montes llevan afortunadamente bien, el tema de los incendios forestales, no son bosque pirófilos como los pinares, incluso es algo difícil que el fuego se propague rápidamente por ellos, siendo retardantes, en la mayoría de los casos, de la acción del fuego, por eso suele ser aconsejado por técnicos forestales, tener montes diversos o con, al menos los fondos de valle, especies poco pirófilas para poder combatir el fuego, que, junto con el calentamiento del clima, están siendo los grandes verdugos de los bosques ibéricos.



          Se trata de un monte muy variado, donde aparecen cordales cuarcíticos que compartimentan un dédalo de valles y colinas, con asomos rocosos a cualquier altura, como algunos pocos que camuflan áreas de cuevas y abrigos donde no es difícil, echándole imaginación, ambientar a nuestros lejanos predecesores de las cavernas, viviendo en la vecindad de hermosas cascadas como algunas que salpican estas sierras.



Pintura esquemática en una cueva

           En algunos valles todavía quedan fresnos históricos y seguramente también, hasta no hace muchos años perduraron los alisos, siempre ligados a la existencia continua del líquido elemento. 

Fresnos vetustos en lo más cerrado de las gargantas

        Áreas impenetrables llenas de caza mayor, en una de las áreas menos pobladas de España, aunque no entren en ese concepto de vacío demográfico por no tratarse de las provincias de Teruel o Soria. Territorios por explorar y por disfrutar por todos, con la esperanza en que no se conviertan, de nuevo, en una de las mayores áreas mineras para extraños elementos o minerales, pues la multitud de proyectos mineros que se acumulan en perspectiva por la “burbuja minera” no es precisamente escasa, a un lado y otro de estas cercanas fronteras andaluzo-extremeño-manchegas.


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