miércoles, 31 de enero de 2024

Neveros

 


Como me gustan las situaciones fuera de lo corriente, estudio las peculiares vegetaciones de los sustratos más variopintos, tales como arcillas, arenas, yesos, etc., y ahora me voy a meter con la vegetación de un nicho ecológico no menos peculiar, cada día más escaso, aunque eso ya empieza a valer para todo, y de difícil acceso. Se trata de la vegetación de alta montaña adaptada a los lugares de mayor acumulación de nieve, es decir, a la vegetación de los neveros, también llamados ventisqueros u hoyos.

Variadas posiciones topográficas para la acumulación nival, arriba sobre manto de alteración

Obviamente habría que irse a los Alpes para estudiar una gama lo bastante completa de vegetación de este tipo, aunque en los Pirineos también queda algo de ella, así como en la Cantábrica, donde queda poco menos, dada su menor altitud media y su cercanía al mar, factores ambos que van en contra de la permanencia de estas manchas de nieve de larga duración. Pero si ya es escasa esta vegetación, más lo es aún localizarla en cordilleras como el Sistema Central, donde apenas aparecen un par de especies exclusivas de estas comunidades vegetales.

Terraza de crioplanación por la unión sucesiva de neveros sobre manto de alteración

La nieve suele acumularse en todo tipo de situaciones, normalmente vaguadas protegidas a sotavento de los vientos dominantes, al pie de paredes rocosas o bajo resaltes de todo tipo; pero lo hace principalmente en unas determinadas localizaciones, geomorfológicamente llamadas nichos de nivación, concavidades sin apenas vegetación adosadas a una pared o al mando de alteración de ciertas superficies cimeras. Cuando se conectan entre sí, pueden dar lugar a las llamadas terrazas de crioplanación o de nivación.

Gran terraza de crioplanación sin apenas vegetación orientada al noreste

 Aunque la nieve se puede acumularse en multitud de situaciones topográficas, la vegetación de este tipo solo lo hace en lugares donde puedan durar entre cinco y nueve meses, y cuya base tenga suelos con finos o una mezcla de bloques y finos), donde pueda desarrollarse esta vegetación quionófila que es como se denomina a la vegetación dependiente de una presencia prolongada de la nieve sobre ella.

Nicho nival de pared bastante tendida

Aunque la nieve caiga de una manera aparentemente uniforme, el viento juega un papel fundamental en su distribución, pues casi más eficacia que la nevada lo tiene la ventisca, llegando a acumular metros y metros de nieve en determinados puntos en detrimento de la nieve caída en lugares expuestos a barlovento. El papel de los vientos, en cuanto a su dirección y fuerza, no parece haber cambiado sustancialmente a lo largo de los milenios.

Sobre una ladera al pie de cortados, concatenación de varios neveros

   En nuestras latitudes templadas, donde estamos a la merced predominante de los vientos del oeste, los famosos westerlies de los ingleses, las situaciones de acumulación nival se dan de una manera mucho más clara y rotunda, en laderas y valles con orientaciones de componente este.


Disimetría entre la exposición E , con la roca madre al desnudo por la acción del hielo y la nieve, y la W con piornal y bloques. Foto tomada de norte a sur. Abajo dos valles consecutivos muestran sus caras orientadas al este, erosionadas por los hielos

En la zona centro, suele aparecer una disimetría, una diferencia en cuanto a cobertura nival, entre las dos grandes cadenas montañosas de Gredos y Guadarrama, aparentando muy a menudo, tener mucha más nieve Guadarrama, con una altitud media 100-150m menor, que la más occidental sierra de Gredos que además suele recoger más precipitaciones. Esta disimetría es motivada por su ligera diferencia de orientación que, aparentando tener una orientación este-oeste, donde Gredos sí está orientado E-O y Guadarrama está más en dirección SW-NE, lo que lleva a que esta última,  acumule más en orientaciones al sur. Todos tenemos la idea general de que las laderas de componente norte retienen mucho más la nieve, lo que sí que sucede claramente en Gredos, donde a veces no vemos absolutamente nada de nieve desde el sur, mientras las caras nortes, donde además tarda mucho más en fundirse, están bien cargadas de ella.

Vista zenital de un nevero de pared, con el nicho rodeado de bloques y exterior de cervunal

Los nichos nivales son situaciones geomorfológicas transitorias entre una ladera normal y una glaciada u ocupada por un glaciar. Pues una ladera normal, con una buena posición topográfica para la acumulación nival, si el balance neto anual es favorable a la acumulación nivosa, será el origen y arranque para el desarrollo de aparatos glaciares. La nieve se irá acumulando un año tras otro hasta que se vaya convirtiendo en neviza, y está en hielo que, según vaya acumulándose, tendrá capacidad de fluir ladera abajo por gravedad.

Laderas con orientación E que albergaron glaciares en el pasado, ahora con neveros de cabecera

   De igual manera, laderas que estuvieron glaciadas en el pasado, son lugares propensos para que en su cabecera tengan nichos de nivación. Por lo tanto, no aparecen en áreas actualmente glaciadas, sino en las etapas iniciales del glaciarismo o a partir del momento en que exista una desconexión de aparatos glaciares en retroceso, con su área inicial de alimentación.

Este lugar sin vegetación hoy ocupado por neveros de manto, fue el origen inicial del glaciar de Los Conventos en Gredos

      Gredos y Guadarrama todavía conservan en su área cimera los restos de un manto de alteración del pasado, antes de que estos bloques fueran elevados por los empujes tectónicos. En algunas zonas llanas, quedan restos de granitos alterados previamente al levantamiento tectónico. En algunas cumbres este manto de alteración nunca fue barrido por los glaciares que nacían de las nieves acumuladas sobre y en sus bordes, donde se iniciaban los glaciares a partir de algunas mesetas  heladas, llamadas monteras de hielo que conservaron bajo ellas esta mezcla de finos y bloques sobre la roca madre que se iba descomponiendo lentamente.

Superficie cimera de manto de alteración, aún con nieve de finales de primavera cubriéndola

      Tras estudiar muchos neveros quedó claro que había dos grandes grupos de ellos, unos al pie de cantiles, preferentemente con orientación norte y otro grupo de neveros cimeros adosados a un gran rebaje del manto de alteración que por zonas se pueden unir formando una terraza de crioplanación. Estos neveros mucho más expuestos, prácticamente han perdido la vegetación propia de neveros, hace años veía en su seno, la infalible Omalotheca pusilla, pero ya hace mucho que no la he vuelto a encontrar en ellos. Supongo que motivado por el recrudecimiento de los veranos en las últimas décadas y la disminución de las precipitaciones sólidas. 

Sobre la roca madre, restos del manto de alteración cimeros. Abajo nevero ya sin vegetación quionófila, por abajo dan la humedad suficiente para el inicio de pastizales más húmedos
Abajo, nicho nival sobre manto de alteración con un ralo pastizal de Agrostis truncatula


      Ahora casi la totalidad de los neveros con vegetación propia son neveros adosados a paredes rocosas con orientación norteña, bien al resguardo de los rayos solares y con una acumulación que puede llegar a tener muchos metros de nieve en los años buenos. A veces la reunión de neveros bajo las paredes o en ciertas canales deja por delante, las morrenas de nevé como decíamos, pero concatenadas y dispuestas en formas caóticas de bloques que casi más asemejan formaciones morrénicas, es decir de bloques movidos por el hielo, más que de su caída asistida por un espeso manto nival.

Hace varios miles de años, el hielo bajaba en cascada hasta las lagunilla de abajo, hoy este escalón intermedio está ocupado por neveros y las morrenas de nevé exteriores a ellos, que a veces, asemejan cordones morrénicos

      Esta vegetación no es precisamente, y como pueda inicialmente pensarse, una vegetación muy adaptada al frío, bien al contrario, si se dan años en que no exista una capa de nieve que pueda hacer de aislante térmico, de la misma manera que un igloo impide heladas muy por debajo de los OºC, esa vegetación puede llegar a desaparecer. 

Fondo de nicho nival con su vegetación completa. Abajo con Silene elegans

     Esto es lo que está ocurriendo nen nuestras regiones. Los veranos son cada vez más duros y puede acabar con esta vegetación, pero mucho peor puede ser los inviernos sin nieve, pues a esas cotas, normalmente en el entorno de los 2000m o más altura, las heladas invernales pueden superar los -20ºC, acabando con estas plantas por congelación.

Acumulación de Sedum candollei (ex Mucizonia sedoides) en la base de un nevero

En la alta montaña, la distribución de la flora, ya es de por sí complicada, por su muy variada topografía, determinante para la exposición de los vientos, la acumulación de agua o la dificultad a su acceso, las situaciones sombreadas o demasiado expuestas, las muy variadas texturas de unos suelos usualmente muy expuestos, los procesos interiores de los suelos en relación a la congelación y a ello, debemos unir el factor de la permanencia de la nieve, determinante para muchas especies, pero imprescindible para varias de ellas que solo podrían vivir en estas situaciones tan determinadas y determinantes.

Mancha de Omalotheca supina, arriba con Carex furva

La vegetación quionófila no empieza a aparecer hasta mediados o finales de mayo, cuando tiene la posibilidad física, al retirarse el espeso manto de nieve y exponerse a la luz directa. Entonces, bien regada por el deshielo del menguante paquete de nieve, tiene un rápido desarrollo para completar su ciclo biológico antes de que los calores veraniegos de finales de junio, agosten estas plantas. El nevero no solo aporta agua, también los finos que han quedado capturados en el paquete nivoso durante toda la temporada, cantidad nada desdeñable en estas altitudes y que contribuye a la fertilidad de su escaso suelo, aunque algo más abajo, en los bordes externos del nicho nival, el deshielo anterior, el aporte continuado de agua y finos de muchos años, ya dan otro tipo de vegetación ya más cercano a lo que es un cervunal o un pastizal húmedo de altura.

Pastizal psicro-xerófilo cercano a un nevero, con algo más de humedad que la media

Toda esta vegetación quionófila pertenece a una clase de vegetación denominada Salicetea herbacea, pues en altas latitudes y altitudes, son este tipo de sauces enanos (Salix herbacea, S. retusa, S. reticulata, etc.) los que señalan esos lugares de máxima permanencia de la nieve junto a otras especies que ya no llegan a las montañas centro-ibéricas (Anthelia juratzkana, Phleum gerardii, Sibbaldia procumbens, Soldanella alpina, Veronica alpina, etc.), aunque sí al eje cántabro-pirenaico, con varias especies de sauces apenas comparables con lo que usualmente entendemos por sauces.


La comparación entre la vegetación del nevero y la exterior al mismo suele ser drástica y con escasas coincidencias. La vegetación adaptada al frío y la ausencia de nieve del pastizal psicro-xerófilo de alta montaña, es donde destacan los arbustos achaparrados, casi pulvinulares, del piorno Cytisus oromediterraneus, el cambrón Echinospartum barnadesii* y el enebro rastrero Juniperus alpina, algunas plantas vivaces de buen porte, como Genciana lutea, Senecio pyrenaicus, las duras gramíneas (Festuca spp., Agrostis rupestris, A. truncatula, Corynephorus canescens, Koeleria crassipes, etc.) y otras como Jasione crispa, Leucanthemopsis pallida, Minuartia recurva, Jurinea humilis, Reseda gredensis, Dianthus gredensis, Rumex angiocarpus, Linaria alpina, Hieracium spp., Paronychia polygonifolia, Sedum brevifolium, etc. que no aparecen entre la vegetación quionófila.

Sedum candollei con algunos Sedum melanantherum

       La vegetación de los neveros es de muy escaso porte y cobertura, donde aparecen especies exclusivas como el Sedum candollei (antes Mucizonia sedoides) y Omalotheca supina var. pusilla*, y otras también presentes en áreas húmedas y nivosas, pero ya también fuera de los neveros, como Campanula herminii, Cerastium cerastoides*, C. ramossisimum, Luzula carpetana, Poa legionensis*, Valeriana tripteris*, Veronica cantabrica, Festuca iberica, Avenella iberica, Rumex angiocarpus, Silene elegans y pocas más.  Si es un medio más pedregoso abundan el helecho Cryptogramma crispa.   (*) Solamente en Gredos

La rara Omalotheca supina var. pusilla, planta exclusiva de los neveros que no llega a Guadarrama

       Se trata de una vegetación en franco retroceso, solo hay que comparar fotografías aéreas de los años setentas y comparar con las de la última década para comprobar, como esas áreas nivales, sin apenas cobertura vegetal por la permanencia de la nieve, están siendo ocupadas rápidamente por otra vegetación como los piornales. El calentamiento climático no perdona y esta vegetación no puede ascender a zonas más altas, porque ya está en la zona más alta.

Vegetación de nevero en un medio más pedregoso, con Campanula herminii y Crytogramma crispa

 Además, es triste que estas áreas tengan que bregar ahora con el exceso de fauna cinegética, bien por la superpoblación de cabras monteses (terrible en Gredos e incrementándose en Guadarrama, salvándose por ahora la sierra de Béjar) o por la proliferación alarmante de jabalíes en los piornales altimontanos. No me podía creer hace ya casi veinte años, la primera vez que vi el fondo de un nevero totalmente levantado por una piara de jabalíes.

Neveros poco funcionales con su vegetación quionófila ya perdida en las caras sur

       No es difícil ver nichos nivales inactivos o ya sin acumulación nival, pues es muy corriente que los que se dan al pie de paredes rocosas, estén rodeados de una gran vallonada de grandes bloques de distintos tamaños que parecen subrayar el límite externo del nevero. Esa formación geomorfológica se llama morrena de nevé, pues dada la gran cantidad de nieve acumulada, los bloques que a lo largo de los años caen de las paredes, son redirigidos en su caída sobre el gran cono de nieve dura ahí acumulada hacia el exterior, juntándose todos los bloques rodeándolo.

Nevero no funcional en orientación sur, con bloques blancos sin líquenes. Véase el reborde de morrena de nevé exterior

       Un recuerdo de la importancia que llegaron a tener estos lugares en un pasado no demasiado remoto, es el de los arrieros que transportaban a finales de primavera y verano, la nieve desde la sierra hasta la capital madrileña, para usos farmacéuticos o para industrias que necesitasen de frío. Con la llegada de maquinaria eléctrica capaz de fabricar hielo, esa profesión tan dura, pasó a mejor vida, pero su huella ha quedado en la sierra, con caminos de arriero, pozos de nieve, vallas para potenciar la acumulación en áreas proclives, etc. De hecho, algunos tenían dueño y recaudaban, como el famoso ventisquero de la Condesa al este del cerro Guarramillas (también llamado La Bola del Mundo).

Deshielo  generalizado a finales de primavera. ¿Una imagen del pasado?

          Cuando más se fija uno, más cosas encuentro que están ahí como despidiéndose de nosotros y sin que apenas nos demos cuenta de su existencia. Ya me pasó con la vegetación de las arcillas y otras más. Parece que al ritmo que llevamos, no nos da tiempo a pararnos y reconocer la belleza que nos rodea, a disfrutar esa variedad que ahora llaman biodiversidad y que en este caso está completamente enlazada más bien con la geodiversidad o geomorfodiversidad.  Tenemos que lograr bajar entre todos, la apabullante velocidad de pérdida de riqueza natural a la que asistimos y que, forzosamente, ha de tener repercusiones negativas sobre nuestra vida de humanos inconscientes. Hagámonos más conscientes, seamos inteligentes y valoremos y disfrutemos de las maravillas que nos rodean y hagamos todo lo posible para que no desaparezcan.


domingo, 31 de diciembre de 2023

La Vegetación Argílica

 


         La vegetación de las arcillas, es la vegetación adaptada a las acciones mecánicas que sufren este tipo de suelos en función de su comportamiento diferencial en relación a la muy variable saturación de agua de los mismos. A diferencia de otros medios más porosos que pueden aliviar su contenido de agua, los suelos arcillosos retienen el agua mucho más que cualquier otro, tanto que el exceso de agua conduce a la inundación superficial en superficies con escasa pendiente y, en cualquier caso, a la saturación total. 

Grietas entre las raras Cynara tournefortii y Conringia orientalis

        Esta saturación provoca una expansión de estos materiales por la absorción y retención de la humedad, expansión volumétrica que puede superar el 15%, creando fuertes presiones en el interior de los suelos que los puede volver viscosos, si hay agua suficiente. Estas presiones se van a canalizar hacia la superficie, creando a menudo un microrrelieve superficial de montoncillos de barro, denominado gilgai. En estas arcillas saturadas de agua se producen situaciones hipoxia o incluso de anoxia, es decir, escasez o incluso falta de oxígeno y de aire, entre los poros del suelo.

Formación de grietas en un vertisol. Malvella sherardiana dcha. abajo

Muy al contrario, cuando se produce una situación de secado, este es más rápido incluso que en otros suelos de diferente granulometría. Esta pérdida de humedad de los suelos arcillosos, cada vez ocurren de una manera más brutal, pues en nuestros paisajes mediterráneos, tras las típicas situaciones húmedas de abril, la primera ola de calor cada año parece ser más madrugadora y suele aparecer entre primeros y mediados de mayo, quedando los húmedos regalos de San Isidro cada vez más, como un recuerdo del pasado.

Grietas profundas en una campo de vertisoles en La Sagra de Toledo

El secado del suelo no es lento y paulatino, de arriba hacia abajo, como en casi todos los suelos, sino que la pérdida de humedad supone una contracción inicial de los primeros centímetros de suelo, parecido a la clásica foto de la sequía en los arcillosos bordes de pantano, pero en miniatura. Este primer secado abre multitud de pequeñas grietas en el suelo, de las que las mayores van encadenando un dibujo de grietas de mayor tamaño y profundidad, en forma de octógono o hexágono de menos de un metro de radio, que se extiende por toda la superficie, pero profundizando en grietas incluso superiores al metro que provocan en muy poco tiempo, el secado de la totalidad del paquete edáfico.

Malvella sherardiana en una superficie totalmente agrietada y en un campo profundamente arado

En el ciclo anual medio de estos suelos ocurre que tras la apertura de las grietas a finales de primavera, van cayendo hasta las lluvias de otoño, sedimentos y materia orgánica, luego llegan las lluvias e inundan las grietas, al asimilar el agua, todo el suelo se va hinchando y haciendo presión por esas antiguas grietas cerrándolas, por las que, si hay barros suficientes, estos tienden a subir viscosamente, pudiendo llegar a salir al exterior por presión. Así los suelos se van removiendo a ellos mismos en un movimiento de ascensión y caída de materiales en una acción de vertido y remoción que ha dado nombre a este tipo especial de suelos que son los vertisoles, aunque a veces por no ser puros, no tener tanta arcilla, con arenas o sedimentos mayores, pero de comportamiento similar, se les suele llamar suelos (cambisoles o luvisoles) de caracteres vérticos.

Perfil del suelo en un vertisol, nótese la práctica ausencia de horizontes edáficos

Las especies que colonizan estos suelos, no solamente han de tolerar la alta humedad y sus situaciones de hipoxia, también deben poseer adaptaciones frente a las roturas de raíces que se producen cuando se crean las anchas y profundas grietas verticales, por las que incluso pueden llegar a caer las plantas enteras, y también adaptaciones al rápido secado de estos suelos. Para solventar esos problemas estas plantas suelen tener unas raíces profundas y verticales, sin apenas raíces laterales; incluso cuando se produce alguna rotura, estos trozos pueden germinar autónomamente, creando nuevos individuos por clonación. Para impedir la caída de la planta entera por las grietas, a veces aparece el biotipo de plantas con sus hojas o ramas abiertas a ras de suelo en paralelo a la superficie, entonces al abrirse una grieta quedan sujetas lateralmente sobre el suelo con la raíz en el vacío y cuando se vuelve a cerrar, vuelve a revivir la planta.

La alcachofera Cynara tournefortii, una planta que se puede regenerar al partir raíces rotas

Para retardar la sequía fisiológica, muchas plantas adquieren hábitos aparasolados, protegiendo su suelo inmediato e impidiendo y, reduciendo la evaporación, pueden ganar unos días cruciales para intentar completar su ciclo biológico. También hemos comprobado que muchas plantas de estos medios son plantas sureñas muy bien adaptadas a la xericidad, con un ciclo vegetativo relativamente corto y variadas adaptaciones que las hacen más tolerantes respecto a la sequía, por eso no es raro ver en Madrid o incluso Castilla y León, especies en el límite norte de su distribución europea.

Teucrium spinosum y Anchusa puechi en su madrileño límite septentrional de su distribución


Las plantas llevan miles o incluso millones de años adaptándose a estas u a otras duras condiciones impuestas por el medio. Ha habido una selección natural, con adaptaciones y peleas entre especies por medrar en este tipo de suelos, hasta conseguir comunidades vegetales verdaderamente adaptadas para prosperar y hacerse con este difícil nicho ecológico. 

Pastizales dominados por la alcachofera Cynara tournefortii

   Son especies adaptadas a la remoción del suelo, a la apertura de grietas, en muchos casos a una química peculiar de estas arcillas expansivas, como pueda ser la de altas concentraciones de magnesio, otras veces a la presencia de las absorbentes sepiolitas, incluso a la mezcla con yesos o sales en algunos casos. Esto suele llevar a que dentro de una uniformidad más o menos general, pueda haber pequeñas variaciones florísticas en base a su adaptación a la química del sustrato, o a la humedad media reinante.

El lino (Linum collinum) en un arrabal argílico madrileño con amenazantes grúas al fondo

Estas propiedades físicas y químicas de los vertisoles hacen bastante difícil su colonización por especies arbóreas. En estos suelos podría ser fácil sacar adelante un plantón en cepellón y con varios años de edad, pero muy difícil que un árbol pueda partir de una semilla, pues en sus años iniciales deben lidiar duramente con inundaciones, roturas de raíces y duras sequías primaverales. El paisaje natural sobre estos suelos es de variados pastizales, con plantas vivaces de escasa talla y plantas anuales, es decir, un paisaje casi de tipo estepario.

Pastizales vallecanos ya cerca del Manzanares, con Astragalus alopecuroides

Esto pondría más difícil a la famosa ardilla pirenaica, llegar a Gibraltar sin bajarse de los árboles, pues el centro de las grandes cuencas interiores españolas, suele tener cerca de su centro, grandes llanuras de inundación, saladares, arenales o duros yesares de superficies muy difícilmente arborizables, a las que ahora sumamos estas estepas arcillosas que también ocupan las partes bajas de estas cuencas. Esto viene a apoyar este mundo estepario autóctono en la clásica polémica sobre la supuesta naturalidad de nuestras estepas ibéricas, de hecho, algunas de estas adaptadas especies vegetales, provienen del mundo estepario reinante en el suroeste asiático.

Resistiendo la aridez de la primavera de 2023, Carduncellus matritensis

A pesar de estas duras propiedades mecánicas, estos suelos suelen ser muy fértiles y su ínfima granulometría facilita la absorción radicular en unos suelos que retienen bastante bien la humedad (a veces demasiado bien). Suelos fértiles que ocupan las partes bajas y llanas del relieve, lugar habitual de localización de pueblos y ciudades, en resumen, por unas y otras propiedades, podemos hablar de los mejores suelos agrarios como así lo han venido siendo desde hace siglos o milenios, lo que ha llevado a una fuerte transformación del territorio, lo que ha pasado menos, sobre otros suelos y vegetación de carácter, al menos en apariencia, más natural o silvestre.

Rara conjunción de dos congéneres: Convolvulus meonanthus y C. humilis

Estos suelos no han sido tan transformados o degradados a lo largo de los siglos de cultura agrícola y pastoril, quizás solo lo hayan sufrido las especies vivaces de mayor tamaño que casi siempre se han podido refugiar en las lindes y ribazos en la vecindad de los cultivos, para retornar de nuevo, en épocas de barbechos o abandono. Solo ha sido hasta muy recientemente cuando la extrema artificialización e intensificación productivista del campo, ha ido expulsando de este medio natural o cultural (de cultivo) a las especies que hasta hace poco eran llamadas “malas hierbas” debido a su abundancia y estorbo en las labores productivas habituales.

"Malas hierbas" como Turgenia latifolia o las amapolas Papaver rhoeas y abajo, cardillos de Scolymus maculatus y el pomposo Echinops strigosus.

Ahora muchas de estas especies están desapareciendo en silencio, sin ni siquiera ser advertidas o tenidas en cuenta en las listas rojas o catálogos de especies en peligro. Parece que estas especies, llamadas, no se si bien o mal, arvenses, segetales, incluso ruderales, tenían una muy escasa consideración o reputación en el mundo botánico, acostumbrado a tratar o preocuparse de joyas botánicas de excelsas montañas salvajes o de paraísos naturales alejados del alterado mundo de la vecindad humana. Incluso en importantes tratados de flora, se ha solido prestar poca atención a este sustratos, estando la mayoría de estas especies adscritas a medios vagos y poco definidos, como margas, campos de cultivo, etc., sin considerar el tipo de suelo como vertisoles o claramente arcilloso.

Onosma tricerosperma una rara belleza cada día menos común, abajo Malvella sherardiana

Muestra de esta falta de consideración, no nacional sino incluso mundial, es que a pesar de reconocerse claramente que existe una serie de vegetaciones propias o específicas, por ejemplo de las arenas (psammófila o sabulícola), de los yesos (gipsícola), de las paredes rocosas (rupícola), de los suelos salinos (halófila) de las litologías con dolomías (dolomitícola), serpentinas (serpentinícola), etc., nadie se ha parado a considerar la existencia de una vegetación (comunidad bien avenida de especies vegetales coexistiendo en armonía sobre un medio físico, climatológico y geográfico muy determinado) propia de los suelos ricos en arcillas expansivas. Es  la vegetación argílica.

El trigo primigenio del que derivan los trigos agrarios, Triticum boeoticum

Pero más vale tarde que nunca, esta vegetación, por desgracia descrita casi en el límite de su existencia, dada la escasez y el peligro que se cierne sobre sus escasas localidades remanentes o sobre algunas de sus especies características, ya está siendo descrita y reconocida, esperemos que a tiempo de no tener que asistir a su despedida de nuestros campos.

Klasea flavescens en campos de suelos vérticos

Sería muy prolijo elaborar una lista con todas estas especies, aunque cada una de ellas, por sí solas, tendría derecho a una entrada completa en esta bitácora, como así ha sido con especies como, por ejemplo, el resucitado cardillo azul, Carduncellus matritensis, el ajo negro de las arcillas, Allium cyrilli, el gladiolo Gladiolus italicus, incluso la mayor parte de las especies señaladas de la flora volcánica del Campo de Calatrava. Llevo años y años buscando y encontrando plantas e interesantes localizaciones argílicas. Basta con ver el Echinops strigosus, la Crepis alpina, la Phlomis herba-venti, el Astragalus alopecuroides, la Lavatera triloba, la Klasea flavescens, etc. para darme cuenta de que estoy sobre una buena localidad argílica. La presencia de estas especies, aisladas o en grupo, así me lo demuestra a las claras.

El cardo yesquero Echinops strigosus, quizás de lo más corriente en los campos de arcillas

Existen incluso géneros casi completamente adscritos a terrenos argílicos, como pueda ser el caso de las alcachofas, con el género Cynara, siendo la gran alcachofera a ras de suelo Cynara tournefortii la especie quizás más representativa de esta vegetación sobre arcillas y también, lamentablemente, del peligro de desaparición que tiene este tipo de vegetación. Lo mismo ocurre con el género Carduncellus, desde especies exclusivas de los vertisoles como C. matritensis u otros habituales de arcillas en las grietas entre lapiaces calizos como C. dianicus o sobre arcillas de descarbonatación como C. monspelliensium.

El redescubierto Carduncellus matritensis

En campos de cultivo, si la química y la ausencia de barbechos no lo impide, es posible encontrar especies tan bellas como Ammi visnaga, Anagallis arvensis, Bupleurum rotundifolium, Caucalis platycarpos, Centaurea cyanus, C. depressa, Cichorium intybus, Coronilla scorpioides, Echinops strigosus, Gladiolus italicus, Kickxia lanigera, Linaria hirta, Ononis spinosa, Ornithogalum narbonense, Ranunculus arvensis, Rapistrum rugosum, Scandix australis, Scolymus maculatus, Silene muscipula, Sonchus asper subsp. glaucescens, Teucrium spinosum, Turgenia latifolia, Vaccaria hispanica, Valerianella discoidea, Vicia narbonensis, etc.

Klasea flavescens, tan bella en verde como seca

En los barbechos de larga duración o en el pastizal natural ya se pueden encontrar especies vivaces, aparte de más anuales, como: Acinos rotundifolia, Allium pallens, Astragalus alopecuroides, Convolvulus meonanthus, Cynara cardundulus, C. tournefortii, Echium asperrimum, Geropogon hybridus, Glaucium corniculatum, Klasea flavescens, Lavatera triloba, Linaria caesia, Linum austriacum subsp. collinum, Malvella sherardiana, Mantisalca spinulosa, Nonea vesicaria, Ononis biflora, O. spinosa, Phlomis herba-venti, Rochelia disperma, Salvia argentea, Thapsia dissecta, Vicia monantha subsp. calcarata, etc.

Pastizal con la compuesta Geropogon hybridum. Abajo Bupleurum rotundifolium en un sembrado

También, aunque debido a su extrema escasez rayana en extinción, sería difícil, pero no imposible encontrar (avisarme si ocurre, pues habría que tomar medidas), Allium cyrilli, Anchusa puechii, Carduncellus matritensis, Convolvulus humilis, Cynara tournefortii, Onosma tricerosperma, Saponaria glutinosa, el trigo primigenio Triticum boeoticum y esperemos que ninguna más.

Rara conjunción de dos especies en peligro Carduncellus matritensis y Cynara tournefortii

Desde aquí animo a cualquier aficionado a la botánica que compruebe esta relación suelo/vegetación en lo más arcilloso de su zona de campeo o probando nuevas zonas en esos territorios tan, aparentemente, poco salvajes, como los bordes de los cultivos o cerca de instalaciones cerámicas o ladrilleras, muchas de ellas abandonadas, que hasta hace pocos años abundaban en todas las zonas arcillosas. Tal vez buscando en los mapas topográficos nombres como “tejares”, “la tejera”, “los gredales”, “los barros”, etc.

Linaria caesia, más de los taludes de arcillas que de campos normales

No solo basta con que tenga que cargar con la bicicleta con sus ruedas engordadas hasta atascar los pasos de rueda, debido a la plasticidad y adherencia de la arcilla pegada a los neumáticos. No solo basta con que haya podido sacar mi coche  por los pelos, del patinaje y profundización de sus neumáticos, como medio tintados en azul, en el barro infame. A veces hay que meterse en el barro literalmente pues estas zonas se muestran francamente intransitables en épocas lluviosas y a veces, el tiempo es demasiado corto hasta el golpe de calor que pare el ciclo vital de estas interesantes especies.

Aspecto estival de campos de vertisoles

    Debemos conseguir salvar alguna localidad de este tipo para la posteridad, pues dudo que al ritmo actual de retroceso frente a nuestra "civilización", a lo que se acaba de unir la apisonadora de las plantas fotovoltaicas, bien puede terminar por dar la puntilla a estas comunidades vegetales argílicas. Hay que conseguir varias microrreservas para garantizar un mínimo vital de supervivencia o declarar Hábitat Prioritario a esta comunidad vegetal para que quien tiene los medios, tenga el deber (que ya lo tiene) de procurar salvar estos medios naturales y sus especies características.


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