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miércoles, 30 de noviembre de 2016

Otoño por el Centro de la Cantábrica


No todos los años puedo hacerlo pero en esta época del año siempre intento viajar a los buenos bosques de hoja caduca en el momento en que éstos cambian de colores antes de que el viento y el invierno los deshojen.

Los chopos tapan en parte el hayedo, sobre el que se instala un amarillo robledal con Quercus petraea y Q. orocantabricus

Es un banquete estético impresionante aunque también se pueda vestir de excursión montañera o de jornada de setas, pero la idea principal de esta entrada es mostraros una buena tanta de fotos de hojas coloridas de todo tipo y pelaje.


Este año por suerte pudimos ponernos en movimiento y aterrizar en el mismo centro de la cordillera Cantábrica, el área que mejor conozco y que por suerte, siempre me deja con ganas de conocer muchos más de sus mejores rincones.


Nos acompañó un tiempo quizás demasiado bueno, con bastante calor para la época, aunque con una luz anticiclónica que no ayudó para captar la imagen de los magníficos paisajes que se nos presentaron.

Luz de ambiente anticiclónica tras amanecer sobre un hayedo leonés

Hace muchos años era más montañero, a menudo nos pegábamos la paliza del coche compartido desde Madrid hasta los Pirineos, no solo los puentes, sino fines de semana normales.

Montaña de Las Verdes en Redes

      Los Pirineos son inabarcables y siempre quedan mil sitios que descubrir, pero un verano dí el salto a la Cantábrica, a caballo entre León y Asturias, y el caso es que desde entonces ya poco he ido a Pirineos.


   Probablemente haya sido el gusto por los caminos solitarios, la posibilidad de ver algún oso o lobos o que Pirineos ya iba pareciendo un parque temático montañeril, al menos en sus pueblos más turistizados.

Lo que en Pirineos sería una capital de la montaña, aquí es un humilde pueblo montañés

La zona central de la Cantábrica empieza a occidente de Picos de Europa que quizás sea lo más parecido a Pirineos, tanto en alturas como en turismo comercial, de toda esta gran región española.



   A pesar de la inmediata vecindad a Picos, en las comarcas de las que hablo, hay poca gente por los caminos y es difícil encontrar más de un bar en sus pueblos, ni siquiera el turismo rural ha despegado a pesar de sus posibilidades y de las fuertes subvenciones recibidas.

La vaca asturiana de la montaña también llamada Casina

Son los valles o concejos de Ponga y Caso en Asturias, últimamente más conocido como Redes, ambos Parques Naturales y Riaño y Lillo por el lado leonés que son la vertiente oriental y occidental respectivamente del macizo de Mampodre y bajo la figura, bastante difusa, de Parque Regional de Picos de Europa en la comarca de la Montaña Oriental Leonesa.

Macizo de Mampodre

Existe una fuerte disimetría entre la cuenca del Duero, con sus ríos Porma (Lillo) y Esla (Riaño) con su tristemente célebre embalse, y el alto Nalón en la cuenca hidrográfica cantábrica. Por el lado de la meseta el desnivel es mucho menor, los valles más abiertos, llenos de prados ganaderos y con sus montes mucho menos boscosos.

Grandes prados en los valles eminentemente ganaderos de la montaña leonesa

El habla y las costumbres de la gente de ambas vertientes es casi idéntico, de hecho hay una romería en León, la de Riosol que reúne casi a más asturianos que leoneses, aunque tengan que sufrir la subida del tortuoso puerto de Tarna. Realmente son todos astures aunque unos también sean castellanos.

Hayedo variado con mostajos (blancos) y robles (verde-amarillos)

Al norte de Riaño destaca poderosamente la mole piramidal fronteriza con Asturias de Peña Ten y también algo menor la de Pileñes que como dice el dicho, ..vaya par de peñes!!

Peña Ten y Pileñes, ¡Vaya par de peñes! La primera en León y la segunda en Asturias

       Del lado oriental, desconectado de la divisoria principal de la Cantábrica por el puerto de las Señales y en potente resalte sobre los valles que lo rodean del Esla y el Porma, destacan las alpinas formas del macizo del Mampodre, una modesta cordillera (casi 2200m en varios picos) muy similar en caso todo a los cercanos Picos de Europa.


Oscura mole cuarcítica del pico de San Justo

      Del lado castellano hay un predominio general de lo geológico sobre lo biológico, siendo muy visibles las diferentes litologías del terreno que como en la vertiente cantábrica es una retorcida mezcla de blancos cordales calizos alternándose con otras litologías, siendo dominantes en gran parte de la divisoria las cuarcitas.


Genista legionensis, espinoso arbusto exclusivo de las calizas de la montaña Cantábrica

      Lo contrario ocurre del lado asturiano, donde bosque y vegetación apenas dejan asomar lo más áspero de la cordillera, como el altivo Tiatordos y el Maciédome que separan Ponga de Redes, la Peña del Viento y el Cantu l’Osu en el centro de Redes o el Torres ya en el límite occidental.



      Este viaje ha sido para contemplar los bosques otoñales y hemos llegado en su momento, pero este año no ha sido tan espectacular como otros pues se ha dejado notar, por un lado, la dura sequía veraniega, más acentuada en la vertiente castellana y que solo se ha mitigado ya a mediados de octubre y por otro, la ausencia de heladas que ya si hemos podido constatar con el cambio de mes en los altos valles.


A pesar de ser otoño, los tojos, entre otras plantas, están floreciendo como si fuese el final del invierno

      Las consecuencias de esos calores y secas ha llevado a una falta de turgencia de las hojas que no han podido experimentar el cambio de color acorde a la estación sino un paso del verde al marrón sin pasar por las coloridas fases previas.


Los últimos días de octubre apenas ha cambiado el color de los bosques de Redes

   Por otro lado, la ausencia de heladas ha provocado que muchas de las hojas se mostrasen todavía verdes, lo que era más visible del siempre más húmedo lado asturiano.


Gran variedad vegetal del bosque leonés

      La variedad vegetal de esta región está por encima de la media, incluso por estas zonas de León aparece algún árbol casi exclusivo como puedan ser un par de robles, el Quercus orocantabricus, un roble más arbustivo que arbóreo que crece en el límite superior del bosque en zonas silíceas y otro roble que aún no he visto el Quercus paucirradiata.


Los cerezos como de costumbre son de lo más "flamígero" del otoño

       En esta región aparece mezclada la vegetación silícea (roble melojo, serbal de cazadores, arándano, etc.) con la basófila con toda una gama arbustiva (mostajos, agracejos, guillomos, cerezos de Santa Lucía, pudios, clemátides, etc.) que en estas épocas del año lucen sus mejores galas para despedir la temporada vegetativa.



      Es recurrente y estará muy visto, pero no me canso de hacer fotos con estos mismos motivos, los contraluces, los frutos, las setas. Años tras años voy acumulando fotos parecidas, pero es que no tengo hartura.


No sé como la hacen, pero las setas muchas veces tienden a mimetizarse con los suelos

      Por el lado asturiano, en el interior de Redes, las hojas de los árboles apenas han cambiado su tonalidad. Aquí están, probablemente, los mejores hayedos, combinados con los de Ponga y su famoso monte de Peloño, de toda la península, a pesar de la fama mediática de la Selva de Irati.


Avellanos y fayas apenas han cambiado de color en Asturias en estas fechas

      Al estar a caballo entre los valles del Esla, del Porma y del Nalón fuimos viéndolos un poco todos, aunque con alguna buena ruta de coche hasta el corazón de Redes, por donde dimos un buen paseo y cogimos castañas.



     Setas también había pero al parecer no había habido suficiente agua para una buena temporada, aunque aquí es temporada siempre que no haga frío y haya agua, pues varios han sido los veranos que hemos comido una buena sartén de setas.


Pinar de Lillo, últimos vestigios del bosque aciculifolio cantábrico

      Las montañas de León tienen menos bosque, pero dado que hace más frío dada la mayor altura, las hojas están mucho más coloreadas que en Asturias. En el fondo de los valles, junto a los ríos destacan desde lejos los inmensos chopos junto a fresnos y algunos cerezos en brasas de puro rojo.



      Es una pena, aunque las imágenes no se me van a ir de la retina, por las mañanas temprano, con las primeras luces me iba a correr por el monte, por llevar no llevaba ni reloj ni la cámara. Si la hubiese llevado, ni hubiese recorrido ni hubiese visto la mitad de todo lo que ví y lamento de verdad no haber podido compartir esas imágenes con vosotros.


Primer día de helada en la montaña leonesa

      Un día pude ver un amanecer increíble, pues a ratos estaba yo dentro de la niebla y otros ligeramente por encima, superando levemente esos bancos que yacían pegados al fondo de los valles. Sobre esa blanca manta se levantaban los chopos amarillos que estiraban su sombra sobre ella y casi llegaban a reflejarse en ese mar de niebla.


Sobre los neblinosos valles de Riaño se levanta la fenomenal mole del Espigüete

      A veces de los árboles solo asomaban las ramas y el resto se difuminaba poco a poco hacia abajo como si el árbol desapareciese en profundidades insondables, degradándose el amarillo chillón de sus hojas al blanco agrisado antes de desaparecer engullido por la niebla.



      Uno de los mejores paseos, de los que os ofrezco la mayoría de las imágenes más coloridas, fue por el alto Porma, al pie del San Justo y  cerca del pinar de Lillo (Reserva Integral), por un camino paralelo al río donde las ramas otoñales de todo tipo de árboles y arbustos quedaban en contraluz con una ladera en sombra o con los rayos del sol perfilando los árboles que sobresalían del matorral.


      Aquí era difícil decantarse por qué era más hermoso, si los álamos temblones que haciendo honor al nombre salían bastante movidos en las fotos, los flamígeros cerezos, los amarillos chopos, los serbales cargados de frutos o los luminosos abedules.

Masa compacta de abedules y el inconfundible serbal de cazadores

      Ahí os dejo esas imágenes por si este año no habéis podido salir de otoñó. Aunque esta entrada es algo tardía, casi un mes posterior a las fotos, aún queda otoño, quizás ya no en el norte, pero los valles interiores y las montañas del sur y oeste de la meseta guardan rincones menos espectaculares que la Cantábrica pero no exentos de especies encendidas y mágicos rincones.



miércoles, 6 de noviembre de 2013

Paseo con Amable y visita a Redes

Bosques de hayas y fresnos, y bosquetes de espinos, tejos y acebos en la cara este de Peñamayor

              Visita por tierras asturianas de cacería de colores otoñales y a saludar a algunos amigos. Uno de ellos, el más “joven” va camino de los 94, es Amable Vallina González, el pastor de tejos de  Peñamayor y de todos los que tiene plantados por aquellos pueblos y aldeas, del que ya hablé en otra entrada del blog. A pesar de que ya va notando su edad, sigue dándose sus paseos a vigilar los tejos de las peñas e incluso sigue planeando nuevas plantaciones, como me contó, quiere sacar uno de los mayores de su vivero para plantarlo, creo que en la ermita de San Antonio de Piloñeta, pueblo al que tiene un especial cariño.


Exceptuando algunos acebos, casi todos los árboles oscuros son tejos 

            Últimamente cuando da paseos demasiado largos, tiene por la noche calambres que le hacen saltar de la cama, así que nos dimos un paseo corto, fuimos por Fayacaba, no muy lejos de la fuente del Jueyo, donde como él dice, “el que pasa y no bebe, tiene más fame que sede”, luego pasamos el collado de Peñamayor para dar a Les Praeres y de allí al collado de Cobayu. Desde allí fuimos por unas buenas campas al pie del Texeu que hace honor a su nombre, pues las pequeñas manchas boscosas, allí donde lo permite el lapiaz de blanca roca caliza, están llenas de tejos mezclados con acebos, espinos y algunas hayas, pero éstas solo donde la profundidad del suelo lo permite.


Al borde de los "joyus" kársticos los tejos no tienen competencia

            Seguimos hacia la mayada de Anes hasta llegar a la roca emblemática que corona los pastos, el Pegoyón de Anes. De camino, los pastos al pie del lapiaz están llenos de grandes "joyus", simas a través de las que escapan las aguas de escorrentía; también en medio del pasto aparecen grandes “desconchones” de céspedes almohadillados debidos a las aguas rezumantes que se congelan en invierno y solifluyen por la ladera, como si de un campo levantado por jabalíes se tratase. Al borde de esos joyus, en los sitios más inaccesibles, es donde aparecen algunos de los mayores tejos, aunque afortunadamente hay muchos viejos tejos viviendo por estas laderas del Texeu.


Céspedes reptantes por la solifluxión en rezumaderos de la mayada Cobayu

            Amable echa mano de su buena memoria y enumera, casi saboreándolo, supongo que aderezados con sus recuerdos, los nombres de los picos, pueblos, majadas, cabañas, fuentes que se ven desde estas alturas: mayada la Breza, Llagos, Xamoca, Tozo, La Marea, Pileñes, Espinaredo, etc.


Amable tardó un rato en relatarnos los nombres de picos, pueblos y "mayás" de este paisaje

            De camino vamos viendo en los prados los escasos árboles que aquí están muy expuestos al ramoneo o al trato con el ganado  y la caza. Amable me explica que las vacas buscan la sombra y sestean al pie del árbol, apisonando y excavando el pie del árbol, que los venados afilan y pulen su cornamenta contra el tronco y que el árbol resiste todo lo que puede luchando por no morir.


Amable contemplando la resistencia de este acebo al acoso de los herbívoros

            Vemos varios árboles en el límite de su resistencia, acebos casi pelados, tejos heridos por el rayo, incluso vemos un gran espino caído pero que ha enraizado alguna rama y que crece de nuevo a pesar de tener casi todas sus raíces al aire. Amable lo examina y entiende su lucha por sobrevivir como si fuese un amigo que también ha tenido que pasar por ese tipo de trances.


Espino enraizando de nuevo tras ser tumbado por el viento

            Amable no deja de agradecer las visitas y los buenos recuerdos que tiene, de su amigo Ignacio Abella, de Mercedes, de los trabajadores y especialistas en poda y arboricultura (TREPA) que le homenajearon hace un par de años con una placa que, con muy buen criterio rezaba: “Para nuestro amigo Amable Vallina González, plantador de árboles y cultivador de amistades”.


Su única "debilidad": los grandes tejos

            Escuchándole enseguida se comprende que ha tenido una vida llena de vivencias, entró en la mina por debajo de la edad legal permitida, jugándose su trabajo, el de su padre y el del capataz que se lo permitían, y salió de ella con un premio por la cantidad de años trabajados y otro premio indeseado, una silicosis de la que gracias a su vida sana, rioja incluído, y a sus caminatas, ha ido superando.


El Pegoyón de Anes, detrás Carlos y Amable

            Amable tiene una mirada relajada, intensa y comprensiva que hace honor a su nombre, una mente prodigiosa que mima sus recuerdos, relata artículos y lecciones del código militar de sus años de guerra civil, sabe los nombres de casi todos los que le trataron, el lugar donde se encuentra cada tejo, los nombres de los accidentes geográficos, de las majadas y de sus dueños. Sólo lamenta el día en que no le permitieron seguir conduciendo y cazando. Se ve que su vida está, como él dice del ensamblaje de las cosas de la naturaleza, “muy bien armada”.


El macizo del Corníon desde Peñamayor

            Este puente de los Santos ha estado bien regado y no he podido andar todo lo que yo hubiera querido, además no parece buen año para “cacerías de colores otoñales”, este año no ha habido frío y el verano fue muy seco. Los árboles están todavía muy verdes y muchos tiran la hoja o la envejecen sin pasar por la paleta de colores otoñales.


Bosques por debajo de Melendreros, frente a Castañera en Bimenes

            Vamos a una de las partes altas de Redes y allí, en las umbrías parece que tienen más color las hayas, los abedules tienen pocas hojas y los cerezos tampoco, y sin “encender”; quizás sean los robles albares los que más color dan al bosque, además son los más abundantes en ese tumulto de laderas entre los que pasean los retales de nubes de un día bellísimo de comunión de aguas y tierras.


Bosques de redes acariciados por las nubes

            Los chaparrones son continuos e intensos, desde la antojana de la casa de Mariano el paisaje no tiene desperdicio, incluso mientras comemos una paella de setas recién cogidas, rabio de no poder hacer fotos de las imágenes que estoy viendo desde la improvisada mesa.



            Las nubes avanzan o retroceden, lo tapan todo o llenan de flecos nubosos rincones del monte, en un continuo cambio de paisajes, dando relieve a montes que antes parecía que no eran tales, resaltando o disipando las formas, en un silencioso y rítmico baile entre las nubes y el bosque.



            Solo por este rato, viendo las nubes acariciar los montes, ya ha merecido la pena la paliza de viajes. La montaña no defrauda y si encima disfrutas de la compañía de amigos como Rosa, Mariano, Carlos, Goyo, Marisa, Joel o Paula, y junto a Irene y las chicas, sigue mereciendo la pena el esfuerzo.



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