viernes, 30 de septiembre de 2016

A Costa da Morte


    A Costa da Morte posee el mayor tramo costero de la península libre de grandes núcleos urbanos y turísticos. Quizás en Portugal haya un tramo de litoral sin urbanizar aparentemente mayor, pero la cantidad de rías y recovecos gallegos arrojan muchos más kilómetros de línea de costa. 


    Los factores que lo han hecho posible, aparte de su amenazante nombre y fama, son las grandes distancias a las áreas metropolitanas nacionales, la dureza del clima y el peligro de sus heladas aguas.

Ningún lugar está a salvo de cacicadas como este "Algarrobico" a la gallega

     Todo lleva a suponer que se trata del último gran tramo costero español en buen estado de conservación y también, uno de los más ricos, variados y originales. 



      Existen muchos y altos acantilados, playas, rías y estuarios, buenos campos de dunas y montañas al borde del agua, pero eso sí, todo dominado por una monótona gama geológica basada en el clásico granito gallego, aunque muy variado en sus formas.



     Uno de esos elementos geográficos que más me llamó la atención es el “monte blanco”, forma más conocida en el resto de la península como “dunas rampantes”; pero lo que allí es algo puntual, una duna que tiende a remontar una loma, aquí es un gran manto blanco que con sus dunas puede cubrir todo un monte con sus arenas.


La arena llega a remontar hasta los 150m. de este Monte Branco

    Al menos en tres lugares he encontrado este topónimo de "Monte Branco", asociado a tres buenas montañas blancas de arena y desprovistas de manera natural, de vegetación arbórea.



      Esta geoforma viene originada por la enorme potencia de los vientos dominantes y la alta producción de arenas, fruto de la “arenización” de los materiales graníticos y los aportes orgánicos de caparazones y conchas de especies marinas.


      Los granitos aquí se presentan con sus más variadas figuras y  posibilidades. Desde las formas de “yelmos” y dorsos de ballena en los relieves convexos, hasta mostrar formas poco comunes en el mundo extra-tropical como puedan ser los “panes de azucar” que pueden verse en y a los pies del monte Pindo.


       Una de las figuras más especiales y que da carácter a muchas de las grandes “pedras”, son los taffoni, oquedades laterales que crean una roca tipo queso tipo gruyere de grandes dimensiones. 

     
      Muchas de las rocas graníticas tienen nombre propio, normalmente por los parecidos con ciertos animales y a algunas de ellas incluso se les atribuyen propiedades mágicas desde la antigüedad, como la pedra de Avalar, la del Oso, etc.

Campo  de bolos trabajados por las olas


      Otro rasgo típico es la abundancia en tramos de costa rocosa, de campos de bolos generados por la remoción que la potencia del oleaje hace con ellos hasta  redondearlos, situándolos entre las rocas o entre la playa y el monte.
     
Muxía

     No son pueblos que hayan caído en el olvido a pesar de la debacle, tanto de la industria láctea (aplicable a todo el norte), como de la industria pesquera, dada por un lado por el agotamiento de unos mares sobre-explotados, como de las consecuencias de la marea negra del Prestige..



    Del Prestige, a juzgar por opiniones de los paisanos, pasado el negro desastre inicial, ahora es cuando se muestran sus consecuencias últimas, con un empobrecimiento de la vida marina de toda la franja costera a la que tanto afectó y afeó en su día. Sorprendí una conversación en la carnicería en la que las “mulleres” opinaban a las claras que “el mar se está secando”, pues decían que apenas había pesca ni nécoras ni nada..



     La secular pobreza del campo gallego, más por la cantidad de personas que alimentar y sus escasos medios que por falta de fertilidad, ha hecho que, como en toda Galicia, el medio natural haya sido profundamente transformado por el hombre. 



      Muy pocos han sido los bosque que no fueron talados y los montes que no fueron transformados en pastos o huertas. Esto unido a un poblamiento muy disperso, ha llevado a que solamente continúen sin alterar los lugares verdaderamente improductivos, como arenas, roquedos, estuarios y riberas.



     Hace ya muchos años que los montes de toda esta zona son una plantación, poco cuidada, de pinos y eucaliptos, en  un manejo tan escaso de animales y personas que bajo el dosel de estos árboles, todo es broza y espinas.


La visión más usual, salvo excepciones, de un bosque gallego

     No es de extrañar que se declaren numerosos fuegos en los cada vez más abundantes periodos secos y que pocos sean los paisanos que acudan a extinguirlos, a no ser para defender sus propiedades o salvar viviendas. Reconozco que lo de meterme por aquí, monte a través, no es de las cosas que más me apetezcan.


Alguien gritó: una foca, pero realmente era una nutria "marina"

     Estamos en un área de las llamadas “hiperoceánicas”, donde las  variaciones de temperatura entre las estaciones, es la menor de España, incluso las variaciones diarias también son escasas, dada la enorme influencia del mar en toda la  región. 



    A pesar de ser la zona mas norteña, está libre de heladas, a no ser que subamos a lo más alto de sus montes, como el monte Pindo, lugar en el que se refugian no pocas plantas raras.



      Dado lo benigno de este clima, aquí se puedan asentar y así lo hacen, plantas de cualquier lugar del mundo. Como en  una  entrada anterior sobre el norte de Portugal, me llama mucho la atención la abundancia de plantas alóctonas. Quizás aquí no sea tan llamativo como allí, pero es una invasión que supone un peligro para la flora gallega, aunque por otro lado, también la enriquezca.

La cala se ha escapado de los jardines y coloniza muchas vaguadas y arroyuelos

     Las invasoras más visibles por aquí y por ecosistemas son: en las áreas dunares: la uña de gato sudafricana (Carpobrotus edulis) y en arenas húmedas (Hydrocotyle bonariensis) o la blanca cala (Zantedeschia aethiopica).


La alóctona siempreviva Helichrysum foetidum

     En riberas y alisedas: la oreja de gato (Tradescantia fluminensis), el jacinto naranja (Crocosmia x crocosmifolia) o la vinca (Vinca difformis); en bordes de huertas y baldíos: la capuchina (Tropaeolum majus), el té de Huerta (Bidens aurea), la campanilla azul (Ipomea indica), la planta carmín (Phytolacca americana), la siempreviva borde (Helichrysum foetidum) o la hierba de asno (Oenothera glazioviana).


Una gramínea alóctona, Stenotaphrum secundatum

      En los prados las duras gramíneas Paspalum sp., la dura Stenotaphrum secundatum y la enorme hierba de la Pampa (Cortaderia selloana) y en marismas y dunas húmedas la espartina (Spartina versicolor).


Una capuchina extendiéndos por los cantos del final de una playa poco transitada

      Incluso  hasta en los muros podemos ver la florida margarita Erigeron karvinskianus. Pero en un país dominado por el eucalipto, tampoco es de extrañar el encontrar tanta invasora. Lo importante es conseguir que no desplacen a las menos comunes de nuestras plantas autóctonas.
     



     Como en  otra entrada  que hice sobre la vegetación de los arenales gallegos, no he podido resistirme al disfrute de la exploración botánica de estos ecosistemas.


Inasequible a la sequía esta pionera (Honckenya peploides) si fuese gigante parecería un bosque  de abetos en la nieve

     Esta vez iba buscando las especies menos comunes, pero la dura sequía y las altas temperaturas de este verano han sido tales que no he visto casi ninguna planta anual viva y las de mayor entidad estaban bastante perjudicadas.


Dunas fijas de un campo dunar totalmente achicharrado por la sequía

    Me ha vuelto a sorprender gratamente la abundancia de buenas áreas dunares tras las playas, con una clara zonación en: dunas embrionarias, dunas blancas semi-móviles, dunas grises ya asentadas, depresiones intra-dunares y, a veces, en su contacto con el monte exterior, una laguna o marisma por el cierre que han impuesto las arenas a la desembocadura de algún arroyo. 


Gran campo de  dunas desviando un pequeño arroyo

Depresión intra-dunar entre vegetación achicharrada

      Cerca de una de esas lagunas encontré uno de mis arbustos preferidos, el oloroso mirto de Bravante (Myrica gale), unido a multitud de especies de medios acuáticos como Hydrocoltyle vulgaris, Lysimachia vulgaris, Limniris pseudacorus, etc.
     
Una mata de mirto de Bravante al final de las dunas

     Algunas playas se veían francamente peligrosas, incluso los paisanos nos recomendaban no bañarnos en ellas, la fuerza de la corriente era contundente unos metros agua adentro y había que tener a los niños a raya. Pero, si podías aguantar la temperatura del agua, las playas y su potente oleaje eran un verdadero disfrute.

En el interior de las rías apenas se siente la fuerza de los vientos y el oleaje

      Si la cosa se ponía fea, bastaba con dirigirse al interior de las rías, donde el viento y el oleaje parecían pertenecer a otro mar mucho más dócil.

Un buen camaiñal sobre dunas costeras

      La planta estrella de este año ha sido una a la que los gallegos deberían hacer un  monumento y repoblar sus costas con ella, me refiero a  la camariña (Corema album), un magnífico arbusto de las arenas, algo más abundante en el atlántico andaluz.


Rama de camariña cargada de unos frutos que hace años se comercializaban

       El año pasado no logré encontrar un solo ejemplar y este año, como no, en  Camariñas, he  podido disfrutar de su belleza, del sabor de sus blancos frutos y de su papel ecológico en  los arenales, de los que está desapareciendo a pasos agigantados.



       Ver vallejos y altas lomas cubiertas de este frondoso matorral es una estampa de lo que debería ser un ecosistema sabulícola en muy buen estado de conservación, algo cada vez menos corriente. En una playa del concejo de Laxe, encontré una mata algo decrépita que luego supe que era la única y última de toda esa zona.


El poco comun Centaurium chloodes sobre arenas en un monte branco

      Muchas veces he comprobado que plantas que había visto eran realmente raras para mí, como la hiel  de la tierra Centaurium chloodes, la acedera Rumex acetosa subsp. bifformis o la acedera rupestre (Rumex rupestris).
     
La acedera nor-atlántica Rumex rupestris

      En algún paseo fluvial, también se me hacía llamativa la presencia de alóctonas, pero en un mundo tan manejado por el hombre, hasta pude  disfrutar de su belleza. Plantas en ese difuso límite entre lo humanizado y lo salvaje, naturalizadas la mayoría de ellas por el placer estético de la jardinería. 


Un macizo de hortensias se asoma a la aliseda

La bella Crocosmia ante un molino abandonado

       El límite entre lo que debemos cuidar y lo que hay que controlar, va en función del poder expansivo de algunas especies y del riesgo que representen para nuestras especies más importantes o escasas.

Macizos de helechos reales en los bordes de las riberas

     Este año todos estaban sorprendidos de tener una Galicia tan seca. Dada esta circunstancia y las altas temperaturas reinantes, este agosto se ha convertido en uno de los peores años de incendios.


Un sol rojo más de media hora antes de lo debido por una atmósfera cargada de humo

        De hecho, a partir de unos días de fuerte viento que desencadenaron multitud de incendios, cuando éste cesó, llegaron días en los que el humo se estacionó en la atmósfera gallega cambiando la luz habitual por otra mucho más velada.



     El sol desaparecía sobre el horizonte entre un cuarto de hora y media hora antes que cualquier día limpio. Terrible, unos atardeceres muy rojos, llamativos, pero cargados de oscuros presagios relativos al calentamiento real del planeta.
    

      La  relación de esta región con el mar ha sido ambivalente, de él provenía una gran  riqueza, pero periódicamente se cobraba su tributo en vidas humanas, no en vano le calló ese nombre, la costa de la Muerte.



      La lista de importantes naufragios es larga y la de pequeñas embarcaciones, innúmera. Además del mar viene el viento y el agua, con tal fuerza que hasta tiempos recientes nadie quería tener vista al mar y las fachadas a él orientadas, tapiadas y recubiertas de tejas o uralitas para mitigar el azote de la lluvia y el viento.



      La acción de los fuertes vientos, siempre ha hecho poco útil el uso de paraguas y solo actualmente, la gente orienta sus miradores y ventanales al mar, pero el precio pagado es alto y su uso, muy limitado a la época  estival.


Deterioradas botas de peregrino cerca de  Muxía

     Estamos en  las tierras  del  fin del  mundo  (Finis Terrae) y muchos acaban su camino  de Santiago en este mar que mira al más allá. La gran mayoría lo finalizan en Finisterre, pero otros en Muxía, donde según tradición medieval se le apareció al apóstol Santiago la Virgen en una barca de Piedra.



       Tanto da, incluso el cabo Touriñán, da vistas a un profundo abismo que, de cara al viento, relativiza totalmente la percepción humana del mundo.

Atardecer desde el cabo Touriñán

     En muchos lugares, ante tanto naufragio, ante tanta indefensión frente a unas fuerzas de la naturaleza que nunca serán dominadas, la espiritualidad humana se muestra en multitud de detalles.



    Detalles como la abundancia de cruceiros en cualquier rincón, de ermitas costeras, de procesiones marineras y con muestras más prosaicas pero no menos poderosas, como la creación de hitos de piedras simples o inverosímiles, incluso llamativamente numerosos como cerca del cementerio de los Ingleses.


Sugerente creación anónima colectiva en el cementerio de los Ingleses

Procesión marinera del Carmen


Cientos de hitos cerca del cementerio de los Ingleses

       Aquí han venido a parar personajes inquietos, ascéticos peregrinos o artistas mezcla de lo anterior como Manfred Gnädinger (Man), un hombre enamorado de esta tierra y merecedor, aun saliéndome de mi temática habitual, de una entrada en este blog,  dado el increíble desconocimiento generalizado de un artista con una trascendencia vital y artística tan enorme como desconocida.



     Respecto al desastre del Prestige que le destrozó la vida, llegó a decir: «yo decir que esto no debe limpiarse nunca, ser episodio de la Historia, quedar así debe, para todos recordar quién es hombre, porque hombre no querer a hombre, ni a mar, ni peces ni playa»



5 comentarios:

  1. Ay, las malvadas plantas invasoras (un mito tan xenófobo como cualquier otro, la flora y fauna desde Pangea no se entienden sin esas invasiones, por la mano del hombre, que también es naturaleza, o cualquier otro agente). Lástima que este excelente post esté tan 'contaminado' de esta ideología en boga

    Te recomiendo el excelente libro del ecólogo Ken Thompson: http://noticiasdelaciencia.com/not/19944/-de-donde-son-los-camellos-ken-thompson-/

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    1. Lo siento, debo reconocer que no te falta razón, se me ha ido la mano con las "malas" y más teniendo tantas cosas que contar, pero las entradas salen en una línea, aunque las debería elaborar más, y luego me cuesta darles otra forma.
      Esto merecería una entrada solo para el tema, con el Norte de Portugal me pasó lo mismo, derivé hacia lo mismo.
      Todo es consecuencia de nuestros actos, para bien o para mal, si hay invasiones o huertos o jardines es por nuestra cuenta,, no hay malas hierbas ni invasoras. Lo que me apena es ver playas de Carpobrotus sin apenas nada más, o la laguna de Louro llena de plantas únicas rodeadas y empujadas por especies generalistas. Ahí es donde me duele que vamos a un planteta monótono y poco diverso.
      Sería lamentable, y lo será, que se destinen más fondos para erradicaciones que para repoblaciones.
      Gracias por tu comentario que asumo he intentaré pulirla algo más, ya que no voy cambiar el grueso de la entrada

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  2. Fantástica entrada, como siempre. Sin duda, uno de mis blogs favoritos. Te pido disculpas por la salida de madre de la foto de mi blog. Aún no sé por qué ocurre, pero trataré de solucionarlo.
    Un saludo
    Miguel (delmanzanaresalguadarrama.worpress.com)

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  3. Una crónica bien relatada, documentada e ilustrada, de la maravilla costera de la península que es 'a Costa da Morte'.
    Explicas con detalle materiales, formaciones, flora, fauna... ensalzando su alto valor natural, paisajístico, ecológico y medioambiental.
    ¡Bravo! 'Ojolince y Sra.' hemos disfrutado sobremanera.
    Recibe Enrique, un saludo desde nuestra castellana tierra de pinares.

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