miércoles, 28 de febrero de 2018

Plan Especial de Sequía



   El jueves pasado estuve en la presentación a los ciudadanos del Plan Especial de Sequía en la Comisaría de Aguas del Guadiana de Ciudad Real. En ese salón estaban mayoritariamente representadas las fuerzas vivas dominantes en el campo manchego, es decir ASAJA, representantes del PP y personal técnico en general. Alguien dijo allí que la agricultura manchega tiene algo más del 10 % de la creación de riqueza contando con la creada indirectamente, aunque solo emplea a un 7,7 % de la población, casi el triple que la media nacional.


   Es por eso, por lo quiero hablar por ese otro porcentaje cercano al 90% que aquí parece no tener voz. Como ecologista, sé que nuestra representación probablemente sea muy inferior a ese 10 %, aunque en realidad nuestros valores sean universales y estén presentes en gran parte de la población y, por supuesto, en muchos agricultores que aman la naturaleza y el campo que les toca vivir y trabajar, pero que no saben o no quieren venir aquí a defenderlos para que se tengan en cuenta. Situaciones de sequía como esta hacen poner sobre el papel todos estos temas de los que parece que nadie quiere que se hable, porque hay muchos interesados en que nada de esto cambie porque se están aprovechando de este silencio e inacción.



   Esto, en realidad, todavía no es una sequía, digamos que de los últimos cinco años, hay un par de años que han fallado y que también, como anticipo del cambio climático, las temperaturas van siendo superiores a la media, lo que ha contribuido a aumentar la evapotranspiración.



   Pero lo realmente serio es que no hace falta que venga una sequía severa para que salten las alarmas, pues realmente quien hace que el vaso esté vacío, no es la falta de precipitaciones, sino el exceso de consumo y esa es la cuestión, el vaso está vacío no porque hayan echado menos agua, sino porque ya nos la hemos bebido. En Castilla la Mancha la agricultura consume el 80% del agua y ocupa de forma absolutamente hegemónica su territorio, después de acabar con prácticamente todas las llanuras de inundación, decenas de lagunas, las pedregosas peanas de sus montes y haber diezmado ríos y arroyos, convertidos en lineales canales de desagüe.



   Me parece que está lo suficientemente claro, haya sequía o no, en la llanura manchega vienen a caer del cielo alrededor de unos 420 hm3, de los que unos 100 se “pierden” en evaporación y en dar algo de vida a los escasos sistemas naturales, dando una fugaz vida a los campos y una famélica escorrentía a algunos arroyos. Alrededor de 320 hm3 pasan a estar disponibles en pantanos, pero sobre todo en el fabuloso embalse subterráneo que es el acuífero manchego.



   Según las estadísticas, las necesidades para atender a los riegos, amén del agua de industria y servicios, y una pequeña parte para el abastecimiento humano, son de 470 Hm3. Esto hace que sin necesidad alguna de que haya sequía, ya nos falten anualmente 150 Hm3. Está claro que algo hay que hacer porque esto es insostenible bajo cualquier punto de vista.


   Muchos millones han caído sobre el campo manchego, subvenciones, compensaciones de rentas, planes especiales, compra de derechos de agua, pero ninguno ha servido para racionalizar u ordenar territorialmente los usos del suelo, dada la tremenda opacidad contable y financiera, el oportunismo, la picaresca o el clientelismo político, en un territorio dejado literalmente, al libre albedrío de las fuerzas económicas.



   Parece que la sequía de los primeros noventa, (eso sí fue una sequía, unida igualmente a un exceso de consumo), señaló a las claras el despilfarro del embalse subterráneo y la galopante desertización del desastre ecológico manchego y pareció haber cierta voluntad política para reformar los usos y costumbres agrarios que habían conducido a tan lamentable situación. Pero cambios políticos, económicos y, para bien o para mal, un magnífico periodo de lluvias que alivió esos problemas y elevó los niveles piezométricos de las catacumbas del acuífero, hasta hacer renacer la mayoría de los Ojos del Guadiana, hicieron que hubiese de nuevo barra libre para todos.



   No solo no aprendimos nada de la última sequía, sino que se ha dilapidado mucha de la renta conseguida con la “lotería” de aquellos años lluviosos. Ahora volvemos a las andadas, solo que estamos peor, pues hemos legalizado miles de pozos, autorizado nuevos consumos, hemos hecho más urbanizaciones sedientas, aumentado el regadío, con goteo eso sí, pero regadío al fin, etcétera. Y los últimos vestigios de la auténtica naturaleza manchega están desapareciendo a ojos vista, bajo el arado avaricioso o tapada por los caliches.



   Todo lo hecho por acción u omisión en el pasado, tiene la responsabilidad de que hayamos llegado a la situación actual y del más que probable, lamentable futuro que se avecina. Estoy hablando de un delito equiparable a la corrupción o peor, pues se ha jugado, con la obtención de beneficios económicos o rentas electorales, con el futuro de muchos castellano-manchegos, con la emigración o desaparición de los agricultores menos pudientes y lo que es más grave, a costa de la destrucción de los últimos restos del medio natural en las áreas más agrarias.



   Han sido las legalizaciones de pozos, las subvenciones y primas al regadío, embaucando a muchos agricultores para que se metan en créditos o maneras de producir que no se van a poder sostener en un futuro ya inmediato, las que nos han traído a este punto. Para colmo, se han buscado alternativas de secano, como el almendro o el pistacho, pero como regándolos son más rentables, pues se riegan igual que el viñedo en espaldera o muchos olivares, y si vienen problemas de abastecimiento, como son cultivos permanentes tienen derecho a riegos extraordinarios para evitar la muerte de las plantas.



   Se avecina una guerra, una guerra por los escasos recursos hídricos entre quienes creen tener derechos sobre el agua, los que creen tener unos derechos sobre unos ingresos a los que se han acomodado, los que creen tener derechos por concesiones más antiguas, los que tienen cultivos permanentes, los que tienen ganado que saciar y, por desgracia, los endeudados en riesgo de embargo.



   La agricultura viene a consumir en Castilla la Mancha algo más del 80% del agua disponible, quienes tienen talleres o industrias necesitan, entorna a un 10% de agua para su funcionamiento o limpieza, aproximadamente lo mismo que el abastecimiento humano. Ni que decir tiene que será a los ciudadanos de a pie a los que primero se les pedirá que no dejen el grifo correr, mientras se lavan los dientes.


   Desde los años 70 en que comenzó el desarrollo exponencial del regadío y que a la siguiente década llevó a que los mundialmente famosos Ojos del Guadiana dejaran de manar, en los pueblos manchegos, empezaron a quedar como “tontos” aquellos que no regaban, delante de los beneficios de aquellos que se pusieron a hacer pozos, legales o ilegales. La carrera por el agua dejó muchos cadáveres por el camino, de entrada, nuestros ríos, lagunas, el pastoreo extensivo, etc. Pero ha calado en la conciencia de los agricultores que sin regadío no hay futuro.


Cómo va a llover, si no hay bosques ni pastizales ni riberas que con su agua llamen al agua.



   Castilla la Mancha no es solo su agricultura, existen muchos sectores, colectivos e intereses y a todos ellos hay que conjugarlos sin renunciar a una maravillosa naturaleza que tenemos y que estamos empezando a saber hacer producir. Por qué a la hora de ver los usos del territorio, solo se plantea el de la producción agraria. Hay que racionalizar la agricultura, restringiéndola a sus áreas más productivas, haciéndola menos consumidora de recursos, potenciando la agricultura ecológica, lo que además conllevaría un descenso de la galopante contaminación por nitratros y otros elementos perjudiciales para la salud que van a parar al fondo de un acuífero del que se consume y del que se vuelve a regar. 



   La agricultura manchega está en riesgo de perder su buena fama, si se continua destrozando la naturaleza y se sigue contaminando, pues todo queda abajo y los contaminantes se vuelven a usar. Yo he llegado a ver en los 90, como se secaban cultivos que al ser regados por aspersión; la alta concentración de sustancias en ese “culo” del acuífero, hacía que se depositase en las hojas tapándolas, llegando a matar la planta y el cultivo.



   Hay que dar la vuelta a la política de reducir los ríos a canalillos, para que algunos interesados (fueron generalmente los mismos promotores de las desecaciones) se adjudicaran su propiedad con lo que fueron bienes públicos, riberas saludables y productivas. Lo que debiéramos hacer es desvolver muchos de esos terrenos, los más productivos biológicamente que en muchos casos son malos productores agrícolas, por tener sales o sodio en exceso, para que la naturaleza se muestre en su esplendor y sean áreas “esponja” para la recarga del acuífero. Deshacer esos lechos profundizados y aislados de su ribera y dejarlos curvear por una llanura de inundación recuperada, convirtiéndolos en corredores ecológicos que comuniquen las distintas regiones naturales manchegas.



   La Política Agraria Común es quién reina y reparte regalías en estos campos. Es una política de despacho, sin los pies en la tierra, sin ver la realidad, si la engañan o la torean o si se consiguen los objetivos esperados en base a un altísimo porcentaje de los presupuestos europeos que, aunque nadie lo piense, pagamos todos, seamos agricultores o no. Todos y mayormente los agricultores, tienen que saber que el dinero escamoteado, ganado con artimañas o el incumplimiento de objetivos, las multas europeas  a España, etcétera, es defraudar, lejos de la idea generalizada de que es un dinero que “viene de Europa, donde tienen mucho”; es dinero que va a dejar de ser gastado apoyando la educación de nuestros hijos, de mantener dignamente nuestros hospitales, es dinero de todos y no debe ser de renta para unos pocos.



   Hay que adaptarse a la cruda realidad de que vivimos en una región con lluvias relativamente escasas, en una región calurosa y sedienta. El secano tiene que seguir usándose y en buena cantidad, y si eso no es rentable, muchas de estas tierras menos aptas para la agricultura, se deberían dejar libres para su re-naturalización por pastizales, arbustedas o bosques naturales; con un mínimo apoyo e inversión, daría para pastos, leñas, caza, hongos o para la admiración de turistas y uso de paseantes o deportistas; además de no consumir agua, será una buena esponja e influiría, aunque fuera ligeramente, en atenuar las temperaturas extremas.



   La agricultura tiene una alta función social, pero los apoyos que se le están ofreciendo están pervertidos, pues las ventajas son aprovechadas también, por empresarios e inversores que se mueven en función de estas ayudas, no todos obviamente. Pero hay demasiados rincones oscuros en las cuentas, hay bastantes jubilados que también realizan trabajos, trabajadores o funcionarios, incluso en la distancia de las ciudades que son agricultores y llevan sus tareas automatizadas, empresarios que pagan en negro a "negros" que tienen hacinados en fincas recónditas y que están desacreditando al buen trabajador del campo que aunque no sean muchos, son vitales para mantener unos pueblos que se están cayendo por perder su savia joven, sus mujeres y con la población mayor caducando por momentos.


   El Plan Especial de Sequía, nace muerto o irónicamente, “va a hacer aguas” porque todo van a ser pleitos y zancadillas para demorarlo. Este plan nace bastante tarde porque ya es duro haber llegado a esta situación aun viéndola venir desde lejos. El pantano de la Torre de Abraham está mucho más vacío de lo que debería por haberse regado este verano los campos de Porzuna y estamos hablando de la única fuente capaz de abastecer con calidad a la población de Ciudad Real, sin duda de no llover como lo está empezando a hacer ahora, pronto se tendrá que acudir a los pozos de emergencia. 



   El Plan ya avisa de el medio natural puede sufrir daños importantes dada lo excepcional de la situación, un tema muy delicado porque puede servir como excusa para todo tipo de atropellos. No es casual que después de las sequías salga muy perjudicado el Dominio Público Hidráulico, pues es el momento ideal para meter el arado sobre el suelo seco de las riberas deslindadas. Una de las pocas cosas que puede hacer una Confederación Hidrográfica, ya muy mediatizada por los intereses agrarios y con muchas de sus funciones delegadas a las Comunidades de Regantes, es una intensa labor de vigilancia y denuncia ante la que se avecina.


   Que de una vez seamos capaces de crear una agricultura sostenible y beneficiosa para todos, sin tener que apurar los acuíferos, destrozar el medio natural y llenar la sociedad de agravios comparativos y de unos más listos que otros. Somos capaces y lo queremos, la concordia y la conjunción de intereses respetando nuestra naturaleza es posible, aunque haya que trabajar mucho o ceder en intereses. El beneficio de todos también puede ser el beneficio particular.

Posdata: Afortunadamente para todos, nos ha vuelto a salvar la campana in extremis. Se han abierto los cielos y prácticamente todas las medidas de racionamiento anunciadas, están siendo derogadas.
Pero lamentablemente, estoy seguro que volveremos a las andadas porque las razones expuestas en estas letras, siguen en vigor, si no incrementándose.



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