jueves, 22 de noviembre de 2012

Llanuras de Inundación


Llanura de inundación luciendo sus mejores galas (sus aguas) antes del puente de Alarcos

             Existe una forma clave de la geomorfología fluvial ibérica prácticamente extinguida. Hay geoformas como las terrazas fluviales, los meandros, los estuarios, etc., pero prácticamente nadie, a pesar de lo explícito del nombre, tiene una noción exacta de lo que es una “llanura de inundación” o "tabla fluvial". Se tiene más clara la idea de lecho mayor de un río, el canal ocupado en las grandes avenidas de agua; pero en una región llana, como puede ser la manchega, el lecho mayor es de difícil delimitación y ocupa grandes extensiones.

La presencia del lirio Iris spuria confirma el buen estado de conservación de esta llanura de inundación del Guadiana

    Los agricultores de siempre respetaron ese ambiguo margen, por el riesgo a perder la cosecha por inundación, por su escasa productividad, al tratarse de suelos medio salinos, y por estar expuestos a la fauna de los vecinos terrenos ribereños. Al mismo tiempo estos espacios servían de alimento a los rebaños, incluso como agostaderos cuando el resto de las rastrojeras estaban yermas en verano; aparte de ser buenos lugares para la caza y la pesca.


Espantavacas para evitar que el ganado se acerque a un profundo "ojo" en Santa María de Guadiana

     Toda una gama de oficios sacaban partido a estas extensas áreas naturales: cazadores, pastores, pescadores, cangrejeros, sanguijueleros, artesanos de la enea, el esparto y el albardín o esparto fino, etcétera que, junto con el comercio de sus productos y pertrechos, creaba una tupida red comercial sobre estos espacios "improductivos".


               Una llanura de inundación casi siempre tiene un curso de agua meandriforme, (lleno de curvas y recurvas debido a su casi nula pendiente), lagunillas, canales o meandros abandonados y, a veces, algunos nacederos u “ojos”. Su vegetación oscila entre la dulceacuícola y la salina (halófila) de sus bordes externos. Variando las especies en función de la cercanía al agua y/o de la salinidad. En el caso de haber orillas claras, por aumentar el desnivel topográfico, se asentaría un bosque ribereño de tarays, de olmos o de álamos.

Guadiana en Campomojado, a pesar de los drenajes muestra una buena vegetación

            La Mancha es básicamente una gran región agraria que a principios del siglo XX no se diferenciaba mucho de la vecina Extremadura, con sus amplias dehesas y pastizales, aunque con la trilogía leñosa mediterránea, (olivo-vid-almendro) bien asentada. Tras la terrible plaga de la filoxera que hundió la vida económica basada en la vid de muchas áreas agrícolas marginales, la Mancha se comenzó a llenar masivamente de viñedos para abastecer de vino a Madrid,. Fue el comienzo de la intensificación agraria que luego seguiría con el melón, la ampliación de los cultivos de cereales y a partir de los 70’, la expansión brutal del regadío, con la cebolla, remolacha, maíz y el riego de productos tradicionalmente de secano como los cereales y la vid.

El regadío mediante pivots, un auténtico azote para los acuíferos

            A partir de ahí, el desastre ecológico, a grandes rasgos, lo conocemos todos, incluso una vez, en un encuentro con geógrafos ingleses me hablaron de “daimielization”, tras unos segundos de duda por el “palabro” y sorprendidos de que yo, un español, me sorprendiera, me explicaron que se estudiaba en la universidad como el término usado para referirse, como caso paradigmático (de Daimiel), de lo que nunca se debería hacer en el aprovechamiento y la mala gestión, de un recurso natural como es el agua.

Últimos charcos del surco de un Guadiana destrozado

   Ya a principios de los 60’ se impuso una política de eliminación de zonas húmedas por considerarlas malsanas, convirtiendo los escasos ríos en canalillos, drenando lagunas y áreas inundables. El Guadiana renacido en los Ojos, se convirtió en una enorme zanja que cortaba los campos hasta el pantano de El Vicario en las cercanías de Ciudad Real (40 kms. de canalización), y muchas grandes y famosas lagunas desaparecieron. Leer la descripción de la Laguna de Las Islas, luego Tablas de Daimiel, y de las grandes lagunas manchegas hacia 1920 de D. Reyes Prósper y otros, suena hoy a historia-ficción, de un idílico mundo natural hoy perdido.


La descripción de D. Reyes Prósper de muchas lagunas es la idílicos paraísos perdidos. (Mapa  I.G.N. de 1953)

       Todo cambió a comienzos de los 70', cuando comenzó a abusarse del acuífero del que hasta entonces solo se extraía agua con norias desde pequeños pozos. Recuerdo de pequeño una portada del ABC declarando que bajo la llanura manchega se encontraba el mayor embalse de Europa. Al poco se inició la carrera por el aguas, para perforar más profundo y llegaron los "pivots". Un agricultor dejaba sin agua a los demás al perforar más hondo. Hacer nuevos pozos era "ilegal", pero quedabas como un tonto y dejabas de ganar un buen dinero si no lo hacías cuando todo el mundo lo estaba haciendo.

Tramo con alguna vegetación del profundo canal de drenaje en la llanura de inundación del Guadiana

     Se creó el Parque Nacional de las Tablas de Daimiel, se deshizo por allí el canal del Guadiana y se retuvo someramente el agua con un dique. Se reconocía, finalmente, el enorme valor de una de las mejores llanuras de inundación de Europa, por su tamaño, por su solera, por su avifauna y por coincidir dos corrientes de aguas distintas, unas limpias y dulces (Guadiana recién brotado y río  Azuer) y otras salobres (Cigüela). Pero la ceguera fue total al no considerar ese tipo de ecosistema en su conjunto (el agua manchega), se protegieron los patos y los peces, pero luego no tenían agua para vivir. El catálogo de especies extintas, al menos en lo vegetal, es para llorar pues varias de ellas contaban allí con su única población española.


            
        Los Ojos del Guadiana dejaron de manar y su llanura de inundación, también salpicada de otros muchos “ojos”, comenzó a secarse en superficie y también por dentro. Tras el drenaje del Guadiana recién nacido hasta las Tablas de Daimiel, las tierras fueron ocupadas y cultivadas por las fincas vecinas o por "despavilados", hasta que, contra toda lógica, un juez extremeño dictaminó que el Guadiana no existía y que por lo tanto, eran tierras legalmente ocupables. Posteriormente instancias superiores (el Tribunal Supremo) declararon nula esa sentencia al tratarse del verdadero Dominio Público de la ribera del Guadiana, pero su aplicación efectiva se ha ido dilatando por la cara dura de los ocupantes y la pasividad de la Administración.

El mundo al revés, antiguos ojos o manantiales ejerciendo de sumideros y el Guadiana circulando río arriba, hacia el este

    Estos terrenos manchegos se asentaban sobre una masa de turba formada durante milenios al irse acumulando más materia orgánica de la que era descompuesta cada año. Esa turba se secó totalmente al quedar muy descolgada de los niveles freáticos, con los que contactaba, y tampoco recibir aportes superficiales. Al quedar tan secos, en los suelos surgieron grietas y la turba (un humilde tipo de carbón) empezó a arder por zonas, a veces por fuego de alguna quema de rastrojos y otras por autocombustión.


Turba ardiendo bajo el subsuelo de los sembrados

    Hace años, viajando por esos campos de madrugada, era fácil observar como de la tierra, de los sembrados surgían fumarolas, pequeñas nubes de vapores que se deshacían tres o cuatro metros por encima del suelo. Luego al aumentar la temperatura ambiente, esos humos dejaban de ser visibles.


Paisaje de fumarolas por la combustión interna de la turba a primeras horas del día

La tierra ha estado ardiendo durante años, aunque un episodio menor, fue el más mediático, el del incendio dentro de los límites de las Tablas de Daimiel en septiembre de 2009, allí viendo también las burradas que se hacían para intentar acabar con el fuego, dí por  perdido el Parque y una gran parte de esa antigua naturaleza manchega, el final de una era ecológica, la de la Mancha Húmeda.

La carga arrastrada por el río está a punto de romper un antiguo puente románico en Corral de Calatrava

    Todas las llanuras de inundación, salvo algunas zonas lagunares del Cigüela (santo desvestido –llanura de inundación canalizada-, para intentar vestir a otro santo, o sea transportar agua  rápidamente a las Tablas de Daimiel) y la del Vicario-Alarcos, entraron en combustión y se volvieron peligrosas. Empezó a haber accidentes por rotura del terreno, derrumbes y socavones de distintos tamaños, hundimientos de tractores e incluso de personas, entre las que me cuento.
       

       Un día al acercarme a una conejera de la que salía humo, hundí mi pierna derecha hasta poco más de la rodilla, encontré rápido apoyo y la saqué inmediatamente. No me quedó ni un solo pelo en la pierna y la tenía roja y dolorida, afortunadamente solo se me hundió un segundo, no sé que hubiera pasado si me hundo más o tardo en salir. Hasta entonces lo más que me había pasado es que se hundiese un poco el terreno por donde pisaba, incluso una vez, me vi corriendo con la bicicleta al tiempo que abría tras de mí un gran surco continuo de terreno resquebrajado.


A la izquierda, el surco del artificial Guadiana y a la derecha un nuevo cauce tras la "resurrección" del río

    Ni siquiera los agricultores se atrevieron a cultivar en amplias zonas de estas antiguas vegas, en otras daban bastantes pasadas de tractor para apelmazar el terreno o para rellenar boquetes. La Confederación Hidrográfica sembró de carteles esos lugares alertando del peligro. Era tierra muerta, el terreno ya no valía ni para la naturaleza ni para la agricultura.

Al menos en 2010 las aguas del Guadiana corrían bajo el moderno puente del otrora paraíso de Flor de Ribera

   Recuerdo que mi gran amigo Pascual Durán, me comentaba el magnífico recuerdo sus años de juventud, de los días pasados en el molino de Flor de Ribera que hacía justo honor a su bello nombre, disfrutando de una paella con cangrejos recién pescados (de los autóctonos) a la sombra de los olmos, después de haberse dado unos buenos baños. El día que yo conocí Flor de Ribera, ni había río, ni agua, ni árboles, ni cangrejos, ni molino, ni nada que no fuesen ruinas y miseria, hasta la carretera y el puente estaban rotos y sus ruinas enfrentadas a otro más moderno, de feas columnas de hormigón. El desastre en un par de décadas había sido espectacular, pocos casos más flagrantes de desertización ha habido en España, y en pocos casos se le ha dado tan poca importancia, como tampoco se le dio en su día, a la desaparición de los olmos.

Socavones, grietas y hundimientos en el Guadiana. Ese chopo en el anterior episodio de lluvias del 1996-97 se hundió más de 6m., lo que vemos ahora (2010) ha crecido desde entonces

    Al límite se llegó en 2009, ese año con el nivel freático situado a más de treinta metros de profundidad, con su agua tan cargada que algunos cultivos se perdieron porque las sustancias disueltas en el agua de riego, precipitaban sobre las hojas matando las plantas. No hay estudios sobre la toxicidad de los productos regados con las aguas del “culo” del acuífero 23, pero podía haber significado el hundimiento de "toda" la agricultura manchega, la regada y la de secano. En otoño llegó  el incendio de turbas en Las Tablas, los camiones campeaban a sus anchas ensayando todo tipo de ñapas y remedios; un trasvase de 10 hm3 por el canal del defenestrado Cigüela, se quedaron en menos de dos que no sirvieron para nada; las excavadoras rematando un ramal de la tubería manchega, para llevar agua al parque y desde Europa una comisión estaba a punto de descatalogar al Parque Nacional y la Reserva de la Biosfera de la Mancha Húmeda.

Destrozo en plenas Tablas de Daimiel para meter la tubería de socorro del parque

     Por suerte, (aunque no sé yo si hubiera sido mejor llegar al desastre total, para renacer con la lección aprendida), nos vino Dios a ver y se abrieron los cielos como hacía catorce años que no lo hacía. Entró agua por el Cigüela y el Guadiana funcionó al revés, circulando desde las Tablas hacia los Ojos. El nivel del acuífero subió casi veinte metros. El campo manchego se llenó de lagunas, llanuras de inundación en funcionamiento y casi todos los ríos se salieron de sus estrechos canales; arroyos que hacía muchos años que no corrían, demostraron su fuerza. (ver la entrada: "El Sueño de las Aguas Desbordadas").

Nada más empezar el invierno de 2009-10 se abrieron los cielos

   Tras el momento álgido de la ruina de las llanuras de inundación se han abierto algunas esperanzas, a pesar de la política comunitaria de subvencionar la superficie y no la producción, que motivó que se cultivaran muchas superficies, aún sabiendo sobradamente que no eran rentables. En algunos lugares, como las juntas del Cigüela con el Riansares primero, con el Záncara después y llanuras de inundación más al este, las iniciales roturaciones y cultivos están siendo, en muchos casos, abandonadas debido a la salinidad, los socavones y los malos rendimientos.



 También las inundaciones del 1996-97 y del 2009-10 han contribuido al abandono y posterior re-naturalización de algunas llanuras de inundación. Siempre de forma espontánea, sin la intervención de ninguna autoridad bienintencionada, ni a través de una mínima Ordenación del Territorio. En otros casos, alguna sociedad de cazadores ha salvaguardado algunas lagunas dentro de las llanuras de inundación.

El Jabalón ocupa toda su llanura de inundación a la altura de La Puebla

   Mejor suerte ha corrido el río Guadiana a partir del embalse de El Vicario, (famoso por su abundante ornitofauna), conservándose una buena llanura de inundación que termina en el puente de Alarcos, quizás salvada por los usos ganaderos de las fincas vecinas que se aprovechan de estos grandes herbazales, aunque peor lo lleva (por los cultivos de Sedano) en Santa María,  al unirse con el arroyo del Raso que baja desde Picón.

Puente de Picón sobre el Guadiana en las "ex-tablas" de Santa María

    A partir de Alarcos y hasta Extremadura, el Guadiana es un claro candidato a Parque Nacional, de no ser por el desconocimiento generalizado que se tiene de esta región, mayormente en manos de grandes terratenientes que muchas veces tienen a bien o quedarse con la vega (aquí ya no sería estrictamente una llanura de inundación), o meter de vez en cuando los tractores para arar, sembrar y cosechar subvenciones de ella. Por supuesto que es ilegal, pero los años trascurridos, la inacción de la Confederación Hidrográfica del Guadiana y el silencio de los ayuntamientos afectados, hace que esto se tolere y consolide.

El Jabalón saliéndose de su estrecho canal en varios brazos cerca del Guadiana

    Esta región fluvial es de órdago, donde no han sido alterados, los sotos poseen un magnifico bosque mixto de fresnos y quejigos, y un estrato cuasi arbóreo de grandes arces, cornicabras y lentiscos. Aquí, por estos sotos y montes bien conservados, están presentes, y abundan, casi todos los animales ibéricos en peligro. Por eso, ante una naturaleza tan exuberante y cargada de vida, cuando se meten las máquinas a romper para sembrar en lo que es de todos, el destrozo es verdaderamente chirriante.


        Estampa del Parque Nacional del Guadiana en sus mejores tramos

         Con los buenos episodios de lluvias, pasados y presentes, las aguas vuelven a su ser y muestran sus escrituras a todo el mundo, Confederación Hidrográfica del Guadina incluída. Los cultivos en el lecho del río o en la llanura de inundación quedan anegados y perdidos, surcados de canales resucitados y con grandes acumulaciones de piedras y broza.

Tras las fuertes lluvias el agua, poco a poco, va anegando de nuevo unas resecas Tablas de Daimiel

   La posterior primavera mostró, aunque sin árboles, esos nuevos espacios recuperados para la naturaleza del río que, peticiones de ayudas económicas por la riada y sucesivas pasadas de tractor, hicieron que al otoño siguiente pareciera que nada había ocurrido. Lo una vez cultivado, lo volvía a estar y además con los propietarios solicitando a las autoridades, las canalizaciones oportunas, eufemísticamente llamadas “limpiezas de cauces”, para que no vuelva a repetirse la inundación.

El Guadiana va por la derecha, este nuevo canal y todo el cultivo es tierra usurpada al río

     Parece que ahora estamos ante un nuevo episodio de lluvias; las mismas áreas de siempre se vuelven a inundar, “como siempre”. Es una oportunidad para que los ríos y la naturaleza que les rodea, se recuperen y hagan saludables tantas riberas maltrechas. Una oportunidad para que las autoridades terminen definiendo, "demarcando" oportunamente el Dominio Público Hidráulico, atendiendo a razones “de cajón” y no a intereses de terratenientes y agricultores particulares.

Guadiana desdoblándose y trenzándose a la altura de Herrera

     En esta materia creo que el interés público general coincide plenamente con un interés ecológico, no por proteger la biodiversidad o por "verdes" modas , sino porque canalizar ríos significa trasladar el problema de una riada, corregido y aumentado, a los territorios de aguas abajo; que canalizar ríos significa que el agua pase, a toda velocidad, sin quedarse, sin filtrarse a los acuíferos, donde luego pondrían su agua a disposición del consumo humano, para beber o para regar, sin necesidad de costosos y polémicos trasvases que dejen a unas zonas sin agua para llevársela a otras.

El bosque recoge y recicla toda la carga orgánica de las riadas librando de atascos los puentes y evitando la colmatación de los grandes pantanos de aguas abajo

  Porque los pastores, cazadores, paseantes, etcétera, necesitamos terrenos incultos, cada día más escasos o inexistentes en amplias regiones y, también, porque como decía Machado, “los ríos son el alma del paisaje”. Recuperemos al menos una parte de nuestra alma dejando a los ríos recuperar sus caminos usurpados.

Un Guadiana desbordado en medio de un buen quejigar-fresneda

P.D./ En entradas posteriores mostraré como muchas de las llanuras de inundación manchegas se han ido salinizando desde que dejaron de funcionar como tales. Con su nueva dinámica y su vegetación salina asociada.

P.D./ Con los nuevos políticos manchegos, se ha deshechado el P.E.A.G. (Plan Especial Alto Guadiana), el mínimo pero básico acuerdo social para regular las extracciones del acuífero y avanzar hacia su recuperación. El tiempo que ha vivido ha funcionado, pero estamos en la tierra del "ansia viva" y ahora la idea es legalizar todos los pozos.  En una cortedad de miras total (no se piensa ni en el futuro ni en otros sectores), lo primero es la economía (pan para hoy) y luego, si sobra, el medio ambiente (hambre para mañana).
NOTA: Se acaba de aprobar el Plan Hidrológico del Guadiana que viene a darme la razón, se abre la puerta a nuevos regadíos y no contempla la recuperación de los acuíferos. Permitiendo sacar 80 Hm3 más y abriendo la puerta a trasvases a Murcia y a Las Tablas para "recuperarlas".

P.D./ El 10-12-2012 en Magisterio de Ciudad Real, Óscar Jerez presenta el libro "La Reserva de la Biosfera de la Mancha Húmeda" donde, entre otras cosas, se analizan los casos (con el antes y el después), de las mejores llanuras de inundación manchegas. Desde aquí un saludo y mi enhorabuena.



domingo, 11 de noviembre de 2012

Las lluvias apagan la sequía


            Ha vuelto un otoño lluvioso, como los de antaño; los dos últimos grandes episodios lluviosos, (1996-97 y 2009-10) tuvieron lugar al final del otoño y principios del invierno. Pero antes, las lluvias de toda la región central ibérica, salvo el Sistema Ibérico que es uno de los pocos lugares de España con la precipitación más regularmente repartida a lo largo de las estaciones, tenía dos épocas álgidas, una principal a mediados del otoño y la otra a mediados de primavera. Desde los años setenta parece que esa pauta ha ido mudando, retrasando esos máximos cerca de un mes y aumentando la irregularidad de las lluvias.

Antes de acabar septiembre el cielo se llenó de nubes preñadas

            Por fin llegaron las lluvias, más  vale tarde que nunca, pero llegaron, volviendo a hacer verdadero el refrán de septiembre, “o seca las fuentes o se lleva las puentes”; y este año se ha cumplido pero en ambos extremos, pues empezó secando fuentes, lagunas, ríos e incluso muchas encinas y, desgraciadamente, atizando importantes incendios forestales. Septiembre acabó con una semana de más de ochenta litros de lluvia y temperaturas que corrigieron una media mensual que se inclinaba hacia África.


            No ha sido este duro verano quien ha secado esas encinas, sino todo el año hidrológico previo y algunos meses más, pues desde mayo de 2011, solamente han levantado cabeza los meses de noviembre de 2011 y abril de 2012, todos los demás han estado muy por debajo de sus medias de precipitación salvo, como es lo normal, el seco verano.

Un alto porcentaje de encinas, en laderas pedregosas, no han resistido esta última sequía

La media de lluvia anual en Ciudad Real, y por extensión de toda la meseta sur, está en el entorno de los 425 litros por metro cuadrado, más húmedo en sus bordes extremeños y mas seco hacia oriente, hasta que la influencia del Sistema Ibérico o las Subbéticas incrementan la precipitación. Este año hidrológico (2011-2012) se iba a ver mermado en un 35% de no ser por los últimos días de septiembre en los que cayeron más de 80mm., (más de 60 en un solo día); situando dicho déficit en solo algo más de un 20% en Ciudad Real. Otras áreas cercanas como la Cuenca de Madrid han quedado cerca de la mitad de lo habitual (vegas del Tajo y Jarama en torno a los 200mm.).


En abril, Santiago Sardinero de la Universidad de CLM en Toledo, nos mostró las labores  de restauración botánica que llevan a cabo en unas antiguas canteras de cemento en Yepes, en el extremo noroccidental de la Mesa de Ocaña. A pesar del ingente trabajo de su equipo, el éxito de las plantaciones se vio muy perjudicado por la sequía y sus efectos colaterales en forma de arrase por parte de los conejos. Solamente las plantas más duras y vulnerantes han tenido algún éxito (aliagas, tomillos, efedras, etc.). El destrozo ha sido grande y nos contaba lo difícil que era explicar y mostrar todo eso a la empresa (Lafarge) que pone el dinero para dicha restauración.

Examinando especies en la restauración de las canteras de Yepes

A pesar de todo y gracias a la dedicación y trabajo extra de ese equipo, el paisaje se va naturalizando estableciéndose gradualmente, una vegetación más parecida a la de las áreas poco alteradas del entorno. Santiago nos mostró también que las especies arbóreas y arbustivas con la sequía, no solo crecen poco, sino que pueden retroceder, ir secando ramas desde sus extremos hacia dentro, llegando incluso a secarse. Nos mostró claros ejemplos en el terreno, como coscojas que habían retrocedido más de un palmo, espinos negros que apenas tenían hojas e iban secando puntas o ramas. No se lo que pasaría después con el fin de primavera y verano tan duro que siguieron.

Espino negro y coscojas secando parte de sus puntas y ramas por la sequía

La problemática general en todo el centro peninsular ha sido que tras dos años espléndidos en precipitaciones se disparó la población de conejos y jabalíes, de acuerdo al aumento de sus recursos alimenticios; luego llegaron las vacas flacas, faltó comida y sobraban comensales. Se propaló la idea de “plaga de conejos”, los cazadores consiguieron permisos para descastes en época de veda y cupos superiores en época de caza, usualmente esas cacerías se dieron mucho más en  cotos de monte que en terreno agrario que era lo que se pretendía proteger. Más que el clima, la causa del exceso hay que buscarla en su combinación con el excesivo “control de depredadores” que hace difícil ver alguna rapaz conejera por estas regiones.

Los mejores pastos entre el monte de nuestros campos arrasados por los jabalíes

Muy al contrario, la plaga de jabalíes que está destrozando multitud de campos, abiertos o vallados, se ha considerado como “un buen año de jabalíes”. Ahora con el paso de los meses, al menos los conejos han vuelto a sus números normales, lo que ha mostrado como la naturaleza se autorregula sin necesidad de orgías venatorias.

A pesar de la sequía previa el otoño luce sus galas cerca de Sierra Morena

Espero que ahora comience un cambio de ciclo, pues como ha quedado demostrado este incendiario verano, nuestra naturaleza no puede aguantar muchos años como este, ni a unos políticos y gestores como los nuestros. Para más señas baste decir que más que una sequía, lo que hemos pasado es un año seco. La última sequía “normal” fue la de los primeros noventa que acabó a finales de noviembre de 1995.

El Fresnedas se enfrenta a Sierra Morena llevándose los sedimentos manchegos hacia Doñana

Entonces en Madrid se prohibió el llenado de piscinas y el riego de jardines y estuvimos al borde del racionamiento, desde entonces Madrid, casi ha duplicado su superficie de áreas residenciales extensivas, con sus jardines y piscinas, y ha triplicado su número de campos de golf. Si tuviésemos que vivir una situación pluviométrica como la de esos años y, tarde o temprano, habremos de vivirla, que dios nos coja confesados. De los últimos quince años solo ha habido uno verdaderamente “malo”, el 2005 y también fue como este último, con sus hielos invernales y su escasez de lluvias que no llegó ni a los 200mm; aunque 2011-12 no haya sido tan seco, el contraste con los generosos años previos ha sido muy duro.

El Guadiana, crecido por el Jabalón, ocupa lo que debería ser Dominio Público Hidráulico

Uno de los motivos que a modo de prueba me hacen barruntar un otoño-invierno lluvioso, como pude comprobar en los últimos  periodos lluviosos: (1996-97 y 2009-10), es la forma de los hormigueros, si son altos y sus entradas tienen forma de chimenea, es que las hormigas ven peligrar sus hormigueros y elevan su nivel de entrada por encima del suelo.  Estos inicios de octubre estoy viendo así la mayoría de ellos.

Hormigueros con sus entradas sobre-elevadas en previsión de lluvias

Tras muchos años dedicándome a esto, he comprobado que tal como empiezan los otoños, así se comporta el año hasta finales de invierno, por lo que he visto la certeza del refrán que dice: “la luna de octubre siete lunas cubre”, este octubre de 2012, el plenilunio tenía lugar en medio de una semana lluviosa, lo que significaría un otoño-invierno lluvioso. Y otro de los motivos, sin duda el más objetivo, son las ganas que tengo de que se repitan lluvias como las vividas hace un par de años. Años en que la gente salía al campo a ver como iban los arroyos creciendo para ríos, como se desembalsaban los pantanos, como se llenaban las lagunas, incluso como se formaban grandes socavones y hundimientos en el usurpado cauce del Guadiana, y como los ríos salían de sus artificiales y rectilíneos canales en lo que los hemos convertido, para ocupar sus amplias y sinuosas vegas.

El Jabalón muestra sus escrituras al que le calzó encima un viñedo

En estos inicios del otoño espero con ansiedad los primeros síntomas del cambio de ciclo, también es que cada año los veranos me parecen más largos, de casi cinco meses a costa del otoño y de la primavera. Tal es el cambio que ahora acontece que en lo agrícola, el año empieza ahora, como también lo hace el año hidrológico (1 de octubre).

Campos saturados de agua por las últimas lluvias

Empecé a redactar esta entrada a primeros de octubre, pero se me fue de tamaño y decidí desdoblarla, dedicando una a las Flores de Otoño y esta otra sobre el clima. Ahora a nueve de noviembre hemos entrado de lleno en uno de los otoños más lluviosos de los registrados desde 1865 en el observatorio de Ciudad Real. Las lagunas se están llenando por momentos cuando este verano caducaron hasta las más persistentes de la zona. Algunos pantanos están desaguando y está este otoño como decía mi amigo Valentín,  “voy al campo y no sé, si ir a espárragos o a setas”, y doy fe que es cierto pues estoy viendo una buena cantidad de los “primaverales” espárragos y, encinas y arbustos están rebrotando.

Espárragos, encinas y muchos arbustos más han vuelto a rebrotar como en primavera

Empieza un otoño inesperado, de los que ya pensaba que era posible que no volviera a disfrutar y del que os daré cuenta en posteriores entradas. Como siga el otoño de esta guisa, sería posible hasta la soñada realidad de unos Ojos del Guadiana derramando sus lágrimas de alegría por el campo manchego.


Sin palabras

jueves, 1 de noviembre de 2012

"Abrir heridas y cerrar castillos" Adiós a los castillos calatravos


         Esta entrada es una más que lamentable continuación de mi anterior entrada "Requiem por unas piedras con historia" relativa al cierre del Parque Arqueológico Alarcos-Calatrava la Vieja. Al parecer el efecto caída en dominó ha continuado y si para mí era impensable el cierre de la gran e inexpugnable fortaleza de Calatrava la Nueva, acabo de enterarme de ello. La noticia me la ha dado Pedro González Moreno, un gran escritor a quien ya "utilicé" dedicándole una entrada sobre las lluvias de 2009-2010 basada en su artículo, tan realista como poético: "El Sueño de las Aguas Desbordadas". Paso, como entonces, a reproducir íntegro este artículo que nunca debería haberse escrito:


"Abrir heridas y cerrar castillos"

Publicado el 2 de octubre en el Diario Lanza por Pedro A. González Moreno

El castillo-fortaleza-convento de Calatrava la Nueva

         "Vivimos en unos tiempos de portazo y clausura, y en un país que corre ya el peligro de parecerse a aquella España de cerrado y sacristía de la que, tan proféticamente, hablaba Antonio Machado en su poema “El mañana efímero”...

Vista de Calatrava la Nueva desde el suroeste 

         Tiempos aciagos en los que se cierran bares y comercios, porque el consumo se encuentra en estado catatónico; se cierran empresas porque han dejado de ser rentables y competitivas; se cierran bancos, o más exactamente quiebran (o para decirlo en su propio lenguaje eufemístico, se fusionan o se recapitalizan para enmascarar sus descalabros financieros); se cierran aulas en los colegios y habitaciones en los hospitales; se cierran castillos porque la voz de la piedra, que es la voz viva de la Historia, nadie quiere escucharla; y a este paso acabarán también por cerrarnos las puertas de nuestras propias casas.

Gran rosetón y puerta de entrada al Sacro Convento de Calatrava la Nueva

         Después del cierre de los castillos de Calatrava la Vieja y Alarcos, dos de las más emblemáticas fortalezas de nuestra región, se anuncia ahora el cierre de Calatrava la Nueva, en lo que parece ser un episodio más en este delirante proceso de clausuras y portazos. Y cada castillo que se cierra (esos castillos que tanto saben de antiguas y gloriosas victorias) es como una batalla que perdemos contra nosotros mismos: una traición cometida contra nuestros orígenes, contra nuestra identidad y contra nuestra propia cultura.

Ruinas de Calatrava la Vieja, en tiempos la mayor ciudad-fortaleza entre Córdoba y Toledo

         No hace mucho, a principios del pasado verano, las puertas del castillo de Calatrava la Nueva se abrieron para acoger en su iglesia cisterciense un recital poético, donde algunos escritores de nuestra provincia hicieron oír su voz, y donde también ciertos cargos políticos aprovecharon en sus discursos para apostar por la continuidad de semejantes eventos; incluso prometieron que ese prodigioso recinto no sólo permanecería abierto en el futuro para los poetas, sino para todo tipo de iniciativas culturales. Sin embargo ahora, inexplicablemente, se anuncia que también se cerrarán sus puertas.

Interior de la fortaleza de Calatrava la Nueva

         En el año 2007 otro grupo más numeroso de poetas castellano-manchegos promovimos un movimiento de reivindicación de nuestros castillos, cuyo manifiesto se leyó al pie de las murallas de Miraflores, en Piedrabuena; de aquel encuentro quedó como testimonio un proyecto de libro que, por extraños azares, quedó estancado en los cajones de algún despacho de la Delegación de Cultura de la Junta de Comunidades. Y tal vez, cinco años después, sea hora ya de desenterrar nuevamente aquel hacha lírica y empuñar aquellas antorchas reivindicativas para repetir, una vez más, lo que proclamaban algunos de los puntos de aquel manifiesto:

Castillo de Miraflores, lugar de lectura del Manifiesto de Reivindicación de los Castillos en 2007

          “Reivindicamos nuestros castillos porque en ellos está grabada nuestra memoria colectiva... Debajo de sus piedras están nuestras raíces, las señas ancestrales de nuestra cultura, las huellas de una raza que levantó murallas para que un día nosotros, desde ellas, pudiésemos ver mucho más alto y más hermoso el mundo... No somos adalides de ninguna batalla. Somos la voz antigua de la piedra, somos el grito y la memoria de la piedra, y es la palabra de nuestros antepasados la que habla a través de nuestra voz... Todos hemos crecido a la sombra de nuestros castillos y, desde sus almenas, queremos ser vigías de nuestra identidad regional, atalayas de todos los caminos, centinelas de nuestra historia, guardianes de la luz de la llanura.

Calatrava la Vieja al atardecer 

         Se cierran castillos, pero se abren costosos y fantasmales aeropuertos que son como absurdos monumentos a la inutilidad y al vacío. Se cierran castillos, pero se construyen urbanizaciones no menos espectrales bajo las que se esconden oscuras marañas recalificadoras y turbios pelotazos urbanísticos. Se cierran castillos y escuelas y habitaciones de hospitales, pero se abren autopistas inútiles y deficitarias, parques temáticos ruinosos, incluso puede que lleguemos también a ver abierto algún fastuoso casino, que es, paradójicamente, lo que un país en bancarrota necesita...

Fortaleza de Alarcos
  
         Y cada puerta que se cierra, cada muralla que se clausura, es una nueva herida que se abre (o que  debería abrirse) sobre nuestras conciencias...
 Porque cerrar un castillo, aunque sea apelando a mezquinos argumentos presupuestarios, no es sólo mutilar nuestros paisajes, renunciar al turismo y al desarrollo de los pueblos, dar la espalda a la Historia y a la riqueza patrimonial de nuestra tierra; no es sólo cubrir con una losa las más profundas raíces de nuestra identidad. Es, más allá de todo eso, secuestrar un bien público del que todos somos usufructuarios. Y es reconocer, además, que somos indignos de merecer el legado que nuestros antepasados nos transmitieron.


Calatrava la Vieja desde un  desbordado arroyo Valdecañas

         Los cierres de Calatrava la Vieja, Alarcos, Salvatierra (que aún continúa incomprensiblemente vallado), y ahora también Calatrava la Nueva, parecen responder a una oscura estrategia de demolición de nuestras raíces y a un flagrante secuestro de nuestros más preciados bienes culturales.
         Cada vez que se cierra una puerta, se abre una nueva herida.

Restos del castillo de Salvatierra visto desde las alturas de Calatrava la Nueva

   Por eso, recordando otro de los puntos de aquel viejo manifiesto poético, deberíamos clavar, en todas las Torres de Homenaje de nuestros castillos, un estandarte que sólo esté hecho de palabras; un estandarte que ondee no como señal de ninguna victoria, sino sólo como un signo de lealtad a nuestro origen".

Sierra Morena vislumbrada desde Calatrava la Nueva

PD/    Estas tres, (Calatrava la Nueva y la Vieja y Alarcos) son las mejores fortalezas calatravas; atrás quedaron, hoy casi totalmente arruinados, castillos menores como: Ciruela, Herrera, Benavente, la Atalaya, Picón Viejo, Hojalora, Calabazas, etc. y otros, en mejor estado, como Miraflores o Caracuel y algún castillo urbano como el de Bolaños. 
    "La desidia española por el pasado (patrimonio natural y cultural),  está contribuyendo, claramente, a que nos estemos dejando imponer este lamentable presente".

Restos del castillo de Ciruela sobre un pitón volcánico


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