Ha
vuelto un otoño lluvioso, como los de antaño; los dos últimos grandes episodios
lluviosos, (1996-97 y 2009-10) tuvieron lugar al final del otoño y principios
del invierno. Pero antes, las lluvias de toda la región central ibérica, salvo
el Sistema Ibérico que es uno de los pocos lugares de España con la
precipitación más regularmente repartida a lo largo de las estaciones, tenía
dos épocas álgidas, una principal a mediados del otoño y la otra a mediados de
primavera. Desde los años setenta parece que esa pauta ha ido mudando, retrasando
esos máximos cerca de un mes y aumentando la irregularidad de las lluvias.
Por
fin llegaron las lluvias, más vale tarde
que nunca, pero llegaron, volviendo a hacer verdadero el refrán de septiembre,
“o seca las fuentes o se lleva las puentes”; y este año se ha cumplido pero en ambos
extremos, pues empezó secando fuentes, lagunas, ríos e incluso muchas encinas y, desgraciadamente, atizando importantes incendios forestales. Septiembre acabó
con una semana de más de ochenta litros de lluvia y temperaturas que corrigieron
una media mensual que se inclinaba hacia África.
No
ha sido este duro verano quien ha secado esas encinas, sino todo el año hidrológico
previo y algunos meses más, pues desde mayo de 2011, solamente han levantado
cabeza los meses de noviembre de 2011 y abril de 2012, todos los demás han
estado muy por debajo de sus medias de precipitación salvo, como es lo normal,
el seco verano.
La media de
lluvia anual en Ciudad Real, y por extensión de toda la meseta sur, está en el
entorno de los 425 litros
por metro cuadrado, más húmedo en sus bordes extremeños y mas seco hacia
oriente, hasta que la influencia del Sistema Ibérico o las Subbéticas incrementan
la precipitación. Este año hidrológico (2011-2012) se iba a ver mermado en un
35% de no ser por los últimos días de septiembre en los que cayeron más de
80mm., (más de 60 en un solo día); situando dicho déficit en solo algo más de un
20% en Ciudad Real. Otras áreas cercanas como la
Cuenca de Madrid han quedado cerca de la mitad de lo habitual
(vegas del Tajo y Jarama en torno a los 200mm.).
En abril,
Santiago Sardinero de la
Universidad de CLM en Toledo, nos mostró las
labores de restauración botánica que
llevan a cabo en unas antiguas canteras de cemento en Yepes, en el extremo noroccidental
de la Mesa de
Ocaña. A pesar del ingente trabajo de su equipo, el éxito de las plantaciones
se vio muy perjudicado por la sequía y sus efectos colaterales en forma de
arrase por parte de los conejos. Solamente las plantas más duras y vulnerantes
han tenido algún éxito (aliagas, tomillos, efedras, etc.). El destrozo ha sido
grande y nos contaba lo difícil que era explicar y mostrar todo eso a la
empresa (Lafarge) que pone el dinero para dicha restauración.
A pesar de
todo y gracias a la dedicación y trabajo extra de ese equipo, el paisaje se va
naturalizando estableciéndose gradualmente, una vegetación más parecida a la de
las áreas poco alteradas del entorno. Santiago nos mostró también que las
especies arbóreas y arbustivas con la sequía, no solo crecen poco, sino que
pueden retroceder, ir secando ramas desde sus extremos hacia dentro, llegando
incluso a secarse. Nos mostró claros ejemplos en el terreno, como coscojas que
habían retrocedido más de un palmo, espinos negros que apenas tenían hojas e
iban secando puntas o ramas. No se lo que pasaría después con el fin de
primavera y verano tan duro que siguieron.
La
problemática general en todo el centro peninsular ha sido que tras dos años
espléndidos en precipitaciones se disparó la población de conejos y jabalíes, de
acuerdo al aumento de sus recursos alimenticios; luego llegaron las vacas
flacas, faltó comida y sobraban comensales. Se propaló la idea de “plaga de
conejos”, los cazadores consiguieron permisos para descastes en época de veda y
cupos superiores en época de caza, usualmente esas cacerías se dieron mucho más
en cotos de monte que en terreno agrario
que era lo que se pretendía proteger. Más que el clima, la causa del exceso hay
que buscarla en su combinación con el excesivo “control de depredadores” que
hace difícil ver alguna rapaz conejera por estas regiones.
Muy al
contrario, la plaga de jabalíes que está destrozando multitud de campos,
abiertos o vallados, se ha considerado como “un buen año de jabalíes”. Ahora
con el paso de los meses, al menos los conejos han vuelto a sus números
normales, lo que ha mostrado como la naturaleza se autorregula sin necesidad de
orgías venatorias.
Espero que
ahora comience un cambio de ciclo, pues como ha quedado demostrado este
incendiario verano, nuestra naturaleza no puede aguantar muchos años como este, ni a unos políticos y gestores como los nuestros. Para más señas baste decir
que más que una sequía, lo que hemos pasado es un año seco. La última sequía “normal”
fue la de los primeros noventa que acabó a finales de noviembre de 1995.
Entonces en
Madrid se prohibió el llenado de piscinas y el riego de jardines y estuvimos al borde del racionamiento, desde
entonces Madrid, casi ha duplicado su superficie de áreas residenciales extensivas,
con sus jardines y piscinas, y ha triplicado su número de campos de golf. Si
tuviésemos que vivir una situación pluviométrica como la de esos años y, tarde
o temprano, habremos de vivirla, que dios nos coja confesados. De los últimos
quince años solo ha habido uno verdaderamente “malo”, el 2005 y también fue como este último, con sus hielos invernales y su escasez de lluvias que no
llegó ni a los 200mm; aunque 2011-12 no haya sido tan seco, el contraste con
los generosos años previos ha sido muy duro.
Uno de los
motivos que a modo de prueba me hacen barruntar un otoño-invierno lluvioso,
como pude comprobar en los últimos
periodos lluviosos: (1996-97 y 2009-10), es la forma de los hormigueros,
si son altos y sus entradas tienen forma de chimenea, es que las hormigas ven
peligrar sus hormigueros y elevan su nivel de entrada por encima del
suelo. Estos inicios de octubre estoy
viendo así la mayoría de ellos.
Tras muchos
años dedicándome a esto, he comprobado que tal como empiezan los otoños, así se
comporta el año hasta finales de invierno, por lo que he visto la certeza del
refrán que dice: “la luna de octubre siete lunas cubre”, este octubre de 2012,
el plenilunio tenía lugar en medio de una semana lluviosa, lo que significaría
un otoño-invierno lluvioso. Y otro de los motivos, sin duda el más objetivo,
son las ganas que tengo de que se repitan lluvias como las vividas hace un par
de años. Años en que la gente salía al campo a ver como iban los arroyos
creciendo para ríos, como se desembalsaban los pantanos, como se llenaban las
lagunas, incluso como se formaban grandes socavones y hundimientos en el
usurpado cauce del Guadiana, y como los ríos salían de sus artificiales y
rectilíneos canales en lo que los hemos convertido, para ocupar sus amplias y
sinuosas vegas.
En estos
inicios del otoño espero con ansiedad los primeros síntomas del cambio de
ciclo, también es que cada año los veranos me parecen más largos, de casi cinco
meses a costa del otoño y de la primavera. Tal es el cambio que ahora acontece que
en lo agrícola, el año empieza ahora, como también lo hace el año hidrológico (1
de octubre).
Empecé a
redactar esta entrada a primeros de octubre, pero se me fue de tamaño y decidí
desdoblarla, dedicando una a las Flores de Otoño y esta otra sobre el clima. Ahora a
nueve de noviembre hemos entrado de lleno en uno de los otoños más lluviosos de
los registrados desde 1865 en el observatorio de Ciudad Real. Las lagunas se
están llenando por momentos cuando este verano caducaron hasta las más
persistentes de la zona. Algunos pantanos están desaguando y está este otoño como decía mi amigo Valentín, “voy al
campo y no sé, si ir a espárragos o a setas”, y doy fe que es cierto pues estoy
viendo una buena cantidad de los “primaverales” espárragos y, encinas y arbustos están rebrotando.
Empieza un
otoño inesperado, de los que ya pensaba que era posible que no volviera a
disfrutar y del que os daré cuenta en posteriores entradas. Como siga el otoño de esta guisa, sería posible hasta la soñada realidad de unos Ojos del Guadiana derramando sus lágrimas de alegría por el campo manchego.
Sin palabras
.. elevan la altura de la entrada y esto las sirve para regular la ventilación del nido. Cuando llueve abren pequeñas aberturas a lo largo de galerías superficiales más bajas que la entrada del nido; el aire paralelo a la superficie aumenta la velocidad a mayor distancia de esta y así crean una diferencia de presión entre las ventanas a distinta altura del suelo, controlando la ventilación y por tanto la evaporación de humedad.
ResponderEliminar(Explicación a las chimeneas de los hormigueros en http://es.wikipedia.org/wiki/Messor_barbarus)
La última foto es genial!!! Y es que somos unos zotes, no aprendemos, no doy un duro porque en el futuro se actúe de forma racional...
ResponderEliminarEnhorabuena por la entrada, aleccionadora como todas.
Saludos