domingo, 18 de diciembre de 2022

Río Dulce, inesperado otoño de colores

 


                Quien me iba a decir lo que me iba a encontrar en una grieta de la gran altiplanicie celtibérica formada por la incisión del río Dulce, una explosión de colores otoñales, aún más sorprendentes tras la cantidad de kilómetros ocre-amarillentos que hay que recorrer hasta llegar allí. Unas, solo aparentemente, frías mesetas que separan dos grandes sub-cuencas del Tajo, la del Henares al norte-noreste y la del Tajuña al sur, que en nada presagiaban la orgía inesperada y colorista, de un otoño cobijado en rincones protegidos, donde probablemente, aparte de aprovechar la otoñada, también se hayan podido esquivar relativamente bien los durísimos calores estivales y no tan estivales de este verano-otoño.


                Para ser mediados de octubre y sin ver prácticamente un árbol con sus hojas tornando a visos otoñales, en todo el centro peninsular, fue una auténtica sorpresa. Sí que había por ahí, árboles caducifolios que ya no eran verdes, sino marrones, pero de un marrón enfermizo, resultado de un no poder aguantar las altas temperaturas y la falta de lluvias de este largo verano del 22 paradigmático de esta crisis climática que ya tenemos encima. No solo eran los árboles y arbustos caducifolios, sino también los de hoja perenne, los que han mudado su aspecto, quemándose en sus hojas más expuestas al astro rey, solo había que fijarse en las numerosas hiedras, aligustres japoneses, durillos, rododendros, eso en jardines, porque en el campo, la “seca de la encina” ha campado a sus anchas llevándose por delante a vetustas encinas e incluso rodales enteros de carrascas.

Magnífico pliegue en cofre puesto al descubierto por el tajo del río Dulce


                Tras tantos kilómetros de llanura, sorprende encontrarse un paisaje tan plegado y tan fallado, es como si un corte vertical mostrase el tesoro geológico que se esconde en su interior. Esto viene a señalar que hay multitud de llanuras distintas, si bien la muchas responden a largas deposiciones sedimentarias horizontales, otra buena cantidad de ellas son fruto de un arrasamiento erosivo que cercenó formas más o menos verticalizadas, en un juego de plegamientos y fallas que finalmente quedaron borrados a golpes de cientos de miles de años de intemperie. Casi todos los materiales de las laderas del río Dulce pertenecen al jurásico y algo de cretácico, hay pocos, pero hay enclaves de travertinos o tobas, fruto de antiguos manantiales que prácticamente criaban roca bajo sus aguas cargadas de carbonatos. En la localidad de La Cabrera aparece un gran rincón singular excavado en la roca, pero sin río, se trata de un magnífico meandro abandonado.

Meandro abandonado al NW de La Cabrera en el río Dulce

                También estamos en una región de incierta definición estructural en lo referente a grandes unidades geológicas, indefinición que se refiere a los límites precisos entre hasta dónde es Sistema Central (en general con alineaciones WSW-ENE) y hasta dónde se trata del Sistema Ibérico (en general en sentido WNW-ESE). En principio para plausible la adjudicación de límites en función de dicha orientación de las serrezuelas, que aquí destacan poco debido ya a la buena altitud de base de la meseta, entorno a los 1.000-1.100 m. Pertenecen claramente al Sistema Central la Sierra de Pela (1.539m) y su prolongación oriental, la Sierra del Bullejo (1.427m); ya en cierta indefinición están los Altos de Barahona (1.265 m) que más que una sierra es la culminación de esas mesetas celtibéricas y que contactan al sureste con la Sierra Ministra (1.312 m) que ya pertenece claramente al Sistema Ibérico.

Restos del castillo de Torresaviñán a 1.158 m en los altos de las parameras celtibéricas plano del parque


               Con ese colorido espectáculo me dediqué a fotografiar a diestro y siniestro, de hecho, esta entrada es el fruto de sacar a pasear unas imágenes que hace ya bastante tiempo que no captaba. Siempre he mantenido la tradición de la cacería fotográfica otoñal, a veces con largos viajes a la Cantábrica y a otros confines ibéricos, incluso a la fachada francesa de los Pirineos, aprovechando o no algún puente. Tradición recogida aquí en varias entradas, pero que desde hace varios años, pandemia mediante, no he tenido el gusto de prodigar. Aun así, no es excusa, esto solo pasa una vez al año y siempre merece la pena ir a su encuentro.

Llamaradas naranjas de los arces
Detalle de las hojas

                Los protagonistas que más han dado la nota colorista en estas fechas en este río Dulce han sido los arces (Acer monspessulanum), ya seguidos a cierta distancia por los fresnos, árbol que me tiene acostumbrado a una clara falta de protagonismo en la paleta otoñal y que solo en estas frías regiones tan continentales logra sacar unos amarillísimos colores que en la España menos fría brillan por su ausencia. Solamente en el norte, su congénere, el fresno de Vizcaya (Fraxinus excelsior) llega a tomar, con más facilidad en las altas cabeceras de arroyos y prados, unos colores casi tan estridentes como los de éstos. Seguro que aquí con el frío, no aparecen los miles de gusanitos colgando de sus ramas y que tan desagradable hacen el paseo bajo ellos en otras partes más sureñas de la península casi todos los meses de septiembre y parte de octubre.

Pequeña fresneda en el arroyo Gollorio y nogal en una chopera

                Este río y los cercanos (Tajuña, Henares, Cañamares, Bornova, etc.) son famosos por sus choperas, en muchos casos por el álamo negro (Populus nigra) cada vez menos común en los ríos y sotos ibéricos, que van siendo sustituidos por ejemplares sueltos de chopos híbridos de cultivo (Populus deltoides, P. x canadiensis, etc.) escapados de sus grandes plantaciones que hogaño ocupan lo que fueron prados, huertos o nogaleras antaño. También van quedando cada vez menos chopos lombardos que yo llamaría chopo de Castilla, por destacar en bordes de carreteras y arroyos de esta región siendo siempre los árboles más altos, se trata de Populus nigra var. italica con su clásica figura en forma de llama de vela, encendida si están otoñales.

Magníficos chopos cabeceros, cada día menos comunes

Chopos negros que en algunos lugares se muestran como unos espectaculares chopos cabeceros tras una domesticación de periódicos desmoches, para leña y ramoneo del ganado, que les dotan con los años de unos hercúleos troncos y ramas bajas. Esa práctica está cada vez más en desuso, solo en algún consciente y loable pueblo turolense, siguen apegados o resucitando dicha tradición. En estas fechas los chopos aún estaban bastante a medias y eso que suelen representar la imagen más turística, incluso la portada de uno de mis libros de cabecera, la Guía de espacios naturales de Castilla la Mancha, libro realizado por un montón de conocidos geógrafos y amigos.

Libro de la naturaleza castellano-manchega y choperas ribereñas

         Los habituales protagonistas "rojos" de los colores otoñales suelen ser los cerezos que por aquí, solo muy puntualmente están con su semáforo encendido, veo más amarillentos o sin hojas que rojizos, aún así es difícil captar las buenas oportunidades fotográficas que se me ofrecen a cada vuelta del camino, incluso los chopo0s me dan varias oportunidades que no logro atrapar en mi objetivo. Con tiempo un una caña, todo se andará y si no, todo esto sigue siendo un disfrute impagable, así como las tapillas en Pelegrina para reponerse o restaurarse (de ahí lo del gremio de la restauración) después de una agradecida caminata.

Unos de los escasos cerezos pintones y chopera tricolor
 

         El río Dulce es un afluente del Henares por su izquierda, que quizás solamente se llame así para contrarrestar a un indudable río Salado que también le llega a este río casi a la misma altura, pero por su derecha. Río que también será de obligado retrato en esta bitácora naturalista, aficionada a los ecosistemas menos sosos de la península. Más realista puede ser que reciba su nombre por el Dulce Nombre de Jesús de Estriégana, localidad donde tiene lugar su nacimiento al pie de Sierra Ministra y que tras poco más de 40 km desemboca en Matillas, no muy lejos de Jadraque.

Cañón y detalles en el bosque
Detalle acuático

                Parque Natural (y Reserva Fluvial) de moderadas dimensiones que acoge este cañón y buenos encinares aledaños en una alta región donde a mi parecer, realmente necesitan protección los medios ligados al agua, pues lo que antaño eran lagunas, zonas húmedas, nacederos, amplias olmedas, fresnedas y alamedas ribereñas que en su mayor parte han sido reducidos a un mero canal que diseca los numerosos vallejos. Esas canalizaciones han llevado incluso a destruir la gran cantidad de hectáreas salobres que daban nombre y personalidad a todo el valle del río Salado y de sus afluentes menores. Canalización y concentración parcelaria que también se llevó por delante a una relativamente importante cabaña ganadera ovina que funcionó en estas altas comarcas castellanas.

Pelegrina desde el río
y vista desde Pelegrina

                Da gusto comprobar la gran riqueza botánica que atesoran estos fríos barrancos, en mi opinión, las calizas son más fértiles que otros tipos de roca y eso se nota, aparte de que sus rocas llenas de vericuetos y oquedades también amplían el número de nichos ecológico explotables por las plantas. La gama arbustiva y subarbustiva es enorme, tomillos, ajedreas, rabos de gato, zamarrillas, salvias, espliegos, aliagas, espinos blancos y negros, aladiernos, sanguinos, jazminorros, rosas, aligustres, Rhamnus varios como los que se retuercen contorneando algunas rocas, y un largo etcétera de plantas menores donde me llaman la atención los tés de roca (Jasonia o Chiladenus glutinosa) o una estrellita púrpura como es el pequeño Aster willkommii.

Cornejo de tonalidades verdaderamente sanguíneas como su nombre científico
Flores otoñales de Aster willkommii

                A pesar de que los cornejos (Cornus sanguinea) están aún verdes, logro ver un par de ejemplares con las hojas completamente sanguíneas, un espectáculo, lástima de contraste si hubiese a su lado algún arce. En el río sí que están los nogales incluso con hojas caídas ya, pero quedan más vestidos que desnudos. Algún chopo tiene una buena mezcla de verdes y amarillos que no consigo retratar bien, pero es que estos paisajes y estas fechas dan para mucho trabajo, muchos senderos y muchas vidas.


martes, 22 de noviembre de 2022

Los Confines de la Manchuela

 


                La Manchuela es el apéndice de su hermana mayor La Mancha cuando ésta ya pasa, en sus confines orientales, cerca y, principalmente, al otro lado del Júcar, hasta el otro gran río manchego-levantino que es el salvaje Cabriel que marca el límite administrativo con la región levantina. Su borde sur es el mismo Júcar y el límite norte, el paralelo entre los dos grandes pantanos conquenses, el de Alarcón en el Júcar y el de Contreras en el Cabriel. Es por ello que la entrada de hoy afecta tanto a la parte albaceteña como a la valenciana y algo a la de Cuenca, donde el Júcar aparece menos profundizado que el Cabriel, aunque las tornas se cambian en sus respectivos tramos finales.

Municipios y ortoimagen de la parte oriental de la Manchuela

                Los lugares más famosos de su quebrada naturaleza, hasta hace poco fueron los famosos Cuchillos de Contreras por debajo del pantano y la venta de Contreras, aunque parece que gracias a Mr. Google y otras promociones web sin control, ahora son las Chorreras del Cabriel, lugar relativamente peligroso y delicado que está teniendo serios problemas de masificación y de accidentes. La Mesopotamia manchega como algunos llaman a la Manchuela, tiene cierta grandilocuencia publicitaria que no comparto y, menos aún en una región, la de Castilla la Mancha, que tan poco valor parece dar al agua que no sea para el regadío agrario.

Chorreras del Cabriel y parte de los Cuchillos de Contreras

En cuanto a protección el Júcar es una Zona Especial de Conservación (ES4230016 Río Júcar sobre Alarcón) desde la ciudad de Cuenca hasta el pantano de Alarcón, luego están las Hoces de Alarcón (ES4230006), aunque lo verdaderamente amplio e interesante es lo que hay en su gran afluente el Cabriel. Por un lado, a lo largo de 12 kilómetros aguas abajo del embalse de Contreras, la Reserva Natural de las Hoces del Cabriel, pero en el lado valenciano y colindante, está el Parque Natural del Río Cabriel que abarca todas las laderas de las mesas y mesetas, no tan llanas como la Manchuela, de Utiel-Requena.

Bajo la presa de Contreras

Pero lo verdaderamente reseñable es la gran Reserva de la Biosfera Valle del Cabriel, enorme espacio (incluso integra territorios del suroeste de Teruel) que engloba en su seno estas figuras de protección anteriores y otras muchas más como Monumentos Naturales, ZECs, ZEPAs, LIGs, la Reserva Natural o Microrreservas y su clara continuidad con los Parques Naturales vecinos, en una enorme zona natural necesaria, importante y crucial para garantizar la continuidad ecológica ibérica en esa gran divisoria atlántico-mediterránea y gran nudo orográfico norte-sur que viene a unir el Sistema Ibérico con las cordilleras Subbéticas que ya conectan con las sierras andaluzas.

Reserva de la Biosfera del Río Cabriel
Parecen aguas congeladas pero son saladares de ladera

La ligeramente ondulada horizontalidad de la Manchuela, se pierde claramente en sus nítidos bordes, salvo en su borde norte que va subiendo paulatinamente en plano inclinado, de 700m en sus partes más bajas, hasta los 800-900m de media en su parte norte. Esos bordes dan bruscamente a unas cuestas asurcadas por numerosos valles y torrenteras que bajan al Júcar o al Cabriel, aunque a veces lo hacen drásticamente, como en su extremo oriental, en la llanada de Ves hacia el Júcar, con desniveles que en varios cientos de metros pueden pasar de los 900m a los 400m del río, con paredones que a veces rondan los 200m de desnivel.

Cañones del Júcar cerca del límite con Valencia
Llenos de rincones espectaculares
Zonas triásicas cercanas al Cabriel



          La planitud define el mundo agrario en la meseta y sus escalones, frente a las pendientes a ríos y vallejos, que pertenecen al mundo forestal y en algunas solanas, a un mundo más bien geológico debido a lo ralo de su vegetación o a su pétreo paisaje, más en el mundo del sureste ibérico-levantino que en el manchego. Esas laderas de solana estaban hasta hace pocos decenios cultivados de olivos, viñas y almendros, pero hoy solo quedan algunos tocones o ejemplares aislados y abandonados de todo aquello, los bancales están cediendo al abandono y la erosión por la falta de caballerías de labor o de caminos para los pequeños tractores que pudieran explotarlos. Igualmente, cerca de los ríos y debido a las trabajosas comunicaciones, multitud de casillas y pequeñas aldeas han sido abandonadas en mini-paraísos que, más quisiera mucha gente poder ocupar para vivir y trabajar. La economía está haciendo a la humanidad tender claramente a lo urbano y el humano, de momento, parece dejarse hacer.

Casas abandonadas en un rincón cultivable del Cabriel

La geología es más variada de lo que a primera vista pudiera juzgarse, incluso el mismo Júcar crea cañones diferentes, la mayoría labrados sobre blancas calizas y margas pliocenas lacustres, algo bastante poco común a nivel peninsular, con sus formaciones tableadas y con notoria erosión diferencial entre fajas resaltadas frente a otras muy erosionadas y que usualmente han dado lugar a cuevas aprovechadas por el hombre para corrales, casas, almacenes, etcétera; quien no conozca Alcalá de Júcar o Jorquera, no sé a qué está esperando, podrá admirar sus cuevas, hoces y castillos. Pero en su parte más cercana a la confluencia del Cabriel, ya se trata de calizas mesozoicas, las ya más comunes calizas gris oscuro y anaranjadas.

Alcalá de Júcar y su valle antes del pueblo

Cañón del Júcar sobre calizas neógenas
Abajo sobre calizas mesozoicas


En contadas ocasiones aparecen estratos calizos en posición totalmente vertical (hogback), como los magníficos Cuchillos de Contreras, Lugar de Importancia Geológica y símbolo del Parque natural. Como buenas tierras mesozoicas, también aparecen formaciones triásicas del Bundsandstein, es decir arcillas y areniscas rojas, y del Keuper, con margas, arcillas versicolores y yesos abigarrados y cristalizados de tonalidades rojizas o grises, a menudo ricos en sales que han sabido explotar sus habitantes a lo largo de los tiempos y que creo aún hoy tendrían rentabilidad económica por su alta calidad. Este contexto litológico también hace posible la existencia de fuentes o bien termales o bien medicinales debido a su carga mineral, como en los baños de Fuentepodrida donde a pesar de su nombre es difícil encontrar plazas para tomar las aguas.

Quizás el más inferior de los Cuchillos de Contreras
Vallejos sobre arcillas y yesos del Keuper
Otras abigarradas formaciones
Abajo sal depositada cerca de manantiales salobres


Tantos barrancos y cañones llevan asociados una geomorfología de laderas tremendamente activas, no es raro pensar cuando se pasa por debajo de muchos farallones, en un posible desprendimiento sobre nuestras cabezas o la perdurabilidad de los aéreos y escasos caminos que recorren estos difíciles lugares. No en vano es fácil ver grandes derrumbes o tremendas y casi móviles pedreras por doquier, alguna incluso muestra signos de un pasado periglaciar, donde entre la acción del hielo, la solifluxión y la compactación por carbonatos de algunas pedreras, se formaron fajas solidificadas sobre otras algo más inestables en una formación muy poco común fuera de las altas montañas calizas como los llamados grezes litees o derrubios estratificados.

Talud bastante activo y reciente al Júcar, abajo capas de grezes litees

A pesar de lo avanzado del otoño, por aquí este año el agua apenas ha llegado a regar estas tierras sedientas y creo que distribuyendo bien lo que cayó aquí en una gota fría de mediados de verano, casi daría para aguantar un año sin sobresaltos. Pero ese es un ideal del agricultor, aquí la lluvia arrambla con todo cuando viene fuerte y eso se podía ver a las claras, sobre todo en vallejos sobre materiales endebles, como en margas o yesos, con las ramblas, como se llaman por aquí, al igual que en las zonas mediterráneas no meseteñas. En la zona de Villatoya cayeron poco más de 70 litros el 25 de agosto pasado y aún hoy se pueden ver los destrozos que las ramblas están muy transformadas, con abundantes acumulaciones de piedras y árboles, vallados tumbados, derrumbes bajo cantiles o con lugares con el cauce más incidido de lo habitual, de hecho, en algunos saladares de fondo de valle, se había llevado parte de la blanca y pétrea cobertera salina; igual ocurrió con los caminos forestales casi destrozados (muchos ya arreglados con maquinaria), por lo que se ve a las claras que conseguir una buena cubierta vegetal para contener o luchar contra la erosión, debe ser prioritario en lugares como estos, con atención prioritaria a la lucha contra el fuego.

Albardinal al pie de unas paredes

Los bosques están mayoritariamente constituidos por pinares y apenas hay rastros de algunas encinas entre ellos, obviamente se ha repoblado mucho con estos pinos carrascos (Pinus halepensis), pero la escasez de encinas es tan llamativa que parece que en las solanas y en muchas más otras áreas, la verdadera potencialidad parece decantarse más hacia los pinares que al teórico encinar que ya es algo más abundante más al norte o en algunos enclaves rocosos en el seno de la llanada de la Manchuela, a veces incluso en los vallejos del Júcar, en las zonas menos abarrancadas, sobre margas y arenas, existen bosques mixtos de pinos piñoneros (Pinus pinea) con encinas y a veces con los otros pinos que tiene un aspecto verdaderamente natural, pero eso ya es entrar en polémicas. Aunque lo que no admite discusión es la alta influencia levantina de toda esta comarca, marcada por ese pino carrasco, pero más claramente aún, en su cortejo florístico acompañante.

Pinares y abajo vegetación termófila con efedras y cornicabras

Aquí el contraste entre solanas y umbrías es enorme, aunque en las umbrías de estas áreas tan bajas ya es muy difícil encontrar elementos norteños que sí aparecen en cuanto nos acercamos al Sistema Ibérico, casi sin especies tan llamativas como los arces (Acer monspessulanus y A. opalus), guillomos (Amelanchier ovalis) o serbales (Sorbus spp.) y escasísimos quejigos (Quercus faginea); aunque sí que lo hace alguna especie que requieren bastante frescor como pueda ser el boj (Buxus sempervirens). Es difícil olvidar que no estamos en una región montañosa, aunque sea una región muy quebrada debido a los cañones y vallejos, fuera de estos desniveles es difícil encontrar montes que superen en exceso la media de la llanura dominante, destacando a lo sumo de 50 a 100m sobre ella.

Fresno de flor cambiando de tonalidad. Abajo selva fluvial

En las umbrías de estos valles y cañones la vegetación apenas contiene elementos caducifolios, aunque destaca poderosamente, por fin los he visto por primera vez, la presencia de fresnos de flor (Fraxinus ornus) que en este otoño fuera de lo común apenas he visto un par de ejemplares virando su color del verde a uno casi malva. Dentro de la protección de los cañones, se aleja el clima mesetario y continental, entrando en otro mucho más húmedo (salvo las solanas) y fresco, y aquí el dominio es como en todas aquellas zonas mediterráneas más húmedas y algo más libres de heladas, es el de la vegetación de tipo lauroide, con especies de hoja perenne, pero de apariencia fragante, abundando madroños (Arbutus unedo), durillos (Viburnum tinus), rubia (Rubia peregrina), olivilla (Phillyrea angustifolia), rusco (Ruscus aculeatus) pero aquí aderezado con elementos termófilos como agracejos (Phillyrea latifolia), zarzaparrillas (Smilax aspera) o ya cerca del agua, las adelfas (Nerium oleander).

Durillos, fresnos, zarzaparrillas y algunos lentiscos

La vegetación dominante sigue siendo un pinar con una espesa maquia de lentiscos (Pistacea lentiscus), cornicabras (P. terebinthus), coscojas (Quercus coccifera), sabinas moras (Juniperus phoenicea), espinos negros (Rhamnus lycioides), aladiernos (Rhamnus alaternus), enebros (Juniperus oxycedrus), olivillas (Phillyrea angustifolia), brugueras o brezos de invierno (Erica multiflora) ahora en plena floración y muy unido a una muy especial jarilla (Cistus creticus), madreselvas (Lonicera etrusca), esparragueras (Asparagus acutifolius), lechetreznas (Euphorbia characias), dedaleras (Digitalis obscura), etc. a la que, en los pies de ladera y áreas con mayor humedad, se les unen, llegando a ser dominantes a veces, esas especies lauroides antes reseñadas.

El brezo de invierno en pleno auge ahora mismo, incluso en el interior de santuarios
Como este adorno de una pila bautismal del Santuario del Cristo de la Vida

Muy al contrario, las solanas poseen una cobertura mucho menor, mostrando las tonalidades del suelo descarnado, usualmente entre espartales de arbustos heliófilos y esparto basto (Macrochloa tenacissima) en las partes medias y altas y de esparto fino o albardín (Lygeum spartum) al pie de las mismas y por supuesto, mucha aliaga (Genista scorpius), efedras (Ephedra fragilis), romero (Rosmarinus officinalis), romerina (Cistus clusii), bojas (Dorycnium pentaphyllum), espliegos (Lavandula latifolia), jarillas (Hallimium hirtum, H. marifolium, H. syriacum, H. violaceum, Fumana spp., etc.), tomillos (Thymus vulgaris) y zamarrillas (Teucrium spp.). La gramínea dominante en casi todos estos medios es el fenal de Brachypodium retusum.

Los habitantes más comunes en estos montes, incluso de sus abandonadas aldeas

Ya como elementos claramente diferenciales que nos recuerdan que ya estamos metidos más que en una provincia manchega, en la levantina o la murciano-almeriense, aparecen algunas especies poco usuales como la albaida (Anthyllis cytisoides), un tomillo como la levantina pebrella (Thymus piperella) magnífico sazonador de comidas. También escasísima pues no veo que esté descrita por la zona, el matagallo (Phlomis purpurea) y otras como la jarilla Fumana hispidula o la globularia de roca Globularia repens, entre otras pocas.

El rarísimo matagallo con las hojas casi como recortes de esponja, abajo albaida casi florida

En los suelos más deleznables, sobre margas, arcillas y yesos, con el añadido de las sales, aquí es donde sí que parece que estamos en la provincia murciano-almeriense, son suelos que una vez perdida sus buenas condiciones edáficas o de cubierta vegetal potencial, ya es muy difícil recuperar y muy fácil seguir perdiendo suelo y fertilidad y capacidad de retención de humedad. Esto ahora mismo es más visible que nunca, pues salvo el día fatídico de la gran tormenta, no ha llovido desde hace seis meses, desde finales de abril, algo que ya compartimos con los desiertos ibéricos del sureste. De hecho hay pequeñas áreas que hay más cobertura de líquenes que de flora vascular.

Abundancia de líquenes y poca cobertura del albardinal

Aquí se extiende mucho el albardinal y puede constatarse como la vida liquénica prácticamente supera a la de las plantas superiores. Aquí aparecen algunos endemismos debido al aislamiento de estos sustratos salobres, como ocurre con las acelguillas, con Limonium cofrentanum o L. sucronicum, Fumana hispidula, Gypsophila struthium, Launaea fragilis, Ononis fruticosa, O. tridentata, etc.

El microendemismo Limonium cofrentanum

La vegetación higrófila que acompaña a estos ríos también es sumamente interesante, pues se pierde la homogeneidad de todo el centro peninsular y entran especies más termófilas, tales como algunos árboles, caso de los almeces, por aquí llamados mermeces, que tienen unos portes majestuosos como patas de elefantes, a veces muy podados desde abajo, tienen un tronco pegado al suelo de unas proporciones totalmente inusuales, en esta época hay gente buscando setas de chopo en sus troncos.

Mermeces en posición de seca de solana y entre lindes de huertos abajo

 También aparecen las adelfas (Nerium oleander) que llegan a formar espesas cubiertas al abrirse los valles de los ríos, a veces se les mezclan, aparte de chopos y sauces varios, los fresnos de flor, formando un conjunto impresionante, a veces con lienzos colgantes o trepadores de la también térmica zarzaparrilla (Smilax aspera), parras (Vitys vinifera) o de las clemátides (Clematis flammula), haciendo el trasiego de ciertas partes del valle totalmente impracticable.

Clemátide inusualmente florida y selva tapizada por zarzaparrilla

No queda ahí la cosa, en esto valles el papel de los farallones rocosos, las cuevas, los pináculos, es parte fundamental del paisaje y existe toda una vegetación que encuentran su nicho ecológico en ellos; ahí aparecen verdaderos especialistas, incluso plantas exclusivas que no podrían vivir en otro medio, otros, simplemente, están ahí refugiados para evitar el diente de los herbívoros, aunque podrían competir en las laderas empinadas con el resto de las especies. Herbívoros  que he visto como ramoneaban a base de bien especies como los durillos (Viburnum tinus) o las coronillas de fraile (Globularia alypum). Aquí en estas paredes aparecen especies raras y bellas como el amarillo Hypericum ericoides, la azulada Globularia repens, Sarcocapnos ennehaphylla, el morado Trachellium caeruleum, ahora ya sin sus vistosos colores, aunque parece que han durado hasta bien entrado octubre. También el té de roca (Jasonia glutinosa), la jarilla (Fumana ericoides), la boca de dragón (Antirrhinum barrelieri) o las uñas de gato (Sedum sediforme y S. dasyphyllum).

El raro Hypericum ericoides

Esta riqueza natural está siendo aprovechada por el turismo rural y nuevas formas de agricultura que van intentando recuperar parte de todo lo perdido tras décadas de abandono rural, una lacra que aquí tampoco puede dejar de verse y que a menudo clama al cielo, al ver esas casas y aldeas semi-derruidas en sitios magníficos junto a los ríos en vallejos en pleno monte.


 Un monte relativamente bien cuidado, pero demasiado homogeneizado con los pinares, casi todos de una misma edad y que tienen que cuidarse o más bien mimarse con los malos tiempos que vienen con el cambio climático acelerando y unos incendios forestales cada vez más duros que en parte de esta zona y más aún hacia levante, han dejado laderas desertificadas donde el agua parece no querer volver a asentarse y fluir en las numerosas fuentes. Incluso una excursión a la afamada fuente del Almajal en Casas de Ves nos dejó tocados al ver que no corría, fenómeno generalizado en casi todas las fuentes de Castilla la Mancha.

Huertas en la vecindad de una alberca de agua caliente

Mucha gente emigrada a Valencia está volviendo a estos pueblos, la mayoría jubilados que tienen cariño a su tierra y ganas de tranquilidad, pero también jóvenes que prefieren esto al ajetreo urbanita, aunque no se encuentran con muchas posibilidades para realizar sus aspiraciones. La recuperación de huertos cedidos por sus propietarios, está siendo una actividad agraria que mantiene ocupados o en talleres de empleo a bastantes de los pocos jóvenes o no tan jóvenes que por estas magníficas y duras tierras se mueven. Otros tantos se ganan los jornales que dan las viñas u otros cultivos, muchos de ellos los hijos que no emigraron de tanto agricultor semi-jubilado.


  Es de Valencia de donde les viene mayoritariamente el turisteo, con buenas posibilidades de aprovechamiento todavía, y aunque el Mediterráneo no esté nada lejos, en estas secas tierras si tienen grandes llanuras de horizontes abiertos y limpios, montes para agotar a cualquiera, rincones para todos los gustos y unos ríos en un magnífico estado de salud, sobre todo el caudaloso Cabriel y un encañonado y pletórico Júcar más espectacular que en su cuna, la Serranía de Cuenca. Por qué vivir hacinados en ciudades o vacacionear en atestadas arenas ajenas, pudiendo disfrutar de lugares y rincones tan bellos y aprovechables en el interior de nuestra piel de toro.


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