Como
conté en otra ocasión, no hace falta irse a los bosques de los Apalaches ni a
Japón, para encontrar la belleza de los colores otoñales. Yo tuve el privilegio
a inicios de noviembre de ir a la montaña astur-leonesa, pero este año el
otoño nos ha llegado tras un par de meses de “seca”, bastante más apagado que
de costumbre, la eclosión de colores no se ha producido al unísono y cada
especie se ha tomado el otoño como bien ha podido.
El
día 6 de noviembre estuve con unos amigos por Cuenca (gracias Gabi por tu
hospitalidad), pero no anduvimos por las altas hoces o los nacimientos de los grandes
ríos, los clásicos lugares botánicos abundantes en especies atlánticas. Estuve
en la misma ciudad y desde ella nos encaminamos Júcar arriba. Por allí todo aparecía lleno de rincones privilegiados
para la contemplación de un otoño fugaz que parecía finiquitado con el par de
días de frío, viento y agua que soportamos, con esa dura avanzadilla del
invierno. A pesar del viento, la poca luz, y mi enfermiza idea de no cargar con
el trípode por primar la ligereza frente a la calidad fotográfica, finalmente conseguí
las fotografías que os muestro.
Frente a la idea conceptual de que cuanto más nos alejemos
de la ciudad, de la civilización, encontraremos mejores lugares y más puros, la
verdad, como ya he comprobado en multitud de ocasiones, es que en lo cercano suele saltar la liebre. En el entorno de los primeros tres o cuatro
kilómetros fue donde pudimos disfrutar de lo mejor del recorrido, pues posteriormente
el paisaje se hizo bastante monótono al perder el punto de diversidad
introducido por “el factor humano”.
Los cañones ribereños son lugares de una elevadísima
biodiversidad dada la gran cantidad de microambientes que encierran entre sus
paredes, desde las umbrías permanentes a las solanas rigurosas se puede pasar
por todo tipo de sombreados y exposiciones, y el río siempre incrementa la
humedad ambiental. Es en estos lugares donde muchas especies han resistido el
paso de las glaciaciones, o al revés, donde especies más norteñas han podido
aguantar los veranos mediterráneos.
Pues bien en este lugar varias de las especies más vistosas
y originales no son amenazados endemismos ni arcaicos supervivientes, son
plantas cultivadas por el hombre, unas de ellas, antiguas: como es el caso del
vistoso zumaque (Rhus coriaria), el esbelto almez (Cestis australis) y el
flamígero chopo castellano (Populus italica), este chopo, ahora desapareciendo poco a poco, es el clásico de las mesetas castellanas, el que sombreaba las
carreteras cuando las caballerías, con su forma típica de llama de vela y sus
espectaculares colores otoñales.
Frente
a este chopo con carta de naturaleza hispana, prosperan otros modernos chopos,
como el americano de grandes hojas y amplio ramaje abierto (Populus deltoides),
muy utilizado en plantaciones por su rápido crecimiento, que están machacando nuestros bosques ribereños autóctonos y, en otros casos, rentabilizando huertas
abandonadas. También veo por aquí otro chopo, el ornamental (Populus lombardi), con sus
vibrantes hojas blancas por una cara y verdes por la otra, de moda en hileras
de paseos y vallados.
El zumaque es un arbusto que estuvo muy extendido en todas
las regiones mediterráneas del interior peninsular desde los árabes, aunque se
discute si es prerromano e incluso autóctono. Su cultivo fue
significativo hasta los años 60’,
cuando la química sintética (con el cromo), superó comercialmente sus
propiedades como curtidor en las tenerías, aunque para cueros finos y altas
calidades no ha sido superado, también es usado como condimento culinario y posee buenas
propiedades antioxidantes.
Desde
entonces ha desaparecido de los cultivos y ha saltado a vallados, taludes y
baldíos de las áreas de baja montaña, principalmente, rodeando todo el Sistema
Ibérico, existiendo una comarca en Cuenca llamada Campo Rus de antiguo cultivo
masivo de zumaqueras. Fuera del mundo calizo, donde es más abundante, fue famoso el “zumacal” de
Puertollano, del que hoy no queda ni la muestra.
Respecto al almez, sí es genuinamente
autóctono pero no le gustan las bajas temperaturas, los que están aquí han debido ser potenciados por el
hombre, pues por sus ramas de escaso ángulo de apertura y gran resistencia, eran
ideales para aperos agrícolas, mangos de herramientas o útiles tales como
horcas y tridentes. Una prueba de su termicidad es su distribución
circum-mesetaria, aparece en los barrancos de los Arribes del Duero y Tormes;
en las gargantas del Jerte y la Vera, al sur de Sierra Morena y en las bajas
hoces de la Ibérica, Maestrazgo y Cazorla. No es árbol de ribera pero poco le
falta, en las gargantas del suroeste de Gredos se posiciona sobre grandes bloques
en las torrenteras por encima del agua, alcanzando grandes dimensiones.
El bosque de la
hoz del Júcar en la vecindad de Cuenca está muy transformado, su vegetación potencial
estaría formada por un bosque mixto y variado con quejigares al pie de las laderas, encinares con algunas
sabinas por encima, en lo que se llama inversión térmica pues se subvierte el
orden normal de, abajo la encina – arriba el quejigar, pero el frío aquí, no es
por altitud, sino por acumulación y estancamiento en valles cerrados como
este.
La gran diversidad
vegetal viene dada por la mezcla de especies, a las propias de la zona: quejigos* (Quercus faginea), encinas (Q. rotundifolia), cornicabras* (Pistacea
terebintus), agracejos* (Berberis hispanica), cornejos* (Cornus sanguinea),
enebros (Juniperus communis), se le unen las de zonas más altas: pinos
salgareños (Pinus nigra), arces* (Acer monspessolanum), sabinas (Juniperus thurifera), boj* (Buxus
sempervirens), guillomos* (Amelanchier ovalis); y las de áreas más bajas: almeces* (Celtis Australis), pino carrasco (Pinus halepensis), muy potenciado por plantaciones forestales, coscoja (Quercus coccifera), sabina negra (Juniperus phoenicea), espino negro (Rhamnus lycioides).
Agracejo (Berberis hispanica), inconfundible con sus grandes espinas doradas
A esta vegetación
hay que añadir las propia de los sotos: álamos negros* (Populus nigra), olmos
(Ulmus minor), sauces (Salix eleagnos, S. alba,..), fresnos* (Fraxinus angustifolia), tilos*
(Thilia platyphyllos), majuelos (Crategus monogyna), avellanos* (Corylus avellana), endrino* (Prunus spinosa), etc., y especies
espontáneas o antrópicas como los zumaques* (Rhus coriaria), higueras* (Ficus
sativa), moreras* (Morus alba), membrilleros* (Cydonia oblonga),...
(*) Poseen una llamativa coloración otoñal
(*) Poseen una llamativa coloración otoñal
El bosque mediterráneo calizo, cuando aumenta
su humedad edáfica, se llena de lianas o bejucos como esparragueras (Asparagus acutifolius), nuezas (Tamus communis, Bryonia dioica),
rubias (Rubia peregrina), etc. pero aquí destaca poderosamente por sus frutos como penachos
blancos la clemátide* (Clematis vitalba) y la parra* (Vytis vinifera).
Zumaque (Rhus coriaria), almez (Celtis australis) y los pompones de la clemátide (Clematis vitalba)
Pero
esta variedad es un espejismo que no hay que generalizar a los cañones de la
Ibérica, la proliferación del pino a costa de las caducifolias desde que las
necesidades de la marina española acabaron con la mayoría de los antiguos robledos, no ha frenado. Robles de varios tipos, arces o tilos han
quedado relegados a situaciones de abrupta topografía, donde no se pueden
realizar faenas silvícolas. Pero la potencialidad del territorio es clara y la
diversidad debe ser una norma por naturaleza y como previsión de los cambios
ecológicos que se avecinan.
La Ibérica, con sus Montes Universales (Cuenca) y Albarracín (Teruel y Guadalajara), posee, si se la deja, una capacidad enorme de regeneración, un poco de
ayuda humana y un mínimo mantenimiento del monte, podrían mejorar unos bosques que ya, en su estado actual, son impresionantes.
Dedicada a el blog : "El Ultimo Bezano" (entrada: Otoño en los Montes Universales).
...¡Ojito! Salud y campo
Errata: Tomé los grandes arces, vistos de lejos, de los cortados por arces granadinos que el año pasado ví en medios parecidos por la sierra de Segura, pero son los de hoja pequeña, los A. monspessolanum ya que del Jucar sólo aparecen en los cañones inferiores y más meridionales. Gracias Eritaco por la corrección
Errata: Tomé los grandes arces, vistos de lejos, de los cortados por arces granadinos que el año pasado ví en medios parecidos por la sierra de Segura, pero son los de hoja pequeña, los A. monspessolanum ya que del Jucar sólo aparecen en los cañones inferiores y más meridionales. Gracias Eritaco por la corrección
Hola Enrique, una entrada fabulosa.
ResponderEliminarMe ha llamado muchísimo la atención la presencia de Acer opalus subsp. granatensis. ¿Cómo es posible?, no parece un enclave muy térmico.
Saludos.
Hola Enrique, te devuelvo la visita. Esto de los blogs es un gran invento para aprender y compartir. Me ha gustado la entrada y tu blog, el cual pretendo investigar más a fondo. Pero he echado de menos el pie de foto para identificar las especies. A algunos que como yo, estamos empezando, y encima con especies poco comunes o ausentes en nuestras tierras, nos viene muy bien identificar la especie de la foto rápidamente. Algunas las conozco, otras las deduzco, pero me asaltan dudas... ¿qué especie es la de las espinas? nombras al espino negro, pero no tengo total seguridad si es esa especie...
ResponderEliminarbueno, un saludo.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
EliminarHe dado de bruces por pura casualidad con esta página, con tus imágenes, y no te puedo describir como conquense e hija de conquense lo que me han emocionado los colores, al olor, el sonido. Èl ya no está para seguir pintando su Júcar, sus chopos, el escaramujo, el espino rojo, el albar... Gracias, mil gracias por este regalo, me ha hecho muy feliz recrearme en tus fotografías.
ResponderEliminarUn abrazo de corazón.
Mariad.