sábado, 31 de agosto de 2019

Miscelánea Cántabra y paseo por el monte Buciero y dunas de Liencres


     Quizás esta entrada también podría titularse, "Encinares Cantábricos II", porque de nuevo, como me ocurrió el año pasado por estas fechas, he vuelto a disfrutar con los especiales encinares del norte. El año pasado fue la sorpresa, este año, ya sabía de qué se trataba, pero ver esas cantidades de hectáreas, de nuevo mucho más de lo que me esperaba, y la densidad y complejidad estructural de ese bosque tan particular, nunca me dejará indiferente.

Laderas orientales de monte Buciero,mucho más suaves que las que dan al mar

      Estos días he compaginado playas, bosques, cuevas y ríos. Mis contactos con las numerosas muestras de la prehistoria, incluso hasta el terreno de los neandertales, la antigüedad de los tiempos, las pinturas de las paredes, con caballos, cabras, ciervos, bisontes y uros, me hacían plantearme qué tipo de paisaje fue el que verían cotidianamente nuestros ancestros. Supongo que no todo eran bosques, bisontes, caballos y uros, mantendrían gramdes praderas en las zonas menos escabrosas, incluso probablemente migrarían estacionalmente y seguirían manteniendo pastizales y vías de comunicación entre invernaderos y agostaderos.

Toda Cantabria está trufada de cuevas, muchas de ellas fueron usadas por nuestros antecesores

      Pero cual sería el bosque de entonces, según estudios polínicos, las hayas entraron ya bastante tarde, durante el holoceno, a partir del cese de la última glaciación. Muchas de las localidades más térmicas y protegidas de las zonas bajas y en el interior de los numerosos cañones, hicieron de refugios microclimáticos para multitud de especies que no podían vivir en la congelada Europa del norte y centro, incluso tampoco en la dura meseta del otro lado de esas montañas cantábricas cuajadas de espesos glaciares.


      Lo más probable es que existiera un variado robledal o bosque de quercíneas en sentido amplio, quejigos, melojos o tozos, como los llaman por aquí, y el roble común o carballo. Allá donde las condiciones fuesen más térmicas y secas, bien por los climas pasados, por vivir en solanas o bien por estar sobre suelos prestos a secarse pronto, entrarían los encinares y la vegetación mediterránea en sentido amplio, desde la de carácter lauroide de climas húmedos, como madroños, laureles, durillos, ruscos, etc, a la más típicamente mediterránea de lentiscos, cornicabras, labiérnagos, torviscos, etc.

Labiérnagos, madroños y encinas en un paísaje típicamente mediterráneo

      En esos tiempos probablemente surgió la diferenciación entre las dos encinas ibéricas, la continental y la "marítima", y por qué no pudo haber sido aquí mismo, en esta parte del cantábrico centro-oriental, con su variada gama climática, como la que muestra el tramo cántabro entre el Ebro y la costa.

Encinar en abruptas laderas en las estribaciones de la cordillera Cantábrica limítrofe con Burgos
 Cantabria muestra un variado perfil de combinaciones climáticas intrincadas, entre la oceanidad costera y la dura continentalidad de los valles de la cabecera del Ebro. También, por las mismas razones, esto podría haber ocurrido por la otra punta del Ebro, por su catalana desembocadura, en cuyas montañas aún hoy quedan buenas representaciones de alsinares, como los llaman en Cataluña y norte valenciano.

Encinas agarrändose a las rocas

       También existen aquí valles aislados y completamente rodeados de altas montañas, como el de Liébana, en pleno corazón de la cordillera, con las altas cimas de los Picos de Europa rodéandole por el sur y el oeste, donde conviven en diferentes posiciones topográficas, casi toda la gama vegetal de carácter atlántico (hayedos, robledales, acebedas, tejedas, etc.) con una buena gama vegetal mediterránea con sus encinares,  alcornocales, arbustedas perennifolias, etc), y sus elementos de transición, como los tozales o rebollares, los serbales de todo tipo, y demás.

Ladera de encinas, la otra, de umbría, es de hayas y robles en el nacimiento del río Asón

      Muy especial me pareció el encinar del monte Bucero, en Santoña, pero es que especial es el monte entero y su marismeño entorno. Incluso me dijeron que también había un pequeño hayedo, que no llegué a encontrar. Se trata de un monte mágico, casi mediterráneo, tanto por las turquesas tonalidades del Cantábrico bajo ese monte, como por la vegetación que crece en sus roquedos, salvo allí donde aparecen suelos más profundos, colonizados por la clásica vegetación norteña de robles, fresnos, avellanos, acebos, mostajos y como ya he dicho, algunas hayas.


    El encinar de monte Bucero es intrincadísimo, cubierto de hiedras, zarzaparrillas, rubias, etc, que van enlazando una continuidad, casi cortinaje, de troncos de encinas, madroños, laureles o labiérnagos de gran tamaño, junto con cornicabras y espinosas genistas cantábricas en los asomos rocosos. Sus grandes farallones rocosos hacia el mar, preservan  balconadas, descansillos o repisas cuajadas de vegetación mediterránea de encinas con todo su cortejo florístico. Otro submundo es el de la oscuridad interior del espeso encinar, con sus helechos y todas esas plantas adaptadas a esas sombras casi misteriosas del suelo de este bosque. Entre todas esas plantas, y habría que verlas, por sus bellas flores, al final del invierno, destacan las numerosas Hepatica nobilis.

Una buena playa, pero cuya pos-playa ha sido nivelada y limpiada con tractores. La playa es lo suficientemente ancha como para permitirse sus dunas asentadas sin menoscabar la capacidad de uso

   Como siempre en verano, la playa es parada obligatoria, y como siempre, después de refrescarme, me gusta perderme en la pos-playa, buscar las dunas, si las hay e intentar reconocer aquellas especies características que solo viven en este tipo tan especial de hábitat. Santander tiene unos buenos arenales en casi todas sus playas. En muchos lugares, como en toda región bastante urbanizada, las arenas han sucumbido bajo el cemento de paseos marítimos o de urbanizaciones residenciales. En algún lugar simplemente pasan un tractor por la pos-playa para igualar y despejarlo de "cardos" y se quedan tan anchos.

Playa del arenal de Liencres y comienzo de su gran campo dunar

    Pero a pesar de todo quedan magníficas localidades dunares, enfrente del mismo Santander, en el Puntal de Somo, o mejor aún, los arenales de Liencres más al oeste. Estos si que ostentan unas buenas formaciones dunares en la desembocadura del Pas que es quien aporta una buena cantidad de arenas. El complejo dunar se caracteriza por una buena cantidad de estrechas y empinadas dunas que no me coinciden con los clásicos tipos dunares de la geomorfología eólica que se basa en las formas tipo de los grandes desiertos africanos y australianos.

Dunas en proceso de colonización por barrón, dunas grises asentadas y pinar sobre dunas

   Esas altas y estrechas dunas mantienen estas formas incluso a pesar de haber sido ya completamente estabilizadas y colonizadas por el espeso pinar. Andar por su interior es ir buscando los colladitos entre estas elevaciones para no tener que subir las empinadas cuestas que aislan cada una de esa multitud de elevaciones. En su borde hacia el mar, el pinar es un desangelado conjunto de pinos muertos y torturados, un calvario de supervivientes vencidos por el viento y la arena. Solo prosperan los todavía no han superado el par de metros de altura y se pueden esconder tras algún montículo.

Borde exterior des pinar, el "efecto bandera" y las bajas en los pinos, son constantes

    Las flamantes playas de Liencres, las arenosas, porque también hay una buena colección de playas, pequeñas pero espectaculares que se acoplan a la rocosa topografía costera y a sus numerosos islotes, al estar en una área protegida, en las partes menos concurridas, conservan todo el arsenal de troncos y restos vegetales que mareas y temporales, suelen depositar en todas las playas. Es decir, es una auténtica playa natural, con todo lo que debe y puede tener, una playa abierta a lo que le llegue, por medio del viento o del oleaje.


    Recorrer Liencres es toda una lección práctica de geografía, unas playas contactan con la montaña, sin solución de continuidad, mostrando en su interior un espeso pinar completamente cuajado de hiedras que casi parece una plantación de lúpulo, donde los pinos son un mero soporte para que se puedan desarrollar éstas. Otras playas tiene dos orillas, la marina y la que da a la ría del Pas o estuario de Mogro. Esa otra orilla "trasera" va recortando las dunas, dándoles pendientes muy acusadas, dejando aisladas algunas grandes torres de arena bastante consolidada, pero no tanto como para no ir sucumbiendo por su base.


    El río Pas dibuja un sinuoso trazado meandriforme lleno de marjales y pequeñas áreas mareales. Digo pequeñas por haberlas comparado con las buenas y grandes marismas que aparecen en casi todas las desembocaduras y buenos valles fluviales cántabros, aunque usualmente están surcados por algunas vías y puentes de comunicación que acceden a las ciudades costeras, casi aisladas por las marismas. Este del Pas es de los pocos casos en que no hay una ciudad portuaria aprovechando las riquezas de las uniones de mares y ríos, de aguas dulces y saladas.

Interior del pinar colonizado por enredaderas, veáse como la corteza caediza de los eucaliptos lo impide

   Como el año pasado en el País Vasco, aquí también he tenido esa sensación "europea" de naturaleza como espacio colonizado y organizado "civilizadamente". A pesar de tener un relieve bastante angosto en la misma costa y ya más al abrupto interior, (no en vano es la comunidad o provincia, más agreste de España), todo está regido por una tupida red de ciudades, en general de pequeño tamaño, y sus numerosa red de comunicaciones, con buenas autovías y trenes de diferente ancho de vía. El enfoque turístico y residencial que se ha dado al área costera, entra en esa visión funcional que parece habérsele dado al campo cántabro, al menos a sus partes más accesibles.

Plumeros de la Pampa invadiendo el litoral e intentos de desbroce sin grandes resultados

         Como en todo clima templado y oceánico, las invasiones biológicas procedentes de otras áreas similares del planeta es un peligro más que real para la flora cántabra o para la tradicional funcionalidad del campo cántabro, como pueda ser el caso de las praderías para forraje natural. La invasión del plumero de la Pampa, notoria por todo el norte y puntuales áreas interiores, aquí es mayor que en ningun otro punto peninsular, los esfuerzos que tarde, se empezaron a acometer para su erradicación, ahora se vuelven una labor titánica, como puede constar en estas fotos. Otras especies neófitas llevan su colonización sin ese empuje de la Cortaderia selloana.



    Me llama la atención una peculiar trama urbanística (trama de retícula, no de bajos fondos) que parece invadir la mayoría de las pequeñas aldeas, hasta el punto de incluso sustituir a los clásicos núcleos urbanos. Son pequeñas retículas de no más de cuatro o cinco calles, varias sin salida que sirven de acceso a uno o dos tipos de chalets, ordenados repetitivamente en ese pequeño entramado. Este modelo, a poco que te fijes, aparece en casi todos los rincones de la costa cántabra y su inmediato interior, hasta que las montañas van siendo lo suficientemente serias como para imponer otro orden de las cosas.






PD/ Lamento la mala edición de esta entrada, pues empecé a confeccionarla y, por falta de ordenador por un lado y agobios varios por asuntos laborales por otro, me quedé a medias y sin tiempo ni medios para irla mal completando pobremente.

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