miércoles, 30 de enero de 2013

Delirios de Invierno



          Increíble, para las fechas y fríos que corren, ver la floración explosiva de alguna especie vegetal, pero así ha sido y todos los años por estas fechas, los lirios de invierno, por lo menos, lo intentan. La cosa solamente les sale bien, aproximadamente, uno de cada tres intentos, pues uno de cada tres años por estas fechas caen unas pelonas tan duras que no hay planta que pueda soportarlas y florecer al mismo tiempo, otros años se llevan consecutivamente una de cal y otra de arena, combinándose alguna flor en buen estado y congeladas flores marchitas, dando una breve floración medio fallida; y por fin, llega un año en que se produce una buena y larga floración.

El año pasado los lirios sufrieron las inclemencias de una año seco y frío

      Un año bueno, como este, la floración puede iniciarse a principios de diciembre y acabar a finales de febrero, aunque lo normal es que ocurra de mediados de enero a finales de febrero, solapándose los últimos lirios con los primeros almendros floridos. Ha faltado la foto que se podría ver muchas mañanas, de esos colores nazarenos adornados por la escarcha, otra vez será.


             Desgraciadamente, no son muchas las localidades ibéricas que pueden disfrutar la floración de los lirios de invierno, yo los conozco del Campo de Calatrava en Ciudad Real, pero aquí aparecen algo alejados de su área de distribución (disyunción), pues son más sureños y de tierras normalmente, más bajas. Es un lirio andaluz, (exceptuando todo el sureste), extremeño y portugués, de terrenos carbonatados, que en estas regiones  no son abundantes, de tierras bajas y también costeras.



            En otros lugares donde no hay lirios de invierno, ese nombre a veces se lo dan a otros lirios, las patitas de burro (Ginandriris sisyrinchium), de menor tamaño y que más que de invierno, son de inicios de primavera y aparecen en un área geográfica casi coincidente, pero algo más extensa y sobre todo tipo de suelos.

Las patitas de burro Gynandriris sisyrinchium en algunas zonas se denominan lirios de invierno

            El lirio de invierno en Ciudad Real tiene una distribución muy especial, está asociado exclusivamente a suelos de naturaleza volcánica o su inmediata vecindad. Su distribución no se encuentra en ellos generalizada, pues no aparece en la zona volcánica sur (de Almagro a Puertollano), lo que podría tener que ver con un ligero endurecimiento de las condiciones climáticas, no como  en torno a los valles que van a converger al Guadiana, donde son extraordinariamente abundantes sobre volcanes y coladas.

Lirios en una loma al borde del Guadiana

            El nombre científico de este lirio (Iris) está a punto de cambiar. Pese a lo mucho que me contraría mudar lo aprendido, no puedo sino alabar la labor investigadora desarrollada para reventar la anterior clasificación de los lirios ibéricos bajo el paraguas del género Iris, a partir de ahora, en seis diferentes géneros ibéricos (Iris, Juno, Chamaeiris, Xiphion, Limniris y Ginandriris), algunos monoespecíficos como Juno, Limniris y  Ginandriris que son, respectivamente, el lirio de invierno, el lirio amarillo o lirio de agua y la patita de burro.

Un par de veces he visto lirios totalmente blanco, este año este ha sido el más albino que he visto

            Me va a dar rabia ver flores de lirio bajo nombres que no incluyen el genérico Iris, pero los potentes estudios filogenéticos, la exhaustiva búsqueda de datos y la gran labor de herbario de estos buenos investigadores, no admite discusión; aparte de la valentía de romper con todo y hacer borrón y cuenta nueva. Un punto a favor de Flora Ibérica, algo que no puedo decir de otros géneros ya remodelados o algunos que nada más ser publicados ya pedían a gritos una remodelación que no les ha llegado.


             El lirio de invierno que en Ciudad Real podría llamarse el lirio de los volcanes, es el Iris planifolia que cuando se publique el nuevo tomo de Flora Ibérica pasará a llamarse Juno planifolia y forma parte de la vegetación volcánica del Campo de Calatrava. Una vegetación volcánica poco o nada reconocida por los botánicos de profesión, ajenos a estos pagos y más por estas fechas; pero no se puede obviar la influencia que estos fértiles suelos realizan sobre la vegetación.



          Pero esa volcánica fertilidad ha jugado siempre en contra de la vegetación natural, dado el intensivo aprovechamiento agro-ganadero que han sufrido desde muy antiguo todos estos campos, por lo que es casi imposible encontrar algún volcán poco alterado. Baste señalar el topónimo de Piedrabuena, un próspero pueblo cuyo pedregoso terreno está casi totalmente cultivado en sus áreas volcánicas y apenas en todas las demás, aún siendo éstas mucho menos pedregosas.

En el, nunca arado, borde rocoso de una colada de lava abundan los lirios

            Los lirios como todos los geófitos, es decir aquellas plantas que poseen bulbos, rizomas o tubérculos subterráneos para sobrevivir en las épocas adversas, son totalmente vulnerables al arado de los suelos. Esto queda patente en el parcelario de amplias zonas pedregosas de estos volcanes. Con las labores de reja, solamente encontramos lirios en los bardales y medianeras del parcelario, donde se acumulan los grandes bloques de lava apartados de los sembrados.

  
            En los asomos rocosos y en esas medianeras, han permanecido acantonados los lirios hasta que largos barbechos o el abandono de fincas les ha permitido reconquistar de nuevo esos espacios, pero siempre conquistando con más pujanza la inmediata cercanía de esos pedregosos bordes de las parcelas. Otros geófitos, como orquídeas y narcisos, no tienen tanta capacidad de expansión y permanecen acantonados en escasos lugares o en peligro de desaparecer de muchas tierras.


             Quedan pendientes dos entradas, una de ellas con todos los lirios de estas regiones que dan un magnífico juego fotográfico, a falta de que localice una rareza botánica en una localidad de Montes de Toledo y, la otra entrada, relativa a la vegetación volcánica del Campo de Calatrava, una de las tres pequeñas regiones volcánicas ibéricas, no tan espléndida en endemismos y rarezas como la del Cabo de Gata en Almería, pero con una  original personalidad que no tiene, a pesar de su exuberancia, la catalana Garrotxa en Gerona.


lunes, 21 de enero de 2013

Las Pedrizas



           Pedriza o casquera es el nombre dado a las grandes superficies de bloques de diversos tamaños que se acumulan al pie de las laderas cuarcíticas de toda la región centro-suroccidental de la península. Estas formaciones detríticas de acumulación de clastos de caída gravitatoria no son exclusivas de las cuarcitas, pues  por supuesto, se dan en cualquier formación rocosa, más conocidas por pedreras. Pero es en las cuarcitas donde aparecen con mayor frecuencia y extensión, incluso mucho tiempo después de haber desaparecido los procesos geomorfológicos y las crestas rocosas que las originaron, caracterizando fuertemente los paisajes de los montes de los que se enseñorean.
Se puede apreciar que ya ha quedado rota hace tiempo la comunicación entre la pedriza y su área fuente

            La cuarcita probablemente sea la más dura e inalterable de todas nuestras rocas, pero esa rigidez hace que no sea capaz adaptarse al tira y afloja del juego de las tensiones internas y las fuerzas tectónicas, y que se fracture con relativa facilidad siguiendo las líneas de un diaclasado casi ortogonal que irá generando bloques de prismáticos a piramidales.
La cuarcita da toda la gama de tonos entre el rojizo y los ocres

            Las crestas cuarcíticas al ser tan duras permanecen poco alterables y expuestas a los agentes erosivos sin apenas retroceso, aunque esos mismos agentes afecten fuertemente a otras capas de materiales más débiles acompañantes de estos estratos, tales como pizarras o areniscas que con su merma continua por erosión y por la acción fluvial, no hacen sino resaltar cada vez más esas crestas. 


Ladera de solana en Montes de Toledo con una pedriza generalizada en toda la ladera

            Sobre las crestas de cuarcita, en los inviernos y principalmente en el último periodo glaciar, actuó fuertemente la crioclastia, fenómeno por el cual el agua retenida en las grietas de la rocas va acuñando esas rendijas por medio de los diversos ciclos de hielo/deshielo (diarios, estacionales o de larga duración), hasta provocar la rotura y caída de diversos tamaños de bloque.
Muchas veces la únca vida que podemos encontrar en las pedrizas son los líquenes

            Estas formaciones tienen su origen por el conjunto de procesos englobados en la llamada geomorfología periglaciar, es decir aquellos procesos relacionados con la acción conjunta o sucesiva del hielo y del agua. Estos procesos fueron concretados tras estudiar la más clara acción de la geomorfología glaciar, es decir aquella relacionada exclusivamente con la acción del hielo (y en muy escasa medida con la del agua), por lo que al estar en la órbita y cercanía de lo glaciar, se denominó geomorfología periglaciar, mucho más presente y activa en la península que la glaciar.

Por lo común, esas acumulaciones eran objeto de posteriores movimientos de ladera en masa. El proceso más normal era la de la formación de un cuerpo de masa helada de agua y roca que hacía posible un movimiento deslizante conjunto de parte de la formación, también a menudo estas acumulaciones se producían sobre materiales finos, como limos o arcillas que originaban un movimiento similar al anterior, al cargarse de agua y poder fluir por el peso de la formación rocosa, y otro tipo de movimientos, siempre potenciados por la inclinación de las laderas y por el aumento de la carga de materiales en la cabecera.

            La dureza de la cuarcita hace que se mantenga por siglos inalterable a la meteorización o la acción de la vegetación, permaneciendo casi inalteradas milenios después de haberse formado. Solo por sus bordes la acumulación de materia orgánica hace que se le sobreponga un nivel de suelo que con el tiempo va engrosando y alterando con mayor efectividad esta dura roca.
Durante siglos el agua ha ido abriendo esta oquedad e incluso puliendo unas fisuras paralelas

            La distribución de las cuarcitas coincide, en toda la zona central española, con el llamado macizo ibérico, el verdadero corazón paleozoico peninsular, sobre el que se depositaron también los sedimentos más modernos de las cuencas de los ríos Duero, Tajo, Guadiana y parte de la del Guadalquivir, siempre en sus áreas occidentales. También asoman dentro de esta región materiales graníticos como los del Sistema Central y los de zonas bajas de los Montes de Toledo, Pedroches y "las arribas” del Tajo y Duero.
Grandes pedreras de bloques de gneis en el Guadarrama

            Ya perimetralmente al macizo ibérico, asoman por el norte las cuarcitas en amplias zonas del oeste asturiano y leonés, albergando curiosas, abundantes y poco conocidas formaciones rocosas en sus zonas más altas, como son los glaciares rocosos y las morrenas de nevé. También aparecen en la zona central del Macizo Ibérico en Soria, Cuenca y Teruel. En la serranía del Albarracín se encuentran las mayores pedrizas de Europa, lo que ya es una atracción turística en los llamados “ríos de piedras”.
Desde el interior de una morrena de nevé se ve un glaciar rocoso (lengua verde de izquierda a derecha) en cuarcitas de la Cantábrica

            Pero donde realmente destacan las pedrizas, es en los paisajes de las numerosas serretas de cuarcitas armoricanas del ordovícico, que van desde los Sierra Morena hasta Montes de Toledo, y desde éstos a Peña de Francia en los macizos occidentales del Sistema Central, cordillera que ambos extremos (Hurdes-Gata / Ayllón-Alto Rey), pierde la condición de granítico-gnéisica para hacerse cuarcítico-pizarrosa. Esta región occidental prácticamente coincide con la conocida en biogeografía como subprovincia Luso-Extremadurense.
Poco a poco, con mucho tiempo la pedriza se va estabilizando por la vegetación

            La vida sobre las pedrizas no podría ser más cruda para las plantas, dada la ausencia de materiales finos entre los bloques, por lo que apenas hay suelos superficiales, si bien muchas veces a quien logra prosperar en ellas, será muy difícil de erradicar. En los Montes de Toledo a las grandes pedrizas se les llama las “madres del agua”, esto ocurre porque bajo el manto de bloques se encuentra un sustrato de materiales finos, cargados de humedad y protegidos de la intemperie por los bloques superiores. 

            Cuando una semilla de árbol a arbusto germina entre los bloques y llega a esa capa, tiene muchas posibilidades de llegar a viejo, pues va a tener suficiente alimento, humedad y muy poca competencia. Además estas formaciones son uno de los mejores cortafuegos que existen, por lo que los mayores árboles de estos montes, suelen estar en los bordes o en el interior de las pedrizas.
Un enorme y viejo quejigo en una pedriza de los Alcoba de los Montes (Ciudad Real)

            También para los animales son un buen refugio dada la cantidad y variedad de oquedades, siendo un lugar típico de cría y escondite. En el norte  es el clásico lugar donde crían o en el que se esconden los lobos en las batidas, pues no hay quien ande por ellas y los perros apenas pueden seguir un rastro sobre las pedrizas.
Las peonías denotan una escasa potencia del horizonte de bloques

            Entre las pocas plantas que colonizan estos medios suelen encontrarse las plantas de sustratos móviles (saxícolas), alguna planta de las paredes rocosas (rupícolas)  y plantas de lugares donde se acumula materia orgánica (nitrófilas). En el conjunto de pedreras de otras litologías, en medios de alta-media montaña, existe una especializada y rica vegetación, plagada de endemismos en los ambientes más alpinos o sobre sustratos poco comunes, llegando a su extremo en sustratos dolomíticos. Pero sobre las cuarcitas, dada la escasez de materiales de pequeño tamaño y de suelos, apenas existen unas pocas plantas interesantes.
La dedalera (Digitalis mariana), una rupícola que coloniza el arranque de algunas pedrizas

Usualmente en las pedrizas de cuarcitas aparecen plantas de taludes como la acedera (Rumex induratus) y plantas de las cercanas paredes como ocurre con el clavel de roca (Dianthus lusitanus), botones azules (Jasione mariana y J. tomentosa) y dedaleras (Digitalis mariana, D. thapsi y D. heiwoodii), pero las plantas más corrientes suelen ser el ombligo de Venus (Umbilicus rupestres) y el geranio de roca (Geranium lucidum). A veces aparece alguna saxícola interesante como bocas de dragón (Antirrhinum graniticum), armerias (Armeria villosa, A. genesiana o A. alboi) e incluso a veces el raro cardo (Eryngium tenue).

Eryngium tenue en pedrizas cuarcíticas de umbría de las estribaciones de los Montes de Toledo

            Lo más normal es la presencia de gran variedad de árboles y arbustos que han prosperado al abrigo de los bloques, como el cornicabra, los majuelos, encinas, robles o quejigos. Es notoria la dependencia de este tipo de sustratos de los bosquetes de acebuche en las solanas, a no ser que sea una pedrera profunda, entonces no hay árbol que enraíce.


           Por el contrario en las umbrías húmedas, al pie de pedreras de montes de Toledo y las Batuecas, es notoria la presencia de raras especies eurosiberianas o relícticas como el tejo (Taxus baccata, el mostajo (Sorbus aria y S. torminalis), el acebo (Ilex acuifolium), el abedul sureño (Betula alba subsp. fontquerii var. parvibracteata), incluso al este de Peña de Francia se encuentra en medio de una pedriza la única y vetusta haya del occidente ibérico.
La riqueza de cornicabras es mucho mayor en las pedrizas que en el resto del monte

            Las pedrizas no son formaciones en peligro pero sí son sensibles a actuaciones de carácter minero sobre ellas, bien para obtener “balasto” para empedrar carreteras o peanas de vías férreas; también a veces se remueven para obtener los fértiles suelos que se encuentran bajo ellas.


Las pedrizas ocupan la parte media-baja de las laderas al pie de los cantiles

           Un alto porcentaje de pedrizas se encuentran en grandes fincas cinegéticas que trazan pistas con maquinaria pesada sobre ellas, bien para crear cortafuegos, tiraderos o pistas, provocando cambios en la circulación de las aguas de escorrentía que profundizan las brechas abiertas haciendo desaparecer los suelos subyacentes ladera abajo, aparte de destrozar grandes y hermosos paisajes por el adefesio de montes rayados de líneas rectas de un lado para otro de los montes.

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