miércoles, 21 de diciembre de 2011

El norte de Portugal y sus montes


         Esta es una entrada pendiente de este verano en el que he tenido la suerte de pasar quince días en Portugal, he estado en la esquina noroccidental, entre el Miño y el Lima. En Portugal todo es mucho más rural y las ciudades están muy unidas a su campo y a su historia, esto quiere decir que no se han transformado en un batiburrillo de prácticas arquitecturas despersonalizadas que es a lo que, partiendo de una situación parecida a la portuguesa, hemos llegado en nuestro moderno y especulador país. Allí siente uno la misma sensación que en Francia, y otros lugares europeos, de estar muy cerca de la región, de la historia y de la memoria de los antepasados.

Clásica carretera sombreada

         Lo rural se encuentra muy cuidado porque todavía se vive en los pueblos, no son meras segundas residencias y las que sí lo son, se usan mucho. Como en ellas se vive, se cuidan y, en general, con bastante buen gusto. Las casas siempre tienen unos cuantos frutales, plantas con flores para adornar, cuentan con rincones para relajarse o para comer al aire y animales para autoabastecimiento.

Mariposa sobre bouganvilla

Los portugueses están orgullosos de su pasado colonial y muestra de ello es la adopción temprana de una ingente cantidad de especies foráneas, tanto por su utilidad productiva como ornamental, ajardinando poco a poco el paisaje. El clima del país, bastante menos continental y extremo que el nuestro, y mas lluvioso, ha contribuido a esa facilidad de adaptación de numerosas especies, más o menos tropicales. Es un placer, a veces chocante, pasear por algunos mágicos lugares como Buçaco, Sintra y algunos montes y encontrarse, de pronto, en medio de un bosquete de helechos arborescentes, cipreses lusitanos (Cupresus lusitanicus), liriodendros (Liriodendron tulipifera) o  jacarandas (Jacaranda mimosifolia) de gran tamaño en plena naturaleza.



         Pero no todo son flores, el monte portugués está todavía peor tratado que el nuestro. Desde luego tendría que ser un desvergonzado para criticar como tienen su monte, como si nosotros pudiéramos dar lecciones a alguien. Pero aún así no puedo dejar de señalarlo y advertirlo, pues llevamos el mismo camino, al menos, en la España atlántica.
         Este artículo incide en la nefasta política forestal lusa y, sobre todo, va a ser un pequeño tratado sobre especies invasoras, pues ha sido una de las cosas que más me llamó la atención allí. Por supuesto, estas especies no invaden porque sí, entran ocupando nichos ecológicos bastante desbaratados por las acciones humanas y son una consecuencia directa o indirecta de la política forestal.

Estampa mas usual de los montes portugueses

         La política forestal portuguesa vive de espaldas a sus habitantes, como si los terrenos sin cultivar fuesen un coto privado de las madereras, lo que ha llevado el monte a una sobreexplotación silvícola que ha acabado en la práctica, con la vegetación natural de amplias zonas montaraces.La imagen actual del paisaje ha quedado como un crucigrama a medio hacer, entre las áreas quemadas, los carriles, la erosión y los retazos de cultivos forestales. La cosa es hiriente teniendo en cuenta la bondad del clima portugués, abundante en lluvias y templanza, tanto invernal como veraniega, lo que daría lugar a un riquísimo bosque entre atlántico y mediterráneo.

Aún quedan retazos de robledal en los montes

         En el mapa de Portugal, las zonas sureñas y las más cercanas a la raya con España son, en general, las zonas mejor conservadas, ni siquiera sus parques nacionales (Peneda Geres) o naturales (Serra da Estrela, Malçata, Sao Mamede,…) son buenos representantes del bosque portugués. Normalmente hay que buscar la vegetación allí donde no han podido llegar los bulldozers, es decir las cimas rocosas y las riberas más agrestes, es allí donde encontramos una vegetación atlántica dominada mayormente por robledales, madroñales, brezos y tojos.


        
          A nivel forestal desde hace casi un siglo han tenido una  expansión formidable, apoderándose del 90% del norte luso, tanto el pino resinero (Pinus pinaster), como el eucalipto (Eucaliptus sp.), a costa de destrozar el paisaje; pues por el abandono del monte, de sus caminos, del pastoreo y con la desvinculación de la población rural de su medio forestal, la plaga de los incendios forestales, (a pesar de un clima más húmedo y fresco), es aún más terrible que en nuestro país. De hecho  casi todos los días que pasé allí, los atardeceres eran brumosos y amarillentos, y las columnas de humo podían divisarse en varios puntos al otear el horizonte desde lo alto de algún monte, y eso que este año no ha sido dramático.

Pinar natural en los arenales de la desembocadura del Miño, desde el monte Santa Tecla

         El pino resinero es natural del noroeste portugués pero su extensión representaría solamente un 5% de su actual areal. Inicialmente se repobló para estabilizar los numerosos campos de dunas cercanos al litoral, como también ocurrió en las landas francesas, que tienen el mayor pinar europeo (en la taiga son otras las coníferas). El eucalipto, le sigue en abundancia, llenando de broza el monte y propiciando, casi tanto como el pino, su buena combustión. Es difícil ver un eucaliptal maduro, pero tuve la rara ocasión de atravesar un antiguo eucaliptal y me quedé sorprendido con las alturas de los árboles, entorno a los 50-60m, era grandioso, supongo que como en las Blue Mountains australianas.

Monte típico sin quemar, robles residuales, eucaliptos y pinares

         Un paseo por el borde de las ciudades es todo un catálogo de especies invasoras y junto con los vegetales potenciados por el hombre. Allí me quedé sorprendido con la potencia, competencia y dominancia de la acacia negra, (Acacia melanoxylon), durísima competidora del resto de la vegetación arbórea; no es de gran aprovechamiento maderero pero tiene un crecimiento rápido, no deja tanta broza en el monte y crea un estrato arbóreo de apariencia autóctona dando buenos suelos. Es dificilísima de erradicar y, gracias a sus llamativas semillas, los pájaros la dispersan con eficacia. Junto a esta acacia abunda otra acacia, (aunque recientemente cambiada de genero),  la mimosa de escandalosa floración pre-primaveral, (Acacia dealbata), colonizando gran número de taludes y cunetas de pistas, carreteras y caminos, al igual que lo hace en Galicia.

Llamativas semillas de la acacia negra

         En  terreno de nadie de los piedemontes, prosperan los llamativos plumeros de la Pampa (Cortaderia selloana), creando imponentes cepellones herbáceos difíciles de erradicare y en franca progresión. En las áreas dunares marinas se hacen monoespecíficos los tapices floridos de la uña de gato del Cabo o hierba del cuchillo, (Carpobrotus edulis) ahogando al variado elenco de plantas psammofilas (amantes de las arenas) nativas.

Hierba cuchillo colonizando los arenales marinos

         Pero la cosa no queda aquí, en las áreas de chalets y bordes de las ciudades, hay dos plantas trepadoras que llegan a subirse a los árboles y montarse sobre las arbustedas y los vallados; las dos son invasoras masivas, una con numerosas florecillas blancas y tapizante total, es una especie de hiedra de hoja caduca, la Fallopia japonica o Polygonum cuspidatum que ha llegado a hundir tejados con su peso; la otra es muy llamativa por sus campanillas azules que le dan el nombre vulgar, es la Ipomea indica. También pero menos invasiva y rastrera capuchina (Tropaeolum majus), con sus vistosas flores anaranjadas.

Campanillas azules trepando por los arboles

         No me quiero extender demasiado pero por completar algo el elenco de plantas invasoras tenemos plantas conocidas de todos, aunque probablemente no sus nombres, se trata de plantas que tenemos en nuestras macetas y jardines. Tenemos la tapizante Tradescantia fluminensis en áreas sombreadas; las llamativas flores de mini-explosivos frutos de la balsamina o nometoques (Impatiens balfourii) que coloniza las zonas húmedas y sombreadas de los sotos y bosques. Finalmente, hay otras colonizadoras más discretas, bien en apariencia o en cantidad, las flores amarillas de la alta hierba del asno, (Oenothera glazioviana) que con sus varas de flores amarilla coloniza solares y suelos removidos; la alta gramínea Sorghum halepensis de bordes de acequias y huertos, el llamativo jacinto naranja de bordes de arroyos Crocosmia x crocosmiflora y el durísimo y pequeño césped invasor Stenotaphrum secundatum que ha saltado de los céspedes de los jardines caseros al campo.


Pinares y landas (brezales y tojares) junto al mar

         Por supuesto, no es solo un problema portugués, solo tenemos que viajar por la España atlántica para descubrir casi todas estas especies. Pero hay que tomar clara conciencia de ello, del mal estado del bosque (mejor decir cultivo forestal) y de la invasión de foránea. No nos tienen que distraer consignas publicitarias como el “Asturias paraíso natural”, para saber que de Asturias empieza a quedarnos solamente la montaña interior, el resto es un bosque que nadie en su sano juicio cruzaría monte a través. Para colmo, como si fuera poco con estos eucaliptales y pinares, se está introduciendo masivamente otro tipo de eucalipto (Eucaliptus nitens) que tolera mejor las heladas y amenaza la parte todavía libre de ellos. 
         En el país vasco los problemas son de tipo portugués con sus invasivas Cortaderias, Tradescantias, Fallopias, Acacias melanoxylon, Oenothera rosea y Baccharis halimifolia, se agravan, no tanto con los eucaliptales como con los cultivos de pino de Monterrey (Pinus radiata), menos dados al fuego que el resinero pero monoespecífico, (salvo con las setas).

Enlace del monte con las playas

         El problema de las invasiones vegetales es otro factor más unido a nuestra mala gestión habitual de los montes. En el exterior norte y noroccidental de la meseta ya está siendo un problema medianamente grave, pero en el resto peninsular no lo es tanto. Tenemos que pensar que tras milenios de antropización, realmente la cuenca del Mediterráneo es la auténtica invasora del resto del mundo, al menos de zonas con una relativa afinidad climática. Muchas especies neófitas (ese es su palabro), nos colonizan pero las nuestras entran a saco en otras regiones. Valga de ejemplo que mas o menos, por cada especie sudafricana o californiana que se nos instala en la península, hay aproximadamente de tres a cinco especies mediterráneas que se instalan en California o que prosperan en Sudáfrica.


Gigantesco plátano de sombre en Guimaraes


          Es un “toma y daca” que tiene relación con la antigüedad con que las especies vegetales se han acostumbrado, prosperado o incluso especiado, gracias a la intervención humana en el territorio, abriéndolas nichos ecológicos que sin esa intervención  estarían ya ocupados. 
De esa manera se premia a los colonizadores más rápidos, lo que no significa para nada que sean los más idóneos y, por supuesto, en detrimento de las especies que llevan milenios adaptándose a un clima y a un territorio determinados.
Para simplificar (tomado de "Flora alóctona invasora en Bizkaia"), las plantas Álóctonas pueden ser casuales o Naturalizadas, éstas pueden ser no invasoras o Invasoras, y éstas no transformadoras o Transformadoras. La mayoría de las descritas son de esta última categoría por lo que deben mantenerse a raya o erradicarse de nuestro medio natural.


- Gracias Carlos por las fotos compartidas
- Para ver la clara diferencia entre bosque y cultivo ver la pagina de ARBA


jueves, 15 de diciembre de 2011

Semana de la Ciencia 2011 - Itinerario Geobotánico por el Parque del Sureste de Madrid


Dentro de las actividades de la Semana de la Ciencia en Madrid, venimos realizando desde hace más de cinco años unas salidas guiadas por el municipio de Rivas Vaciamadrid, a las que damos por nombre: “Itinerario Geobotánico por el Parque del Sureste”.
El Ministerio de Ciencia e Innovación, a través de la FECYT (Fundación española para la ciencia y la tecnología), realiza multitud de actividades más que se organizan en todo el territorio español. Prácticamente no hay materia que no se trate ni localidad que no tenga al menos una actividad, al menos en Madrid y sus principales ciudades.

Centro de El Campillo desde los cantiles

Los primeros años realizamos la actividad en el magnífico e hiperactivo Centro de Recursos Ambientales “Chico Mendes” del Ayuntamiento de Rivas, situado en la atalaya geográfico-paisajística del cerro del Telégrafo. Los años siguientes, a partir de las trabas impuestas por la Comunidad de Madrid a dicho centro, en el número de actividades a realizar durante la Semana de la Ciencia, conseguimos no suspender la actividad y trasladarla  varios km más al oeste, al Centro de Estudios Ambientales de la laguna de El Campillo, centro dependiente de la Comunidad de Madrid.
En ambos lugares, junto a otros compañeros (Daniel, María, Marga, Dori y Jorge), mostramos una serie de presentaciones y se entrega documentación a los participantes, posteriormente realizamos una excursión por la zona explicando el funcionamiento ecológico de los diversos ecosistemas del recorrido, respondiendo a las dudas y sugerencias de los participantes.


El último año también pude participar en una iniciativa muy similar promovida por el Chico Mendes que llevaba por título “Botánicos del Sureste de Madrid”, (junto a Rubén, Darío y Paco), con el mismo plan de actividad pero requiriendo un poco más de nivel a los participantes.
Debo decir que siempre ha sido un placer realizar esta labor, tanto por el trabajo con mis compañeros conferenciantes, como por el trato y comunicación con todos los que han participado como público en estos itinerarios. Otra vez este año, ha sido un placer ver que entre las valoraciones y sugerencias de los participantes figuraba muy repetida, la petición de que la Semana de la Ciencia en general y de la actividad en particular, debía realizarse al menos, de manera trimestral en lugar de anual.


Desde hace dos años con el comienzo de los recortes presupuestarios, se rumoreó la posible desaparición de esta fabulosa Semana de la Ciencia que abre los centros científicos y ofrece un enorme abanico de actividades divulgativas, acercando el mundo de la investigación y el conocimiento, al común de los mortales.


         Este rumor partía de un supuesto recorte del gasto, pero el rumor apenas tiene base, pues realmente cuenta en su mayor parte, con la aportación altruista y desinteresada de los profesionales de la investigación que se ven recompensados con el apoyo, reconocimiento y participación de la gente en sus actividades, reduciéndose el gasto de esta semana (que realmente son dos), a labores de publicidad, la edición de un libro con todas las actividades y la apertura de instalaciones.

Desde estas cristaleras podemos ver la avifauna lagunar, no es raro ver al calamón

En ambas actividades siempre recordaré dos impresiones de cada lugar, una es el asombro de la gente al descubrir estos interesantes lugares tan insospechadamente cercanos a su “casa”, y la otra, tanto para mí como para los neófitos, la evocadora sensación al ver las grandes concentraciones de aves en o sobre la laguna, con el telón de fondo de las lagunas de El Porcal y los cortados que te hacen viajar al lejano mundo de los documentales de la 2 o situarte a mucha distancia de las rutinas diarias.



El recorrido siempre es muy placentero, se van haciendo grupillos según afinidades, aficiones, hallazgos puntuales o simpatías, la gente se relaja y se rompe la distancia que parecía establecida entre quienes daban la charla y quienes la recibían. Se empieza a hablar de lo divino y de lo humano, y cada cierto tiempo, vuelta a la interpretación de la naturaleza sobre el terreno, a reconocer y valorar las riquezas de un entorno que ahora parece más nuestro, más cercano, cuando es reconocido, explicado y compartido.




       El recorrido no se dio mal, la lluvia cercana amenazaba pero no llegó a mayores; en una foto de su presentación Jorge nos mostró una larva de luciérnaga, totalmente diferente a lo que se podría imaginar, pues bien, nada más iniciar el recorrido vimos la misma imagen a nuestros pies. Poco más adelante vimos una culebra viperina, increíblemente activa para ser noviembre, hubo quien la tomó por una víbora dada su actitud beligerante.

Culebra viperina, hubo quien quiso ver en ella una víbora

       Subiendo los cantiles yesíferos vimos las plantas características del yesar, aún con algunas bocas de dragón floridas. De fauna ví por primera vez un buitre negro en Rivas y luego algunas collalbas negras, chovas, cornejas y las consabidas grandes concentraciones de cigüeñas y de gaviotas sombrías.
       A los poco días visitando otros blogs vi la foto de la luciérnaga y a continuación la de la culebrilla. Un saludo para el blog Hablando en Verde. 


Concentración de gaviotas sombrías en la laguna de El Campillo


Ambos centros de Educación Ambiental, uno de la Comunidad de Madrid y otro del Ayuntamiento, están bien dotados de medios y gozan de un personal altamente preparado y especializado en la didáctica de los valores ambientales de la zona. Esta actividad es una de los cientos de ellas que realizan al año, por lo que el éxito de sus convocatorias está casi siempre garantizado.



Desde aquí manifestar mi solidaridad y reconocimiento a una labor, en el caso de los Centros de Educación Medioambiental de la Comunidad de Madrid (el rincón de Espe), poco reconocida y valorada por los gestores de la Comunidad. El presupuesto de estos valiosos centros y su personal han sufrido unos recortes, que les ha situado a unos niveles cercanos al trabajo voluntario. Es por tanto el momento de participar más activamente en sus programas de actividades y valorarlos como corresponden, para mostrar al rincón de Espe la utilidad y necesidad de estos centros de formación y educación medioambiental.





miércoles, 30 de noviembre de 2011

Un glaciar activo a 60km de la puerta del Sol de Madrid

     

          Esta sorprendente noticia lo es más, al constatar que para colmo no está localizado en las alturas vecinas al Peñalara (2430m.) sino muy cerca de la cota inferior madrileña (560m). La noticia, tan poco rigurosa como el autor de este blog, pudo ser posteriormente confirmada.         En la Semana de la Ciencia, tuve el gusto, como aparecerá en otra entrada, de dar con unos amigos una charla e Itinerario Geobotánico por un lugar del sureste madrileño, allí coincidí con un hombre que se apuntaba a todas las actividades relacionadas con la geología y el medio ambiente del sureste madrileño, él me habló de un “glaciar de sal”.



             Conocida mi afición por la geomorfología glaciar, no pasaron unas pocas horas sin que me empleara en su búsqueda en San Google, y buscando buscando, apareció. Tal como se ve desde el cielo, este amigo tenía toda la razón, era un glaciar hecho y derecho, con sus ojivas, crevasses, lóbulos frontales..., la única “pequeña diferencia” consistía en que se trataba del material de rechazo de una explotación de fosfato sódico, compuesto por gran cantidad de sales que daban al residuo un gélido color blanco.



            Al poco me organicé una salida para confirmar esa informática realidad y, de paso, ver los yesares del sur del Tajo, en tierras toledanas aunque lindando con las de Cuenca y Madrid. Dí con el lugar rápido, rodeé toda esta zona e hice un intento de meterme dentro; pero no estaba por la labor de hundirme en sal, aunque me conservase estupendo. Es más, me llamó la atención las numerosas huellas de jabalíes que seguro, vienen por la sal que se deposita en eflorescencias superficiales. 



La extracción de sulfato sódico (Na2 SO4) se obtiene a partir de otras sales, Glauberita y, principalmente, Thenardita que se encuentran en profundidad y a las que se accede por medio de grandes túneles para el paso de camiones. Este sulfato no es peligroso e interviene en la fabricación de detergentes, papel, vidrio, textiles, excipiente farmacéutico, etc. España es el único país productor de la UE gracias a esta mina y a otra, algo mayor, en Burgos, ambas de la empresa Minera Santa Marta.



           Todos los materiales que aparecen en la zona son evaporitas, es decir, minerales formados en un ambiente de lagos interiores salinos sin salida al mar. Estos lagos se formaron a partir de la orogenia alpina que rodeó la región de montañas, con el Sistema Central al norte, los Montes de Toledo al suroeste y la Cordillera Ibérica al este, entre las cuales quedó confinada una depresión, llamada Cuenca de Madrid. Las aguas fueron realizando un lavado y arrastre de materiales desde las montañas hasta estos lagos, cargándose en su recorrido de minerales, tanto en disolución como en suspensión, acumulándolos en esa cuenca.



El ambiente paleoclimático originario era de mayor aridez y temperatura que el actual, con lo que al ser mayor la evaporación que la alimentación, aumentaba la concentración de solutos en las aguas, en la salmuera, hasta que precipitaba, formando sales y yesos. En las áreas de borde existe toda una gama de facies laterales con sílex, alabastro, sepiolita, arcilla, etc.
La cuenca de Madrid tiene tres unidades principales, una superior carbonática, que se corresponde con las duras y rojizas “calizas del páramo”, luego una unidad intermedia, formada por yesos e intercalaciones de estratos o lentejones de calizas, dolomías, margas, arcillas, etc.; y una unidad inferior, en la que nos encontramos, formada por yesos y sales. Al parecer la presencia aquí, de estas sales sódicas, indica que nos encontramos en lo que fue la parte central y más profunda de esa cuenca, con predominio de sales y formación de yesos a partir de la hidratación de las mismas (yesos secundarios).

Glaciar salino, al fondo, hotel y ermita del Castellar
   
            La actividad minera parece ser muy antigua en la zona, pudiéndose encontrar bastantes bocaminas, mostrando una gran gama temporal. Frente a esta minería subterránea perdura, aunque en reciente desuso, la obtención de sales por el método de evaporación de aguas cargadas de sales, las salinas, como las de Belinchón, toda una cultura de la sal, a punto de desaparecer ante nuestras narices.
           Según me han contado, ha existido una contaminación por la salida de la depuración de la cercana ciudad de Tarancón hacia el área fuente de las aguas que alimentan estas salinas. Algo factible, como una mejor depuración o un cambio del punto de salida de aguas depuradas, podría resucitar una fuente renovable de recursos como son estas salinas.

Salinas de Belinchón

            A ojos de un profano, estamos en un semi-desierto, por dos razones, aquí en el centro de la cuenca, las precipitaciones son más escasas que en sus bordes, y fundamentalmente que los materiales geológicos, salvo las calizas del páramo al sur (mesa de Ocaña) y los suelos aluviales de la vega del Tajo, son fundamentalmente yesos, uno de los materiales menos propicios para la vida de las plantas.
        


         Los paisajes actuales, suelen ser ralos tomillares gypsícolas (jabunales) y espartales, aunque se presenta toda la gama vegetal posible que en el mejor de los casos, es un monte muy abierto de encinar manchego o de pinar, la mayoría de repoblación, pero con un pinar que yo creo totalmente climácico, el pinar de La Encomienda, aunque los botánicos no se pongan de acuerdo en este extremo.

Pinar de la Encomienda, un "tesoro botánico" del sureste madrileño

            Ante los yesos, a las plantas no les queda otra táctica que la de la especialización, las aguas tienen una infiltración rapidísima, el suelo tiene compuestos casi venenosos para ellas, las sales compiten con las plantas por el agua, el polvo de yeso lo blanquea todo, la falta de suelo bien formado es dramática... Ante esto las plantas recurren a todo tipo de estrategias: enanismo, vellosidades, epidermis gruesas o céreas, colores blanquecinos, espinas, eliminación de hojas, raíces desmesuradas, metabolismo crasuláceo, reducción de número y tamaño de estomas,...
            Un caso especial, ya en el colmo de la adaptación, son las plantas que viven en terrenos ricos en sales, con todo un gradiente catenal desde las zonas de borde a centro de saladar. Estas comunidades están en los límites de su areal, baste decir que son el ecosistema en situación más dramática del centro peninsular, donde sólo quedan unos pocos saladares llenos de plantas raras o en peligro. Aquí en estos barrancos salobres vemos como abundan, las osagras (Atriplex halimus), las acelguillas saladas (Limonium dichotomum) y más escaso el albardín (Lygeum spartum).

Vegetación salina: osagra (Atriplex halimus), albardín (Lygeum spartum) y el rojizo Limonium dichotomum

            Es notorio como coloniza la flora del aljezar (el yesar) los bordes del área de vertidos, con los lepidios, resedas,  incluso las osagras, contempladas en los planes de restauración de la explotación minera para revegetar la zona, están invadiendo, por sí solas, taludes y barrancos.
         Cuando me metí a andar por la vecindad de los cantiles que dan al Tajo y los que dan al vallejo que viene del sur, me pude percatar de la enorme dificultad que tiene andar por estos andurriales, incluso en una ocasión, entre unas efedras, (prehistóricas retamas), me hundí en una grieta hasta el pecho, y pude ver por doquier enormes grietas, con profundidades verdaderamente peligrosas. Al ver en San Google el terreno, no pude sino confirmar el enorme peligro que tienen estos barrancos, como ya conozco de Rivas con sus desprendimientos, también presentes y recientes por aquí.

Ladera desmoronándose en progradación de grietas

            La dinámica de derrumbes tiene lugar por medio de “fallas panameñas”, al caer un paquete rocoso se desestabiliza la nueva pared y comienzan a aparecer grietas que por descompresión y por infiltración del agua, van profundizando la grieta hasta repetir el episodio, como en la caída de páginas de un libro apoyado sobre su canto.
Además, por este motivo, no apuesto mucho por el tan horrible como poco rentable hotel (****), asentado al borde del barranco (no sé quién habrá sido el “lumbreras”). Este vacío hotel de 60 hab. rompe definitivamente el paisaje de los cortados con la bella ermita del Castellar recortándose sobre el abismo y que ahora queda a sus pies, como su limpiabotas.

Ermita del Castellar

Desde el borde del hotel se puede apreciar un amplio paisaje dominado por la llanura aluvial del Tajo, rodeada de cantiles yesíferos a ambos lados, más altos y desgajados los del sur, donde como es habitual se puede apreciar un gran desprendimiento reciente que fue a parar al mismo río. En esa rampa que ha quedado pelada, asoman petrificados chorros salinos que se corresponden con la veta de las sales en explotación.



Afloramiento de sales en el talud barrido por un gran derrumbe

La vegetación ribereña está dominada por los álamos blancos y los tarays, y en las laderas destacan poderosamente las bolas grisáceas de las grandes efedras, (aquí incluso en orientación norte cuando en Madrid y Guadalajara solamente aparecen orientadas al sur), y las bolas blanquecinas de las osagras, orzagas, saladillas o salado blanco (Atriplex hallimus).

Osagra (Atriplex halimus) y sisallo (Salsola vermiculata) colonizando taludes

Todo el monte hacia Villarrubia de Santiago se encuentra repoblado con pino carrasco, pero me recuerda mucho a las fracasadas repoblaciones en los castellanos “tesos” que aparecen en el libro Las Ratas, de Miguel Delibes. Con los pinos plantados en surcos y pequeñas terrazas que desmoronan la ladera, en la que parece que andas entre los bastos surcos de un huerto. Al menos en algunas laderas, parece que prospera el pinar, pero el éxito no llega al 50%.





















         Esta región es de las más dejadas de todo el centro peninsular, en la parte madrileña, el "Rincón de Espe", las carreteras pueden pasar, sin exagerar y para colmo de la comunidad más rica, por las peores de España. También es la zona de “debajo de la alfombra” madrileña, aquí vienen a parar las industrias más nocivas u olorosas, con un rosario de proyectos pendientes o en ejecución y ambientalmente peligrosos, como cementerios de residuos peligrosos, centrales térmicas, incineradoras, etc.
       Desde las alturas de estos cortados se puede ver el fuerte impacto minero de graveras y grandes areneros, yeseras (ahora de capa caída),   y minas como la descrita, impactante pero sin grandes problemas ambientales.


Toda la tarde estuvieron pasando las grullas por el "pasillo" del Tajo

Tras un rebote de correos me cuenta Javier, geologo de Belmonte de Tajo que: El glaciar son descargas de los vacies (vaciados) de la mina de El Castellar; se extraen, thenarditas (sulfato de sodio puro) pero también se extraen yesos de la falla de Valdepuerco (serie gris del mioceno), halita, sal común y glauberita (sulfato de sodio y calcio), también hay margas grises (caliza mas arcilla); como extraen todo esto tienen que tirar todo lo que no es sodio y lo tiran encima de la mina muy saturado en agua que junto con el agua de lluvia, empapa todo el residuo y eso es lo que hace que fluya creando colados de barro de color blanco.  descargas de los “vacies” (vaciados) de la mina del Castellar, se extrae yeso, thenardita (sulfato de sodio puro), pero también extraen los yesos de la falla de Valdepuerco (serie gris del mioceno), halita (sal común) y glauberita (sulfato de sodio y calcio) y también hay margas grises (caliza más arcilla)

martes, 15 de noviembre de 2011

Otoño impresionista en Cuenca


Como conté en otra ocasión, no hace falta irse a los bosques de los Apalaches ni a Japón, para encontrar la belleza de los colores otoñales. Yo tuve el privilegio a inicios de noviembre de ir a la montaña astur-leonesa, pero este año el otoño nos ha llegado tras un par de meses de “seca”, bastante más apagado que de costumbre, la eclosión de colores no se ha producido al unísono y cada especie se ha tomado el otoño como bien ha podido.




El día 6 de noviembre estuve con unos amigos por Cuenca (gracias Gabi por tu hospitalidad), pero no anduvimos por las altas hoces o los nacimientos de los grandes ríos, los clásicos lugares botánicos abundantes en especies atlánticas. Estuve en la misma ciudad y desde ella nos encaminamos Júcar arriba. Por allí  todo aparecía lleno de rincones privilegiados para la contemplación de un otoño fugaz que parecía finiquitado con el par de días de frío, viento y agua que soportamos, con esa dura avanzadilla del invierno. A pesar del viento, la poca luz, y mi enfermiza idea de no cargar con el trípode por primar la ligereza frente a la calidad fotográfica, finalmente conseguí las fotografías que os muestro.




         Frente a la idea conceptual de que cuanto más nos alejemos de la ciudad, de la civilización, encontraremos mejores lugares y más puros, la verdad, como ya he comprobado en multitud de ocasiones, es que en lo cercano suele saltar la liebre. En el entorno de los primeros tres o cuatro kilómetros fue donde pudimos disfrutar de lo mejor del recorrido, pues posteriormente el paisaje se hizo bastante monótono al perder el punto de diversidad introducido por “el factor humano”.




         Los cañones ribereños son lugares de una elevadísima biodiversidad dada la gran cantidad de microambientes que encierran entre sus paredes, desde las umbrías permanentes a las solanas rigurosas se puede pasar por todo tipo de sombreados y exposiciones, y el río siempre incrementa la humedad ambiental. Es en estos lugares donde muchas especies han resistido el paso de las glaciaciones, o al revés, donde especies más norteñas han podido aguantar los veranos mediterráneos.




         Pues bien en este lugar varias de las especies más vistosas y originales no son amenazados endemismos ni arcaicos supervivientes, son plantas cultivadas por el hombre, unas de ellas, antiguas: como es el caso del vistoso zumaque (Rhus coriaria), el esbelto almez (Cestis australis) y el flamígero chopo castellano (Populus italica), este chopo, ahora desapareciendo poco a poco, es el clásico de las mesetas castellanas, el que sombreaba las carreteras cuando las caballerías, con su forma típica de llama de vela y sus espectaculares colores otoñales.


Ni una autóctona: Populus deltoides, Salix babilonica y plantación de pinos


Frente a este chopo con carta de naturaleza hispana, prosperan otros modernos chopos, como el americano de grandes hojas y amplio ramaje abierto (Populus deltoides), muy utilizado en plantaciones por su rápido crecimiento, que están machacando nuestros bosques ribereños autóctonos y, en otros casos, rentabilizando huertas abandonadas. También veo por aquí otro chopo, el ornamental (Populus lombardi), con sus vibrantes hojas blancas por una cara y verdes por la otra, de moda en hileras de  paseos y vallados.




         El zumaque es un arbusto que estuvo muy extendido en todas las regiones mediterráneas del interior peninsular desde los árabes, aunque se discute si es prerromano e incluso autóctono. Su cultivo fue significativo hasta los años 60’, cuando la química sintética (con el cromo), superó comercialmente sus propiedades como curtidor en las tenerías, aunque para cueros finos y altas calidades no ha sido superado, también es usado como condimento culinario y posee buenas propiedades antioxidantes.




Desde entonces ha desaparecido de los cultivos y ha saltado a vallados, taludes y baldíos de las áreas de baja montaña, principalmente, rodeando todo el Sistema Ibérico, existiendo una comarca en Cuenca llamada Campo Rus de antiguo cultivo masivo de zumaqueras. Fuera del mundo calizo, donde es más abundante, fue famoso el “zumacal” de Puertollano, del que hoy no queda ni la muestra.







         Respecto al almez, sí es genuinamente autóctono pero no le gustan las bajas temperaturas, los que están aquí han debido ser potenciados por el hombre, pues por sus ramas de escaso ángulo de apertura y gran resistencia, eran ideales para aperos agrícolas, mangos de herramientas o útiles tales como horcas y tridentes. Una prueba de su termicidad es su distribución circum-mesetaria, aparece en los barrancos de los Arribes del Duero y Tormes; en las gargantas del Jerte y la Vera, al sur de Sierra Morena y en las bajas hoces de la Ibérica, Maestrazgo y Cazorla. No es árbol de ribera pero poco le falta, en las gargantas del suroeste de Gredos se posiciona sobre grandes bloques en las torrenteras por encima del agua, alcanzando grandes dimensiones.








El bosque de la hoz del Júcar en la vecindad de Cuenca está muy transformado, su vegetación potencial estaría formada por un bosque mixto y variado con quejigares al pie de las laderas, encinares con algunas sabinas por encima, en lo que se llama inversión térmica pues se subvierte el orden normal de, abajo la encina – arriba el quejigar, pero el frío aquí, no es por altitud, sino por acumulación y estancamiento en valles cerrados como este.




La gran diversidad vegetal viene dada por la mezcla de especies, a las propias de la zona: quejigos* (Quercus faginea), encinas (Q. rotundifolia), cornicabras* (Pistacea terebintus), agracejos* (Berberis hispanica), cornejos* (Cornus sanguinea), enebros (Juniperus communis), se le unen las de zonas más altas: pinos salgareños (Pinus nigra), arces* (Acer monspessolanum), sabinas (Juniperus thurifera), boj* (Buxus sempervirens), guillomos* (Amelanchier ovalis); y las de áreas más bajas: almeces* (Celtis Australis), pino carrasco (Pinus halepensis), muy potenciado por plantaciones forestales, coscoja (Quercus coccifera), sabina negra (Juniperus phoenicea), espino negro (Rhamnus lycioides).


Agracejo (Berberis hispanica), inconfundible con sus grandes espinas doradas

A esta vegetación hay que añadir las propia de los sotos: álamos negros* (Populus nigra), olmos (Ulmus minor), sauces (Salix eleagnos, S. alba,..), fresnos* (Fraxinus angustifolia), tilos* (Thilia platyphyllos), majuelos (Crategus monogyna), avellanos* (Corylus avellana), endrino* (Prunus spinosa), etc., y especies espontáneas o antrópicas como los zumaques* (Rhus coriaria), higueras* (Ficus sativa), moreras* (Morus alba), membrilleros* (Cydonia oblonga),...
                                                                         (*)   Poseen una llamativa coloración otoñal




 El bosque mediterráneo calizo, cuando aumenta su humedad edáfica, se llena de lianas o bejucos como esparragueras (Asparagus acutifolius), nuezas (Tamus communis, Bryonia dioica), rubias (Rubia peregrina), etc. pero aquí destaca poderosamente por sus frutos como penachos blancos la clemátide* (Clematis vitalba) y la parra* (Vytis vinifera).


Zumaque (Rhus coriaria), almez (Celtis australis) y los pompones de la clemátide (Clematis vitalba)

Pero esta variedad es un espejismo que no hay que generalizar a los cañones de la Ibérica, la proliferación del pino a costa de las caducifolias desde que las necesidades de la marina española acabaron con la mayoría de los antiguos robledos, no ha frenado. Robles de varios tipos, arces o tilos han quedado relegados a situaciones de abrupta topografía, donde no se pueden realizar faenas silvícolas. Pero la potencialidad del territorio es clara y la diversidad debe ser una norma por naturaleza y como previsión de los cambios ecológicos que se avecinan.




La Ibérica, con sus Montes Universales (Cuenca) y Albarracín (Teruel y Guadalajara), posee, si se la deja, una capacidad enorme de regeneración, un poco de ayuda humana y un mínimo mantenimiento del monte, podrían mejorar unos bosques que ya, en su estado actual, son impresionantes.




Dedicada a el blog : "El Ultimo Bezano"  (entrada: Otoño en los Montes Universales). 




               ...¡Ojito!                                                             Salud y campo


Errata: Tomé  los grandes arces, vistos de lejos, de los cortados por arces granadinos que el año pasado ví en medios parecidos por la sierra de Segura, pero son los de hoja pequeña, los A. monspessolanum ya que del Jucar sólo aparecen en los cañones inferiores y más meridionales.        Gracias Eritaco por la corrección





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