domingo, 31 de diciembre de 2023

La Vegetación Argílica

 


         La vegetación de las arcillas, es la vegetación adaptada a las acciones mecánicas que sufren este tipo de suelos en función de su comportamiento diferencial en relación a la muy variable saturación de agua de los mismos. A diferencia de otros medios más porosos que pueden aliviar su contenido de agua, los suelos arcillosos retienen el agua mucho más que cualquier otro, tanto que el exceso de agua conduce a la inundación superficial en superficies con escasa pendiente y, en cualquier caso, a la saturación total. 

Grietas entre las raras Cynara tournefortii y Conringia orientalis

        Esta saturación provoca una expansión de estos materiales por la absorción y retención de la humedad, expansión volumétrica que puede superar el 15%, creando fuertes presiones en el interior de los suelos que los puede volver viscosos, si hay agua suficiente. Estas presiones se van a canalizar hacia la superficie, creando a menudo un microrrelieve superficial de montoncillos de barro, denominado gilgai. En estas arcillas saturadas de agua se producen situaciones hipoxia o incluso de anoxia, es decir, escasez o incluso falta de oxígeno y de aire, entre los poros del suelo.

Formación de grietas en un vertisol. Malvella sherardiana dcha. abajo

Muy al contrario, cuando se produce una situación de secado, este es más rápido incluso que en otros suelos de diferente granulometría. Esta pérdida de humedad de los suelos arcillosos, cada vez ocurren de una manera más brutal, pues en nuestros paisajes mediterráneos, tras las típicas situaciones húmedas de abril, la primera ola de calor cada año parece ser más madrugadora y suele aparecer entre primeros y mediados de mayo, quedando los húmedos regalos de San Isidro cada vez más, como un recuerdo del pasado.

Grietas profundas en una campo de vertisoles en La Sagra de Toledo

El secado del suelo no es lento y paulatino, de arriba hacia abajo, como en casi todos los suelos, sino que la pérdida de humedad supone una contracción inicial de los primeros centímetros de suelo, parecido a la clásica foto de la sequía en los arcillosos bordes de pantano, pero en miniatura. Este primer secado abre multitud de pequeñas grietas en el suelo, de las que las mayores van encadenando un dibujo de grietas de mayor tamaño y profundidad, en forma de octógono o hexágono de menos de un metro de radio, que se extiende por toda la superficie, pero profundizando en grietas incluso superiores al metro que provocan en muy poco tiempo, el secado de la totalidad del paquete edáfico.

Malvella sherardiana en una superficie totalmente agrietada y en un campo profundamente arado

En el ciclo anual medio de estos suelos ocurre que tras la apertura de las grietas a finales de primavera, van cayendo hasta las lluvias de otoño, sedimentos y materia orgánica, luego llegan las lluvias e inundan las grietas, al asimilar el agua, todo el suelo se va hinchando y haciendo presión por esas antiguas grietas cerrándolas, por las que, si hay barros suficientes, estos tienden a subir viscosamente, pudiendo llegar a salir al exterior por presión. Así los suelos se van removiendo a ellos mismos en un movimiento de ascensión y caída de materiales en una acción de vertido y remoción que ha dado nombre a este tipo especial de suelos que son los vertisoles, aunque a veces por no ser puros, no tener tanta arcilla, con arenas o sedimentos mayores, pero de comportamiento similar, se les suele llamar suelos (cambisoles o luvisoles) de caracteres vérticos.

Perfil del suelo en un vertisol, nótese la práctica ausencia de horizontes edáficos

Las especies que colonizan estos suelos, no solamente han de tolerar la alta humedad y sus situaciones de hipoxia, también deben poseer adaptaciones frente a las roturas de raíces que se producen cuando se crean las anchas y profundas grietas verticales, por las que incluso pueden llegar a caer las plantas enteras, y también adaptaciones al rápido secado de estos suelos. Para solventar esos problemas estas plantas suelen tener unas raíces profundas y verticales, sin apenas raíces laterales; incluso cuando se produce alguna rotura, estos trozos pueden germinar autónomamente, creando nuevos individuos por clonación. Para impedir la caída de la planta entera por las grietas, a veces aparece el biotipo de plantas con sus hojas o ramas abiertas a ras de suelo en paralelo a la superficie, entonces al abrirse una grieta quedan sujetas lateralmente sobre el suelo con la raíz en el vacío y cuando se vuelve a cerrar, vuelve a revivir la planta.

La alcachofera Cynara tournefortii, una planta que se puede regenerar al partir raíces rotas

Para retardar la sequía fisiológica, muchas plantas adquieren hábitos aparasolados, protegiendo su suelo inmediato e impidiendo y, reduciendo la evaporación, pueden ganar unos días cruciales para intentar completar su ciclo biológico. También hemos comprobado que muchas plantas de estos medios son plantas sureñas muy bien adaptadas a la xericidad, con un ciclo vegetativo relativamente corto y variadas adaptaciones que las hacen más tolerantes respecto a la sequía, por eso no es raro ver en Madrid o incluso Castilla y León, especies en el límite norte de su distribución europea.

Teucrium spinosum y Anchusa puechi en su madrileño límite septentrional de su distribución


Las plantas llevan miles o incluso millones de años adaptándose a estas u a otras duras condiciones impuestas por el medio. Ha habido una selección natural, con adaptaciones y peleas entre especies por medrar en este tipo de suelos, hasta conseguir comunidades vegetales verdaderamente adaptadas para prosperar y hacerse con este difícil nicho ecológico. 

Pastizales dominados por la alcachofera Cynara tournefortii

   Son especies adaptadas a la remoción del suelo, a la apertura de grietas, en muchos casos a una química peculiar de estas arcillas expansivas, como pueda ser la de altas concentraciones de magnesio, otras veces a la presencia de las absorbentes sepiolitas, incluso a la mezcla con yesos o sales en algunos casos. Esto suele llevar a que dentro de una uniformidad más o menos general, pueda haber pequeñas variaciones florísticas en base a su adaptación a la química del sustrato, o a la humedad media reinante.

El lino (Linum collinum) en un arrabal argílico madrileño con amenazantes grúas al fondo

Estas propiedades físicas y químicas de los vertisoles hacen bastante difícil su colonización por especies arbóreas. En estos suelos podría ser fácil sacar adelante un plantón en cepellón y con varios años de edad, pero muy difícil que un árbol pueda partir de una semilla, pues en sus años iniciales deben lidiar duramente con inundaciones, roturas de raíces y duras sequías primaverales. El paisaje natural sobre estos suelos es de variados pastizales, con plantas vivaces de escasa talla y plantas anuales, es decir, un paisaje casi de tipo estepario.

Pastizales vallecanos ya cerca del Manzanares, con Astragalus alopecuroides

Esto pondría más difícil a la famosa ardilla pirenaica, llegar a Gibraltar sin bajarse de los árboles, pues el centro de las grandes cuencas interiores españolas, suele tener cerca de su centro, grandes llanuras de inundación, saladares, arenales o duros yesares de superficies muy difícilmente arborizables, a las que ahora sumamos estas estepas arcillosas que también ocupan las partes bajas de estas cuencas. Esto viene a apoyar este mundo estepario autóctono en la clásica polémica sobre la supuesta naturalidad de nuestras estepas ibéricas, de hecho, algunas de estas adaptadas especies vegetales, provienen del mundo estepario reinante en el suroeste asiático.

Resistiendo la aridez de la primavera de 2023, Carduncellus matritensis

A pesar de estas duras propiedades mecánicas, estos suelos suelen ser muy fértiles y su ínfima granulometría facilita la absorción radicular en unos suelos que retienen bastante bien la humedad (a veces demasiado bien). Suelos fértiles que ocupan las partes bajas y llanas del relieve, lugar habitual de localización de pueblos y ciudades, en resumen, por unas y otras propiedades, podemos hablar de los mejores suelos agrarios como así lo han venido siendo desde hace siglos o milenios, lo que ha llevado a una fuerte transformación del territorio, lo que ha pasado menos, sobre otros suelos y vegetación de carácter, al menos en apariencia, más natural o silvestre.

Rara conjunción de dos congéneres: Convolvulus meonanthus y C. humilis

Estos suelos no han sido tan transformados o degradados a lo largo de los siglos de cultura agrícola y pastoril, quizás solo lo hayan sufrido las especies vivaces de mayor tamaño que casi siempre se han podido refugiar en las lindes y ribazos en la vecindad de los cultivos, para retornar de nuevo, en épocas de barbechos o abandono. Solo ha sido hasta muy recientemente cuando la extrema artificialización e intensificación productivista del campo, ha ido expulsando de este medio natural o cultural (de cultivo) a las especies que hasta hace poco eran llamadas “malas hierbas” debido a su abundancia y estorbo en las labores productivas habituales.

"Malas hierbas" como Turgenia latifolia o las amapolas Papaver rhoeas y abajo, cardillos de Scolymus maculatus y el pomposo Echinops strigosus.

Ahora muchas de estas especies están desapareciendo en silencio, sin ni siquiera ser advertidas o tenidas en cuenta en las listas rojas o catálogos de especies en peligro. Parece que estas especies, llamadas, no se si bien o mal, arvenses, segetales, incluso ruderales, tenían una muy escasa consideración o reputación en el mundo botánico, acostumbrado a tratar o preocuparse de joyas botánicas de excelsas montañas salvajes o de paraísos naturales alejados del alterado mundo de la vecindad humana. Incluso en importantes tratados de flora, se ha solido prestar poca atención a este sustratos, estando la mayoría de estas especies adscritas a medios vagos y poco definidos, como margas, campos de cultivo, etc., sin considerar el tipo de suelo como vertisoles o claramente arcilloso.

Onosma tricerosperma una rara belleza cada día menos común, abajo Malvella sherardiana

Muestra de esta falta de consideración, no nacional sino incluso mundial, es que a pesar de reconocerse claramente que existe una serie de vegetaciones propias o específicas, por ejemplo de las arenas (psammófila o sabulícola), de los yesos (gipsícola), de las paredes rocosas (rupícola), de los suelos salinos (halófila) de las litologías con dolomías (dolomitícola), serpentinas (serpentinícola), etc., nadie se ha parado a considerar la existencia de una vegetación (comunidad bien avenida de especies vegetales coexistiendo en armonía sobre un medio físico, climatológico y geográfico muy determinado) propia de los suelos ricos en arcillas expansivas. Es  la vegetación argílica.

El trigo primigenio del que derivan los trigos agrarios, Triticum boeoticum

Pero más vale tarde que nunca, esta vegetación, por desgracia descrita casi en el límite de su existencia, dada la escasez y el peligro que se cierne sobre sus escasas localidades remanentes o sobre algunas de sus especies características, ya está siendo descrita y reconocida, esperemos que a tiempo de no tener que asistir a su despedida de nuestros campos.

Klasea flavescens en campos de suelos vérticos

Sería muy prolijo elaborar una lista con todas estas especies, aunque cada una de ellas, por sí solas, tendría derecho a una entrada completa en esta bitácora, como así ha sido con especies como, por ejemplo, el resucitado cardillo azul, Carduncellus matritensis, el ajo negro de las arcillas, Allium cyrilli, el gladiolo Gladiolus italicus, incluso la mayor parte de las especies señaladas de la flora volcánica del Campo de Calatrava. Llevo años y años buscando y encontrando plantas e interesantes localizaciones argílicas. Basta con ver el Echinops strigosus, la Crepis alpina, la Phlomis herba-venti, el Astragalus alopecuroides, la Lavatera triloba, la Klasea flavescens, etc. para darme cuenta de que estoy sobre una buena localidad argílica. La presencia de estas especies, aisladas o en grupo, así me lo demuestra a las claras.

El cardo yesquero Echinops strigosus, quizás de lo más corriente en los campos de arcillas

Existen incluso géneros casi completamente adscritos a terrenos argílicos, como pueda ser el caso de las alcachofas, con el género Cynara, siendo la gran alcachofera a ras de suelo Cynara tournefortii la especie quizás más representativa de esta vegetación sobre arcillas y también, lamentablemente, del peligro de desaparición que tiene este tipo de vegetación. Lo mismo ocurre con el género Carduncellus, desde especies exclusivas de los vertisoles como C. matritensis u otros habituales de arcillas en las grietas entre lapiaces calizos como C. dianicus o sobre arcillas de descarbonatación como C. monspelliensium.

El redescubierto Carduncellus matritensis

En campos de cultivo, si la química y la ausencia de barbechos no lo impide, es posible encontrar especies tan bellas como Ammi visnaga, Anagallis arvensis, Bupleurum rotundifolium, Caucalis platycarpos, Centaurea cyanus, C. depressa, Cichorium intybus, Coronilla scorpioides, Echinops strigosus, Gladiolus italicus, Kickxia lanigera, Linaria hirta, Ononis spinosa, Ornithogalum narbonense, Ranunculus arvensis, Rapistrum rugosum, Scandix australis, Scolymus maculatus, Silene muscipula, Sonchus asper subsp. glaucescens, Teucrium spinosum, Turgenia latifolia, Vaccaria hispanica, Valerianella discoidea, Vicia narbonensis, etc.

Klasea flavescens, tan bella en verde como seca

En los barbechos de larga duración o en el pastizal natural ya se pueden encontrar especies vivaces, aparte de más anuales, como: Acinos rotundifolia, Allium pallens, Astragalus alopecuroides, Convolvulus meonanthus, Cynara cardundulus, C. tournefortii, Echium asperrimum, Geropogon hybridus, Glaucium corniculatum, Klasea flavescens, Lavatera triloba, Linaria caesia, Linum austriacum subsp. collinum, Malvella sherardiana, Mantisalca spinulosa, Nonea vesicaria, Ononis biflora, O. spinosa, Phlomis herba-venti, Rochelia disperma, Salvia argentea, Thapsia dissecta, Vicia monantha subsp. calcarata, etc.

Pastizal con la compuesta Geropogon hybridum. Abajo Bupleurum rotundifolium en un sembrado

También, aunque debido a su extrema escasez rayana en extinción, sería difícil, pero no imposible encontrar (avisarme si ocurre, pues habría que tomar medidas), Allium cyrilli, Anchusa puechii, Carduncellus matritensis, Convolvulus humilis, Cynara tournefortii, Onosma tricerosperma, Saponaria glutinosa, el trigo primigenio Triticum boeoticum y esperemos que ninguna más.

Rara conjunción de dos especies en peligro Carduncellus matritensis y Cynara tournefortii

Desde aquí animo a cualquier aficionado a la botánica que compruebe esta relación suelo/vegetación en lo más arcilloso de su zona de campeo o probando nuevas zonas en esos territorios tan, aparentemente, poco salvajes, como los bordes de los cultivos o cerca de instalaciones cerámicas o ladrilleras, muchas de ellas abandonadas, que hasta hace pocos años abundaban en todas las zonas arcillosas. Tal vez buscando en los mapas topográficos nombres como “tejares”, “la tejera”, “los gredales”, “los barros”, etc.

Linaria caesia, más de los taludes de arcillas que de campos normales

No solo basta con que tenga que cargar con la bicicleta con sus ruedas engordadas hasta atascar los pasos de rueda, debido a la plasticidad y adherencia de la arcilla pegada a los neumáticos. No solo basta con que haya podido sacar mi coche  por los pelos, del patinaje y profundización de sus neumáticos, como medio tintados en azul, en el barro infame. A veces hay que meterse en el barro literalmente pues estas zonas se muestran francamente intransitables en épocas lluviosas y a veces, el tiempo es demasiado corto hasta el golpe de calor que pare el ciclo vital de estas interesantes especies.

Aspecto estival de campos de vertisoles

    Debemos conseguir salvar alguna localidad de este tipo para la posteridad, pues dudo que al ritmo actual de retroceso frente a nuestra "civilización", a lo que se acaba de unir la apisonadora de las plantas fotovoltaicas, bien puede terminar por dar la puntilla a estas comunidades vegetales argílicas. Hay que conseguir varias microrreservas para garantizar un mínimo vital de supervivencia o declarar Hábitat Prioritario a esta comunidad vegetal para que quien tiene los medios, tenga el deber (que ya lo tiene) de procurar salvar estos medios naturales y sus especies características.


jueves, 30 de noviembre de 2023

Carduncellus matritensis, el muerto que aún estaba vivo

 


A veces las plantas te dan sorpresas muy agradables. Llevo unos cuantos años estudiando un tipo de plantas muy especiales, las plantas que viven sobre suelos ricos en arcillas, los vertisoles. La cosa vino con unas pocas plantas muy raras que habíamos ido localizando (Juanma, Rubén, Darío, el que suscribe, etc.) en Madrid capital o en su inmediata vecindad. Atando cabos comprobamos que la existencia de dichas plantas estaba ligada íntimamente a esos suelos con un alto porcentaje de arcillas expansivas, en este caso, las llamadas arcillas verdes madrileñas, aunque su dominio llegue por el sur y La Sagra, casi hasta la ciudad de Toledo.


No partíamos de la nada, ya hace más de cien años, con un Madrid mucho más comedido, donde únicamente existía la Universidad Central, los botánicos campeaban y hacían sus excursiones por los alrededores más accesibles de Madrid, pensemos que en aquellos tiempos subir a la sierra era poco más o menos, montar una expedición que acarreaba una logística difícil de asumir. Se herborizaba en los alrededores inmediatos de la Ciudad, es decir, Casa de Campo, sotos del Manzanares, San Isidro, Delicias, Cerro Negro, Moncloa y si acaso, se cogía el Tren de Arganda, y se iba hasta Vallecas, Vicálvaro, La Fortuna, Valderribas, Montarco, Capa Negra, Ribas de Jarama o Arganda.

Áreas potenciales de la vegetación ocupada por arcillas expansivas (Rubén de Pablo)

Era la época del descubrimiento de nuevas especies para la botánica y por ello muchas de estas localidades se convirtieron en “localidades clásicas”, es decir, aquellos lugares en que por primera vez se había descrito para la ciencia tal o cual especie. También contábamos con insignes botánicos pedestres y muy trabajadores, desde Loefling,como Cutanda, Quer, Minuart o Barnades, hasta Pau, Rouy, Isern, Aterido, etcétera. Y una de esas primeras localidades clásicas fue el Cerro Negro. Unos cerros, cultivos y eriales cercanos al Manzanares a la altura de la confluencia con el arroyo Abroñigal (hoy M-30), que por arriba tenían una ondulada llanura llamada La Meseta que se prolongaba hacia el sur en paralelo al soto Luzón del Manzanares.

Localidad botánica clásica del Cerro Negro al sur de Madrid. Ayer y hoy

Este cerro no se llamaba Cerro Negro por, como se ha dicho para Los Monegros por ser “montes negros” al estar antaño cubiertos de un monte de especies de tonalidades oscuras como carrascas y sabinas, se llamaba Cerro Negro por tener unos suelos de arcillas oscuras que en mojado se volvían aún más oscuras. No eran tierras de bosque o monte, sino de cultivos, barbechos y baldíos, y junto al río, ricas huertas y sotos ribereños como Soto Luzón u Ormiguera, Soto de Migascalientes, Soto de los Frailes, etc. 

Espectacular floración de la morra o alcachofera (Cynara tournefortii)

En este cerro del sur madrileño que hoy es la vallecana Entrevías, arriba, y la estación de Contenedores de Adif y el pinar de entrevías hacia Santa Catalina, abajo. Aquí se hallaba todo un elenco de plantas poco comunes en el centro peninsular que, con su urbanización y saturación de población e infraestructuras a partir de mediados del siglo pasado, aparentemente desaparecieron de Madrid en muchos casos, como Astragalus scorpioides, Carduncellus matritensis, Convolvulus humilis, Cynara tournefortii, Gladiolus italicus, Hohenackeria polyodon, Teucrium spinosum, etc.

En una misma foto Carduncellus matritensis, Malvella sherardina, Teucrium spinosum, Echinops strigosus, etc., sobre arcillas cuarteándose

A partir del descubrimiento de una valiosa localidad en Coslada (Juan Manuel Martínez Labarga), unos solares vecinos a infraestructuras ferroviarias, y varias pequeñas localidades más en esa zona del este de Madrid, pudieron relocalizarse de nuevo especies como la morra o alcachofera a ras de suelo Cynara tournefortii, Astragalus scorpioides, Convulvulus humilis, C. meonanthus, Geropogon hybridus, Klasea flavescens, Malvella sherardiana, Teucrium spinosum, Triticum boeoticum, y aún más latinajos relativos a especies muy poco comunes en el centro peninsular o incluso a nivel europeo y mundial.

El muy escaso Teucrium spinosum en una rara localización madrileña

      El caso es que esta localidad, a pesar de la campaña que emprendimos en su favor, fue deliberada y reiteradamente arrasada por las autoridades de la Comunidad Autónoma Madrileña hasta que no quedó nada en absoluto; aunque la CAM traslocó muchas de las cynaras, tuvo nulo o escaso éxito. Varios años más tarde, tras el brutal destrozo y después de un intento inicial por parte de la farmacéutica Cofares, Amazon se ha hizo cargo de civilizar este absurdo secarral.

Solar de Coslada arrasado por la Comunidad de Madrid, abajo coincidencia de la zona arcillosa y los desarrollos urbanísticos del sureste


Ya llevábamos varios años metidos de lleno en esta desesperada búsqueda de especies de las arcillas y según íbamos hallando alguna nueva localidad, otras iban desapareciendo bajo operaciones urbanísticas desenfrenadas o bajo infraestructuras. Madrid crecía y sigue creciendo como una ameba inasequible a cualquier tipo de trabas, ya sean lógicas, ecológicas o arqueológicas (hemos visto desparecer la mayor necrópolis visigoda hispana bajo  desarrollos urbanísticos como el de Los Ahijones). Fuimos ampliando nuestro radio de acción a comarcas vecinas como la toledana de La Sagra, en parte gracias a los nuevos hallazgos de la gente de Ciencias Ambientales de Toledo y, en efecto, se trataba de las mismas especies sobre el mismo nicho ecológico, el de las arcillas expansivas ricas en magnesio (esmectitas, montmorillonitas, arcillas con arenas, arcillas con yesos, saponitas, stevensitas, arcillas con dolomías, sepiolitas, etc.). A los suelos formados por estas arcillas se les llama vertisoles o suelos de carácter vértico, de verter o remover, debido a su remoción natural a partir de las grandes grietas que se abren y cierran en ellos en función de los ciclos de humedad que soportan.

Corte del terreno donde se aprecia la total ausencia de horizontes debida a la remoción natural

En una de esas excursiones, ya casi de noche, vi desde el coche las enormes hojas de unas Cynara tournefortii en un solar cercano a la carretera. Paré y vi que había muchas más, también algunas Malvella sherardiana, algunas pequeñas cynaras recién nacidas y, junto a éstas, otras parecidas, pero más pequeñas. Aunque eso ya parecía otra cosa, y vi varias más, hasta que en una de ellas aparecía en su centro un gran capítulo con la flor azulada, se trataba de otra especie, una del género Carduncellus. Al instante recordé que de todo el elenco de plantas del Cerro Negro, era la única que no se había vuelto a ver después de todos estos años de redescubrimiento de aquellas plantas, el cardillo de Madrid, el Carduncellus matritensis, dada por extinguida en el Atlas y Libro Rojo de la Flora Vascular Amenazada de España.

Carduncellus matritensis junto a Cynara tournefortii en su única localidad madrileña

La localidad era muy buena y además estaban, como debería ser, porque se trata de una comunidad vegetal característica de las arcillas expansivas, casi todas las especies típicas de estas arcillas “madrileñas”, arcillas a las que habían añadido piedras y cascotes para poder trabajar mejor esa tierra tan pegajosa, hasta que se abandonó agrícolamente ese solar en espera de un uso más industrial que inmobiliario, como pasó con otras parcelas cercanas. El caso es que había bastantes Carduncellus matritensis. Inmediatamente nos pusimos a explorar concienzudamente toda la zona hasta hallar otra población, bastante menor, pero poco o nada humanizada y, por indicaciones de la gente de la Facultad de Ciencias Ambientales de Toledo (Santiago Sardinero, Jorge Isabel, etc.), buscamos en solares incultos en el área de Illescas y Numancia de la Sagra, hasta dar con una tercera población.

Parte de la tercera población localizada en La Sagra toledana

Pero, ¿Existe verdaderamente la especie Carduncellus matritensis?, porque según la Lista Roja de la Flora Vascular Española, esta planta se ha considerado extinguida desde 1935. A partir de entonces y desde que la describiera Pau en 1904, pocos se han metido a indagar sobre una especie que ya no podían ver en estado natural. 

Ya en 1883 el botánico francés G. Rouy sitúa en el Cerro Negro la existencia de un Carduncellus monspelliensium, como puede apreciarse abajo

       Con el proyecto de Flora Ibérica, el buen botánico Ginés López fue el monógrafo del género y en sus indagaciones sobre la especie, apenas pudo contar con varios pliegos muy antiguos y diversas opiniones e interpretaciones que situaban esta planta bajo diferentes rangos taxonómicos, ya fuere como especie: (monspelliensium, mitissimus, pinnatus,..), subespecie: (pseudomitissimus, matritensis,..), variedad: (megacephalus, acaulis, subacaulis,..) o bien bajo otro género: (Carthamus, Cynara,..).

Antiguos pliegos, uno decimonónico y abajo de 1904 de Carduncellus matritensis

Es muy curiosa la historia taxonómica de esta especie pues ha pasado por decenas de interpretaciones, haciendo un verdadero galimatías de sus vicisitudes nomenclaturales hasta la actualidad. Recuerdo que uno de sus fugaces nombres, coincide con mi primera impresión al verlo al lado de las grandes Cynara tournefortii y fue el de Cynara pygmaea, es decir, cynara enana. Recuerdo también que Rouy en 1883, en su catálogo sobre las plantas del Cerro Negro cita el Carduncellus monspelliensium que fue donde lo incluyó finalmente Ginés López en su monografía de Flora Ibérica sin atribuirle ningún rango diferente, solo como "una forma de suelos particularmente fértiles". Posteriormente Mateo y Crespo en 1998 están de acuerdo con Ginés López, pero esta vez sí le dan validez como subespecie, Canduncellus monspelliensium subsp. matritensis.

Aquenios unidos para poder "volar" juntos en su dispersión. Se puede apreciar que las semillas están abortadas o comidas por una avispilla parásita de esta planta.

Gracias a Rubén de Pablo, nos pusimos en contacto con los mayores conocedores del género en el Mediterráneo, o sea, en el mundo. Roser Vilatersana y Alfonso Susanna que nos contaron que en efecto, que incluso lo estuvieron buscando hace años infructuosamente por los alrededores de Madrid, al igual que han hecho con cada una de las especies del género, aquí, en Creta o en el Líbano. Cuando les mandamos fotos y material, se pusieron inmediatamente a trabajar en ello, pero nos dijeron que, sin duda, ya podíamos hablar del redescubrimiento de la especie y más aún, cuando la pudieron ver in situ


También es curioso lo que ocurre en los herbarios, pues tuvimos que acudir a las fuentes originales donde estaban aquellas plantas "extinguidas". Realmente sí que había pliegos en mal estado, pero, muchos del herbario de Farmacia se encontraban en bastante buen estado de conservación e incluso encontramos un pliego de 1972 de José Borja. Quedaba claro que no debería haberse dado por extinguida desde  1935, lo que indica que probablemente no se acudió a investigar a este magnífico herbario. 

Pliego de 1972 de J. Borja

      Triste, pero cainismo “typical spanish” pues hasta hace pocos años existía una no muy velada hostilidad entre dos ramas de la botánica, la del Jardín Botánico, con Santiago Castroviejo, y la de la Facultad de Farmacia, con Salvador Rivas-Martínez y por ello es muy probable que se omitiese la búsqueda en este herbario. Farmacia fue el lugar de nacimiento de la botánica española por su estrecha relación con el estudio de los principios activos de las plantas para su finalidad última médico-sanitaria, hoy se estudia mayormente en las facultades de biología. Afortunadamente esta división y enfrentamiento, ya está claramente superado, pero ha dejado episodios absurdos de este tipo a lo largo de varias décadas.

Árbol filogenético del género Carduncellus (Roser Vilatersana & Alfonso Susanna)

Posteriormente, Roser Vilatersana y Alfonso Susanna confeccionaron el árbol filogenético de todo el género Carduncellus con la inclusión, por fin, del Carduncellus matritensis, posicionado, no donde en principio apuntaban diversos autores, cerca de C. monspelliensium o de C. pinnatum, sino junto a la que más se asemeja, C. cuatrecasasii una planta del centro-sur peninsular, también de suelos arcillosos, pero esta vez bien alzada y ramificada sobre el suelo, aunque pueda aparecer algún ejemplar que parezca carecer de tallo, siendo entonces similar, pero solo en eso, a nuestro Carduncellus matritensis.

Carduncellus cuatrecasasii en una localidad de Ciudad Real

Finalmente y siguiendo con nuestras exploraciones de toda su área potencial, dentro de los suelos sobre arcillas expansivas, encontramos Carduncellus matritensis en el lugar de su nombre específico, Madrid. Unos pocos ejemplares, con solo dos plantas floridas en un entorno francamente bochornoso de basuras y callejuelas abandonadas, donde la naturaleza está volviendo a recolonizar, y donde, sobre estos suelos tan arcillosos, solo los verdaderos especialistas, como lo es esta planta, pueden competir por la supervivencia que nosotros les ponemos tan difícil, bien por el urbanismo o bien por una agricultura tan tóxica que no permite la existencia de otras plantas en los campos que no sean las cultivadas.

Planta casi descalzada y recubierta de sedimentos. Abajo plantas soportando la sequía y comidas por conejos

Ni que decir tiene que esta planta, a pesar de estas cuatro localidades descubiertas, no solo no tiene el futuro garantizado, sino que se encuentra en claro peligro crítico de extinción por muchas de las categorías y criterios condicionantes de la Lista Roja de Especies en Peligro de la UICN. La pasada primavera casi desaparece una población por unas obras de infraestructuras de desvío de pluviales y otra está sobre suelo sometido a planes urbanísticos que prevén su transformación. Por si esto fuera poco, ahora viene la brutal expansión de las fotovoltaicas, transformando miles de hectáreas de  buenos terrenos argílicos.


      Tristemente no solo está afectada por peligros humanos, como son los que la han llevado a esta “extinción” o enrarecimiento, las causas naturales también se están sumando a esta pelea por la supervivencia, la sequía dejó sin floración la mayoría de las plantas en 2023 sin que pudiésemos recolectar ni una sola semilla; hay un tipo de insecto que devora las semillas antes de su dispersión y numerosas plantas han sido cubiertas por más de 10 cm de derrubios con los episodios lluviosos de junio pasado y más aún con los de inicios de septiembre de este 2023. 


     Esperemos que esta bella planta, no vuelva a extinguirse nunca más y, entre todos, podamos recuperar o ampliar sus poblaciones. Para ello te pido tu colaboración para que esta especie, en reconocimiento también de todas sus compañeras de la comunidad vegetal de las arcillas expansivas que también se encuentran en verdadero peligro de extinción, sea reconocida como Planta Amenazada del Año. Ninguna especie en peligro crítico es más importante que otra y desde aquí, señalo el inminente peligro de desaparición que tienen otras plantas argílicas compañeras como Allium cyrilli, Convolvulus humilis, Hohenackeria polyodon o Triticum boeoticum. Hay que conseguir que esta comunidad vegetal sea reconocida como Hábitat Prioritario por la CE para que, al menos, pueda sobrevivir algún lugar con una buena muestra de la comunidad florísitica de las arcillas al completo.

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...