Hablar de las arenas de Doñana es hablar de prácticamente todo Doñana, con la importante salvedad de los arcillosos terrenos marismeños y fluviales. La arena empieza en la misma orilla del océano, del que de Doñana se dice que tiene dos, el océano Atlántico y el océano de pinos que se extiende hasta donde alcanza la vista, precisamente sobre esas arenas y que dan fama a los piñones de Huelva.
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Las arenas comienzan marinas, pero al poco tienen que remontar otras arenas petrificadas, de tiempos anteriores y del mismo origen marino. Estas arenas petrificadas, solo lo están ligeramente, pues fácilmente se erosionan, para volver a ser arena suelta y continuar su viaje al interior del continente, hasta llegar al Condado onuvense o el Aljarafe sevillano, ya primeras, aunque lejanas, estribaciones de Sierra Morena. Estas dunas fosilizadas están presentes en las dos terceras partes del litoral más occidental entre Matalascañas y Huelva, por la parte más cercana a la desembocadura del Guadalquivir, son todo dunas, no solo del holoceno, nuestro tiempo geológico, sino que prácticamente son de tiempos históricos, es decir a partir de los Ibero-romanos.
Entonces casi todo Doñana era un gran estuario que llegaba hasta Sevilla, con gran cantidad de islas, como lo fue Cádiz, lugares todos estos donde tuvo lugar la tan especial como desconocida cultura de Tartessos. A partir de la alta transformación que hicieron los romanos del interior de la Bética, la erosión fue rellenando paulatinamente ese gran estuario, hasta dejarlo como lo conocemos actualmente.
Todo es arena, no hay ninguna piedra, y si la hay, la han traído de fuera o es más que probable que pueda tratarse de un hallazgo arqueológico. En Doñana todo es arena o barro, es decir arcilla, como ocurre en toda la gran zona aluvial de Las Marismas, en ellas las arcillas se han ido depositando en el fondo creando una buena capa impermeable, que aunque se seque y resquebraje en la estación calurosa, no deja permear el agua, por lo que en cuanto el río se desborda, como tiene o tenía por costumbre, o llueve en buena cantidad, el agua se acumula, formando una enorme lámina de agua más o menos profunda, en función de la inundación, auténtico paraíso ornitológico, congregando a millones de aves nórdicas en los tiempos en que sus lugares de anidamiento quedan bajo un espeso manto de nieve y origen de la protección internacional de Doñana.
Las arenas son un medio físico muy falto de vida, el agua se escurre entre sus poros hasta el interior de la tierra, apenas retiene materia orgánica y extrema las temperaturas haciendo muy difícil la vida a la vegetación, por eso, solo la verdaderamente adaptada a esta dura realidad es la que puede prosperar aquí. Comienza la vida en las crudas arenas con esta rala vegetación especializada, la vegetación sabulícola o psammófila, y a partir de allí y dependiendo mucho del régimen de lluvias y de cómo vengan los años, puede ir entrando otro tipo de vegetación menos especializada aprovechando que, gracias a esa pionera vegetación inicial, las condiciones de vida se van suavizando, ya hay más materia orgánica, se puede retener más humedad y empieza a haber más oportunidades para la vida.
Esas especies pioneras pueden comenzar en la misma orilla de la playa y entonces, tienen que adaptarse a todo lo dicho antes, al duro viento marino cargado de arena y, también a otro ambiente extremo, como pueda ser el salino. Prosperan aquí pocas especies, como la típica gramínea estabilizante de las arenas, el barrón Ammophila arenaria, Armeria pungens, Artemisia campestris subsp. maritima, y otras especies como Cakile maritima, Eryngium maritimum, Euphorbia paralias, Salsola kali, Silene littorea, S. ramosissima, la camarina Corema album, la siempreviva Helichrysum serotinum subsp. picardii, Hypecoum littorale, la especial zanahoria Daucus arcanus, Linaria pedunculata, L. tursica, la compuesta endémica Heteranthemis viscidehirta, Vulpia fontquerana, Pancratium maritimum, Chamaesyce peplis y un ya corto etcétera.
Entran a partir de aquí hacia el interior, ya perdida la influencia de la maresía y aunque el sustrato sigua siendo móvil, cuando van apareciendo especies sabulícolas menos estrictas y de mayor porte, en muchos casos ya arbustivas, como pueda ser el famoso “monte blanco” de Doñana, un grisáceo matorral adaptado a una insolación atroz para recortar el consumo de agua, con especies como el jaguarzo blanco (Halimium halimifolium), endemismos propios de esta región, como pueda ser la subespecie de mejorana (Thymus mastichina subsp. donyanae), el gordolobo Verbascum masguindali, el cardo Onopordum hinojense o el codeso (Adenocarpus gibbsianus), el tomillo (Thymus albicans) y una buena variedad de armerias que llegan a hibridar entre ellas, como Armeria gaditana, A. hispalensis, A. hirta, A. hispalensis o A. velutina y la abundante jarilla de las arenas (Halimium calycinum), el endemismo Ononis baetica var. donanensis, etc.
Una vegetación rala, pero que puede variar desde los portes más ínfimos, como las jarillas anuales Tuberaria brevipes, T. conmutata o T. echioides, Maresia nana, Arenaria algarviensis o las abundantes gramíneas Lagurus ovatus y Vulpia (Festuca) alopecurus, a los de gran porte, como puedan ser arbolillos especialistas de las arenas como un enebro (Juniperus oxycedrus subsp. macrocarpa) y una sabina (Juniperus phoenicea subsp. turbinata), subespecies idealmente adaptadas a “cabalgar” sin perecer, los trenes de dunas que, como una ola, van viajando en el espacio y en el tiempo, (con una abrupta subida del nivel del terreno y una algo más suave descenso) y hacia el interior.
Las dunas en su avance van cerrando determinadas zonas, a veces avanza más rápido la última línea de dunas que su precedente, entonces tiende a cerrar una zona, bien un alargado pasillo o dejando navas o superficies redondeadas rodeadas de altas dunas, son los famosos “corrales”, muy a menudo ocupados por un pinar, que primero se aprovecha de la protección que ofrece este cerco, para posteriormente morir enterrados bajo la arena en su avance.
De estos trenes de dunas, hacia el interior, ya aparecen bastos terrenos arenosos, pero ya sin esas lomas, en una llanura de manto arenoso con apenas variaciones del terreno, si acaso pequeñas navas de áreas lagunares, hoy tristemente desaparecidas o secas. Es aquí en estos terrenos llanos, aunque también lo hacen en menor proporción en las dunas ya casi fijas, multitud de otras especies sabulícolas, algunas endémicas de esta región Onuvo-Algarviense, especies como el codeso Adenocarpus gibbsianus, Allium pruinatum, Anchusa calcarea, Arenaria algarbiensis, la escoba Cytisus grandiflorus subsp. cabezudoi, Euphorbia boetica, la aulaga Genista ancistrocarpa, Iberis ciliata subsp. welwitschii, la omnipresente Loeflingia baetica, Mercurialis elliptica, o las gramíneas endémicas de estas arenas Gaudinia hispanica, Anisantha macranthera, junto con la gran Celtica gigantea subsp. donyanae.
En los escasos cursos de agua de esta zona arenosa, la vida se desborda, con alisedas o alcornoques cuajados de cortinas o lianas de zarzaparrilla Smilax aspera, apareciendo numerosos helechos de pescaderos Pteridium aquilinum, el helecho real Osmunda regalis e incluso el menos común Thelypteris palustris, con arbustos como el endémico arranclán andaluz Frangula alnus subsp. baetica o es rusco sureño Ruscus hypophyllum y toda una flora más atlántica y húmeda que queda en las antípodas de las inmediatas y duras arenas.
En los acantilados arenosos del litoral aparecen también algunas especies de interés, como pueda ser el endémico llantén de Huelva Plantago macrorrhiza o la gramínea compacta y de buen tamaño Imperata cylindrica que medra en los numerosos pequeños nacederos en esos cortados siguiendo el hilo de agua hasta que ésta desaparece en la arena.
Este año Doñana estaba que se salía, los mismos guardas del parque estaban alucinados de ver tanta agua, tanta que muchas especies han retrasado sus ciclos por no tener acceso a la comida, como ha pasado con los flamencos. Nubes de todo tipo de aves se movían a lo largo y ancho del parque. Pero este no ha sido el caso de estos arenales que aquí describo vegetalmente. El agua brillaba en sus numerosas lagunas temporales, y si este año, con todo lo que ha caído por aquí, no ha llegado a aflorar el nivel freático que da vida a esas lagunas, ya nos podemos ir despidiendo. La agricultura se ha bebido un agua que antes era del monte, esa es la realidad y la imagen contrapuesta de vallas delimitando todo un Parque Nacional o Natural y al otro lado de la valla invernaderos legales.
Un territorio demasiado amplio para permanecer ajeno a la monetización de todo aquello que se pueda monetizar, rentabilizar o poner en producción, ya sea agraria o turística. Matalascañas fue un hachazo urbanístico en medio del paraíso del Coto, y la agricultura legal e ilegal con sus continuas extracciones de agua de un acuífero que nadie ha querido controlar, ha sido el otro gran hachazo. No sé cómo quedará todo con ese acuerdo millonario que pretende controlar la agricultura a base de talonario, no sé realmente si compensa. No sé si esta solución, adoptada in extremis ante las amenazas de millonarias multas europeas y la vergüenza de un deterioro inexcusable, sería exportable a regiones con ese mismo problema desde mucho más antiguo, como es el caso del agua de la llanura manchega y la agonía de las Tablas de Daimiel, o de los pequeños pero ricos complejos lagunares de la llanura del Duero.
El caso es que ha sido muy triste ver la cantidad de observatorios de aves acuáticas, con vistas en lugar de a una laguna, a un pequeño pinar en ciernes, pues hace tanto tiempo que no tienen agua que la vegetación sabulícola o los mismos pinos, ahora crecen en su interior y ya van cogiendo dimensiones importantes.
Doñana es una joya natural que no nos podemos permitir el lujo de dilapidar, un tesoro de todos los españoles donde no tienen porqué, unos pocos de ellos, cambiar su destino por intereses económicos personales. Aunque su símbolo más llamativo sea el lince, para mí no cabe duda de que su símbolo es esta arena de la que hablo, dudo que en España haya una región arenosa tan grande como esta que abarca desde la frontera portuguesa hasta Sanlúcar. Dudo que los interiores arenales del Duero lleguen a tener esa dimensión e impronta en el paisaje, aunque su Tierra de Pinares, se parezca al mar de pinos de esta sureña región.
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