jueves, 30 de noviembre de 2023

Carduncellus matritensis, el muerto que aún estaba vivo

 


A veces las plantas te dan sorpresas muy agradables. Llevo unos cuantos años estudiando un tipo de plantas muy especiales, las plantas que viven sobre suelos ricos en arcillas, los vertisoles. La cosa vino con unas pocas plantas muy raras que habíamos ido localizando (Juanma, Rubén, Darío, el que suscribe, etc.) en Madrid capital o en su inmediata vecindad. Atando cabos comprobamos que la existencia de dichas plantas estaba ligada íntimamente a esos suelos con un alto porcentaje de arcillas expansivas, en este caso, las llamadas arcillas verdes madrileñas, aunque su dominio llegue por el sur y La Sagra, casi hasta la ciudad de Toledo.


No partíamos de la nada, ya hace más de cien años, con un Madrid mucho más comedido, donde únicamente existía la Universidad Central, los botánicos campeaban y hacían sus excursiones por los alrededores más accesibles de Madrid, pensemos que en aquellos tiempos subir a la sierra era poco más o menos, montar una expedición que acarreaba una logística difícil de asumir. Se herborizaba en los alrededores inmediatos de la Ciudad, es decir, Casa de Campo, sotos del Manzanares, San Isidro, Delicias, Cerro Negro, Moncloa y si acaso, se cogía el Tren de Arganda, y se iba hasta Vallecas, Vicálvaro, La Fortuna, Valderribas, Montarco, Capa Negra, Ribas de Jarama o Arganda.

Áreas potenciales de la vegetación ocupada por arcillas expansivas (Rubén de Pablo)

Era la época del descubrimiento de nuevas especies para la botánica y por ello muchas de estas localidades se convirtieron en “localidades clásicas”, es decir, aquellos lugares en que por primera vez se había descrito para la ciencia tal o cual especie. También contábamos con insignes botánicos pedestres y muy trabajadores, desde Loefling,como Cutanda, Quer, Minuart o Barnades, hasta Pau, Rouy, Isern, Aterido, etcétera. Y una de esas primeras localidades clásicas fue el Cerro Negro. Unos cerros, cultivos y eriales cercanos al Manzanares a la altura de la confluencia con el arroyo Abroñigal (hoy M-30), que por arriba tenían una ondulada llanura llamada La Meseta que se prolongaba hacia el sur en paralelo al soto Luzón del Manzanares.

Localidad botánica clásica del Cerro Negro al sur de Madrid. Ayer y hoy

Este cerro no se llamaba Cerro Negro por, como se ha dicho para Los Monegros por ser “montes negros” al estar antaño cubiertos de un monte de especies de tonalidades oscuras como carrascas y sabinas, se llamaba Cerro Negro por tener unos suelos de arcillas oscuras que en mojado se volvían aún más oscuras. No eran tierras de bosque o monte, sino de cultivos, barbechos y baldíos, y junto al río, ricas huertas y sotos ribereños como Soto Luzón u Ormiguera, Soto de Migascalientes, Soto de los Frailes, etc. 

Espectacular floración de la morra o alcachofera (Cynara tournefortii)

En este cerro del sur madrileño que hoy es la vallecana Entrevías, arriba, y la estación de Contenedores de Adif y el pinar de entrevías hacia Santa Catalina, abajo. Aquí se hallaba todo un elenco de plantas poco comunes en el centro peninsular que, con su urbanización y saturación de población e infraestructuras a partir de mediados del siglo pasado, aparentemente desaparecieron de Madrid en muchos casos, como Astragalus scorpioides, Carduncellus matritensis, Convolvulus humilis, Cynara tournefortii, Gladiolus italicus, Hohenackeria polyodon, Teucrium spinosum, etc.

En una misma foto Carduncellus matritensis, Malvella sherardina, Teucrium spinosum, Echinops strigosus, etc., sobre arcillas cuarteándose

A partir del descubrimiento de una valiosa localidad en Coslada (Juan Manuel Martínez Labarga), unos solares vecinos a infraestructuras ferroviarias, y varias pequeñas localidades más en esa zona del este de Madrid, pudieron relocalizarse de nuevo especies como la morra o alcachofera a ras de suelo Cynara tournefortii, Astragalus scorpioides, Convulvulus humilis, C. meonanthus, Geropogon hybridus, Klasea flavescens, Malvella sherardiana, Teucrium spinosum, Triticum boeoticum, y aún más latinajos relativos a especies muy poco comunes en el centro peninsular o incluso a nivel europeo y mundial.

El muy escaso Teucrium spinosum en una rara localización madrileña

      El caso es que esta localidad, a pesar de la campaña que emprendimos en su favor, fue deliberada y reiteradamente arrasada por las autoridades de la Comunidad Autónoma Madrileña hasta que no quedó nada en absoluto; aunque la CAM traslocó muchas de las cynaras, tuvo nulo o escaso éxito. Varios años más tarde, tras el brutal destrozo y después de un intento inicial por parte de la farmacéutica Cofares, Amazon se ha hizo cargo de civilizar este absurdo secarral.

Solar de Coslada arrasado por la Comunidad de Madrid, abajo coincidencia de la zona arcillosa y los desarrollos urbanísticos del sureste


Ya llevábamos varios años metidos de lleno en esta desesperada búsqueda de especies de las arcillas y según íbamos hallando alguna nueva localidad, otras iban desapareciendo bajo operaciones urbanísticas desenfrenadas o bajo infraestructuras. Madrid crecía y sigue creciendo como una ameba inasequible a cualquier tipo de trabas, ya sean lógicas, ecológicas o arqueológicas (hemos visto desparecer la mayor necrópolis visigoda hispana bajo  desarrollos urbanísticos como el de Los Ahijones). Fuimos ampliando nuestro radio de acción a comarcas vecinas como la toledana de La Sagra, en parte gracias a los nuevos hallazgos de la gente de Ciencias Ambientales de Toledo y, en efecto, se trataba de las mismas especies sobre el mismo nicho ecológico, el de las arcillas expansivas ricas en magnesio (esmectitas, montmorillonitas, arcillas con arenas, arcillas con yesos, saponitas, stevensitas, arcillas con dolomías, sepiolitas, etc.). A los suelos formados por estas arcillas se les llama vertisoles o suelos de carácter vértico, de verter o remover, debido a su remoción natural a partir de las grandes grietas que se abren y cierran en ellos en función de los ciclos de humedad que soportan.

Corte del terreno donde se aprecia la total ausencia de horizontes debida a la remoción natural

En una de esas excursiones, ya casi de noche, vi desde el coche las enormes hojas de unas Cynara tournefortii en un solar cercano a la carretera. Paré y vi que había muchas más, también algunas Malvella sherardiana, algunas pequeñas cynaras recién nacidas y, junto a éstas, otras parecidas, pero más pequeñas. Aunque eso ya parecía otra cosa, y vi varias más, hasta que en una de ellas aparecía en su centro un gran capítulo con la flor azulada, se trataba de otra especie, una del género Carduncellus. Al instante recordé que de todo el elenco de plantas del Cerro Negro, era la única que no se había vuelto a ver después de todos estos años de redescubrimiento de aquellas plantas, el cardillo de Madrid, el Carduncellus matritensis, dada por extinguida en el Atlas y Libro Rojo de la Flora Vascular Amenazada de España.

Carduncellus matritensis junto a Cynara tournefortii en su única localidad madrileña

La localidad era muy buena y además estaban, como debería ser, porque se trata de una comunidad vegetal característica de las arcillas expansivas, casi todas las especies típicas de estas arcillas “madrileñas”, arcillas a las que habían añadido piedras y cascotes para poder trabajar mejor esa tierra tan pegajosa, hasta que se abandonó agrícolamente ese solar en espera de un uso más industrial que inmobiliario, como pasó con otras parcelas cercanas. El caso es que había bastantes Carduncellus matritensis. Inmediatamente nos pusimos a explorar concienzudamente toda la zona hasta hallar otra población, bastante menor, pero poco o nada humanizada y, por indicaciones de la gente de la Facultad de Ciencias Ambientales de Toledo (Santiago Sardinero, Jorge Isabel, etc.), buscamos en solares incultos en el área de Illescas y Numancia de la Sagra, hasta dar con una tercera población.

Parte de la tercera población localizada en La Sagra toledana

Pero, ¿Existe verdaderamente la especie Carduncellus matritensis?, porque según la Lista Roja de la Flora Vascular Española, esta planta se ha considerado extinguida desde 1935. A partir de entonces y desde que la describiera Pau en 1904, pocos se han metido a indagar sobre una especie que ya no podían ver en estado natural. 

Ya en 1883 el botánico francés G. Rouy sitúa en el Cerro Negro la existencia de un Carduncellus monspelliensium, como puede apreciarse abajo

       Con el proyecto de Flora Ibérica, el buen botánico Ginés López fue el monógrafo del género y en sus indagaciones sobre la especie, apenas pudo contar con varios pliegos muy antiguos y diversas opiniones e interpretaciones que situaban esta planta bajo diferentes rangos taxonómicos, ya fuere como especie: (monspelliensium, mitissimus, pinnatus,..), subespecie: (pseudomitissimus, matritensis,..), variedad: (megacephalus, acaulis, subacaulis,..) o bien bajo otro género: (Carthamus, Cynara,..).

Antiguos pliegos, uno decimonónico y abajo de 1904 de Carduncellus matritensis

Es muy curiosa la historia taxonómica de esta especie pues ha pasado por decenas de interpretaciones, haciendo un verdadero galimatías de sus vicisitudes nomenclaturales hasta la actualidad. Recuerdo que uno de sus fugaces nombres, coincide con mi primera impresión al verlo al lado de las grandes Cynara tournefortii y fue el de Cynara pygmaea, es decir, cynara enana. Recuerdo también que Rouy en 1883, en su catálogo sobre las plantas del Cerro Negro cita el Carduncellus monspelliensium que fue donde lo incluyó finalmente Ginés López en su monografía de Flora Ibérica sin atribuirle ningún rango diferente, solo como "una forma de suelos particularmente fértiles". Posteriormente Mateo y Crespo en 1998 están de acuerdo con Ginés López, pero esta vez sí le dan validez como subespecie, Canduncellus monspelliensium subsp. matritensis.

Aquenios unidos para poder "volar" juntos en su dispersión. Se puede apreciar que las semillas están abortadas o comidas por una avispilla parásita de esta planta.

Gracias a Rubén de Pablo, nos pusimos en contacto con los mayores conocedores del género en el Mediterráneo, o sea, en el mundo. Roser Vilatersana y Alfonso Susanna que nos contaron que en efecto, que incluso lo estuvieron buscando hace años infructuosamente por los alrededores de Madrid, al igual que han hecho con cada una de las especies del género, aquí, en Creta o en el Líbano. Cuando les mandamos fotos y material, se pusieron inmediatamente a trabajar en ello, pero nos dijeron que, sin duda, ya podíamos hablar del redescubrimiento de la especie y más aún, cuando la pudieron ver in situ


También es curioso lo que ocurre en los herbarios, pues tuvimos que acudir a las fuentes originales donde estaban aquellas plantas "extinguidas". Realmente sí que había pliegos en mal estado, pero, muchos del herbario de Farmacia se encontraban en bastante buen estado de conservación e incluso encontramos un pliego de 1972 de José Borja. Quedaba claro que no debería haberse dado por extinguida desde  1935, lo que indica que probablemente no se acudió a investigar a este magnífico herbario. 

Pliego de 1972 de J. Borja

      Triste, pero cainismo “typical spanish” pues hasta hace pocos años existía una no muy velada hostilidad entre dos ramas de la botánica, la del Jardín Botánico, con Santiago Castroviejo, y la de la Facultad de Farmacia, con Salvador Rivas-Martínez y por ello es muy probable que se omitiese la búsqueda en este herbario. Farmacia fue el lugar de nacimiento de la botánica española por su estrecha relación con el estudio de los principios activos de las plantas para su finalidad última médico-sanitaria, hoy se estudia mayormente en las facultades de biología. Afortunadamente esta división y enfrentamiento, ya está claramente superado, pero ha dejado episodios absurdos de este tipo a lo largo de varias décadas.

Árbol filogenético del género Carduncellus (Roser Vilatersana & Alfonso Susanna)

Posteriormente, Roser Vilatersana y Alfonso Susanna confeccionaron el árbol filogenético de todo el género Carduncellus con la inclusión, por fin, del Carduncellus matritensis, posicionado, no donde en principio apuntaban diversos autores, cerca de C. monspelliensium o de C. pinnatum, sino junto a la que más se asemeja, C. cuatrecasasii una planta del centro-sur peninsular, también de suelos arcillosos, pero esta vez bien alzada y ramificada sobre el suelo, aunque pueda aparecer algún ejemplar que parezca carecer de tallo, siendo entonces similar, pero solo en eso, a nuestro Carduncellus matritensis.

Carduncellus cuatrecasasii en una localidad de Ciudad Real

Finalmente y siguiendo con nuestras exploraciones de toda su área potencial, dentro de los suelos sobre arcillas expansivas, encontramos Carduncellus matritensis en el lugar de su nombre específico, Madrid. Unos pocos ejemplares, con solo dos plantas floridas en un entorno francamente bochornoso de basuras y callejuelas abandonadas, donde la naturaleza está volviendo a recolonizar, y donde, sobre estos suelos tan arcillosos, solo los verdaderos especialistas, como lo es esta planta, pueden competir por la supervivencia que nosotros les ponemos tan difícil, bien por el urbanismo o bien por una agricultura tan tóxica que no permite la existencia de otras plantas en los campos que no sean las cultivadas.

Planta casi descalzada y recubierta de sedimentos. Abajo plantas soportando la sequía y comidas por conejos

Ni que decir tiene que esta planta, a pesar de estas cuatro localidades descubiertas, no solo no tiene el futuro garantizado, sino que se encuentra en claro peligro crítico de extinción por muchas de las categorías y criterios condicionantes de la Lista Roja de Especies en Peligro de la UICN. La pasada primavera casi desaparece una población por unas obras de infraestructuras de desvío de pluviales y otra está sobre suelo sometido a planes urbanísticos que prevén su transformación. Por si esto fuera poco, ahora viene la brutal expansión de las fotovoltaicas, transformando miles de hectáreas de  buenos terrenos argílicos.


      Tristemente no solo está afectada por peligros humanos, como son los que la han llevado a esta “extinción” o enrarecimiento, las causas naturales también se están sumando a esta pelea por la supervivencia, la sequía dejó sin floración la mayoría de las plantas en 2023 sin que pudiésemos recolectar ni una sola semilla; hay un tipo de insecto que devora las semillas antes de su dispersión y numerosas plantas han sido cubiertas por más de 10 cm de derrubios con los episodios lluviosos de junio pasado y más aún con los de inicios de septiembre de este 2023. 


     Esperemos que esta bella planta, no vuelva a extinguirse nunca más y, entre todos, podamos recuperar o ampliar sus poblaciones. Para ello te pido tu colaboración para que esta especie, en reconocimiento también de todas sus compañeras de la comunidad vegetal de las arcillas expansivas que también se encuentran en verdadero peligro de extinción, sea reconocida como Planta Amenazada del Año. Ninguna especie en peligro crítico es más importante que otra y desde aquí, señalo el inminente peligro de desaparición que tienen otras plantas argílicas compañeras como Allium cyrilli, Convolvulus humilis, Hohenackeria polyodon o Triticum boeoticum. Hay que conseguir que esta comunidad vegetal sea reconocida como Hábitat Prioritario por la CE para que, al menos, pueda sobrevivir algún lugar con una buena muestra de la comunidad florísitica de las arcillas al completo.

4 comentarios:

  1. Son unas plantas preciosas, espero que se puedan conservar y protegerlas. Saludos.

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  2. Es increíble que se sigan haciendo estos redescubrimientos, que gran trabajo has hecho.

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  3. Excelente reportaje acerca de este tesoro botánico que hoy he tenido la fortuna de ver, por primera vez, en el este madrileño y además en antesis. Saludos y felicitaciones por tu buen hacer Enrique.

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  4. Lástima que los que mandan en este país sean gente inculta, insensible, que sólo piensa en llenarse los bolsillos y prosperar a costa de lo que sea.

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