domingo, 18 de diciembre de 2022

Río Dulce, inesperado otoño de colores

 


                Quien me iba a decir lo que me iba a encontrar en una grieta de la gran altiplanicie celtibérica formada por la incisión del río Dulce, una explosión de colores otoñales, aún más sorprendentes tras la cantidad de kilómetros ocre-amarillentos que hay que recorrer hasta llegar allí. Unas, solo aparentemente, frías mesetas que separan dos grandes sub-cuencas del Tajo, la del Henares al norte-noreste y la del Tajuña al sur, que en nada presagiaban la orgía inesperada y colorista, de un otoño cobijado en rincones protegidos, donde probablemente, aparte de aprovechar la otoñada, también se hayan podido esquivar relativamente bien los durísimos calores estivales y no tan estivales de este verano-otoño.


                Para ser mediados de octubre y sin ver prácticamente un árbol con sus hojas tornando a visos otoñales, en todo el centro peninsular, fue una auténtica sorpresa. Sí que había por ahí, árboles caducifolios que ya no eran verdes, sino marrones, pero de un marrón enfermizo, resultado de un no poder aguantar las altas temperaturas y la falta de lluvias de este largo verano del 22 paradigmático de esta crisis climática que ya tenemos encima. No solo eran los árboles y arbustos caducifolios, sino también los de hoja perenne, los que han mudado su aspecto, quemándose en sus hojas más expuestas al astro rey, solo había que fijarse en las numerosas hiedras, aligustres japoneses, durillos, rododendros, eso en jardines, porque en el campo, la “seca de la encina” ha campado a sus anchas llevándose por delante a vetustas encinas e incluso rodales enteros de carrascas.

Magnífico pliegue en cofre puesto al descubierto por el tajo del río Dulce


                Tras tantos kilómetros de llanura, sorprende encontrarse un paisaje tan plegado y tan fallado, es como si un corte vertical mostrase el tesoro geológico que se esconde en su interior. Esto viene a señalar que hay multitud de llanuras distintas, si bien la muchas responden a largas deposiciones sedimentarias horizontales, otra buena cantidad de ellas son fruto de un arrasamiento erosivo que cercenó formas más o menos verticalizadas, en un juego de plegamientos y fallas que finalmente quedaron borrados a golpes de cientos de miles de años de intemperie. Casi todos los materiales de las laderas del río Dulce pertenecen al jurásico y algo de cretácico, hay pocos, pero hay enclaves de travertinos o tobas, fruto de antiguos manantiales que prácticamente criaban roca bajo sus aguas cargadas de carbonatos. En la localidad de La Cabrera aparece un gran rincón singular excavado en la roca, pero sin río, se trata de un magnífico meandro abandonado.

Meandro abandonado al NW de La Cabrera en el río Dulce

                También estamos en una región de incierta definición estructural en lo referente a grandes unidades geológicas, indefinición que se refiere a los límites precisos entre hasta dónde es Sistema Central (en general con alineaciones WSW-ENE) y hasta dónde se trata del Sistema Ibérico (en general en sentido WNW-ESE). En principio para plausible la adjudicación de límites en función de dicha orientación de las serrezuelas, que aquí destacan poco debido ya a la buena altitud de base de la meseta, entorno a los 1.000-1.100 m. Pertenecen claramente al Sistema Central la Sierra de Pela (1.539m) y su prolongación oriental, la Sierra del Bullejo (1.427m); ya en cierta indefinición están los Altos de Barahona (1.265 m) que más que una sierra es la culminación de esas mesetas celtibéricas y que contactan al sureste con la Sierra Ministra (1.312 m) que ya pertenece claramente al Sistema Ibérico.

Restos del castillo de Torresaviñán a 1.158 m en los altos de las parameras celtibéricas plano del parque


               Con ese colorido espectáculo me dediqué a fotografiar a diestro y siniestro, de hecho, esta entrada es el fruto de sacar a pasear unas imágenes que hace ya bastante tiempo que no captaba. Siempre he mantenido la tradición de la cacería fotográfica otoñal, a veces con largos viajes a la Cantábrica y a otros confines ibéricos, incluso a la fachada francesa de los Pirineos, aprovechando o no algún puente. Tradición recogida aquí en varias entradas, pero que desde hace varios años, pandemia mediante, no he tenido el gusto de prodigar. Aun así, no es excusa, esto solo pasa una vez al año y siempre merece la pena ir a su encuentro.

Llamaradas naranjas de los arces
Detalle de las hojas

                Los protagonistas que más han dado la nota colorista en estas fechas en este río Dulce han sido los arces (Acer monspessulanum), ya seguidos a cierta distancia por los fresnos, árbol que me tiene acostumbrado a una clara falta de protagonismo en la paleta otoñal y que solo en estas frías regiones tan continentales logra sacar unos amarillísimos colores que en la España menos fría brillan por su ausencia. Solamente en el norte, su congénere, el fresno de Vizcaya (Fraxinus excelsior) llega a tomar, con más facilidad en las altas cabeceras de arroyos y prados, unos colores casi tan estridentes como los de éstos. Seguro que aquí con el frío, no aparecen los miles de gusanitos colgando de sus ramas y que tan desagradable hacen el paseo bajo ellos en otras partes más sureñas de la península casi todos los meses de septiembre y parte de octubre.

Pequeña fresneda en el arroyo Gollorio y nogal en una chopera

                Este río y los cercanos (Tajuña, Henares, Cañamares, Bornova, etc.) son famosos por sus choperas, en muchos casos por el álamo negro (Populus nigra) cada vez menos común en los ríos y sotos ibéricos, que van siendo sustituidos por ejemplares sueltos de chopos híbridos de cultivo (Populus deltoides, P. x canadiensis, etc.) escapados de sus grandes plantaciones que hogaño ocupan lo que fueron prados, huertos o nogaleras antaño. También van quedando cada vez menos chopos lombardos que yo llamaría chopo de Castilla, por destacar en bordes de carreteras y arroyos de esta región siendo siempre los árboles más altos, se trata de Populus nigra var. italica con su clásica figura en forma de llama de vela, encendida si están otoñales.

Magníficos chopos cabeceros, cada día menos comunes

Chopos negros que en algunos lugares se muestran como unos espectaculares chopos cabeceros tras una domesticación de periódicos desmoches, para leña y ramoneo del ganado, que les dotan con los años de unos hercúleos troncos y ramas bajas. Esa práctica está cada vez más en desuso, solo en algún consciente y loable pueblo turolense, siguen apegados o resucitando dicha tradición. En estas fechas los chopos aún estaban bastante a medias y eso que suelen representar la imagen más turística, incluso la portada de uno de mis libros de cabecera, la Guía de espacios naturales de Castilla la Mancha, libro realizado por un montón de conocidos geógrafos y amigos.

Libro de la naturaleza castellano-manchega y choperas ribereñas

         Los habituales protagonistas "rojos" de los colores otoñales suelen ser los cerezos que por aquí, solo muy puntualmente están con su semáforo encendido, veo más amarillentos o sin hojas que rojizos, aún así es difícil captar las buenas oportunidades fotográficas que se me ofrecen a cada vuelta del camino, incluso los chopo0s me dan varias oportunidades que no logro atrapar en mi objetivo. Con tiempo un una caña, todo se andará y si no, todo esto sigue siendo un disfrute impagable, así como las tapillas en Pelegrina para reponerse o restaurarse (de ahí lo del gremio de la restauración) después de una agradecida caminata.

Unos de los escasos cerezos pintones y chopera tricolor
 

         El río Dulce es un afluente del Henares por su izquierda, que quizás solamente se llame así para contrarrestar a un indudable río Salado que también le llega a este río casi a la misma altura, pero por su derecha. Río que también será de obligado retrato en esta bitácora naturalista, aficionada a los ecosistemas menos sosos de la península. Más realista puede ser que reciba su nombre por el Dulce Nombre de Jesús de Estriégana, localidad donde tiene lugar su nacimiento al pie de Sierra Ministra y que tras poco más de 40 km desemboca en Matillas, no muy lejos de Jadraque.

Cañón y detalles en el bosque
Detalle acuático

                Parque Natural (y Reserva Fluvial) de moderadas dimensiones que acoge este cañón y buenos encinares aledaños en una alta región donde a mi parecer, realmente necesitan protección los medios ligados al agua, pues lo que antaño eran lagunas, zonas húmedas, nacederos, amplias olmedas, fresnedas y alamedas ribereñas que en su mayor parte han sido reducidos a un mero canal que diseca los numerosos vallejos. Esas canalizaciones han llevado incluso a destruir la gran cantidad de hectáreas salobres que daban nombre y personalidad a todo el valle del río Salado y de sus afluentes menores. Canalización y concentración parcelaria que también se llevó por delante a una relativamente importante cabaña ganadera ovina que funcionó en estas altas comarcas castellanas.

Pelegrina desde el río
y vista desde Pelegrina

                Da gusto comprobar la gran riqueza botánica que atesoran estos fríos barrancos, en mi opinión, las calizas son más fértiles que otros tipos de roca y eso se nota, aparte de que sus rocas llenas de vericuetos y oquedades también amplían el número de nichos ecológico explotables por las plantas. La gama arbustiva y subarbustiva es enorme, tomillos, ajedreas, rabos de gato, zamarrillas, salvias, espliegos, aliagas, espinos blancos y negros, aladiernos, sanguinos, jazminorros, rosas, aligustres, Rhamnus varios como los que se retuercen contorneando algunas rocas, y un largo etcétera de plantas menores donde me llaman la atención los tés de roca (Jasonia o Chiladenus glutinosa) o una estrellita púrpura como es el pequeño Aster willkommii.

Cornejo de tonalidades verdaderamente sanguíneas como su nombre científico
Flores otoñales de Aster willkommii

                A pesar de que los cornejos (Cornus sanguinea) están aún verdes, logro ver un par de ejemplares con las hojas completamente sanguíneas, un espectáculo, lástima de contraste si hubiese a su lado algún arce. En el río sí que están los nogales incluso con hojas caídas ya, pero quedan más vestidos que desnudos. Algún chopo tiene una buena mezcla de verdes y amarillos que no consigo retratar bien, pero es que estos paisajes y estas fechas dan para mucho trabajo, muchos senderos y muchas vidas.


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