En Sierra Morena hay miles de nuevas hectáreas de pinares, la mayoría de piñoneros en el sur y el resto de resineros en zonas altas y umbrías. Pero realmente, de manera natural, aquí prácticamente no debería haber pinos, salvo unas escasas hectáreas del resinero Pinus pinaster en unas altas laderas de Sierra Madrona, en Navalmanzano. Sobre este pinar relicto va a tratar esta entrada.
Al fondo la Bañuela que con sus 1320m. es el pico culminante de toda Sierra Morena
Esta
entrada está dedicada al buen hacer de Jesús
Charco, un gran investigador de la flora (y fauna) nacional y norteafricana,
que dedicó bastantes años a describir la situación y ecología de los últimos
pinos autóctonos de Sierra Morena.
Grandes laderas rocosas protegen a estos pinos de los incendios
Mucho se ha hablado de la naturalidad o
no de los pinares ibéricos, yo tampoco me he podido resistir en varias
ocasiones en este blog. Tengo mis ideas bastante claras al respecto y nadie me
ha sacado de ellas, aunque en un tiempo, debido al tremendo exceso repoblador y,
por qué no decirlo, destructor de una buena parte del monte español, no les
guardaba mucho cariño que digamos y apoyaba a quienes opinaban que la gran
mayoría de los pinares ibéricos estaban suplantando a los verdaderos bosques
naturales, formados por especies frondosas o quercíneas.
Las repoblaciones de pinos llegan hasta los 900m, el resto son todo encinas, quejigos y robles
Incluso aquellos beligerantes inicialmente
con los pinares, como la escuela comandada por Salvador Rivas-Martínez, ha ido
reconociendo paulatinamente y definiendo científicamente y con una buena dosis
de datos y argumentos, las sucesivas asociaciones de vegetación capitaneadas
por especies de pinos.
Aun así, es posible encontrar “elementos” que todavía no
se han puesto al día y siguen sin reconocer los excesos repobladores de antaño,
despotricando y retoricando contra esta escuela, mostrando un desconocimiento
total sobre el actual estado del conocimiento en esta materia, como quedó
demostrado hace casi un año, en una jornada científica sobre Espacios Protegidos y
repoblaciones forestales celebrada en la escuela de Ingenieros de Montes de
Madrid, donde el catedrático Luis Gil reventó dicha convocatoria desde la
propia mesa, dando un espectáculo lamentable a alumnos y asistentes.
La polémica de los pinos sigue viva. Esta jornada fue desviada y reventada por la susceptibilidad de un ingeniero de montes, al respecto de unas repoblaciones y su mantenimiento frente a la colonización por tejos y otras autóctonas por encima del madrileño Hayedo de Montejo.
Fuencaliente al fondo, es un pueblo casi más andaluz que ciudarrealeño, más allá, todo es Córdoba
Los pinares ibéricos vivieron mejores
tiempos en el pasado, en un clima más duro y más fresco que el actual, dada su
buena adaptación a estas condiciones. Con la dulcificación del clima, el
progreso de las demás especies arbóreas les fue recortando su terreno, lo que
unido al uso del fuego “civilizador”, las guerras, los incendios forestales y
la tala para uso y consumo humano les fue dando la puntilla; ni tan siquiera
las medidas protectoras de gobernantes y autoridades pudieron remediarlo.
Las duras condiciones de estas cumbres hacen que puedan ser tumbados por los vientos
Los pinares ibéricos han sufrido una
suerte desigual y en muchos casos manipulada, tanto para lo bueno, como para su
desaparición. La rectitud de sus fustes siempre les hizo preferibles como
material de construcción y carpintería, lo que hizo que fuesen más demandados y
talados que otros tipos de bosque, por el contrario, la facilidad de
repoblación y su dureza para soportar las primeras fases vitales, les dio un
protagonismo a todas luces excesivo en nuestros montes, a mediados del siglo XX, tendencia más o menos corregida en las últimas décadas.
Pinos piñoneros en sus cotas de repoblación más altas, a unos 800m de altura
Solo
algunas especies están en expansión, principalmente el pino carrasco Pinus halepensis, el pino piñonero P.
pinea y el resinero P. pinaster,
ambos aprovechando su mayor velocidad de
crecimiento y capacidad de dispersión. También un monte erosionado,
excesivamente trabajado o removido y, en general, las situaciones de inestabilidad, hacen que
el poder colonizador de los pinos, multiplique exponencialmente la capacidad
expansiva de otras especies de árboles.
Ejemplar de buen porte, creciendo en grietas cuarcíticas
Otros
pinares se encuentran en franco retroceso, el calentamiento climático está
arrinconando a las especies más montañeras hacia cotas superiores, si es que pueden subir. Esto está ocurriendo claramente con el pirenaico pino “moro” Pinus uncinata, y con los Pinus sylvestris y P. nigra en todas las montañas ibéricas. Este calentamiento no solo los expulsa de las zonas más térmicas, también los debilita, abriendo la puerta a
la llegada de plagas nefastas con ellos. Un triste ejemplo reciente es la debacle de
los pinares repoblados con el pino de Monterrey Pinus radiata (P. insignis)
en el País Vasco.
Farallón con el abrigo de las célebres pinturas rupestres de Peña Escrita
Son muchos los que piensan que grandes
regiones biogeográficas, como pueda ser la Luso-Extremadurense, que ocupa algo
más del cuadrante suroeste ibérico, no poseen pinares naturales en
esa gran extensión, pero como nos demostró recientemente Jesús en una excursión
del X Congreso Nacional de Biogeografía celebrado en Ciudad Real el pasado año, esto no es así. Los pinares de Pinus pinaster llegaron a enseñorearse de grandes zonas
cumbreñas, de esos cuarcíticos macizos de Sierra Morena y Montes de Toledo en
una pasado no muy remoto, como también pueden atestiguar, la gran cantidad de
(fito)topónimos dispersos por todos los montes de esta gran región.
Los últimos pinares Luso-Extremadurenses aún prosperan tímidamente en la sierra de Navalmanzano.
Pinares ya mentados en escritos que señalaban los límites del obispado de
Córdoba en la edad media. Muchos de ellos pinos cimeros, ocupando estaciones
muy rocosas, en grietas y rincones, y otros, los más atrevidos, en situaciones
de ladera, a veces protegidos por pedreras.
Muchos pinos son como éste, sin apenas futuro cuando ya no pueda prosperar en esa grieta rocosa
Según nos contó Jesús Charco, la dinámica de
los pinos en toda la región ha estado sujeta a la actividad humana, no tanto
por su aprovechamiento forestal, sino por el manejo del fuego en toda esta
homogénea región. El único aprovechamiento pasado del monte, quitando el ocasional
cinegético, que hoy se ha impuesto totalmente, era el pastoreo de cabras y algo de apicultura.
La pobreza era tal que hasta estos ásperos lugares tenía que venir
la gente a buscarse el sustento. Para el manejo de pastos era crucial el uso
del fuego, a partir del incendio el monte se abría y brotaba la hierba, pero
con el paso de tres, cuatro años, ya se había cubierto de arbustos y se hacía
necesario otro incendio. Así ha sucedido durante muchas generaciones y el pino
solo ha podido soportarlo en las estaciones más rupestres.
Un par de pinos compartiendo la misma grieta rocosa
Desde estos escabroso lugares, si se
daban las condiciones, como ha ocurrido aquí, el pino llegaba a colonizar las
inestables laderas de la vecindad de los lugares donde había permanecido
acantonado tras los fuegos. Todo a la espera de que otro incendio los hiciese
retroceder de nuevo. La historia de esta dinámica tan inestable y dañina ha ido
eliminando los pinares de una sierra y otra hasta llegar al panorama actual, y
mira que hay cientos y cientos de sierras por toda la región, todas, como
ocurre en los relieves apalachenses, de alturas bastante uniformes, alcanzando
el cordal principal de Montes de Toledo, entre los 1300 y los 1450, los de
Sierra Morena, entre los 1100 y 1300, y la gran multitud de sierras intermedias
entre ambas cordilleras, entre los 700 y 800m.
En la actualidad y fruto de la fiebre repobladora
de antaño, estas montañas pletóricas de quercíneas (encinas Quercus
rotundifolia, quejigos Q. broteroi-faginea, robles Q. pyrenaica, alcornoques Q.
suber, coscojas Q. coccifera e incluso el quejigo gaditano Q. canariensis) y un
bosque mediterráneo tremendamente diverso en especies, fueron desplazadas en
muchos lugares por repoblaciones de Pinus pinaster y con ello, paradójicamente,
un mayor peligro para este bosquete relicto. Con las repoblaciones llegaron
elementos que nunca habían existido aquí, aunque no contundentes, sí visibles y peligrosos: la procesionaria y las ardillas, éstas últimas por reducir fuertemente con su consumo de piñones, el
reclutamiento de nuevos ejemplares.
Bosque mixto de encinas, alcornoques y quejigos. Al fondo olivares y pinares de repoblación
Pero uno de los mayores peligros, viene
de la sobreabundancia de herbívoros campando por estas sierras que han visto,
una vez casi desparecido el ganado doméstico, como sus efectivos no han parado
de incrementarse durante años. Incluso ya contando desde siempre con la
presencia de la cabra montés, muy retraídas y acantonadas en determinadas fincas
cercanas (al parecer se está identificando actualmente como una subespecie
nueva), el verdadero peligro son los venados, no tanto por su consumo de ramón,
apenas visible, como por su querencia a ser desmochados y rotos de jóvenes para
rascarse la cornamenta o para quitarse los pellejos de las cuernas.
Poco a poco los pinares repoblados, en
cotas bastante inferiores, se van naturalizando, es decir, dejando huecos y mezclándose con la
vegetación de la zona. También trabajos silvícolas acometidos por la autoridad
de uno de los mayores (150.000 has.) y más recientes Parques Naturales
españoles, como es el Parque Natural de Alcudia y Sierra Madrona, tienden a
suavizar y naturalizar esas grandes masas de pinares, al menos en las zonas
cercanas a la carretera nacional N-420 de Puertollano a Montoro.
Arroyo con una pequeña aliseda
Un
parque muy poco dotado, pero con buenos profesionales que se multiplican para
poder acometer esa inmensa carga de trabajo, en una región llena joyas
naturales y grandes problemas, en el mejor monte mediterráneo peninsular. Me gusta mucho Cabañeros, pero el Parque Nacional del monte
mediterráneo debería estar aquí. Sierra Madrona es muy especial y completa, no
en vano, aquí están todavía reunidos la flor y nata del bosque mediterráneo, el
lobo (por los pelos), el lince, la cabra montés, el águila real, la
imperial, la perdicera, la cigüeña negra, el alimoche, el buitre negro, etc.
De
camino hacia el pinar pudimos contemplar una de las mayores rarezas botánicas
de Sierra Madrona, la especial planta carnívora Drosophyllum lusitanicum, una planta parecida a la drosera, de la
que toma el nombre genérico, de largas hojas con gotillas pegajosas en su margen
que cuando atrapan un insecto, se cierran en espiral sobre él.
La extraña planta carnívora Drosophyllum lusitanicum
Pero lo
verdaderamente sugerente de Sierra Morena, son sus impresionantes dimensiones, los kilómetros y kilómetros de cordales rocosos, los inmensos jarales, sus madroñales, sus bosquetes de quejigos en
las umbrías y en la vecindad de los arroyos, las hiladas de altos alisos
bordeando sus ríos, sus espesos robledales en alturas y umbrías, (los mayores de la mitad sur
peninsular) y sus ásperos riscos, repetidos hasta la saciedad pero en multitud
de formas diferentes, a veces estratigráficamente fileteados en vertical o en ocasiones cortados por profundas e inaccesibles hoces.
El hombre de estos campos
que incendia los pinares
y su despojo aguarda como botín de guerra
antaño hubo raído los negros encinares
talado los robustos robledos de la sierra
Hoy ve sus pobres hijos huyendo de sus lares
la tempestad llevarse los limos de la tierra
por los sagrados ríos hacia los anchos mares
y en páramos malditos trabaja, sufre y yerra
Por Tierras de España. Antonio Machado
(dedicado a Boiro y más Extremoduros)