Hace poco realicé una entrada sobre los bosques lluviosos ibéricos.
Semanas más tarde, azarosamente, estuve por Algeciras y aproveché para
acercarme a ver el interior de estas sierras gaditanas y “bucear” en lo mejor
del bosque pluvial ibérico.
Me ratifico, una vez visto el íntegro original, en todo lo expuesto en la anterior entrada; y aunque me han quedado muchas cosas por ver, ahora tengo una idea mucho más clara de la ecología de este tipo de bosques mediterráneos húmedos y calientes.
Me ratifico, una vez visto el íntegro original, en todo lo expuesto en la anterior entrada; y aunque me han quedado muchas cosas por ver, ahora tengo una idea mucho más clara de la ecología de este tipo de bosques mediterráneos húmedos y calientes.
Scrophularia sambucina, una novedad para mí
Estas sierras gaditanas tienen
ventajas climáticas sobre lo dicho para las formaciones, “cuasi riparias”, del
interior peninsular. De entrada apenas hiela en invierno y en los veranos son algo más comunes los episodios
nubosos, aparte de que los, casi constantes, vientos húmedos de un mar o
del otro, aportan la nada desdeñable
“precipitación horizontal” de las abundantes nieblas orográficas y las rociadas
matinales.
El día prometía chaparrones, y
alguno me cayó, pero en lugar de entorpecer la ruta, la hicieron mucho más
acorde al verdor y a la frondosidad imperante por todos los rincones. Entonces
se comprende mejor la enorme diversidad de helechos y musgos que crecen al
amparo de esa humedad y que convierten estas serretas en un “punto caliente” de
la biodiversidad de helechos, musgos y liquénes ibéricos, Canarias incluída.
Ruscos, helehcos y candilillos tapizan el suelo del bosque
De
hecho, con esta región tiene lazos innegables; y de hecho, hay quien incluye
estos extremos del suroeste ibérico en la región macaronésica (Cabo
Verde-Canarias-Madeira-Azores). Una muestra de los helechos poco comunes que aparecen por aquí son: Davallia canariensis - Phillitys sagittata - Culcita macrocarpa - Psilotum nudum - Pteris incompleta - Vandenboschia speciosa - Christella dentata - Diplazium caudatum; frente a otros más comunes.
El primer contacto con la vegetación
algecireña me deparaba todo un botánico mundo nuevo, los espacios abiertos
llenos del amarillo de unas escobas
que desconocía (Stauracantha boivinii, Teline
monspessolana, etc.), cunetas y baldíos llenos de plantas que desconocía (Scrophularia sambucifolia, Cerinthe major,
Cynara baetica, Scilla peruviana, Asphodelus baeticus, Calamintha baeticus,
etc).
La enorme Scilla peruviana en una cuneta del camino de acceso a la zona
Me
interné primero por un arroyo principal, con una gran aliseda que prosperaba
entre los grandes bloques de arenisca,
orlados de grandes y vistosas cárices; pero
ese día, con todo mojado, no me daba ninguna confianza saltar entre
rocas y piedras mojadas. El suelo del bosque se encontraba tapizado de bellos
geófitos blancos como de ilustración de
cuentos infantiles (Allium triquetrum).
Lágrimas de la virgen, un bello ajo forestal, fue la flor más abundante del bosque en estas tempranas fechas
A partir de este río, tomé el
arroyo que me interesaba con la intención de subir lo más que pudiera
hacia la montaña. Entre lo resbaladizo
de las piedras ribereñas y lo selvático de ese primer kilómetro, tuve que
desistir de esa idea y buscar los claros del bosque y, a ser posible, sendas en
su interior.
Afortunadamente me vi en
medio de un buen bosque, la mayor parte de él de quejigos andaluces (Quercus
canariensis) que, allí en donde
había menos suelo, eran sustituídos por alcornoques o por acebuches.
Quejigos andaluces rodeados por alcornoques, más oscuros
Pronto asocié la imagen de la maraña de ramas a imágenes de la
laurisilva de Garajonay. Claro que no ví loros (Prunus hixa o P. lusitanica) pero si
mucha vegetación lauroide: laureles, durillos o el labiérnago de hoja ancha (Phillyrea media). Pero lo que más diferente
me pareció era el conjunto de lianas que subían o bajaban de los troncos y que conseguía hacer
el campo a través, casi impracticable.
Allí estaban impidiendo el avance de
“la botánica”, la hiedra, Hedera helix subsp. canariensis y sobretodo la pinchuda zarzaparrilla Smilax aspera, la parra Vitys
vinifera, los candilejos Aristolochia baetica, la madreselva Lonicera periclymenum subsp. hispanica, la nueza negra
Tamus communis, etc.
Una maraña de zarzaparrillas y otros bejucos, impide el avance por muchos rincones del bosque
Bajo
lo más espeso del dosel arbóreo apenas entra la luz, por zonas a ras de suelo, apenas aparece vegetación
herbácea. Me llamó la atención la
presencia del rusco, pero no solo el común, sino el que por el centro
peninsular, solo crece en maceteros de sombra, el Ruscus hyppophyllum, junto con la rubia, aunque en una variante endémica
de Rubia peregrina subsp. longifolia.
El aún no florecido lirio hediondo
El suelo también se cubre de
los lirios hediondos Iris foetidissimus,
de lágrimas de la virgen Allium triquetrum y de un original candilillo,
el Arisarum proboscideum y gramíneas y cárices varias.
El rusco y la rubia sureña, acompañados por polipodios
Este clima del Campo de Gibraltar ha conseguido variar
ligeramente las especies a formas locales, como con ruscos, rubias, candilillos
y también con el avellanillo, un arranclán, Rhamnus frangula subsp. baeticus,
de hojas mayores que el común.
Las hojas recién estrenadas del quejigo gaditano (Quercus canariensis)
O quizás ¿Ha sido el clima del interior el que ha
cambiado a estas especies?, con un clima que ha ido amesetándose paulatinamente,
pues partimos de climas fini-terciarios húmedos y cálidos que se han ido
endurenciendo con el devenir de los tiempos hasta la actualidad.
El candilillo de los Alcornocales, una de las plantas más abundantes en lo más sombrío del bosque
El ambiente húmedo y lo cerrado del
bosque, creaban un ambiente fantasmal, además parece que el día frío y
lluvioso, dejó el monte sin ningún visitante. Los quejigos andaluces iban
progresivamente aumentando su tamaño según me internaba en el bosque, al mismo
tiempo que se cargaban de musgos y helechos, a veces quedaba claro, que a estas
iniciales alturas de primavera, tenían mucha más superficie foliar en la carga
de helechos de sus troncos que en sus hojas
Un enorme tronco de quejigo tomado por el helecho Davalia canariensis
.
Casi todos los quejigos andaluces
tienen una forma parecida a encinas o alcornoques, pero a lo bestia, en contraste con los que yo conocía de alguna garganta de Sierra Morena. Luego me enteré de
que es una forma debida a las podas para
carboneo que afectó a estos bosque hasta no hace mucho tiempo.
Con carboneo o sin él, puedo decir que toda esta región posee uno de los bosques más variados e interesantes de toda la península, con una muestra de casi todos ellos. Pero no hay duda que están entre los mejores bosques mediterráneos lluviosos, junto con algunos del NE catalán o algunas serretas portuguesas litorales
Con carboneo o sin él, puedo decir que toda esta región posee uno de los bosques más variados e interesantes de toda la península, con una muestra de casi todos ellos. Pero no hay duda que están entre los mejores bosques mediterráneos lluviosos, junto con algunos del NE catalán o algunas serretas portuguesas litorales
Típico quejigo gaditano con porte en candelabro
Aparecen
todas las queríneas marcescentes y esclerófilas, incluído el arbustivo Quercus lusitanicus, las formaciones de
acebuchales, de puros a en buena mezcla con alcornoques, encinares, alguna
pequeña mancha de pinar relicto de Pinus
pinaster y llegando a contactar con los pinsapares de Grazalema. Los
bosques de ribera muestran magníficas alisedas, fresnedas y en los más frescos
“canutos” aparece el bellísimo rododendro.
Bordes de la aliseda orlados por Carex pendula
Todo esto sin despreciar las
faciaciones secas y termófilas de los palmitales costeros, a los “herrizos” o
brezales de las pobres arenas cimeras, ricos en la rara carnívora Drosophillum
lusitanicum. En fin, todo un compendio botánico ibérico y casi tropical que hay que preservar para las generaciones venideras.
Laureles entre los quejigos