Los Praos
de Carrión son una vasta superficie de aproximadamente 250 has., en relativo
buen estado de conservación natural. Se trata de una gran zona deprimida
formada por el arroyo Pellejero, también llamado Valdecañas, poco antes de su desembocadura
en el Guadiana, donde ambas aguas conforman la península que aislaba y defendía
la magnífica fortaleza de Calatrava la Vieja que fue durante siglos, la mayor
ciudad existente entre Toledo y Córdoba. Cerca de la fortaleza, se encuentra el
santuario de la virgen de la Encarnación, área de esparcimiento y celebración
del municipio de Carrión de Calatrava, a quien pertenecen todos estos terrenos.
Esta zona
fue terreno de caza y una buena área de pastos ganaderos o prados, siendo “Los Praos” su nombre que ha perdurado. También posee una fuerte impronta humana debido
al trabajo de muchas generaciones de yeseros, quedando sobre el terreno,
muestras de su antiguo oficio, como zonas excavadas, restos de casillas,
hornos, etcétera. Con el decaimiento y cese de esta actividad, a partir de los
primeros 80, este paraje parece quedar en el olvido, salvo para pastores y
cazadores, aunque por desgracia, a principios de los 70 sufrió trabajos de
canalización, al igual que el aledaño río Guadiana.
Restos de un antiguo horno de yeseros
Los Praos
de Carrión tienen una naturaleza muy dependiente de los distintos ciclos
climáticos que se suceden en este lugar, mostrando un aspecto, vegetación y
fauna, extremadamente variable, según vengan estos ciclos. En un solo año se
puede pasar de condiciones áridas, prácticamente salobres y esteparias, a un
gran humedal con lámina de agua duradera por años. Esto conlleva que unas
especies vegetales reemplacen a otras según estemos en un ciclo seco, húmedo o
en sus transiciones.
El calaminar inundado tras un buen evento lluvioso
Estas
variaciones climáticas son continuas; tras la sequía del primer lustro de los
90, llegaron las fuertes lluvias de 1996-97, pero fue a partir de finales de
2009, con el comienzo de un nuevo ciclo lluvioso, cuando se recargó hídricamente
esta región, aguantando algunas lagunas varios años seguidos, con el apoyo de
la cercanía del nivel freático a la superficie, probablemente gracias a la
existencia de acuíferos locales, menos profundos que el gran acuífero manchego.
En la actualidad, al parecer, seguimos en un ciclo seco.
Cardales de varios tipos en pleno evento climático seco, sin lagunas residuales
Los
terrenos de los Praos acogen la vegetación propia de los dispersos humedales
estacionales que, rodeados de bosquetes de tarayes, muestran grandes carrizales,
praderas juncales y pequeñas manchas de vegetación salina, todo enmarcado por
un entorno agrícola con su vegetación arvense, aunque con algunos retazos de
suelos pedregosos sobre la dura costra caliza manchega, con sus tomillares y sus
efímeras especies asociadas. Pero básicamente, dominan formaciones vegetales
nitrófilas, como cardales o un gran calaminar. Toda esta vegetación es tanto o
más interesante, al mostrar todo tipo de transiciones entre unos y otros tipos;
hacia lo salino, hacia la costra caliza, hacia lo lacustre, hacia tomillares o
hacia los cultivos.
Distintas formaciones vegetales hacia el centro de Los Praos
La
vegetación lacustre está dominada por los carrizales Phragmites australis y allí donde el agua es más profunda o
permanente, aparece la espadaña Typha
dominguensis y varios tipos de altos juncos (Shoenoplectus lacustris y S.
littoralis), con alguna escasa mata de masiega (Cladium mariscus). Sobre suelos con el nivel freático más profundo,
aparece el junco churrero (Scirpoides
holoschoenus), aunque si los suelos son más salinos, que es lo más
frecuente, aparece otra vegetación dominada por juncales salinos, formados por la
castañuela (Bolboschoenus maritimus)
y otros como el almorchín Schoenus
nigricans y los juncos Juncus
maritimus, J. subulatus, etc.
Al bajar las aguas todo se llenó de jóvenes tarayes
En estos suelos con más humedad aparecen lastonares de Elymus curvifolius y E. hispidus o los espesos fenalares de Brachypodium phoenicoides. Entre estas
masas de juncáceas y gramíneas aparecen las altas varas floridas de Cochlearia glastifolia y especies de menor talla como Samolus valerandi, Centaurium spicatum, etc.
En los bordes de estas áreas húmedas aparecen numerosos tarayes (Tamarix canariensis), no siendo muchos
los individuos que llegan a hacerse añosos, apareciendo éstos ya en la
desembocadura del Pellejero o en el sobre-excavado canal del Guadiana.
Más que una zanja, esto es la "tumba" del Guadiana
Las áreas verdaderamente salinas
son muy puntuales como el rincón de Charco Raso; hace
pocos años existía otra buena zona en la parte cercana a la ermita. Dominan aquí los
almarjales de Suaeda vera y grandes
masas de acelguillas (género Limonium).
En el centro de las despejadas áreas más salobres aparece, siendo muy escaso,
el llamativo coralillo (Microcnemum
coralloides). Allí donde aparecen manchas blancas salobres en el suelo,
aparece el micro-pastizal de Frankenia
pulverulenta y bordeándolo, juncales salinos o espesos herbazales de las
gramíneas salobres Aeluropus littoralis,
Puccinellia festuciforme o la
cebadilla Hordeum marinum. En algunos
encharcamientos temporales y someros aparece la escasa y protegida Lythrum flexuosum.
En pie Centaurium spicatum y tumbado y algo pasado Lythrum flexuosum
La vegetación menos influenciada
por el agua, los yesos o la salinidad del lugar, es la relacionada con el
cercano encinar manchego que aparece en los vecinos montecillos la Dehesa de
Carrión o en el Turón. Apenas aparece alguna encina pero sí, retamas y esparragueras que
junto con tomillos (Thymus vulgaris)
y zamarrillas (Teucrium gnaphalodes) son
la única vegetación leñosa que aparece en puntuales áreas interiores pedregosas
y zonas de transición a la dura costra caliza. Acompañando esos tomillares
aparecen plantagos y astrágalos, y un cortejo de especies típicas acompañantes
del encinar manchego (carlina, ruda, cardillo, salvia, viborera, lengua de
perro, reseda, lechetrezna, cañaheja, jarilla, etc.).
Un bello escudero Eurydema ornata (gracias Nacho) sobre la alta y fructificada Cochlearia glastifolia
Es muy
abundante, incluso dominante, la vegetación halonitrófila, es decir, aquella de
suelos alterados y moderadamente salinos, ya sea la alteración producida por
causas naturales (inundaciones con aportes de broza y residuos orgánicos, conejos) o
humanas (remoción agraria, vertidos, excavaciones, incendios, etc.). Esto queda
de manifiesto en lo que quizás sea uno de los mayores calaminares manchegos que
son los matorrales de Salsola vermiculata,
llamado “calamino” en la Mancha o “sisallo” en Aragón. Aparte del
calaminar, relativamente pobre en especies, este tipo de formaciones son muy
diversas, tanto que probablemente aquí se ofrezca el mejor catálogo de este
tipo de comunidades de toda la Mancha.
Un calamino cubierto de líquenes anaranjados. Abajo cardales de Sonchus crassifolius
Abundan los cardales, existiendo
una gama muy completa de estas compuestas; aparte de tobas o cardos
borriqueros, cardos marianos, centáureas, carlinas y cardillos, hay varios
tipos de Cirsium (C. valdespinulosum, C. pyrenaicum y C.
vulgare), también destacan las pinchudas y blancas masas del salino Sonchus crassifolius y ya cerca de los
canales, Sonchus maritimum.
Masas de asteriscos (Asteriscus aquaticus) tomando rincones de los Praos
También abundan
formaciones de escasa talla dominadas, de forma masiva, por las amarillas
estrellas de Asteriscus aquaticus o
las resedas, y praderas de vistosas gramíneas, como Polypogon maritimus u Hordeum
marinum, otra especie abundante es la alta y viscosa herbácea Gypsophilla tomentosa y las viboreras. Curiosamente, esto debería ser un albardinal pero entre pastos de un tipo u otro no llega a aparecer, aunque sí lo hace y muy puntual su raro acompañante el protegido Lepidium cardamines y algunas especies ya más corrientes.
Viborera (Echium vulgare) de gran tamaño y cardales con Cochlearia a contraluz
La vegetación sobre los delgados
suelos acumulados sobre la dura costra caliza, es pequeña y efímera, con
especies anuales tales como: Linaria
amethystea var. albiflora, Campanula
erinus, Asterolinum linum-stellatum, Valerianella discoidea, Hedypnois cretica,
Helianthemum ledifolium, Cerastium pumilum, Galium parisiense, Medicago minima,
Androsace máxima, Herniaria cinérea, Filago pyramidata, Bombycilaena discolor,
Raghadiolus stellatus, Centaurea melitensis, Urospermum picroides y gramíneas como la enana Mibora minima, junto a Stipa capensis y Brachypodium distachyum.
La dura costra caliza bordea las áreas deprimidas del Pellejero
La
situación de la fauna va acorde con la salud del lugar. Tierra de conejos, aquí suelen criar las
garzas imperiales y aguiluchos cuando hay agua, se puede ver a la nutria que
alguna vez también ha criado aquí. Las aves acuáticas y sobre todo, las
esteparias, como gangas, sisones y bastantes alcaravanes, son las más comunes
por aquí, aparte de ser zona de campeo de multitud de rapaces y especies
migratorias como anátidas varias, cigüeñas blancas o la menos común cigüeña negra.
Grandes praderas de Limonium carpetanicum en las áreas altas y secas
La situación de los Praos a pesar
de no ser mala, en general, no deja de ser preocupante por la deriva de los
últimos años. He visto como buenas hectáreas de calaminar, pasaban a ser
aradas, con los troncos de los calaminos acumulados en montones, junto con las
grandes piedras, o esparcidos por todo el terreno. Igual ocurre en otras áreas
contiguas, antaño viejos barbechos, aradas y sembradas, con
rendimientos raquíticos, como es lógico, pero supongo que subvencionados. La gran mayoría de
estos terrenos están bajo el paraguas de una gran propiedad que
afortunadamente, tiene a bien no interferir en los procesos naturales que
mandan en estos terrenos, y por otra parte arrienda la caza, lo que tampoco
interfiere negativamente. Pero parte de los terrenos también están arrendados y
es ahí, donde vienen los problemas.
Cuando la vegetación parece estabilizarse y mejorar, alguien llega y pasa el arado
Se han producido roturaciones,
limpiezas de bloques y “desencostramientos” de la caliza que en algunos casos han
sido denunciados por los agentes medioambientales, pero tales labores no han
sido autorizadas por la propiedad, sino a instancias de esos arrendatarios. Por
lo visto, existe un absurdo hueco legal para cometer estos atentados.
Todos
esos suelos figuran como pastos naturales, es decir “prados” y en teoría no son
roturables según la Ley de Montes, pero existe una argucia legal que consiste en declararlos como “suelos
de vocación agraria” (por las Cámaras Agrarias) que es la que aplican para saltarse esas prohibiciones. Precedente
o modus operandi peligrosísimo, por
poder ser de aplicación potencial a todas las escasas áreas naturales que quedan en la
Mancha. Además las denuncias o advertencias de los agentes llegan a la
propiedad que no está al corriente de lo que hacen algunos de sus arrendatarios,
creando otro limbo jurisdiccional respecto al sobre quién recaen las
infracciones cometidas.
Garcillas cabalgando un rebaño de ovejas
Zanja de drenaje sobre el Pellejero-Valdecañas
Peor suerte está corriendo la
esquina más nor-oriental de los Praos, allí donde terminan las áreas húmedas, al
otro lado de la carretera a Fernancaballero. Allí comienza una buena área de
dura costra caliza que por ello se libró durante años del arado, pero estos
recientes años de especulación de terrenos rústicos, han dado al traste con
gran parte de esta seca, pedregosa, pero ecológicamente valiosa área. Aún quedan algunas grandes encinas y
multitud de plantas interesantes entre las que destacan varias orquídeas y la llamada
hierba de la siete sangrías Alkanna
tinctorea.
A pesar de los bloques de costra removidos, este es uno de los mejores rincones del NW
En los alrededores del puente de
Malvecinos existe un antiguo molino y la costra calcárea se muestra a los
bordes del Guadiana en todo su esplendor, aunque también hay grandes montones
de roca caliza acumulada, recordándonos su vulnerabilidad. Otra buena zona de
costra aparece a los bordes del Pellejero, entre dicho puente y el castillo,
zona a menudo castigada por pistas de motocross o para correr galgos, pero con
buena vegetación de costra. Una peculiar vegetación que, dada
la destrucción de casi toda la costra caliza en la Mancha, su pequeña
talla y carácter efímero, está despareciendo, sin que nadie repare en ello.
Pistorinia hispanica y Linaria amethystea var. albiflora son dos pequeñas joyitas de la costra caliza
El ayuntamiento ha acometido con
éxito, en esta zona NW de los Praos, la restauración de los Baños del
Hervidero, una muestra más del vulcanismo del Campo de Calatrava puesto de
manifiesto en un manantial de aguas burbujeantes, llamados localmente
“hervideros”. Por otra parte más que plausible, la actuación de la “Asociación
Naturalista Tablas de Calatrava” que trata de poner continuamente en valor
estas áreas, con diversas publicaciones digitales e impresas, y acciones, entre
las que destacan la reconstrucción del trabajo de los yeseros que faenaron aquí
por generaciones, volviendo a poner en funcionamiento un horno de yeso en una
iniciativa, fruto de la que salió a la luz un interesante librillo “Los Yeseros
de Carrión”.
Tablas de Calatrava también promueve, junto con otras asociaciones y entidades locales, teatralizaciones y actuaciones en el
interior de la fortaleza de Calatrava la Nueva. Actuaciones y actividades más
que recomendables para una contemplación “viva” de este histórico lugar que
sigue pidiendo a gritos, su ampliación y restauración a mayor escala que lo bien
realizado hasta la fecha. La institución del premio “Tablas de Calatrava” que este
último año 2018, recayó en Miguel Delibes de Castro, ha sido otro de sus
grandes aciertos.
Aquí se fundó la primera Orden Militar, la Orden de Calatrava
Fortaleza de Calatrava la Vieja, a la izquierda bordes ermita de la Encarnación y vistas hacia el norte
La protección y puesta en valor
de los Praos de Carrión, no se puede entender sin su completa integración en el
conjunto natural y humano del que forma parte. El núcleo central sin duda
debería ser la fortaleza de Calatrava la Vieja y el Santuario de la
Encarnación, núcleo central de estos terrenos, que se encuentran rodeados, por
el norte por la buena llanura de inundación del Guadiana a pesar de su
artificial encauzamiento, la naturaleza ha sabido salir airosa de ese atentado,
aunque no del de Charco Salado.
Por el sur y oeste, la gran amplitud de los
Praos, con el arroyo Pellejero-Valdecañas, su conjunto de cañaverales,
pastizales y sus secas zonas yesíferas. Ambas zonas, Guadiana y Pellejero,
contorneadas por gruesos paquetes de costra caliza y los bordes de campos de
cultivo y eriales, son de indudable valor para las especies esteparias
manchegas.
En tonos blancos, saladares de Charco Seco, abajo desaparecido saladar cercano a la ermita
Tal es el valor de este lugar que
hace años, previa a la ampliación del Parque Nacional de las Tablas de Daimiel,
desde la Asociación Ojos del Guadiana Vivos, propusimos la inclusión de toda
esta área, junto con el cauce y llanura de inundación del Guadiana, en la
previsible y deseable ampliación del Parque. Castillo y santuario, serían el
segundo principal punto de acceso a dicho Parque Nacional. La falta de amplitud
de miras y sentido de la oportunidad de las autoridades manchegas, dieron al
traste con esta magnífica ocasión.
Esta opción sigue siendo
perfectamente válida y realizable, máxime viendo la tendencia destructora sobre
el medio ambiente que parece estar reinando en toda esta área, llena de lugares
salobres o pedregosos que por su escaso valor agrario estaban silvestres, pero
que dada la absurda especulación actual, está terminando con localidades
parecidas a Los Praos, como ha ocurrido en la cercana lagunilla de Charco
Salado, los Ojuelos de Villarrubia y por desgracia tantos otros más.
Esta región es eminentemente
agraria, pero los escasos rincones que quedan sin roturar son verdaderos
refugios de las últimas señales de vida del mundo natural manchego. Estas áreas
naturales están infravaloradas, no tanto por los ciudadanos, como por sus
autoridades que prefieren plegarse a otros intereses aparentemente más rentables
y corto-placistas, pero hipotecando un futuro que es el de todos.
Dos imágenes distintas de la magnífica fortaleza de Calatrava la Vieja
Estos
espacios, aparte de su carácter lúdico y conservacionista, son enclaves
necesarios para la captación de agua para el gran acuífero del que vamos a
tener que vivir agricultores, ganaderos, cazadores, la naturaleza con todos sus
ciclos, plantas y animales, y toda la población manchega en su conjunto que va
a tener que beber de su agua que deberá ser lo más limpia posible.
No va a
haber tuberías excedentarias que nos traigan el agua. La gran solución
está bajo nuestros pies, ese acuífero se ha de mimar más aún que el agua
superficial, pues va a ser la única garantía de futuro, si las previsiones climáticas
se van cumpliendo como hasta la fecha. La agricultura forzosamente ha de
reconducirse a terrenos más dentro de la lógica que de un mercado fuera de lo
racional. Comparar la magra producción de cebada de los escasos años agrícolamente buenos, con los beneficios ecosistémicos, hídricos y ambientales de estas tierras que nunca han valido para la agricultura, no ha lugar.