Al
hablar del bosque lluvioso no hay porqué referirse necesariamente al bosque tropical, al “rain
forest” o bosque pluvial. Pero la idea general es esa y algunos de nuestros bosques si no tropicales, sí
son sub-tropicales. Si las temperaturas no son tan calurosas todo el año, al menos son suaves en invierno
y calurosas en verano; pero, eso sí, siempre con precipitaciones altas y mucha humedad; por eso aparecen en situaciones protegidas frente a la desecación veraniega. Este tipo de bosques
es poco corriente en nuestra península, aunque lo debió de ser mucho más, en
periodos algo más húmedos y, sin duda, menos vapuleados, por nuestra acción
humana.
Nuestros bosques
húmedos abundan por todo el norte peninsular, pero bosques cálidos y húmedos, eso ya es otra cosa, y habría que irse a las áreas más térmicas y mediterráneas del norte. A las fragas atlánticas de los tramos bajos
y algo encajonados de ríos gallegos y portugueses, o a áreas norteñas como el
Jaizkibel y bajo Bidasoa en Guipuzcoa-Navarra, cerca de la frontera francesa; o por el contrario bajar al sur e internarse en los encajonados “canutos” de los
Alcornocales gaditanos y otros arroyos húmedos de los montes pre-litorales
portugueses.
Pero
todavía quedan también por el centro peninsular, pequeños restos de lo que debió ser el
bosque húmedo ibérico, el de las zonas más térmicas y lluviosas del interior; con una flora además, muy homogénea. Una vegetación que pervive difícilmente en intrincadas gargantas de
los Montes de Toledo, en sentido amplio, Sierra Morena y el sur del Sistema Central occidental.
Probablemente
Gredos reúna las mejores condiciones hídricas, pero el estado de conservación
del bosque es mejor en los montes Oretanos y en la vecindad del Guadiana.
Después de ver muchas de estas localizaciones, parece deducirse que estos
valles suelen estar bastante bien protegidos de los vientos fríos y los desecantes
del exterior de estos macizos, por lo que, no suelen aparecer en situaciones de
borde, sino en el interior, en áreas de recovecos montañosos y
encajonamientos fluviales.
El
bosque potencial en el que se encuentran estas formaciones suelen ser robledales
o, a menor altura, masas de quercíneas mixtas, como puede ser un encinar con
quejigos en los suelos más profundos y alcornocal disperso. La arbusteda quizás
sea lo más característico, ya que suele faltar a veces el dosel de robles o
haber sido sustituído por pinares.
Esta arbusteda es básicamente lauroide, dominada por el durillo (Viburnum tinus) con madroños, hiedras, ruscos, brezos arbóreos y rojos, y al entrar más el sol, irrumpen una variada corte de jaras y genisteas, dominando Cistus populifolius, C. psilosepalus, C. salvifolius, Halimium ocymoides, Pterospartum tridentatum, Cytisus striatus y gran variedad de helechos con abundancia de Asplenium onopteris y Blechnum spicant.
Los durillos forman la parte principal de la arbusteda de estos bosques
Esta arbusteda es básicamente lauroide, dominada por el durillo (Viburnum tinus) con madroños, hiedras, ruscos, brezos arbóreos y rojos, y al entrar más el sol, irrumpen una variada corte de jaras y genisteas, dominando Cistus populifolius, C. psilosepalus, C. salvifolius, Halimium ocymoides, Pterospartum tridentatum, Cytisus striatus y gran variedad de helechos con abundancia de Asplenium onopteris y Blechnum spicant.
Es en
las pocas localidades poco alteradas, donde aparecen los verdaderos
especialistas de estos medios, los árboles, comandados, siempre cerca de los
arroyos por el loro (Prunus lusitánica) y
en algunos escasos puntos por el abedul oretano (Betula parvibracteata), en alguna localización y más escaso, puede
aparecer el acebo (Ilex aquifolium), el tejo (Taxus baccata) por arriba, en áreas más frescas y el almez (Celtis australis) por
abajo, en lo más caluroso. El laurel (Laurus nobilis) puede aparecer asilvestrado, aunque no en áreas ya más cercanas a la influencia oceánica.
En alguna localidad de
Gredos llega a entrar el pino cascalbo (Pinus
nigra). Otro de los grandes protagonistas, junto con los
robles (Quercus pyrenaica) es el
ribereño aliso (Alnus glutinosa),
pues este tipo de bosques aparecen en el ecotono entre la vegetación potencial
del robledal y la riparia aliseda, aunque en los lugares más térmicos y secos,
como Montes de Toledo haya sido sustituída por un abedular o un quejigar.
El acebo se ve muy poco, tanto que éste pensé que era un loro
En
Montes de Toledo este tipo de bosques se localizan en las escasas
gargantas encajonadas de aguas relativamente permanentes (Gévalo, Ríofrío,
Estena, Pusa, Cedena, Guadarranque, Gualija, Ibor, Viejas, Guadalupejo, etc.).
También aparecen, en menor proporción, en
gargantillas que van a dar al Guadiana de Los Montes.
Estos vallejos oretanos tienen helechos en abundancia, destacando, aparte de los citados, el helecho real (Osmunda regalis), combinado a veces con el mirto de turbera (Myrica gale) y siendo abundante la alta cárice Carex pendula, el lirio Iris foetidissima y Narcisus hispanicus. Abundan también los mestos y quejigos, los madroños arbóreos, Acer monspessolanum y el agracejo (Phillyrea latifolia), mezclándose ambas pistaceas, cornicabra y lentisco, entre abundantes ruscos.
Macizo de helechos reales en una arroyo ciudarrealeño
Estos vallejos oretanos tienen helechos en abundancia, destacando, aparte de los citados, el helecho real (Osmunda regalis), combinado a veces con el mirto de turbera (Myrica gale) y siendo abundante la alta cárice Carex pendula, el lirio Iris foetidissima y Narcisus hispanicus. Abundan también los mestos y quejigos, los madroños arbóreos, Acer monspessolanum y el agracejo (Phillyrea latifolia), mezclándose ambas pistaceas, cornicabra y lentisco, entre abundantes ruscos.
En
Sierra Morena, al ser menor la altitud y mayor la mediterraneidad, apenas aparece,
al igual que tampoco lo hacen el tejo, el abedul y el loro. Pero existen varias
gargantas que tienen casi toda la vegetación descrita, a la que se unen los
únicos robles gaditanos (Quercus
canariensis) de la meseta, junto con el endémico Narcissus muñozii-garmendiae. En el noroeste extremeño, algo parecido pasa, con el roble pedunculado (Quercus robur) y otros narcisos.
En Gredos, lógicamente solo se
dan en la cara sur, aunque es sospechoso el toponímico del pueblo de Loros en
el norteño Aravalle. El bosque lluvioso gredense aparece principalmente en el tramo central, allí donde
los interfluvios son más altos y los valles más retorcidos, es decir, entre Candeleda
y Ramacastañas.
Una acompañante clásica gredense es la bellísima Paradisea lusitánica, junto con todo tipo
de vegetación nemoral; dando la nota lluviosa y norteña, la grácil (Linaria triornitophora) y una serie de
plantas poco comunes como Astragalus
gerardii, Leuzea raponticoides, Serratula monardii, Epipactis helleborine,
Ononis pinnata, Symphytum tuberosum, Lithodora diffusa, etc.
Por regla general, al bosque
potencial se le unen los elementos lauroides antes mencionados, elementos
hidrófilos y abundantes lianas, como la parra silvestre, las hiedras, la
clemátide de flor acampanada, etc. A esta vegetación boscosa le seguiría
serialmente, una alta arbusteda lauroide, con abundantes durillos, madroños,
ruscos y brezos arbóreos, incluso ocasionalmente el arrayán o mirto.
En un estado de mayor degradación, a ésta le seguirían otros arbustos de menor
porte, con parte de las especies anteriores y arbustos más heliófilos, como el
brezo rojo, la carquesa, jaras y algunas escobas. A esta arbusteda, le seguiría
otra de menor talla, pero ya poco diferenciable del bosque zonal.
Es el jaral-brezal típico, con muchos elementos anteriores y brezos (Erica arborea, E. lusitanica, E. australis, E. scoparia y E. umbellata), jaras (Cistus populifolius, C. psilosepalus, C. salvifolius, etc.), jarillas, (Helianthemum umbellatum, Halimium halimifolium, Halimium ocymoides, etc.), Tuberaria lignosa, Polygala microphilla, etc. Estos últimos formarían el llamado nano-jaral-brezal.
El areal del brezo de Portugal (Erica lusitanica), define muy bien el área potencial de este tipo de bosques en el interior peninsular
Es el jaral-brezal típico, con muchos elementos anteriores y brezos (Erica arborea, E. lusitanica, E. australis, E. scoparia y E. umbellata), jaras (Cistus populifolius, C. psilosepalus, C. salvifolius, etc.), jarillas, (Helianthemum umbellatum, Halimium halimifolium, Halimium ocymoides, etc.), Tuberaria lignosa, Polygala microphilla, etc. Estos últimos formarían el llamado nano-jaral-brezal.
Mucho
se ha hablado de la laurisilva canaria, pues bien, estos bosques serían los últimos coletazos de la laurisilva peninsular. Una vegetación que está
en el límite de la desaparición, una vegetación que en épocas de mayor
continuidad sería más rica y uniforme, que iría por todo el oeste peninsular desde
Cádiz hasta el Bierzo y sur de Galicia. Una vegetación que repartiría por todo
el occidente húmedo y térmico , aemás de todo lo citado, a rododendros, a helechos casi-fósiles: Psilotum, Vandesboschia, Culcita, etc. y a una buena gama de quercíneas caducifolias.
Entre
el descuido, cuando no destrozo, humano; las necesidades de espacio y recursos hídricos
actuales (principalmente huertos, segundas residencias, áreas recreativas,
etc.); la agresión más importante es la derivada de los usos
cinegéticos abusivos, pues la elevada presión de corzos, venados y jabalíes, impide de
manera tajante y clara, la regeneración natural del bosque. Para colmo, el más que
previsible calentamiento del clima, hace que esta vegetación tenga sus días contados si no
hacemos algo por remediarlo.
Las gargantas y valles donde
prospera son de difícil aprovechamiento, no costaría mucho dejar este bosque a
su albedrío o mejor aún, ayudarle a regenerarse. La iberia tropical no está tan
lejos, ni es tan utópica, solo hay que reconocer los bosques que tenemos y
darles el suficiente tiempo y libertad para que se desarrollen.