martes, 31 de marzo de 2015

Los bosques lluviosos del centro peninsular


                Al hablar del bosque lluvioso no hay porqué referirse necesariamente al bosque tropical, al “rain forest” o bosque pluvial. Pero la idea general es esa y algunos de nuestros bosques si no tropicales, sí son sub-tropicales. Si las temperaturas no son tan calurosas todo el año, al menos son suaves en invierno y calurosas en verano; pero, eso sí, siempre con precipitaciones altas y mucha humedad; por eso aparecen en situaciones protegidas frente a la desecación veraniega. Este tipo de bosques es poco corriente en nuestra península, aunque lo debió de ser mucho más, en periodos algo más húmedos y, sin duda, menos vapuleados, por nuestra acción humana.


                Nuestros bosques húmedos abundan por todo el norte peninsular, pero bosques cálidos y húmedos, eso ya es otra cosa, y habría que irse a las áreas más térmicas y mediterráneas del norte. A las fragas atlánticas de los tramos bajos y algo encajonados de ríos gallegos y portugueses, o a áreas norteñas como el Jaizkibel y bajo Bidasoa en Guipuzcoa-Navarra, cerca de la frontera francesa; o por el contrario bajar al sur e internarse en los encajonados “canutos” de los Alcornocales gaditanos y otros arroyos húmedos de los montes pre-litorales portugueses.


                Pero todavía quedan también por el centro peninsular, pequeños restos de lo que debió ser el bosque húmedo ibérico, el de las zonas más térmicas y lluviosas del interior; con una flora además, muy homogénea. Una vegetación que pervive difícilmente en intrincadas gargantas de los Montes de Toledo, en sentido amplio, Sierra Morena y el sur del Sistema Central occidental.

Un pino cascalbo gredense (Pinus nigra) entre la aliseda y junto a la Charca Verde

                Probablemente Gredos reúna las mejores condiciones hídricas, pero el estado de conservación del bosque es mejor en los montes Oretanos y en la vecindad del Guadiana. Después de ver muchas de estas localizaciones, parece deducirse que estos valles suelen estar bastante bien protegidos de los vientos fríos y los desecantes del exterior de estos macizos, por lo que, no suelen aparecer en situaciones de borde, sino en el interior, en áreas de recovecos montañosos y encajonamientos fluviales.

En una aliseda cercana al Guadiana florecen estos narcisos

             El bosque potencial en el que se encuentran estas formaciones suelen ser robledales o, a menor altura, masas de quercíneas mixtas, como puede ser un encinar con quejigos en los suelos más profundos y alcornocal disperso. La arbusteda quizás sea lo más característico, ya que suele faltar a veces el dosel de robles o haber sido sustituído por pinares. 


Los durillos forman la parte principal de la arbusteda de estos bosques

         Esta arbusteda es básicamente lauroide, dominada por el durillo (Viburnum tinus) con madroños, hiedras, ruscos, brezos arbóreos y rojos, y al entrar más el sol, irrumpen una variada corte de jaras y genisteas, dominando Cistus populifolius, C. psilosepalus, C. salvifolius, Halimium ocymoides, Pterospartum tridentatum, Cytisus striatus y gran variedad de helechos con abundancia de Asplenium onopterisBlechnum spicant.

La carquesa aparece en los bordes menos húmedos de este tipo de bosques

                Es en las pocas localidades poco alteradas, donde aparecen los verdaderos especialistas de estos medios, los árboles, comandados, siempre cerca de los arroyos por el loro (Prunus lusitánica) y en algunos escasos puntos por el abedul oretano (Betula parvibracteata), en alguna localización y más escaso, puede aparecer el acebo (Ilex aquifolium), el tejo (Taxus baccata) por arriba, en áreas más frescas y el almez (Celtis australis) por abajo, en lo más caluroso. El laurel (Laurus nobilis) puede aparecer asilvestrado, aunque no en áreas ya más cercanas a la influencia oceánica.


El acebo se ve muy poco, tanto que éste pensé que era un loro

             En alguna localidad de Gredos llega a entrar el pino cascalbo (Pinus nigra). Otro de los grandes protagonistas, junto con los robles (Quercus pyrenaica) es el ribereño aliso (Alnus glutinosa), pues este tipo de bosques aparecen en el ecotono entre la vegetación potencial del robledal y la riparia aliseda, aunque en los lugares más térmicos y secos, como Montes de Toledo haya sido sustituída por un abedular o un quejigar.

Endrinos en flor entre el matorral de durillos

                En Montes de Toledo este tipo de bosques se localizan en las escasas gargantas encajonadas de aguas relativamente permanentes (Gévalo, Ríofrío, Estena, Pusa, Cedena, Guadarranque, Gualija, Ibor, Viejas, Guadalupejo, etc.). También aparecen, en menor  proporción, en gargantillas que van a dar al Guadiana de Los Montes. 


Macizo de helechos reales en una arroyo ciudarrealeño

         Estos vallejos oretanos tienen helechos en abundancia, destacando, aparte de los citados, el helecho real (Osmunda regalis), combinado a veces con el mirto de turbera (Myrica gale) y siendo  abundante la alta cárice Carex pendula, el lirio Iris foetidissima y Narcisus hispanicus. Abundan también los mestos y quejigos, los madroños arbóreos, Acer monspessolanum y el agracejo (Phillyrea latifolia), mezclándose ambas pistaceas, cornicabra y lentisco, entre abundantes ruscos.

Setos de ruscos entre brezos arbóreos

                En Sierra Morena, al ser menor la altitud y mayor la mediterraneidad, apenas aparece, al igual que tampoco lo hacen el tejo, el abedul y el loro. Pero existen varias gargantas que tienen casi toda la vegetación descrita, a la que se unen los únicos robles gaditanos (Quercus canariensis) de la meseta, junto con el endémico Narcissus muñozii-garmendiae. En el noroeste extremeño, algo parecido pasa, con el roble pedunculado (Quercus robur) y otros narcisos.

La vinca suele ser habitual en los suelos del bosque

              En Gredos, lógicamente solo se dan en la cara sur, aunque es sospechoso el toponímico del pueblo de Loros en el norteño Aravalle. El bosque lluvioso gredense aparece  principalmente en el tramo central, allí donde los interfluvios son más altos y los valles más retorcidos, es decir, entre Candeleda y Ramacastañas. 

A veces se ven narcisos extraños, como el de arriba, abajo Narcissus bulbocodium

                Una acompañante clásica gredense es la bellísima Paradisea lusitánica, junto con todo tipo de vegetación nemoral; dando la nota lluviosa y norteña, la grácil (Linaria triornitophora) y una serie de plantas poco comunes como Astragalus gerardii, Leuzea raponticoides, Serratula monardii, Epipactis helleborine, Ononis pinnata, Symphytum tuberosum, Lithodora diffusa, etc.

Un grupo de loros (Prunus lusitanica) entre robles y fresnos

Por regla general, al bosque potencial se le unen los elementos lauroides antes mencionados, elementos hidrófilos y abundantes lianas, como la parra silvestre, las hiedras, la clemátide de flor acampanada, etc. A esta vegetación boscosa le seguiría serialmente, una alta arbusteda lauroide, con abundantes durillos, madroños, ruscos y brezos arbóreos, incluso ocasionalmente el arrayán o mirto. 

Brezos de turbera (Erica tetralix), mirtos de Bravanta (Myrica gale) y robles al sur del Guadiana

   En un estado de mayor degradación, a ésta le seguirían otros arbustos de menor porte, con parte de las especies anteriores y arbustos más heliófilos, como el brezo rojo, la carquesa, jaras y algunas escobas. A esta arbusteda, le seguiría otra de menor talla, pero ya poco diferenciable del bosque zonal. 


El areal del brezo de Portugal (Erica lusitanica), define muy bien el área potencial de este tipo de bosques en el interior peninsular

  Es el jaral-brezal típico, con muchos elementos anteriores y brezos (Erica arborea, E. lusitanica, E. australis, E. scoparia y E. umbellata), jaras (Cistus populifolius, C. psilosepalus, C. salvifolius, etc.), jarillas, (Helianthemum umbellatum, Halimium halimifolium, Halimium ocymoides, etc.), Tuberaria lignosa, Polygala microphilla, etc. Estos últimos formarían el llamado nano-jaral-brezal. 

La jarilla Cistus salvifolius no es exclusiva de estos medios

                Mucho se ha hablado de la laurisilva canaria, pues bien, estos bosques serían los últimos coletazos de la laurisilva peninsular. Una vegetación que está en el límite de la desaparición, una vegetación que en épocas de mayor continuidad sería más rica y uniforme, que iría por todo el oeste peninsular desde Cádiz hasta el Bierzo y sur de Galicia. Una vegetación que repartiría por todo el occidente húmedo y térmico , aemás de todo lo citado, a rododendros, a helechos casi-fósiles: Psilotum, Vandesboschia, Culcita, etc. y a una buena gama de quercíneas caducifolias.

El robledal ha sido sustituído por pinos resineros, pero el sotobosque es de brezos y durillos

                Entre el descuido, cuando no destrozo, humano; las necesidades de espacio y recursos hídricos actuales (principalmente huertos, segundas residencias, áreas recreativas, etc.); la agresión más importante es la derivada de los usos cinegéticos abusivos, pues la elevada presión de corzos, venados y jabalíes, impide de manera tajante y clara, la regeneración natural del bosque. Para colmo, el más que previsible calentamiento del clima, hace que esta vegetación tenga sus días contados si no hacemos algo por remediarlo.



Las gargantas y valles donde prospera son de difícil aprovechamiento, no costaría mucho dejar este bosque a su albedrío o mejor aún, ayudarle a regenerarse. La iberia tropical no está tan lejos, ni es tan utópica, solo hay que reconocer los bosques que tenemos y darles el suficiente tiempo y libertad para que se desarrollen.

Lirios hediondos (Iris foetidissimus) en una pequeña avellaneda sur-occidental

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