En
una entrada reciente ya he hablado de los bonales, esas islas de vegetación
húmeda en medio de la extensa sábana calcinada que son nuestros campos en
verano. Algunos son poco más que unos amplios brezales con juncos, en los que se
intuye la cercana circulación del agua bajo tierra, mientras que otros tienen
en su interior grandes pajonales de herbáceas higrófilas o buenos trampales
(turberas) en torno a aguas nacientes y regueros iniciales. Son estos
últimos los que atesoran en estos micro-ecosistemas, verdaderas joyas botánicas
y faunísticas.
Una de las plantas protegidas del bonal: Lobelia urens
Si
bien es muy raro encontrar estos ecosistemas fuera de las grandes y norteñas montañas
ibéricas, como ocurre en las
montes del oeste manchego, más peculiar aún resulta encontrarlos en la más baja
y térmica comarca de los Montes de Almadén o Montes Sur de Ciudad Real, región a
medio camino entre La Mancha, Andalucía y Extremadura. Aquí los bonales se encuentran
totalmente desprotegidos al no existir una sola micro-reserva, como
sí ocurre, afortunadamente, poco más al norte.
El brezo de turbera (Erica tetralix) entre hojas de otro brezo (Erica scoparia), abundante en todos estos bonales
Solo
algunos bonales se encuentran bajo el paraguas, muy difuso legalmente y más en
la práctica, de tres Lugares de Importancia Comunitaria, concretamente los de: "Sierras de Almadén, Chillón y Guadalmez", "Sierra de los Canalizos" y el de los "Ríos Quejigal, Valdeazores y Alcudia"; coincidentes con ZEPAs, Áreas Críticas de
la Cigüeña Negra y Zonas de Importancia para Águila Imperial y Buitre Negro.
Estas figuras de protección aunque velan por la protección de estos ecosistemas, se centran mayormente en
la protección de las grandes aves. Los bonales de esta zona apenas
han sido estudiados y ni siquiera inventariados, de ejemplo os muestro varias
imágenes localizadas gracias a Iberpix.
Helechos (izqda.), brezo de escoba (arriba) y brezo de turbera (en medio), típicos de un bonal
Conjunto de bonales del extremo suroeste manchego
Toda
esta región estuvo capitaneada económicamente por Almadén y como esta capital
sufre la debacle económica y poblacional que supuso el cierre de la mina más
antigua del mundo, sin una visible alternativa económica, la mayoría de la
población en edad laboral ha emigrado y los que permanecen, son guardeses de
fincas cinegéticas, pastores o atienden los escasos olivos familiares.
Contrariamente
a lo que se pueda pensar, el abandono no es bueno para la naturaleza, siempre
íntimamente relacionada con el hombre, pues a más abandono, menor cuidado y
mayor desfachatez de algunos terratenientes o aprovechados, por segar el
pan para hoy y sembrar el hambre para mañana.
La bella seta Hygrocibe miniata (gracias Valentín) prosperando en el verano del bonal
Nadie pudo impedir el drenaje en "pie de gallina" de este otrora magnífico bonal del que apenas quedan restos
Aquí aparecen fantásticos e impensables rincones boscosos; la nota general del paisaje es el de sus grandes dimensiones, con horizontes que se pierden en cadenas de serrezuelas y grandes manchas de un rico bosque
mediterráneo, variado en toda su gama ecosistémica, donde destaca su magnífico estado de conservación. Llama la
atención la abundancia de aguas superficiales debidas a una pluviometría
significativamente más húmeda que el resto de Castilla la Mancha, muestra de
ello es la abundancia de alcornocales, quejigares y pequeños, pero buenos
robledales en las zonas más propicias.
Pequeño bonal entre grades pies de roble (Quercus pyrenaica) y algunos mestos
Esta
región registra muchos años, como el sureste de Albacete, las temperaturas
estivales más altas y también los inviernos más suaves de la región manchega.
La vegetación es el reflejo más claro sobre el terreno de esta bonanza
climática, a pesar de los rigores del verano, por ello aquí abundan el alcornoque, el
mirto (Myrtus communis) o la aliaga de tres espinas (Genista
triacanthos).
Mirto común en plena floración
Gracias
a mi amigo Leovigildo Flox he podido disfrutar de un par de excursiones por lo
más recóndito de estas serrezuelas, aunque ya hice antes algunas incursiones, las
últimas salidas con él han sido clarificadoras de todo lo
que puede dar de sí esta zona, aunque él es más experto en animales en peligro de extinción que en lo mucho y bueno que sabe sobre la vegetación de los bonales.
Dado
el poco grado de alteración que presenta toda la región podemos encontrar una
buena cantidad de bonales, todos sin inventariar ni valorar, y dada también la
bonanza climatológica, aparecen con rasgos diferenciadores del resto de los
bonales en torno al Guadiana o a los más norteños de la provincia. Aquí ya es
más difícil encontrar el arrayán de pantano (Myrica gale) e impensable la
presencia de abedules (Betula pendula subsp. fontqueri), pero aparecen otras como las murtedas (de Myrtus communis). Aunque dada la gran cantidad y
variedad de bonales (de raña, de ladera, de solana, de umbría, de valle, de
bosque, etc.), es difícil sacar conclusiones de una vegetación que todavía puede dar
sorpresas.
Dos buenos bonales sin visitar, uno de raña y otro (arriba-izquierda) de valle
Con
Leovi estuve en unos cuantos bonales y no pudimos llegar, por cancelas en los
caminos, a alguno de los más interesante. En uno de ellos encontramos rodeando
un pequeño bonal de valle, un espeso rodal de ciruelos silvestres (Prunus
insititia), pero en el que más tiempo estuvimos fue en el Trampal de
Santorrostrillo, en una zona donde en cada valle hay varias bonales: Trampal
del Lobo, Trampal del valle de la Quejigosa, etc.
Leovi avanzando penosamente entre los pajonales
En
la aproximación al bonal, vemos que los pequeños arroyuelos cercanos también
tienen algo de pajonal, con su zona más húmeda enmarcada entre zarzales, brezos
y, sobre todo, mirtos, que ahora se encuentran en plena y fragante floración.
La variedad arbustiva es apabullante y casi sin dominancia de ninguna especie:
madroño, genista (Cytisus striatus), mirto, jara pringosa, jara cervuna,
brezo de arroyo, brezo blanco, brecina, zarza, aulaga, coronilla de fraile, etc, y los árboles:
alcornoques, quejigos, encinas y sauces.
Sauces, escoba estriada, jaras cervunas, mirtos, zarzas, aulagas, brezos, etc.
Con
el calor, la humedad y la espesura de arbustos y pajonal, su recorrido se hace
muy fatigoso, además nunca sabes donde va a quedar el pie, si arriba o medio
metro más abajo, si sobre blando, sobre duro o en medio del agua, de ahí le
viene el nombre de trampal, pero merece el esfuerzo, pues siempre hay cosas
interesantes que ver.
Como en casi todos, se han excavado balsas para la sed del ganado, silvestre o doméstico
Primero se trataba de acercarse y buscar el lugar por
donde entrar al bonal. Al llegar vemos varias vías de entrada demasiado
enzarzadas como para avanzar, pero más abajo era factible, además nada más
seguir el primer arroyuelo, algo despejado por estar pastoreado, topamos con un
buen suelo de musgos esfagnos, entre los pajonales.
Sphagnum bajo el tapiz de la florida Anagallis tenella
Nos
internamos por el herbazal que está surcado por numerosos y pequeños cauces que
embarran el terreno bajo las macollas de molinia, desde lejos vemos la parte
central e inicial del bonal, dado el caótico abombamiento del terreno que apenas
pueden contener la vegetación; al situarlo visualmente, se levanta un cuello de
ese punto, es una corza a la que hemos sorprendido y que desaparece pronto
entre la espesura.
Parte central del bonal, donde estaba escondida la corza
Casi no se ven, pero quedan flores de la escoba de pantano (Genista tinctorea), luego vemos que es masiva por todo el bonal, apenas vimos al aulaga ratera (Genista anglica) dentro de bonal, pero luego vimos que todo el jaral-brezal circundante rebosaba de ella.
Vamos comprobando que se trata de un bonal en toda regla, con toda su gama o catena vegetacional. Lo más abundante son los pajonales de Molinia caerulea, los brezos de turbera, escasa pero presente, algunas grandes macollas de Carex lusitanica. En los puntos de agua algo más profunda la Callitriche brutia, los pequeños y floridos céspedes de Anagallis tenella y, también en flor, la Scutellaria minor.
Masa de genista tintorera hace varias semanas en un bonal cercano
Scutellaria minor en flor
No
encontramos plantas carnívoras, pero sí la protegida y casi orquídea, Lobelia
urens. Los hipéricos están casi todos, Hypericum elodes, H. undulatum, H.
linarifolium, H. perforatum e H. perfoliatum. En un bonal aguas
abajo, hace un mes pude ver la rara Gratiola officinalis entre una
multitud de serapias, satiriones (Orchis laxiflora) y genistas
tintoreras.
La poco común Gratiola officinalis
Todavía
dio tiempo para ver algún bonalillo suelto y otro muy interesante por estar en
una vaguada rodeado de algunos robles de muy buen tamaño, algunos de ellos
mestos. Aquí vimos en el arroyo antes de llegar a él, un gran pie de avellano,
probablemente naturalizado; como de costumbre algunos nacederos de aguas
ferruginosas a juzgar por el color rojo de los bordes y los brillos metalizados
de su superficie.
Nos sorprendió en medio del herbazal la florida abundancia de
las otoñales campanitas blancas, Leucojum autumnale, también estaba en
flor la betónica Stachys officinalis.
Stachys officinalis abundante entre el bosque y el bonal
La primera vez que veo floridas las campanitas blancas, Leucojum autumnale, fuera de los inicios de otoño
El
calor empezaba a apretar y decidimos dar fin a esta intensa jornada por una de
las regiones que conserva mejor su naturaleza de toda la península. No hace
falta escalar montañas o viajar a tierras de mayor fama eco-turística, a
veces los lugares de los que menos se oye hablar, son los que encierran las
mejores sorpresas. Esta región, tan difícil de recorrer y tan lejos de
cualquier gran ciudad o autovía, nunca dejará de sorprenderme.
Sorpresa, un avellano en el arroyo, entre un variado bosque mediterráneo