La
laguna de Prado Redondo es una gran desconocida para la práctica totalidad de
los habitantes de Ciudad Real, incluso de los más camperos. No es de extrañar,
pues se trata de una pequeña laguna tras una valla, dentro de una propiedad
privada y al borde de la buena llanura de inundación de Picón-Alarcos en el
Guadiana, por lo que muchos pescadores, cangrejeros y amantes del campo, van a
estas tablas y no reparan en la pequeña laguna que hay en el centro
del anfiteatro formado por estos montes.
Por estos lares, el fantástico río
Guadiana empieza a mostrar sus mejores galas como río, tras pasar por los cuasi
artificiales esplendores de las Tablas de Daimiel, por las atribuladas Tablas de
Calatrava y tras dejar el “pajarero” pantano del Vicario, se constriñe en las
primeras serrezuelas del macizo ibérico, tras abandonar la Mancha y en este
punto, tras pasar bajo el puente de Picón, comienza a vivir el esplendor de una
llanura de inundación poco alterada.
El
Guadiana, tras el puente de Picón, en Santa María, recibe al
arroyo del Raso, donde se amplía enormemente la llanura de inundación para
luego irse estrechando en un entorno que, de no haberle sido claramente usurpado
al Guadiana por la agricultura en su lado norte (Santa María) o por la
ganadería en su lado sur (Sedano), gozaría de unas características
medioambientales muy similares a lo mejor de las Tablas de Daimiel, aunque menos
salobres y problemáticas; incluso en el entorno de esta junta de cauces, se encuentra un “ojuelo” protegido por una valla para que no caiga ganado en él.
Llanura de inundación de la margen izquierda claramente usurpada
Espantapájaros y valla rodeando un ojo o nacedero en medio de la llanura de inundación en la junta de los ríos
Tras esta considerable ampliación del valle, el río forma la tabla de la Patata, donde hay una pequeña área recreativa,
para luego, volver a estrecharse al ser atravesar una serrata que crea
un pequeño congosto, a la salida del cual, se vuelve a ampliar definitivamente
en la llanura de inundación de Alarcos y aparece, en la orilla derecha, al pie
de la ladera que mira al sur, la laguna de Prado Redondo.
A pesar
de encontrarse en el borde de la llanura de inundación del Guadiana, esta
laguna se encuentra rodeada de montes, una mitad al norte y otra al sur del río,
formando un círculo de montes que da nombre al lugar, “Prado Redondo”, y en su
centro se encuentra esta especial laguna. Especial porque pocas lagunas, y hay
muchas, en todo el campo de Calatrava, tienen ese origen y dinámica tan
particular. Esta laguna se encuentra en la terraza fluvial y, aunque se encuentre
solo a poco más de un metro por encima del nivel actual del río, las riadas
no llegan hasta ella.
Su secreto, su singularidad, consiste en que, al pie del encinar de la loma más cercana a
ella, nace un buen manantial que alimenta un arroyuelo con olmeda que se
prolonga, ya sobre la llanura, dando lugar a esta
laguna. Esa fuente de agua pura, probablemente es la que haya ido disolviendo
con el paso de los siglos, esos materiales calizos de la terraza y haya profundizado
el fondo de la laguna hasta enrasar con el nivel del cercano
Guadiana, con unos tres metros de profundidad respecto al campo que la rodea.
Tras los manantiales y su olmeda, viene otra olmeda lineal que desemboca en la lagunilla. (Foto: J.M. Hernández)
El nombre de “prado” le viene de
antiguo, pues al pie de las lomas esos manantiales alimentaban un buen prado
que a su vez se unía a los húmedos pastizales de la llanura de inundación del
río y que afirmaba bien a las claras, la vocación netamente ganadera de este enclave. Aquí empieza la gran llanura de inundación que va desde este pequeño
congosto, hasta el puente y la histórica ciudad ibérico-medieval de Alarcos, edificada sobre la escarpada sierra que se alza sobre el Guadiana.
Pero ya hace años que desapareció
la vocación ganadera de este lugar para pasar a ser claramente agrícola, por
decisión de sus propietarios. Desde entonces parece ser que la laguna no fue
más que un mero estorbo para las labores agrarias de esa finca.
Comprobando su estado
actual y viendo la evolución de las imágenes aéreas, podemos asistir a una
especie de lucha del hombre por dominar la naturaleza, a una larga batalla por
irle ganando metros para el cultivo, por ir haciendo desaparecer la laguna.
Hace muchos años, la laguna llegó a tener salida hacia el río, y el prado, que
dio nombre al lugar, haber sido mucho más amplio e importante, pero la sucesión
de imágenes muestra el trabajo de continuo vertido de escombros y brozas
agrarias sobre ella, para ir reduciéndose a su lamentable estado actual.
En 2007 se aprecia el rastro del paso de tractores para verter escombros. Luego en 2011:
Aparte de su singular belleza
paisajística, este rincón atesora una gran riqueza botánica y faunística, a
pesar de sus reducidas dimensiones. En muy pocos metros cuadrados tenemos
representados varios ecosistemas naturales de interés, en la loma un buen
encinar manchego, rico en orquídeas; al pie de la loma y alimentada por varios
manantiales, una olmeda que en tiempos debió de llegar hasta la orilla del
Guadiana; un pastizal-juncal, es decir un prado higrófilo, con multitud de
especies de este tipo de medios, desgraciadamente en trance de desaparición en
toda Castilla la Mancha y, finalmente, una buena laguna con su orla de vegetación parcialmente bien
conservada.
Conozco esta laguna desde hace
muchos años y, aunque no fuese de dominio público, seguía teniendo una importante vida animal y
vegetal. Pero tras las últimas alteraciones
sufridas a finales de este invierno en esta finca, ya no puedo silenciar más, la
alta probabilidad de desaparición total de este magnífico enclave natural.
A las tradicionales acciones de
retirada de piedras y broza del campo de cultivo que eran vertidas al vaso
lagunar, este último invierno, se han arado los bordes del arroyo y de la
olmeda apurando al límite; también se ha hecho o re-excavado una zanja de
drenaje que recoge el agua de la olmeda de pie de monte y también, en el arroyo
que vierte directo a la laguna, para así reducir el área inundable, desecándola
y aumentando la superficie de cultivo, arando hasta el borde de la zanja,
dejando la olmeda lineal final, reducida a su mínima expresión, y retirando
maleza y troncos de olmos caídos, hacia la laguna.
A la derecha de la anterior, cultivos hasta el mismo borde del arroyuelo, con su zanja de drenaje, abajo
Solo con ver algunas de sus
plantas, como el aquí abundante lirio, Iris spuria subsp. maritima (hoy Chamaeiris reichenbachiana) o la oreja de liebre, Senecio doria (hoy Senecio laderoi), ya tengo información suficiente para saber que
este lugar es un fiel testigo de lo que fueron y, aún hoy deberían ser, los
ecosistemas húmedos del entorno del Guadiana. El lirio, teóricamente extinto en
la cuenca del Guadiana y el senecio, también desaparecido recientemente de sus
escasas localidades pasadas, nos dan la idea de lo que es la vegetación de las
aguas sin contaminar y la de los cauces inundables.
El lirio Iris spuria, (Chamaeiris reichenbachiana) y detalle de la flor
A estas especies hay que añadir
una buena cantidad de plantas poco comunes y aquí reunidas, como Agrimonia eupatoria, Althaea officinalis, Carex spp., Centaurium tenuiflorum, Cyperus fuscus, Equisetum
ramosissimum, Euphorbia hirsuta, Juncus bufonius, Kikxia lanígera, Linum tenue, Lythrum tribracteatum, Ornithogalum umbellatum, Phalaris caerulea, P. minor,
Potentilla reptans, Pulicaria paludosa, Rosa pouzinii, Samolus valerandi,
Schoenoplectus lacustris, y otras ya más
comunes como Asphodelus albus, Epilobium
hirsutum, Dipsacum fullonum (cardencha),
Juncus spp., Lactuca serriola, L. saligna, Lytrum salicaria, Medicago spp.,
Rumex conglomeratus, R. crispus, R. pulcher, Scirpioides holoschoenus, Scolymus
hispanicus, Trifolium spp., Verbena officinalis o Xanthium extrumarium entre otras.
Las grandes hojas de la oreja de liebre (Senecio laderoi) junto al lirio amarillo (Limniris pseudacorus)
Linum tenue y Samolus valerandi
Este lugar sería un candidato idóneo
para llevar a cabo una ejemplar recuperación ambiental de estos ecosistemas.
Habría que delimitar dentro de la finca, el terreno a intervenir; por un lado,
el de la arboleda, prados y arroyo, y por otro, el de la propia laguna. En la
laguna, lo primero sería desescombrar completamente, con cuidado de no
llevarse la parte de terreno libre de escombros que posee el humus, plantas de
interés y el banco de semillas del suelo.
La superficie total lagunar ampliaría
considerablemente su perímetro, aumentándole para suavizar las pendientes de
caída a la lámina de agua y dando margen perimetral para una transición vegetal
acorde y suavizar las posibles afecciones del arado de la zona agraria de la
finca.
Tras la retirada de escombros la laguna ganaría en superficie y en profundidad
Prado Redondo parece demasiado estorbo para la rectilínea labor de los tractores (Foto: J.M. Hernández)
La recuperación hídrica pasaría
por deshacer o suavizar las zanjas de drenaje y la canalización del arroyuelo,
para que el agua se desparrame superficialmente y abarca con su humedad, la
mayor cantidad de terreno posible, para que riegue la olmeda y una buena
superficie de pastizal. El banco de semillas aún se encuentra en el suelo y la
recuperación vegetal sería relativamente rápida, cuidando de eliminar las
abundantes plantas nitrófilas fruto de la alteración y remoción del terreno,
actual o fruto de los trabajos de restauración.
Prado Redondo, a parte de la intervención
de recuperación, requiere un protección efectiva e inmediata, bajo alguna figura
de protección como bien pudiera ser la de Microrreserva, la de Monumento Natural o
uniéndola a su entorno, como Paisaje Protegido. Una de las formas de
recuperación debería ser a través de intervención colectiva, dirigida por la
propiedad, el ayuntamiento de Picón y organizaciones ambientales, educativas o
sociales, por medio de una Custodia del Territorio, siempre contando con el
apoyo de la propiedad de la finca o en su defecto, con la de su adquisición pública.
Prado Redondo nos ofrece la poco
común oportunidad de que en una única localización, se puede mostrar una buena gama
de los ecosistemas de esta zona, una auténtica “aula de la naturaleza”, siempre
cuidando de no alterar la fauna y los procesos biológicos que dan la vida a
estos ecosistemas. Aquí podría mostrarse conjuntamente el encinar, la olmeda,
la vegetación dulce-acuícola de arroyos, una buena pradera-juncal y un completo
ecosistema lagunar y fluvial, al contar también con la inmediata llanura de
inundación del Guadiana y los montes aledaños.
Toda esta área del noroeste de
Ciudad Real capital, cuenta con áreas de importancia natural sin igual, para
colmo todas en un más que inestable estado de conservación. Aquí aparecen
lagunas de génesis hidromagmática, llanuras de inundación fluviales, elementos
geomorfológicos singulares como puedan ser los volcanes o los cortados rocosos cuarcíticos,
arroyos con vegetación de influencia volcánica, retazos de mesas calizas
delimitadas por la red fluvial, y un buen número de arroyos y lagunillas en buen
estado de conservación que merecerían mucha más atención de la que las
autoridades han demostrado hasta ahora hacia ellas.
Mención aparte merecen los numerosos vestigios históricos aledaños (castillo y ermita de Alarcos, poblado ibérico de Taiba, castillo de Benavente, torre de Galiana, ermita de Sancho Rey, caserón de Santa María, ermita y casas de Sancho Rey, molino de Gaijón, etc.).
Mención aparte merecen los numerosos vestigios históricos aledaños (castillo y ermita de Alarcos, poblado ibérico de Taiba, castillo de Benavente, torre de Galiana, ermita de Sancho Rey, caserón de Santa María, ermita y casas de Sancho Rey, molino de Gaijón, etc.).
Unión del arroyo de Benavente con la llanura de inundación de Alarcos, también usurpada al río. Esta llanura podría ser una de las mejores zonas naturales de Ciudad Real si se recuperaran. Al fondo volcán de Peñarroya
A los crónicos problemas de
ocupación ilegal del Dominio Público Hidráulico que el estado debería estar
obligado a recuperar, hay que añadir la intensificación agraria extrema (ej:
viñedos de Pagos del Vicario), el exceso y permisividad de usos lúdicos como el
motocross o el abundante vertido de escombros en cunetas, bordes de caminos y
arroyos, dada la cercanía de la capital manchega.
Ya va siendo hora de que se
ponga freno a la destrucción de un medio natural que parece que los ciudarrealeños
no valoran lo suficiente como para defenderlo, pensando en que lo van a hacer
quienes les administran. De hecho incluso el recién diseñado Camino Natural del
Guadiana, evita pasar por lo mejor de esta arteria fluvial, dando un rodeo, por no entrar en conflicto con los propietarios de las propiedades aledañas al río.
Yo sigo insistiendo en que
podríamos tener el mayor corredor ecológico y uno de los mejores espacios
naturales de la península, definido por un Guadiana indómito y desconocido que
desde Extremadura, vertebraría con su protección, ya como Parque Nacional o con
cualquier otra figura de protección eficaz, hasta las mismas lagunas de
Ruidera, pasando por estas tablas fluviales y por las de Daimiel. Sería la manera de aunar toda
esa serie de Monumentos Naturales, Microrreservas, L.I.C.s, lagunas volcánicas que
bordean su cauce ancestral y cuyo re-nacimiento en los Ojos del Guadiana
estamos cercanos a ver, si continúa lloviendo como debe y si comenzamos a regar
como se debiera.
Un Guadiana salvaje y desconocido en el occidente de Ciudad Real