Hace poco que hice una entrada parecida, sobre otra Hoz en el río Montoro, la de Valdoro en el cordal meridional del valle de Alcudia. Hace años estuve en esta garganta de la Hoz y como de costumbre, me faltó tiempo para recorrerla y conocerla mejor. Esta vez he tenido más tiempo y he aprovechado el lamentable año hidrológico que llevamos para poder vadearlo con más libertad y no estar tan limitado por la fuerte corriente que suele llevar el río en este tramo, aunque no venía tan bajo como yo preveía.
En algunos puntos las pozas hacían imposible continuar por el fondo del valle
Se podría decir que por aquí se va la mayor corriente de agua de la Mancha a Andalucía, en el que bien puede ser (con permiso del Guadalimar), el mayor afluente del Guadalquivir por su derecha, dada las amplias cuencas del sur de Ciudad Real que aquí confluyen, como puedan ser la del Fresnedas que viene de El Viso, el Ojailén que viene de Puertollano o el Montoro, río largo y salvaje, sin pueblos.
El maremagnum de montañas que forma Sierra Morena está lleno de arroyos que solo cuando confluyen, empiezan a tener un nombre y aquí topamos con el problema de las toponimias, cada pueblo da por suya cada hoz y este nombre se repite en cada una de ellas, sin adjetivos, como si fuese la única, la “O”. Cuando el Fresnedas se une al Ojailén, la no muy larga unión se denomina Fresnedas, (Ojailén para otros) y forma la hoz del Fresnedas; cuando éste se une con el Montoro, es el Jándula (Montoro para otros) y forma la hoz del Montoro o del Chorrillo, por el pico Chorrillo de 1062m. y la casa a sus pies frente a la junta. Luego llega por fín, la última hoz de esta serie es la Garganta de la Hoz o la hoz del Jándula.
Al fondo la hoz del Fresnedas y en primer término, ya salvada, la del Chorrillo o Montoro
Al tramo resultante, más que Jándula, le llaman Riofrío o nava de Riofrío, antigua gran zona minera (Pontones, Casarejo, Pueblonuevo, etc.), hoy desmantelada, cuyo poblado principal se atraviesa antes de llegar a la Hoz. Para mí, el verdadero Riofrío sería el que desemboca justo antes de la Garganta de la Hoz, el Robledillo que sí es un río salvaje de verdad, el que recoge el agua de las umbrías más altas de sierra Madrona, la más continua y alta de las de Sierra Morena, de entre el dédalo de cordales que son estas sierras, con su Cuarto de Aulagas, Corral de Borros 1311m. (21 menos que el Bañuela que es la cota más alta de todo este sistema montañoso), Castillones, Torrecilla, Rebollera, etc. Algún día dedicaré una entrada a los numerosos y maravillosos “riofríos“ de toda esta región nada manchega del sur y oeste de Ciudad Real.
Paquetes de cuarcitas y detalle
En estos magníficos relieves apalachenses, con sus típicos mares de cumbres de alturas similares, vienen definidos, con su alta resistencia a la erosión, por sus largas hiladas de la cuarcita armoricana, llevan una dirección típicamente E-W y los ríos casi siempre se adaptan a esta dirección, adaptación que resulta fácil, al aparecer en estos surcos, (sinclinales de Puertollano y de Solana del Pino, y anticlinal desventrado del valle de Alcudia) de materiales mucho más blandos, tales como las pizarras, también con grauvacas en el interior del valle de Alcudia.
Solanilla del Tamaral con los peñones del Manzanillo de fondo
Desembocadura del Robledillo labrada sobre las blandas pizarras colonizadas por pequeños alisos y adelfas
Pero a veces, probablemente porque antes de quedar al descubierto esta estructura geológica de estratos duros y blandos en una penillanura inicial, ya habría una red fluvial principal anterior a la aparición o levantamiento de esas sierras con una dirección transversal a estos relieves que probablemente aprovecharía una gran fractura norte-sur que es la que alinea estas tres hoces. Es lo que se llama sobreimposición fluvial, el río ya existía antes y fue serrando unas estructuras que se iban levantando lentamente cuando África comenzó a alzar la península al empujarla contra Europa.
Nava de Riofrío, la Hoz y a la izquierda el posible recorrido del río a la caída de ese cerro rodeándolo
A pesar de todo es complejo reconocer exactamente qué fenómenos han causado esta impresionante hoz, pues se puede reconocer con sorpresa que la serreta cuarcítica de la Hoz, baja su altura hasta cotas cercanas al nivel del río, poco más de un kilómetro más al este, lugar por donde el río podía haber discurrido haciendo un meandro alrededor de esta sierra, sin haberla incidido tan trabajosamente. Lo que sí que está claro es que todos esos ríos (Fresnedas, Ojailén y Montoro), pertenecieron a la cuenca del Guadiana y en algún momento geológico fueron capturados por el Guadalquivir gracias a la fuerte acción remontante de sus emisarios, favorecida por el gran desnivel con el nivel de base del Guadalquivir. El tajo del río sobre la roca deja unos cortados con una media de altura de unos 250m, aunque desde las cimas se salta desde los 785m. al oeste y de los 665 del este, hasta los 365m. del cauce.
Si asombrosa es la geología de este rincón, probablemente el lugar más montañoso de la provincia de Ciudad Real, lo es más la bravura de su salvaje naturaleza. A pesar de existir dos pedanías en la vecindad del río, hacia el oeste Solanilla del Tamaral (29 hab.) y al este El Hoyo (238 hab.), ambas pedanías del municipio de Mestanza (477 hab.), estamos en una de las regiones más despobladas de España, sin apenas carreteras o caminos, estos lares son un culo de saco en comunicaciones, se sale por donde se ha entrado, es decir de nuevo por Mestanza.
Pico y casa de El Chorrillo frente a la junta del Montoro y Fresnedas
No deja de asombrarme la potencia del cauce que debe tener periódicamente este río para mover los enormes bloques de cuarcita por los que voy saltando, su redondeamiento no deja lugar a dudas, además hasta una buena altura, los fondos y pies de ladera están literalmente pulidos y la ausencia de vegetación es manifiesta. También inmediatamente por encima de esta línea, a varios metros sobre el cauce, es fácil encontrar acumulaciones de troncos y piedras diseminadas sobre esa línea. Este caudal también crea cada cierto trecho buenas pozas tras algún umbral rocoso; lástima que el Ojailén venga desde Puertollano.
La naturaleza se muestra en una gama y variedad, envidiable, pocos rincones en España pueden presumir de estar tan poco transformados, para lo bueno y para lo malo. El monte se conserva en su ser, pues apenas hay repoblaciones forestales, (a kilómetros hacia el oeste algunos pinares resineros y al sur, en Andalucía, de piñoneros), pero el grueso de la vegetación es genuino monte mediterráneo en toda su gama de quercíneas y arbustedas siempre verdes. La gran variedad topográfica hace que exista toda la gama desde los robledales de altura, los quejigares de pie de ladera, los encinares por todas partes, los alcornocales en las solanas más húmedas y enebrales y acebuchares en las áreas más rocosas o en estos cascajares fluviales.
Talud rodeada de la variada vegetación mediterránea
Siempre verdes: mirto, agracejo, lentisco y coscoja
Aquí aparece casi todo lo que pueda aparecer en los encinares del suroeste de Castilla la Mancha y mucho de lo que aparece en Andalucía. Estos protegidos valles interiores y cañones, seguro que jugaron, gracias a la variedad topográfica y altitudinal, el papel de refugios botánicos en los cambios de clima acontecidos en y desde el plioceno. De hecho hoy en día, a pesar de no existir, por muy poco, la trilogía arbórea del tejo, loro y abedul que sí llegan a Montes de Toledo (en clara regresión), sí aparecen muchas especies térmicas que no llegan más al norte, como adelfas, mirtos, zarzaparrillas, agracejos, robles andaluces, etc.
Descomunal agracejo arbóreo sobreviviendo a duras penas entre los peñascos
La vegetación que he visto en estas partes tan bajas, da para todo un estudio botánico bien diferenciado de lo “manchego”. De entrada me llama la atención las buenas extensiones y abundancia de una escoba que no hay más al norte, la Genista polyanthos, en los cascajares de estos ríos y como sub-rupícola; la abundancia o incluso dominancia en estas partes bajas y protegidas, del aquí llamado agracejo Phillyrea latifolia y también la que veo por primera vez en esta región, la zarzaparrilla Smilax aspera de acertado nombre, pues es como una zarza que pincha y una parra que trepa por árboles y arbustos, tanto que en algunos lugares tiende impenetrables celosías entre el suelo y lo alto de algunos árboles.
Este otoño con la sequía que hay, daba por excusada la típica excursión de caza de colores otoñales, pero a pesar de la sequía, este lugar tiene un variado colorido otoñal, destacando claramente las abundantes cornicabras, los fresnos, algunas higueras, los tamujares, helechares y la presencia de escasos, pero enrojecidos arces. Las parras silvestres también dan un buen colorido sobre los árboles a los que trepan.
Nada más pasar por la desembocadura del Robledillo, veo la típica formación de las orillas pedregosas de esta región, los adelfares que en verano engalanan de rojo las orillas,y el tamujar que ahora luce sus hojuelas amarillas. Esta vegetación ribereña aquí se acompaña en los suelos más secos, con la masiva Genista polyanthos y algunos enebros dispersos con escasas mejoranas Thymus mastichina. Cuando esta formación se degrada más, por estar más cerca de este cauce que puede tener grandes oscilaciones, ya no hay vegetación arbustiva, quedando solo la acedera Rumex induratus y Scrophularia canina.
Formación de Genista polyanthos en los cascajares interiores del tamujar
Cuando me meto por las rocas, veo claramente que adaptados a esas duras condiciones de xericidad y falta de suelo, aparecen enebros, cornicabras, agracejos y numerosos acebuches con sus esparragueras blancas; de todos ellos hay ejemplares arbóreos descomunales, algunos en precario estado tras este par de años de ayuno. En las repisas terrosas veo en floración, buscando entre la tupida alfombra verde de sus hojas, el Arisarum simorrhinum y en las pedrizas abunda la Ballota hirsuta. También veo al raro endemismo de estas sierras, Coincya longirostra, (creo, pues su congénere C. rupestris subsp. leptocarpa, no me cuadra tanto).
La extraña flor del Arisarum simorrhinum y abajo roseta de Coincya longirostra
El mundo de los helechos no pensaba que estuviera tan bien representado, con helechales de Pteridium aquilinum en suelos con humedad, y si aumenta aparecen puntualmente, Adiantum capillus-veneris, Athyrium filix-femina o más raramente Osmunda regalis; en repisas rocosas la doradilla Ceterach officinarum, Asplenium trichomanes y Polypodium cambricum. Como rupícola estricto aparece Cheillanthes hispanica, acompañado en esas paredes sombreadas por los coloridos endemismos Jasione mariana, Digitalis mariana y al sol, por el clavel Dianthus crassipes.
Cheillathes hispanica y Adiantum capillus-veneris
Los alisos en la hoz crecen donde le dejan los golpes de las grandes avenidas y los suelos que tengan humedad en verano, porque lleguen al nivel del cauce o aprovechando algún manantial, entonces aparece también la enorme cárice Carex pendula; veo en varios lugares no tan húmedos, la jabonera, Saponaria officinalis y ahora con sus flores moradas la menta Calamintha nepeta. Otros arbolillos ribereños ahora anaranjados, son los tarays de antes de la hoz aparte de algunos fresnos.
Saponarias creciendo bajo una adelfa
Es el Robledillo el que tiene excepcionales alisedas en gran parte de su recorrido, con todo su elenco florístico y presencia de especies norteñas. Los abundantes sauces de sus orillas me tienen despistado, pues no estoy acostumbrado a ellos, en principio iba buscando el sureño Salix pedicellata, pero no lo es, se parece mucho al S. fragilis, aunque leyendo Flora Ibérica he visto que existe una raza sureña de Salix salviifolia, la supuesta subsp. australis que coincide plenamente con lo visto y poco se parece al típico.
Sauces entre zarzales y helechos
Me llama la atención los escasos madroños que pensaba ver en abundancia, como ocurre a mayores alturas, y las pocas matas de rusco, parece que aquí tienen más fuerza las especies termófilas y son desplazados por los lentiscos, el abundante mirto que este año tan seco, apenas ha fructificado y sin duda por los agracejos que aquí parecen sustituirles. Probablemente aunque en las alturas vecinas llueva bastante, aquí lo haga en menor cuantía y las temperaturas varios grados mas altas, por la escasa altitud y por estar más protegido del viento, requieran de la vegetación una mayor adaptación a la sequedad y altas temperaturas. Por eso tampoco veo los quejigos o los alcornoques que tanto abundan en estas sierras.
La fauna tiene toda la gama imaginable de la Iberia salvaje, de hecho esta región de sierra Morena es la que puede presumir de tener los ¿últimos? efectivos de lobo ibérico de toda la mitad sur peninsular, arrinconados por los propietarios de fincas que con buenos cerramientos crían caza mayor como quien tiene una granja de pollos y no están dispuestos a sacrificar un euro por un par de lobos. El lince también vive por aquí, pero más de paso que residente pues depende de la riqueza de conejos que prefieren suelos más blandos para hacer sus madrigueras.
Las selvas de Sierra Morena
Vi algún venado y oí piedras rodando por animales grandes; también vi cabras montesas, creo más introducidas y escapadas de fincas que las genuinas cabras salvajes de los altos de sierra Madrona, aunque a ver quien le pone puertas a estos bichos. El cielo siempre estaba poblado con buitres y a cada rato, pasaban a media altura cormorane, alguna garza real o la flecha azul del martín pescador. Me llamó la atención el ver varias veces restos de cormoranes devorados, creo que la culpable, más que un halcón, debería ser alguna águila perdicera.
Retazos de colores otoñales
El espectáculo de los colores otoñales de las caducifolias, los cortados cuarcíticos rojizos, con sus líquenes amarillos (Acarospora spp.), contrastando con la vegetación siempre verde de mirtos, agracejos, hiedras, jaras, brezos, o la siempre gris de las encinas o los añosos acebuches, pintan un espectáculo hermosísimo que afortunadamente está lejos de los circuitos turísticos otoñales que aparecen en las revista de turismo en la naturaleza. Pero estas sierras son así de desconocidas o de inabordables. Me consta que hay bosquetes caducifolios bellísimos en altas umbrías de la sierra, para llegar a las cuales hay que tener una excepcional forma física y permiso de los terratenientes cinegéticos.
Arce
Cuando se nombró Cabañeros Parque Nacional me alegré, también ya de paso porque daban carpetazo a la locura de convertirlo en campo de tiro del ejército, pero cuando se le nombra el parque nacional del bosque mediterráneo, siempre me acuerdo de Sierra Morena, con sus bosques de robles, sus riscos, sus hoces y su fauna ibérica al completo, con el lince y el lobo sin necesidad de re-introducirlos. Este es el bosque mediterráneo más completo y variado de la península, desde sus especies norteñas y caducifolias a las más esclerófilas y térmicas.
A pesar de estar en forma, esta ruta me ha costado sudor, cansancio y agujetas. El andar saltando todo el rato de bloque en bloque, subiendo a repisas para superar pozas, a veces teniendo que desandar lo andado; me han señalado la sádica caricia de las ramas secas de los acebuches y las zancadillas de las zarzaparrillas; suerte he tenido que se nubló y no roció que se nubló y no llovió, a pesar de la constante amenaza, porque esas pulidas cuarcitas mojadas son garantía de caídas en la delicada zona de los grandes bloques del río o cuando tuve que hacer trepadas para salvar encerronas. También una lástima no haber tenido un equipo fotográfico acorde a las imponentes dimensiones de lo que me rodeaba.
En época de cría de rapaces, lo mejor será no venir y abstenerse de incordiar, pues aquí seguro que están las especies rupícolas en mayor peligro de extinción como la cigüeña negra, la perdicera o el alimoche, aparte de la gran cantidad de buitres que tiñen de blanco altas repisas y peñones. Ojala que estas hoces se mantengan así por mucho tiempo, que nadie turbe la serenidad de estos bosques y peñascos con sus discretos moradores.