Pedriza o casquera es el nombre dado a las grandes superficies de bloques de diversos tamaños que se acumulan al pie de las laderas cuarcíticas de toda la región centro-suroccidental de la península. Estas formaciones detríticas de acumulación de clastos de caída gravitatoria no son exclusivas de las cuarcitas, pues por supuesto, se dan en cualquier formación rocosa, más conocidas por pedreras. Pero es en las cuarcitas donde aparecen con mayor frecuencia y extensión, incluso mucho tiempo después de haber desaparecido los procesos geomorfológicos y las crestas rocosas que las originaron, caracterizando fuertemente los paisajes de los montes de los que se enseñorean.
Se puede apreciar que ya ha quedado rota hace tiempo la comunicación entre la pedriza y su área fuente
La cuarcita probablemente sea la más dura e inalterable de todas nuestras rocas, pero esa rigidez hace que no sea capaz adaptarse al tira y afloja del juego de las tensiones internas y las fuerzas tectónicas, y que se fracture con relativa facilidad siguiendo las líneas de un diaclasado casi ortogonal que irá generando bloques de prismáticos a piramidales.
La cuarcita da toda la gama de tonos entre el rojizo y los ocres
Las crestas cuarcíticas al ser tan duras permanecen poco alterables y expuestas a los agentes erosivos sin apenas retroceso, aunque esos mismos agentes afecten fuertemente a otras capas de materiales más débiles acompañantes de estos estratos, tales como pizarras o areniscas que con su merma continua por erosión y por la acción fluvial, no hacen sino resaltar cada vez más esas crestas.
Ladera de solana en Montes de Toledo con una pedriza generalizada en toda la ladera
Sobre las crestas de cuarcita, en los inviernos y principalmente en el último periodo glaciar, actuó fuertemente la crioclastia, fenómeno por el cual el agua retenida en las grietas de la rocas va acuñando esas rendijas por medio de los diversos ciclos de hielo/deshielo (diarios, estacionales o de larga duración), hasta provocar la rotura y caída de diversos tamaños de bloque.
Muchas veces la únca vida que podemos encontrar en las pedrizas son los líquenes
Estas formaciones tienen su origen por el conjunto de procesos englobados en la llamada geomorfología periglaciar, es decir aquellos procesos relacionados con la acción conjunta o sucesiva del hielo y del agua. Estos procesos fueron concretados tras estudiar la más clara acción de la geomorfología glaciar, es decir aquella relacionada exclusivamente con la acción del hielo (y en muy escasa medida con la del agua), por lo que al estar en la órbita y cercanía de lo glaciar, se denominó geomorfología periglaciar, mucho más presente y activa en la península que la glaciar.
Por lo común, esas acumulaciones eran objeto de posteriores movimientos de ladera en masa. El proceso más normal era la de la formación de un cuerpo de masa helada de agua y roca que hacía posible un movimiento deslizante conjunto de parte de la formación, también a menudo estas acumulaciones se producían sobre materiales finos, como limos o arcillas que originaban un movimiento similar al anterior, al cargarse de agua y poder fluir por el peso de la formación rocosa, y otro tipo de movimientos, siempre potenciados por la inclinación de las laderas y por el aumento de la carga de materiales en la cabecera.
La dureza de la cuarcita hace que se mantenga por siglos inalterable a la meteorización o la acción de la vegetación, permaneciendo casi inalteradas milenios después de haberse formado. Solo por sus bordes la acumulación de materia orgánica hace que se le sobreponga un nivel de suelo que con el tiempo va engrosando y alterando con mayor efectividad esta dura roca.
Durante siglos el agua ha ido abriendo esta oquedad e incluso puliendo unas fisuras paralelas
La distribución de las cuarcitas coincide, en toda la zona central española, con el llamado macizo ibérico, el verdadero corazón paleozoico peninsular, sobre el que se depositaron también los sedimentos más modernos de las cuencas de los ríos Duero, Tajo, Guadiana y parte de la del Guadalquivir, siempre en sus áreas occidentales. También asoman dentro de esta región materiales graníticos como los del Sistema Central y los de zonas bajas de los Montes de Toledo, Pedroches y "las arribas” del Tajo y Duero.
Grandes pedreras de bloques de gneis en el Guadarrama
Ya perimetralmente al macizo ibérico, asoman por el norte las cuarcitas en amplias zonas del oeste asturiano y leonés, albergando curiosas, abundantes y poco conocidas formaciones rocosas en sus zonas más altas, como son los glaciares rocosos y las morrenas de nevé. También aparecen en la zona central del Macizo Ibérico en Soria, Cuenca y Teruel. En la serranía del Albarracín se encuentran las mayores pedrizas de Europa, lo que ya es una atracción turística en los llamados “ríos de piedras”.
Desde el interior de una morrena de nevé se ve un glaciar rocoso (lengua verde de izquierda a derecha) en cuarcitas de la Cantábrica
Pero donde realmente destacan las pedrizas, es en los paisajes de las numerosas serretas de cuarcitas armoricanas del ordovícico, que van desde los Sierra Morena hasta Montes de Toledo, y desde éstos a Peña de Francia en los macizos occidentales del Sistema Central, cordillera que ambos extremos (Hurdes-Gata / Ayllón-Alto Rey), pierde la condición de granítico-gnéisica para hacerse cuarcítico-pizarrosa. Esta región occidental prácticamente coincide con la conocida en biogeografía como subprovincia Luso-Extremadurense.
Poco a poco, con mucho tiempo la pedriza se va estabilizando por la vegetación
La vida sobre las pedrizas no podría ser más cruda para las plantas, dada la ausencia de materiales finos entre los bloques, por lo que apenas hay suelos superficiales, si bien muchas veces a quien logra prosperar en ellas, será muy difícil de erradicar. En los Montes de Toledo a las grandes pedrizas se les llama las “madres del agua”, esto ocurre porque bajo el manto de bloques se encuentra un sustrato de materiales finos, cargados de humedad y protegidos de la intemperie por los bloques superiores.
Cuando una semilla de árbol a arbusto germina entre los bloques y llega a esa capa, tiene muchas posibilidades de llegar a viejo, pues va a tener suficiente alimento, humedad y muy poca competencia. Además estas formaciones son uno de los mejores cortafuegos que existen, por lo que los mayores árboles de estos montes, suelen estar en los bordes o en el interior de las pedrizas.
Un enorme y viejo quejigo en una pedriza de los Alcoba de los Montes (Ciudad Real)
También para los animales son un buen refugio dada la cantidad y variedad de oquedades, siendo un lugar típico de cría y escondite. En el norte es el clásico lugar donde crían o en el que se esconden los lobos en las batidas, pues no hay quien ande por ellas y los perros apenas pueden seguir un rastro sobre las pedrizas.
Las peonías denotan una escasa potencia del horizonte de bloques
Entre las pocas plantas que colonizan estos medios suelen encontrarse las plantas de sustratos móviles (saxícolas), alguna planta de las paredes rocosas (rupícolas) y plantas de lugares donde se acumula materia orgánica (nitrófilas). En el conjunto de pedreras de otras litologías, en medios de alta-media montaña, existe una especializada y rica vegetación, plagada de endemismos en los ambientes más alpinos o sobre sustratos poco comunes, llegando a su extremo en sustratos dolomíticos. Pero sobre las cuarcitas, dada la escasez de materiales de pequeño tamaño y de suelos, apenas existen unas pocas plantas interesantes.
La dedalera (Digitalis mariana), una rupícola que coloniza el arranque de algunas pedrizas
Usualmente en las pedrizas de cuarcitas aparecen plantas de taludes como la acedera (Rumex induratus) y plantas de las cercanas paredes como ocurre con el clavel de roca (Dianthus lusitanus), botones azules (Jasione mariana y J. tomentosa) y dedaleras (Digitalis mariana, D. thapsi y D. heiwoodii), pero las plantas más corrientes suelen ser el ombligo de Venus (Umbilicus rupestres) y el geranio de roca (Geranium lucidum). A veces aparece alguna saxícola interesante como bocas de dragón (Antirrhinum graniticum), armerias (Armeria villosa, A. genesiana o A. alboi) e incluso a veces el raro cardo (Eryngium tenue).
Eryngium tenue en pedrizas cuarcíticas de umbría de las estribaciones de los Montes de Toledo
Lo más normal es la presencia de gran variedad de árboles y arbustos que han prosperado al abrigo de los bloques, como el cornicabra, los majuelos, encinas, robles o quejigos. Es notoria la dependencia de este tipo de sustratos de los bosquetes de acebuche en las solanas, a no ser que sea una pedrera profunda, entonces no hay árbol que enraíce.
Por el contrario en las umbrías húmedas, al pie de pedreras de montes de Toledo y las Batuecas, es notoria la presencia de raras especies eurosiberianas o relícticas como el tejo (Taxus baccata, el mostajo (Sorbus aria y S. torminalis), el acebo (Ilex acuifolium), el abedul sureño (Betula alba subsp. fontquerii var. parvibracteata), incluso al este de Peña de Francia se encuentra en medio de una pedriza la única y vetusta haya del occidente ibérico.
La riqueza de cornicabras es mucho mayor en las pedrizas que en el resto del monte
Las pedrizas no son formaciones en peligro pero sí son sensibles a actuaciones de carácter minero sobre ellas, bien para obtener “balasto” para empedrar carreteras o peanas de vías férreas; también a veces se remueven para obtener los fértiles suelos que se encuentran bajo ellas.
Las pedrizas ocupan la parte media-baja de las laderas al pie de los cantiles
Un alto porcentaje de pedrizas se encuentran en grandes fincas cinegéticas que trazan pistas con maquinaria pesada sobre ellas, bien para crear cortafuegos, tiraderos o pistas, provocando cambios en la circulación de las aguas de escorrentía que profundizan las brechas abiertas haciendo desaparecer los suelos subyacentes ladera abajo, aparte de destrozar grandes y hermosos paisajes por el adefesio de montes rayados de líneas rectas de un lado para otro de los montes.