miércoles, 30 de octubre de 2019

La Cárcel de los Ríos


        La Junta de los Ríos es la compleja región de la unión de los ríos Záncara y Gigüela en el mismo centro de la llanura manchega, en la provincia de Ciudad Real. Esta Junta o Cárcel de los Ríos venía a ser, una mezcla de zonas palustres, salobres y esteparias en un aparente caos meandriforme que dominaba enormes extensiones. Todo salpicado de someras depresiones inundables, saladares, bosquetes de taráis y, ahora, rectilíneos canales que encauzan los efímeros cursos de unos ríos cada vez más ausentes, mezclándose extensas zonas cultivadas con áreas re-naturalizadas o que aún permanecen en relativo buen estado de conservación.


Cerro de las Cabezuelas entre taráis y céspedes oscuros de Frankenia pulverulenta

       La Junta de los Ríos nos habla de la unión del Záncara y el Gigüela, pero son varios más, el Gigüela ha recibido 23 kms antes, a su simétrico Riansares, cuyo ornitológico nombre lo dice todo de su pasado. El Záncara recoge pocos kilómetros antes, el Canal del Guadiana  y el Canal del Gran Prior o Guadiana Viejo que son los que recorre este río poco después de salir del pantano de Peñarroya tras las lagunas de Ruidera. También acoge al triste y encauzado río Córcoles, por aquí llamado Acequia de Socuéllamos, procedente del Campo de Montiel albaceteño.


Viña, llanura de inundación y sierra de Herencia

     A partir de esta Junta, el Gigüela sale hacia el suroeste recogiendo también las aguas del Amarguillo, aquí llamado Valdespino, y poco después, en Villarta de San Juan, pasa por debajo del mayor puente de toda la Mancha, (47 ojos que fueron algunos más) para desembocar (ya solo ocasionalmente), 26 kms al suroeste en un Guadiana, renacido 10-15 kms antes (con permiso de las extracciones), en los Ojos del Guadiana. Esta unión configura las Tablas de Daimiel, lugar antes conocido como Laguna de las Islas y que hoy, ni con la artificial ayuda de cuatro diques, consigue rememorar sus antiguos esplendores.



       Esta área también tiene un singular nombre, la Cárcel de los Ríos, nombre más que significativo y aunque su denominación pueda tener otra procedencia, para mí es un buen nombre para definir esta confluencia, juego o desaparición de los mayores ríos manchegos, al menos los de antaño.


Ortoimagen actual de la Junta, predominando los degradados suelos grises 

      La Cárcel de los Ríos propiamente dicha, está un par de kilómetros aguas arriba del puente de Guerra y es la zona donde desaparecía el misterioso Guadiana, entre el Guadiana Viejo o Canal del Prior (de la Orden de San Juan) y Villacentenos, mítica y desamparada localidad que contó con castillo-iglesia y batán, donde moría el Canal Izquierdo del Guadiana. Río desde aquí subterráneo y que ya no volverá a la superficie hasta cinco leguas a occidente, en los Ojos del Guadiana.


Bebedero en una sola pieza de arenisca y puente de Guerra sobre el Záncara

     Villacentenos fue una localidad pleiteada largamente por Alcázar, Herencia e incluso Villarta, por sus buenos pastizales y dehesas que abastecían a miles de ovejas, vacas y ganado de tiro en aquellos tiempos. La historia de esta feraz localidad y su debacle demográfica, ecológica y material, va en paralelo y nos cuenta fielmente, lo que fueron y en lo que se han convertido, los espacios naturales manchegos. Antaño todos estos ríos (hoy secos canales), inundaban someramente toda esta gran área donde convergían, haciendo de ella la mayor área inundable del país, a excepción de Doñana.


Mapa geológico: en amarillos: costra calliza, punteado playas secas, mamelones playas húmedas y medias lunas: arenales

     Geológicamente estamos en el epicentro de la gran llanura manchega. Hasta hace un par de millones de años, fue una gran cuenca interior cerrada y continua de norte a sur, desde Guadarrama-Ayllón, hasta Sierra Morena. Pero varios miles de años después, esta cuenca comenzó a bascular ligeramente hacia el oeste, para irse abriendo hacia el Atlántico. El Tajo comenzó a profundizar sus valles hacia el oeste y aislando la mitad sur de Madrid de la Mancha, luego vendría la España de las autonomías y completaría la separación, pero no hay duda que, de la estación de Atocha para abajo, estamos en La Mancha.


Pastizales limo-arenosos, con presencia de artemisias

     No ocurrió lo mismo con el Guadiana, cuya capacidad erosiva apenas ha podido erosionar ligeramente, el portal occidental del Campo de Calatrava y sus serrezuelas cuarcíticas transversales. Las escasas precipitaciones y la alta permeabilidad del sustrato de la llanura manchega, restan casi toda su potencia erosiva a unos ríos que apenas fluyen por su superficie. Por eso no han profundizado sus lechos, ocasionando en épocas de lluvias, grandes desbordamientos superficiales, dando al término geológico, “llanura de inundación”, su inequívoco significado.

Área de llanuras de inundación de la Junta de los Ríos

 En estos ríos las aguas quedan retenidas en amplias, pero someras láminas llamadas “tablas” o “tablazos”, de hecho, otra denominación de esta Junta es la de Tablas o Tablillas del Záncara. En un reciente pasado geológico no ocurrió lo mismo, pues el agua circulaba por numerosos pequeños valles fluviales, llenos de curvas y que hoy ya no son funcionales y tienen la mayoría sus fondos roturados, con o sin canalillo central.

Un vallejo o cañada, en este caso la de Guerra, el único buen encinar cercano a la Junta

  Son las famosas “cañadas” manchegas, buenos pastizales de fondo de valle, rutas y rutinas ganaderas que por esto mismo acuñaron ese nombre. Hoy la casi extinción del pastoreo manchego ha favorecido, como causa y efecto a un tiempo, la desaparición de las grandes llanuras de inundación manchegas tan bien aprovechadas por aquellos ganados. Salvando los pretéritos tiempos de la mesta, este gremio no ha tenido la fuerte influencia política que sí ha conseguido el, aquí omnipotente, sector agrario.
    
Vuelo americano de 1956: humedales, saladares, albardinales y arenales ocupan el 90% de la superficie

       En la foto aérea de los años cincuenta, el famoso “vuelo americano”, aparece un área natural tan vasta, variada y rica que bien podría rivalizar con Doñana, no en vano este tipo de lugares, se están dando en llamar “marismas manchegas”, término que viene a denominar el conjunto de esas grandes llanuras de inundación y las numerosas lagunas endorreicas del entorno, todas fluctuantes y salobres, como las verdaderas marismas costeras. Algunas de éstas se han querido rescatar/proteger en la denominada Reserva de la Biosfera de la Mancha Húmeda, lo que ha promovido varios proyectos LIFE que han sido bastante eficaces, poniendo además en valor, entre la población local, un nicho ecológico que hasta hace relativamente poco tiempo estaba muy desacreditado.


Mapa Reserva de la Biosfera de La Mancha Húmeda, (recuadro de la Junta de los Ríos)

       A los humedales de la Junta de los Ríos se le une la singular laguna,  dada su génesis de vaciado eólico, la de Cerro Mesado, centro del Lugar de Importancia Geológica TM130 (Complejo de dunas limo-arcillosas y depresiones eólico-lacustres al sur de Alcázar de San Juan). Pero ésta no es sino una mínima muestra del amplio elenco lagunar de esta zona central manchega, pues aparte de las llanuras de inundación y sus tablas, cuenta con muchas lagunas más o menos temporales, agrupadas en grandes conjuntos o complejos lagunares como los de Lillo, Villacañas, Quero, Villafranca, Alcázar, Muletero-Pedro Muñoz-Las Mesas, Manjavacas, etc.


Típica laguna endorreica manchega con sus bordes con plantas salobres y albardinales

       Las mayores de estas lagunas están protegidas o disfrutan de algún proyecto de recuperación, pero lamentablemente son muchas más las desaparecidas o usurpadas. Solo con ver en cualquier visor geográfico, la toponimia o las redondeadas manchas de tonos blancos o grisáceos en medio de campos ocres o rojizos, se puede apreciar lo que en tiempos debió de ser la auténtica “Mancha Húmeda”.


Restos de tarayales, saladares de fondo de cauce y zanjas entorno a la Junta

      Obstinadamente, contra pronóstico, tras unas lluvias decentes, las aguas rompen las zanjas y los esquemas de quienes las pusieron en explotación, y las vuelven a colmar de vida, recuperando milagrosamente gran parte de sus biológicos esplendores. En teoría todas las lagunas, por muy temporales que éstas sean, son Dominio Público Hidráulico. No sé qué títulos de propiedad, ni que legitimidad, obra en poder de sus explotadores.


Un elemento del paisaje específico de esta región, estas "motas" de contención de las arenas venteadas

      Estas grandes confluencias fluviales han sido el área fuente que ha generado amplios campos de arenas y formas dunares que hoy en día se encuentran diluidas por su cultivo en su práctica totalidad, encontrándose casi totalmente despojadas  de un tipo de vegetación sumamente especial y magníficamente adaptada a vivir en esto medios móviles y estériles. Algunos bardales de separación de fincas o de bordes de caminos, han sido respetados por el arado y resaltan como diques, para contener el avenamiento de las propiedades vecinas en los episodios ventosos que movilizan las arenas.


Altas macollas de Imperata cylindrica al borde de un arenal

       En algunos lugares, esos diques de arenas (alrededor de metro y medio de alto por unos cinco de ancho), son los únicos espacios que albergan algo de vegetación natural en kilómetros a la redonda. En ellos se pueden encontrar restos de albardinal, artemisias o incluso en uno encontré la rara gramínea Imperata cylindrica. Por toda la región, de la vegetación natural original, solo restan algún pequeño retazo de encinar, breves tomillares de cuesta y retazos de taráis de las antaño grandes áreas inundables que, con su irregular trazado, a pesar de los encauzamientos, todavía son difíciles de doblegar.


Ralo albardinal salino rico en especies protegidas

      Al sur de la Junta todavía se pueden ver algunos pastizales de suelos limo-arenosos, desdibujado por los años en que se araron, con un mosaico de vegetación función de la salinidad de los suelos, de la humedad y de la textura de los mismos, variando la colonización desde un carrizal, juncal, calaminar, albardinal, a un pastizal salino, calcícola o incluso sabulícola. 


Artemisia campestris es el arbusto más representativo del matorral sabulícola manchego

       En la vecindad de unos buenos pastos, la línea recta del arado muestra al otro lado grandes extensiones de suelos totalmente desertizados en donde me hundo al pisarlo. En algún otro caso veo los raros y especiales pastizales sabulícolas (arenosos), totalmente removidos, bien para plantar almendros o pistachos o, lo que es peor, para repoblarlos con pinos u otras especies que dan al traste con las últimas muestras de su especial vegetación.


Pastizal sabulícola recién destrozado para plantar almendros

       En mi paseo entro a la Junta de los Ríos desde el sur, cruzo el cauce vacío del Záncara y llego al canal del Gigüela, el kilométrico y rectilíneo surco está lleno de tarayes y los caballones de Limonium, orzagas Atriplex halimus y conejeras a mansalva. Los terrenos al oeste, muestran hectáreas de terrenos blancos salobres, con los restos ralos de un vasto cultivo de cereal improductivo; al lado oriental, un enorme y blanco barbecho reciente, ocupado por especies anuales salinas (Frankenia pulverulenta, etc.), orlado de Limonium spp. por sus costados, ambas especies símbolos de un Hábitat protegido por Natura 2000, lo que muestra a las claras la vocación de estos suelos.


Enorme extensión de terreno salobre "ganado" al río sin ningún beneficio. Las marrones matillas de Frankenia pulverulenta denotan que es un  teórico Hábitat de Interés Comunitario

       Vuelvo sobre mis pasos y vuelvo a cruzar desde el sur hacia la Junta de los Ríos, justo donde aparece lo que yo pensaba que era una "motilla", el cerrillo de las Cabezuelas, pero al subir a su cima veo grandes bloques de costras calizas que desmontan mi teoría. Aun así, es un mirador incomparable en el justo centro de la llanura fluvial más importante de toda la Mancha, punto demasiado significativo como para que haya pasado desapercibido en cualquier época anterior a la nuestra. De hecho, en sus cercanías encontré un neolítico molino de mano.


Calaminares del cerrillo de las Cabezuelas, mirador de la Junta de los Ríos

       La peana de las Cabezuelas es un amplio calaminar que se extiende por toda su base y se resuelve en un almajal de Suaedas, tarayales y céspedes de Frankenia hacia el sur, mientras que hacia el norte topa con algunas zanjas artificiales y otras no tanto, que cobijan al Záncara cuando fluye, justo un poco antes de la Junta con el Gigüela, unión tapada por un bosque de taráis, espesos herbazales y carrizales. Desde aquí hacia el norte, probablemente sea donde se encuentre la mayor superficie europea de tarayales, unos naturales como estos primeros, y la gran mayoría de repoblación. Tras la canalización del Gigüela y el fracaso económico de la puesta en cultivo de muchas de estas tierras, se decidió, lamentable paradoja, plantar tarayales como los que ya existían anteriormente y el resultado son cientos de monótonas hectáreas de formaciones rectilíneas de taráis.


Rodalillo de la escasa Frankenia laevis en la cubeta de una área encharcadiza

      Al pasar al lado norte, compruebo la existencia de zanjas y caballones mucho más someros que los del anterior canal del Gigüela. Sobre uno de estos caballones hay una amplia cabaña de observación de aves. La gran cantidad de plantas taponando la entrada, muestran el poco uso que se hace de esta instalación, supongo que, motivado por la ausencia de agua al otro lado de sus ventanas, sobre las que cuelgan posters de las aves objeto de posible observación. Este recinto cercado/cerrado por este caballón donde se asienta el observatorio, delimita lo que es el paraje restaurado de la Junta de los Ríos, escaso, por no decir escuálido (150 has)*, respecto a la enormidad de hectáreas que podría tener este espacio natural, si se hubiese restaurado en la amplitud que este lugar (3500 has inundables)*, sin lugar a dudas, merece.               (*Ver mapas más abajo)


Caseta-observatorio de aves sobre la mota-caballón que cierra un recinto inundable

       Tras este sofocante verano, estoy oyendo hablar mucho de la peor cara del calentamiento global, de los incendios del Amazonas, de Siberia o de la desertización. Es lamentable ver cómo miramos detrás de la valla y no nos percatamos de lo que acontece en nuestro propio jardín, delante de nuestras narices. No hay que irse fuera para horrorizarse por cómo han desaparecido el lago Chad en África o el mar de Aral en Asia, solo hay que seguir la secuencia cronológica, cartográfica y fotográfica de esta región interior española, para comprobar que no podemos echar balones fuera, que aquí en casa, somos un flagrante ejemplo de lo que es la desertización claramente inducida por el hombre y sus espurios intereses.


A pesar de la riqueza agraria, la debacle del mundo rural, ha expulsado al hombre y a lo silvestre de estas llanuras

   Increíblemente, la muerte de tantísimas hectáreas de áreas naturales de llanura interior, con sus albardinales, saladares, arenales, tablas fluviales, lagunas, dehesas, etc., la historia de este desastre, no sólo ha pasado casi desapercibida, sino que continúa engullendo los últimos rincones naturales de este vasto territorio. Es una desaparición ahora ya a pequeña escala, pero masiva. Son rincones, bordes de arroyos, bardales, linderos antes arbolados de almendros, bordes de caminos, retazos de cuestas que se van recortando y haciendo retroceder, etc. Laderas que se llenan de caliches desde el campo de cultivo desempedrado de la mesetilla superior o pequeños eriales donde se acumulan basuras, caliches o aperos. Incluso se hacen desaparecer lagunas temporales pasando una y otra vez las rejas hasta allanar completamente el terreno, despojándolo de la escasa, pero magistralmente adaptada vida vegetal y animal que hubiera podido albergar con anterioridad.


Las curvas de los surcos denotan lomillas y concavidades que el arado tiende a recortar y colmatar

       Ahora mismo se está planteando, probablemente ya esté aprobado, un trasvase de nada menos que 20 Hm3 de agua desde la cabecera del Tajo a las Tablas de Daimiel. No conozco ninguna organización ecologista que esté de acuerdo con esta medida, pero la Comunidad de Usuarios de la Masa de Agua Subterránea Mancha Occidental I que es quien realmente tiene voz y voto en esta región, así lo ha solicitado a Parques Nacionales.


Improductivo campo cerealista donde antes hubo unos ricos y variados ecosistemas

      Es necesario recalcar que si bien, el Gigüela ya estaba canalizado, los pasados trasvases desde el Tajo-Segura a Las Tablas de Daimiel, se realizaron aprovechando el canal del Gigüela y esto fue la puntilla definitiva a todas estas áreas fluviales y lagunares que formaba este río manchego. Esto llevó a la re-elevación de caballones, la impermeabilización y sellado del canal, el cierre de compuertas a determinadas lagunas “privadas” que, con finalidad cinegética, mantenían aún con vida las últimas áreas palustres de esta arteria. Todo para bien poco, para alimentar un bebedero para patos, igual que podían haber inundado cualquier otro humedal seco, como las decenas de ellos que había de camino.


Interesante hábitat sabulícola, artificiosamente reforestado en una situación disclimácica

      Ahora se esgrime que es a través de una tubería y que apenas habrá pérdidas (que incluso llegaron hasta el 90%), pero eso no quita la enorme arbitrariedad, artificialidad y falta de concordancia, con lo que son los vaivenes climáticos naturales de nuestro clima mediterráneo. Quizás esta sea la ocasión de que las Tablas se libren por fin y de forma natural, de la plaga de carpas que están acabando con sus valiosas praderas de “ovas” y dejar de dilapidar tanto dinero en la extracción y muerte de estos animales. Hay que asumir que las Tablas de Daimiel son un ecosistema natural y que se tiene que comportar de acuerdo a las condiciones que afectan a su entorno del que, para bien y, más a menudo para mal, no pueden disociarse.



      ¿Cómo serían las Tablas si no se hubiera parado in extremis su desecación?, está claro, solo hay que ver el estado actual de esta Junta de los Ríos, además igualmente aquí existía una mezcla de aguas dispares, las salobres del mismo Gigüela con las dulces del Záncara que daban más riqueza aún a estas tablas. Hay que recalcar que esta es una situación fácil y perfectamente reversible, que los terrenos ganados a la naturaleza, apenas producen lo que se gasta en su explotación y que si se deshicieran zanjas y caballones, tendríamos un gran espacio temporalmente inundable, lleno de variados ecosistemas ligados a las aguas, a la salinidad, a los variados tipos de sustrato y además tendríamos, un magnífico sumidero que alimentase el magnífico y práctico acuífero que existe bajo el subsuelo manchego.


Áreas actuales, relativamente bien conservadas en torno a la Junta, (recuadro negro: restauración)

    Así se ha demostrado, muy parcialmente, al desmontar y rellenar algunas zanjas y crear caballones para no avenar tierras vecinas, con el resultado del parque de las Tablillas del Záncara, promovido por el Ayuntamiento de Alcázar y recrear 150 has. Inundables de las 3500 que hubo en el pasado.


Áreas salobres semi-inundables que podrían crear un espacio natural mayor y más variado que las Tablas de Daimiel

      Todo es proponérselo, es una opción de futuro, probablemente más seria que el intentar seguir manteniendo una agricultura, en estas áreas en concreto, que jamás será rentable de no ser por unas incongruentes subvenciones o por el poder de algunos propietarios que probablemente no lo eran cuando (se) promovieron estas grandes desecaciones.



Última hora: Una muy buena noticia, al parecer la Junta de Comunidades de CCM iniciará los trámites para declarar a los ríos Záncaar y Gigüela Reservas Fluviales


https://www.lanzadigital.com/provincia/alcazar-de-san-juan-provincia/la-junta-iniciara-los-tramites-para-declarar-los-rios-zancara-y-ciguela-reservas-fluviales/



sábado, 31 de agosto de 2019

Miscelánea Cántabra y paseo por el monte Buciero y dunas de Liencres


     Quizás esta entrada también podría titularse, "Encinares Cantábricos II", porque de nuevo, como me ocurrió el año pasado por estas fechas, he vuelto a disfrutar con los especiales encinares del norte. El año pasado fue la sorpresa, este año, ya sabía de qué se trataba, pero ver esas cantidades de hectáreas, de nuevo mucho más de lo que me esperaba, y la densidad y complejidad estructural de ese bosque tan particular, nunca me dejará indiferente.

Laderas orientales de monte Buciero,mucho más suaves que las que dan al mar

      Estos días he compaginado playas, bosques, cuevas y ríos. Mis contactos con las numerosas muestras de la prehistoria, incluso hasta el terreno de los neandertales, la antigüedad de los tiempos, las pinturas de las paredes, con caballos, cabras, ciervos, bisontes y uros, me hacían plantearme qué tipo de paisaje fue el que verían cotidianamente nuestros ancestros. Supongo que no todo eran bosques, bisontes, caballos y uros, mantendrían gramdes praderas en las zonas menos escabrosas, incluso probablemente migrarían estacionalmente y seguirían manteniendo pastizales y vías de comunicación entre invernaderos y agostaderos.

Toda Cantabria está trufada de cuevas, muchas de ellas fueron usadas por nuestros antecesores

      Pero cual sería el bosque de entonces, según estudios polínicos, las hayas entraron ya bastante tarde, durante el holoceno, a partir del cese de la última glaciación. Muchas de las localidades más térmicas y protegidas de las zonas bajas y en el interior de los numerosos cañones, hicieron de refugios microclimáticos para multitud de especies que no podían vivir en la congelada Europa del norte y centro, incluso tampoco en la dura meseta del otro lado de esas montañas cantábricas cuajadas de espesos glaciares.


      Lo más probable es que existiera un variado robledal o bosque de quercíneas en sentido amplio, quejigos, melojos o tozos, como los llaman por aquí, y el roble común o carballo. Allá donde las condiciones fuesen más térmicas y secas, bien por los climas pasados, por vivir en solanas o bien por estar sobre suelos prestos a secarse pronto, entrarían los encinares y la vegetación mediterránea en sentido amplio, desde la de carácter lauroide de climas húmedos, como madroños, laureles, durillos, ruscos, etc, a la más típicamente mediterránea de lentiscos, cornicabras, labiérnagos, torviscos, etc.

Labiérnagos, madroños y encinas en un paísaje típicamente mediterráneo

      En esos tiempos probablemente surgió la diferenciación entre las dos encinas ibéricas, la continental y la "marítima", y por qué no pudo haber sido aquí mismo, en esta parte del cantábrico centro-oriental, con su variada gama climática, como la que muestra el tramo cántabro entre el Ebro y la costa.

Encinar en abruptas laderas en las estribaciones de la cordillera Cantábrica limítrofe con Burgos
 Cantabria muestra un variado perfil de combinaciones climáticas intrincadas, entre la oceanidad costera y la dura continentalidad de los valles de la cabecera del Ebro. También, por las mismas razones, esto podría haber ocurrido por la otra punta del Ebro, por su catalana desembocadura, en cuyas montañas aún hoy quedan buenas representaciones de alsinares, como los llaman en Cataluña y norte valenciano.

Encinas agarrändose a las rocas

       También existen aquí valles aislados y completamente rodeados de altas montañas, como el de Liébana, en pleno corazón de la cordillera, con las altas cimas de los Picos de Europa rodéandole por el sur y el oeste, donde conviven en diferentes posiciones topográficas, casi toda la gama vegetal de carácter atlántico (hayedos, robledales, acebedas, tejedas, etc.) con una buena gama vegetal mediterránea con sus encinares,  alcornocales, arbustedas perennifolias, etc), y sus elementos de transición, como los tozales o rebollares, los serbales de todo tipo, y demás.

Ladera de encinas, la otra, de umbría, es de hayas y robles en el nacimiento del río Asón

      Muy especial me pareció el encinar del monte Bucero, en Santoña, pero es que especial es el monte entero y su marismeño entorno. Incluso me dijeron que también había un pequeño hayedo, que no llegué a encontrar. Se trata de un monte mágico, casi mediterráneo, tanto por las turquesas tonalidades del Cantábrico bajo ese monte, como por la vegetación que crece en sus roquedos, salvo allí donde aparecen suelos más profundos, colonizados por la clásica vegetación norteña de robles, fresnos, avellanos, acebos, mostajos y como ya he dicho, algunas hayas.


    El encinar de monte Bucero es intrincadísimo, cubierto de hiedras, zarzaparrillas, rubias, etc, que van enlazando una continuidad, casi cortinaje, de troncos de encinas, madroños, laureles o labiérnagos de gran tamaño, junto con cornicabras y espinosas genistas cantábricas en los asomos rocosos. Sus grandes farallones rocosos hacia el mar, preservan  balconadas, descansillos o repisas cuajadas de vegetación mediterránea de encinas con todo su cortejo florístico. Otro submundo es el de la oscuridad interior del espeso encinar, con sus helechos y todas esas plantas adaptadas a esas sombras casi misteriosas del suelo de este bosque. Entre todas esas plantas, y habría que verlas, por sus bellas flores, al final del invierno, destacan las numerosas Hepatica nobilis.

Una buena playa, pero cuya pos-playa ha sido nivelada y limpiada con tractores. La playa es lo suficientemente ancha como para permitirse sus dunas asentadas sin menoscabar la capacidad de uso

   Como siempre en verano, la playa es parada obligatoria, y como siempre, después de refrescarme, me gusta perderme en la pos-playa, buscar las dunas, si las hay e intentar reconocer aquellas especies características que solo viven en este tipo tan especial de hábitat. Santander tiene unos buenos arenales en casi todas sus playas. En muchos lugares, como en toda región bastante urbanizada, las arenas han sucumbido bajo el cemento de paseos marítimos o de urbanizaciones residenciales. En algún lugar simplemente pasan un tractor por la pos-playa para igualar y despejarlo de "cardos" y se quedan tan anchos.

Playa del arenal de Liencres y comienzo de su gran campo dunar

    Pero a pesar de todo quedan magníficas localidades dunares, enfrente del mismo Santander, en el Puntal de Somo, o mejor aún, los arenales de Liencres más al oeste. Estos si que ostentan unas buenas formaciones dunares en la desembocadura del Pas que es quien aporta una buena cantidad de arenas. El complejo dunar se caracteriza por una buena cantidad de estrechas y empinadas dunas que no me coinciden con los clásicos tipos dunares de la geomorfología eólica que se basa en las formas tipo de los grandes desiertos africanos y australianos.

Dunas en proceso de colonización por barrón, dunas grises asentadas y pinar sobre dunas

   Esas altas y estrechas dunas mantienen estas formas incluso a pesar de haber sido ya completamente estabilizadas y colonizadas por el espeso pinar. Andar por su interior es ir buscando los colladitos entre estas elevaciones para no tener que subir las empinadas cuestas que aislan cada una de esa multitud de elevaciones. En su borde hacia el mar, el pinar es un desangelado conjunto de pinos muertos y torturados, un calvario de supervivientes vencidos por el viento y la arena. Solo prosperan los todavía no han superado el par de metros de altura y se pueden esconder tras algún montículo.

Borde exterior des pinar, el "efecto bandera" y las bajas en los pinos, son constantes

    Las flamantes playas de Liencres, las arenosas, porque también hay una buena colección de playas, pequeñas pero espectaculares que se acoplan a la rocosa topografía costera y a sus numerosos islotes, al estar en una área protegida, en las partes menos concurridas, conservan todo el arsenal de troncos y restos vegetales que mareas y temporales, suelen depositar en todas las playas. Es decir, es una auténtica playa natural, con todo lo que debe y puede tener, una playa abierta a lo que le llegue, por medio del viento o del oleaje.


    Recorrer Liencres es toda una lección práctica de geografía, unas playas contactan con la montaña, sin solución de continuidad, mostrando en su interior un espeso pinar completamente cuajado de hiedras que casi parece una plantación de lúpulo, donde los pinos son un mero soporte para que se puedan desarrollar éstas. Otras playas tiene dos orillas, la marina y la que da a la ría del Pas o estuario de Mogro. Esa otra orilla "trasera" va recortando las dunas, dándoles pendientes muy acusadas, dejando aisladas algunas grandes torres de arena bastante consolidada, pero no tanto como para no ir sucumbiendo por su base.


    El río Pas dibuja un sinuoso trazado meandriforme lleno de marjales y pequeñas áreas mareales. Digo pequeñas por haberlas comparado con las buenas y grandes marismas que aparecen en casi todas las desembocaduras y buenos valles fluviales cántabros, aunque usualmente están surcados por algunas vías y puentes de comunicación que acceden a las ciudades costeras, casi aisladas por las marismas. Este del Pas es de los pocos casos en que no hay una ciudad portuaria aprovechando las riquezas de las uniones de mares y ríos, de aguas dulces y saladas.

Interior del pinar colonizado por enredaderas, veáse como la corteza caediza de los eucaliptos lo impide

   Como el año pasado en el País Vasco, aquí también he tenido esa sensación "europea" de naturaleza como espacio colonizado y organizado "civilizadamente". A pesar de tener un relieve bastante angosto en la misma costa y ya más al abrupto interior, (no en vano es la comunidad o provincia, más agreste de España), todo está regido por una tupida red de ciudades, en general de pequeño tamaño, y sus numerosa red de comunicaciones, con buenas autovías y trenes de diferente ancho de vía. El enfoque turístico y residencial que se ha dado al área costera, entra en esa visión funcional que parece habérsele dado al campo cántabro, al menos a sus partes más accesibles.

Plumeros de la Pampa invadiendo el litoral e intentos de desbroce sin grandes resultados

         Como en todo clima templado y oceánico, las invasiones biológicas procedentes de otras áreas similares del planeta es un peligro más que real para la flora cántabra o para la tradicional funcionalidad del campo cántabro, como pueda ser el caso de las praderías para forraje natural. La invasión del plumero de la Pampa, notoria por todo el norte y puntuales áreas interiores, aquí es mayor que en ningun otro punto peninsular, los esfuerzos que tarde, se empezaron a acometer para su erradicación, ahora se vuelven una labor titánica, como puede constar en estas fotos. Otras especies neófitas llevan su colonización sin ese empuje de la Cortaderia selloana.



    Me llama la atención una peculiar trama urbanística (trama de retícula, no de bajos fondos) que parece invadir la mayoría de las pequeñas aldeas, hasta el punto de incluso sustituir a los clásicos núcleos urbanos. Son pequeñas retículas de no más de cuatro o cinco calles, varias sin salida que sirven de acceso a uno o dos tipos de chalets, ordenados repetitivamente en ese pequeño entramado. Este modelo, a poco que te fijes, aparece en casi todos los rincones de la costa cántabra y su inmediato interior, hasta que las montañas van siendo lo suficientemente serias como para imponer otro orden de las cosas.






PD/ Lamento la mala edición de esta entrada, pues empecé a confeccionarla y, por falta de ordenador por un lado y agobios varios por asuntos laborales por otro, me quedé a medias y sin tiempo ni medios para irla mal completando pobremente.

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