Como me gustan las situaciones fuera de lo corriente, estudio las peculiares vegetaciones de los sustratos más variopintos, tales como arcillas, arenas, yesos, etc., y ahora me voy a meter con la vegetación de un nicho ecológico no menos peculiar, cada día más escaso, aunque eso ya empieza a valer para todo, y de difícil acceso. Se trata de la vegetación de alta montaña adaptada a los lugares de mayor acumulación de nieve, es decir, a la vegetación de los neveros, también llamados ventisqueros u hoyos.
Obviamente habría que irse a los Alpes para estudiar una gama lo bastante completa de vegetación de este tipo, aunque en los Pirineos también queda algo de ella, así como en la Cantábrica, donde queda poco menos, dada su menor altitud media y su cercanía al mar, factores ambos que van en contra de la permanencia de estas manchas de nieve de larga duración. Pero si ya es escasa esta vegetación, más lo es aún localizarla en cordilleras como el Sistema Central, donde apenas aparecen un par de especies exclusivas de estas comunidades vegetales.
La nieve suele acumularse en todo tipo de situaciones, normalmente vaguadas protegidas a sotavento de los vientos dominantes, al pie de paredes rocosas o bajo resaltes de todo tipo; pero lo hace principalmente en unas determinadas localizaciones, geomorfológicamente llamadas nichos de nivación, concavidades sin apenas vegetación adosadas a una pared o al mando de alteración de ciertas superficies cimeras. Cuando se conectan entre sí, pueden dar lugar a las llamadas terrazas de crioplanación o de nivación.
Aunque la nieve se puede acumularse en multitud de situaciones topográficas, la vegetación de este tipo solo lo hace en lugares donde puedan durar entre cinco y nueve meses, y cuya base tenga suelos con finos o una mezcla de bloques y finos), donde pueda desarrollarse esta vegetación quionófila que es como se denomina a la vegetación dependiente de una presencia prolongada de la nieve sobre ella.
Aunque la nieve caiga de una manera aparentemente uniforme, el viento juega un papel fundamental en su distribución, pues casi más eficacia que la nevada lo tiene la ventisca, llegando a acumular metros y metros de nieve en determinados puntos en detrimento de la nieve caída en lugares expuestos a barlovento. El papel de los vientos, en cuanto a su dirección y fuerza, no parece haber cambiado sustancialmente a lo largo de los milenios.
En nuestras latitudes templadas, donde estamos a la merced predominante de los vientos del oeste, los famosos westerlies de los ingleses, las situaciones de acumulación nival se dan de una manera mucho más clara y rotunda, en laderas y valles con orientaciones de componente este.
En la zona centro, suele aparecer una disimetría, una diferencia en cuanto a cobertura nival, entre las dos grandes cadenas montañosas de Gredos y Guadarrama, aparentando muy a menudo, tener mucha más nieve Guadarrama, con una altitud media 100-150m menor, que la más occidental sierra de Gredos que además suele recoger más precipitaciones. Esta disimetría es motivada por su ligera diferencia de orientación que, aparentando tener una orientación este-oeste, donde Gredos sí está orientado E-O y Guadarrama está más en dirección SW-NE, lo que lleva a que esta última, acumule más en orientaciones al sur. Todos tenemos la idea general de que las laderas de componente norte retienen mucho más la nieve, lo que sí que sucede claramente en Gredos, donde a veces no vemos absolutamente nada de nieve desde el sur, mientras las caras nortes, donde además tarda mucho más en fundirse, están bien cargadas de ella.
Los nichos nivales son situaciones geomorfológicas transitorias entre una ladera normal y una glaciada u ocupada por un glaciar. Pues una ladera normal, con una buena posición topográfica para la acumulación nival, si el balance neto anual es favorable a la acumulación nivosa, será el origen y arranque para el desarrollo de aparatos glaciares. La nieve se irá acumulando un año tras otro hasta que se vaya convirtiendo en neviza, y está en hielo que, según vaya acumulándose, tendrá capacidad de fluir ladera abajo por gravedad.
De igual manera, laderas que estuvieron glaciadas en el pasado, son lugares propensos para que en su cabecera tengan nichos de nivación. Por lo tanto, no aparecen en áreas actualmente glaciadas, sino en las etapas iniciales del glaciarismo o a partir del momento en que exista una desconexión de aparatos glaciares en retroceso, con su área inicial de alimentación.
Gredos y Guadarrama todavía conservan en su área cimera los restos de un manto de alteración del pasado, antes de que estos bloques fueran elevados por los empujes tectónicos. En algunas zonas llanas, quedan restos de granitos alterados previamente al levantamiento tectónico. En algunas cumbres este manto de alteración nunca fue barrido por los glaciares que nacían de las nieves acumuladas sobre y en sus bordes, donde se iniciaban los glaciares a partir de algunas mesetas heladas, llamadas monteras de hielo que conservaron bajo ellas esta mezcla de finos y bloques sobre la roca madre que se iba descomponiendo lentamente.
Esta vegetación no es precisamente, y como pueda inicialmente pensarse, una vegetación muy adaptada al frío, bien al contrario, si se dan años en que no exista una capa de nieve que pueda hacer de aislante térmico, de la misma manera que un igloo impide heladas muy por debajo de los OºC, esa vegetación puede llegar a desaparecer.
Esto es lo que está ocurriendo nen nuestras regiones. Los veranos son cada vez más duros y puede acabar con esta vegetación, pero mucho peor puede ser los inviernos sin nieve, pues a esas cotas, normalmente en el entorno de los 2000m o más altura, las heladas invernales pueden superar los -20ºC, acabando con estas plantas por congelación.
En la alta montaña, la distribución de la flora, ya es de por sí complicada, por su muy variada topografía, determinante para la exposición de los vientos, la acumulación de agua o la dificultad a su acceso, las situaciones sombreadas o demasiado expuestas, las muy variadas texturas de unos suelos usualmente muy expuestos, los procesos interiores de los suelos en relación a la congelación y a ello, debemos unir el factor de la permanencia de la nieve, determinante para muchas especies, pero imprescindible para varias de ellas que solo podrían vivir en estas situaciones tan determinadas y determinantes.
La vegetación quionófila no empieza a aparecer hasta mediados o finales de mayo, cuando tiene la posibilidad física, al retirarse el espeso manto de nieve y exponerse a la luz directa. Entonces, bien regada por el deshielo del menguante paquete de nieve, tiene un rápido desarrollo para completar su ciclo biológico antes de que los calores veraniegos de finales de junio, agosten estas plantas. El nevero no solo aporta agua, también los finos que han quedado capturados en el paquete nivoso durante toda la temporada, cantidad nada desdeñable en estas altitudes y que contribuye a la fertilidad de su escaso suelo, aunque algo más abajo, en los bordes externos del nicho nival, el deshielo anterior, el aporte continuado de agua y finos de muchos años, ya dan otro tipo de vegetación ya más cercano a lo que es un cervunal o un pastizal húmedo de altura.
Toda esta vegetación quionófila pertenece a una clase de vegetación denominada Salicetea herbacea, pues en altas latitudes y altitudes, son este tipo de sauces enanos (Salix herbacea, S. retusa, S. reticulata, etc.) los que señalan esos lugares de máxima permanencia de la nieve junto a otras especies que ya no llegan a las montañas centro-ibéricas (Anthelia juratzkana, Phleum gerardii, Sibbaldia procumbens, Soldanella alpina, Veronica alpina, etc.), aunque sí al eje cántabro-pirenaico, con varias especies de sauces apenas comparables con lo que usualmente entendemos por sauces.
La comparación entre la vegetación del nevero y la exterior al mismo suele ser drástica y con escasas coincidencias. La vegetación adaptada al frío y la ausencia de nieve del pastizal psicro-xerófilo de alta montaña, es donde destacan los arbustos achaparrados, casi pulvinulares, del piorno Cytisus oromediterraneus, el cambrón Echinospartum barnadesii* y el enebro rastrero Juniperus alpina, algunas plantas vivaces de buen porte, como Genciana lutea, Senecio pyrenaicus, las duras gramíneas (Festuca spp., Agrostis rupestris, A. truncatula, Corynephorus canescens, Koeleria crassipes, etc.) y otras como Jasione crispa, Leucanthemopsis pallida, Minuartia recurva, Jurinea humilis, Reseda gredensis, Dianthus gredensis, Rumex angiocarpus, Linaria alpina, Hieracium spp., Paronychia polygonifolia, Sedum brevifolium, etc. que no aparecen entre la vegetación quionófila.
La vegetación de los neveros es de muy escaso porte y cobertura, donde aparecen especies exclusivas como el Sedum candollei (antes Mucizonia sedoides) y Omalotheca supina var. pusilla*, y otras también presentes en áreas húmedas y nivosas, pero ya también fuera de los neveros, como Campanula herminii, Cerastium cerastoides*, C. ramossisimum, Luzula carpetana, Poa legionensis*, Valeriana tripteris*, Veronica cantabrica, Festuca iberica, Avenella iberica, Rumex angiocarpus, Silene elegans y pocas más. Si es un medio más pedregoso abundan el helecho Cryptogramma crispa. (*) Solamente en Gredos
Se trata de una vegetación en franco retroceso, solo hay que comparar fotografías aéreas de los años setentas y comparar con las de la última década para comprobar, como esas áreas nivales, sin apenas cobertura vegetal por la permanencia de la nieve, están siendo ocupadas rápidamente por otra vegetación como los piornales. El calentamiento climático no perdona y esta vegetación no puede ascender a zonas más altas, porque ya está en la zona más alta.
Además, es triste que estas áreas tengan que bregar ahora con el exceso de fauna cinegética, bien por la superpoblación de cabras monteses (terrible en Gredos e incrementándose en Guadarrama, salvándose por ahora la sierra de Béjar) o por la proliferación alarmante de jabalíes en los piornales altimontanos. No me podía creer hace ya casi veinte años, la primera vez que vi el fondo de un nevero totalmente levantado por una piara de jabalíes.
No es difícil ver nichos nivales inactivos o ya sin acumulación nival, pues es muy corriente que los que se dan al pie de paredes rocosas, estén rodeados de una gran vallonada de grandes bloques de distintos tamaños que parecen subrayar el límite externo del nevero. Esa formación geomorfológica se llama morrena de nevé, pues dada la gran cantidad de nieve acumulada, los bloques que a lo largo de los años caen de las paredes, son redirigidos en su caída sobre el gran cono de nieve dura ahí acumulada hacia el exterior, juntándose todos los bloques rodeándolo.
Un recuerdo de la importancia que llegaron a tener estos lugares en un pasado no demasiado remoto, es el de los arrieros que transportaban a finales de primavera y verano, la nieve desde la sierra hasta la capital madrileña, para usos farmacéuticos o para industrias que necesitasen de frío. Con la llegada de maquinaria eléctrica capaz de fabricar hielo, esa profesión tan dura, pasó a mejor vida, pero su huella ha quedado en la sierra, con caminos de arriero, pozos de nieve, vallas para potenciar la acumulación en áreas proclives, etc. De hecho, algunos tenían dueño y recaudaban, como el famoso ventisquero de la Condesa al este del cerro Guarramillas (también llamado La Bola del Mundo).