Sobre el oscuro suelo volcánico del Campo de Calatrava aparecen las primeras flores del otoño
Tras un duro
verano que remataba en más de un año con una tercera parte menos de la lluvia
que hubiera sido normal, por fin empieza a asomar la hierba verde entre la ya
agostada, comienza una pequeña primavera, no tan llamativa pero sin que falten esplendorosas floraciones y joyitas botánicas en nuestros campos.
El azafrán silvestre Crocus nudiflorus aparece desde umbrías yesosas hasta en bosques aclarados
Muchas de las flores que salen en esta época poseen el apellido específico de “autumnalis” o “serotinus”, lo que indica que son propias de esta estación. Poco más tarde llegarán otras flores más típicas del otoño que éstas, pero no del reino vegetal sino del de los hongos, son las setas.
Floración de la cebolla albarrana apreciable desde mediados de agosto hasta mediados de octubre
Botánicamente
lo primero que anuncia el fin del verano son las solitarias e impensables altas
varas floridas de la cebolla albarrana, Urginea
maritima, una planta de rozagantes hojas verdes en invierno pero que florece al
final del verano. A ésta le siguen en cañadas y herbazales nunca arados muchos geófitos, plantas que no necesitan crecer y desarrollarse ahora para poder florecer, porque ya lo hicieron la temporada anterior, acumulando reservas subterráneas
en forma de bulbos o tubérculos.
La flor del quitameriendas (Merendera montana) es muy parecida a la de los azafranes (Crocus)
Son plantas como la quitameriendas Merendera montana, casi siempre
acompañada por el jacintillo de otoño Scilla
autumnalis, igual de abundante pero siempre más disperso. Al poco y
solapándose en el tiempo aparecen los azafranes silvestres, como Crocus serotinus, Crocus nudiflorus, Sternbergia colchyciflora ; algo más tarde lo
hará el verdadero y espectacular azafrán Crocus sativus, el "oro rojo", la más apreciada
y cara de todas las especias.
El jacintillo (Scilla autumnallis) suele ser rosado pero aquí aparece un ejemplar albino
Todos esos
geófitos aparecen en lugares incultos (nunca arados), pues la reja es
uno los mayores enemigos de estas plantas. Según me han comentado, Galicia antiguamente era una buena tierra de narcisos pero que con los años del hambre, en los primeros
40 que obligaron a la población a arar casi hasta las piedras y con las grandes repoblaciones posteriores de pinos y eucaliptos, dejaron a Galicia casi sin narcisos y el resto de geófitos silvestres como la mayoría de los de estas fotografías.
En majadales y suelos pastoreados por ovejas resulta explosiva la floración del quitameriendas
Hay algunos
geófitos como el quitameriendas, (su nombre alude a la creciente brevedad de
las tardes otoñales), que le viene de maravilla un poco de abono y que el
ganado le quite la competencia de otras plantas, por lo que las cañadas y
sesteaderos del ganado en esta época se pueden ver desde lejos por el tono rosado
de su explosiva floración.
En medio del secarral yesoso o volcánico salta el fuego del azafrán amarillo
Menos común, pero más sorprendente, aparece
también ahora el azafrán amarillo, Sternbergia
colchiciflora, yo le tengo visto en los terrenos volcánicos calatravos y en los yesos de la Cuenca de Madrid. En invierno-primavera echa unas curiosas hojas acintadas
y retorcidas en espiral. Este azafrán amarillo es genuinamente ibérico, pero
existe otra especie de ese mismo género, Sternbergia lutea, que está en el limbo de la flora
naturalizada desde muy antiguo, tan antiguo que se remite a los árabes, a los
romanos o se llega a dudar de su extranjería.
Las llamativas flores del azafrán amarillo Sternbergia colchiciflora
Es curioso que
una planta tan bella, abandonada por la
jardinería y por el uso tradicional, pueda pervivir
cientos de años en nuestro duro y variable medio ambiente. Bien es cierto que
lo hace en el suavizado ambiente de los bosques de ribera, olmedas o bordes
umbríos de huertos y nogaleras. Lo cierto es que fuera de estos lugares no
aparece, como tampoco lo hace en bosques de ribera cerrados y lejos de cultivos.
Sternbergia lutea entre hiedra y vinca protegida bajo unos nogales
También hay que contar con las floraciones de algunas especies que más que otoñales son
fini-veraniegas, como ocurre con muchas plantas termófilas o especialmente
adaptadas a la aridez, con una floración muy tardía como es el caso de casi
todo un género como son las acelguillas saladas o Limonium, un género de plantas amantes de terrenos salinos, un género super-diversificado en nuestra península e islas.
Las aparentemente delicadas flores del Limonium pueden conservarse durante años
Dentro de los
Limoniun cabe destacar el espectáculo del grupo L. dichotomum, grupo porque hay varias especies: L. toletanum, L. carpetanicum, etc., que se diferencian
poco de la especie directriz. Son estas unas plantas muy duras que incluso
después de cortadas pueden permanecer con el mismo aspecto durante años, lo que
entre floristas y vendedores ambulantes ha ido nombrándose como “siemprevivas”.
Masiva floración de acelguillas (Limonium dichotomum) en suelo salinos cerca de las Tablas de Daimiel
En el monte
mediterráneo silíceo es ahora el momento de un par de llamativas floraciones, como la de
la brecina Calluna vulgaris, una ericácea (familia de los brezos) que destaca en los bordes de sitios húmedos y en algunos pie de
montes.
Brecina en flor en una ladera bien conservada del monte mediterráneo
La otra floración que pasa desapercibida por coincidir con su mucho más llamativa
fructificación, es la del madroño Arbutus
unedo que llega a enseñorearse de gran cantidad de montes ibéricos dando
lugar a una pequeña primavera a su alrededor, en la que no faltan ni las mariposas, como ocurre con la otoñal y espectacular mariposa del madroño (Charaxes jasius).
Flores y frutos simultáneos del madroño (Arbutus unedo)
También y menos espectacular, a no ser que la busquemos, son las campanillas de otoño, Leucojum autumnale, de suelos arenosos silíceos de zonas bajas y medias.
Campanilla de otoño (Leucojum autumnale)
En terrenos yesíferos, como siempre dependiendo aún más estrechamente de la climatología que en otras litologías, a parte de los señalados Crocus nudiflorus, Merendera hispanica y Sternbergia colchyciflora, es el momento de la rara flor de Odontites longiflora que en buenos años es sorprendente por su abundante floración. En estos terrenos no hay que confundir el fruto en forma de flor rosada del sisallo o calamino, Salsola vermiculata, con una verdadera flor, lo que puede engañar a cualquier observador.
Espectacular floración de Odontites longifolia, en años normales solo se ven dos o tres flores por rama
El comienzo del otoño también es el momento de numerosas nitrófilas (plantas de suelos removidos, alterados, sobre-abonados o contaminados). Muchas veces son neófitos (especies venidas de otros países) o plantas sureñas que se van introduciendo de forma masiva en la meseta, con una fenología importada que no termina de coincidir con nuestro calendario, pero que prosperan gracias al descuido, suciedad y a la agricultura, casi industrial, de nuestros campos y arrabales.
Aunque parezcan flores, se trata de los frutos del sisallo o calamino (Salsola vermiculata)
Este año ha
sido menos llamativo que otros finales e inicios de otoño que en lo floral se
muestran como una resurrección o como unos últimos cartuchos de muchas especies
veraniegas como lo son multitud de cardos que renuevan algunas flores en
unos cuerpos resecos y agostados, creando un llamativo contraste como ocurre
con Carlina hispanica., Centaurea calcitrapa, Picnomon
acarna, Cirsium sp., etcétera.
También ocurre esto con algunas especies de la familia de las compuestas como con
la achicoria Cichorium intybus, la Chondrilla juncea, etc. y sigue todavía en activo
la floración de varias umbelíferas como el hinojo Foeniculum vulgare.
La pegajosa olivarda (Dittrichia viscosa), actual reina de los solares, colonizando un suelo totalmente desnudo
Son especies
oportunistas que al menos cumplen con una de las primeras máximas de nuestra naturaleza
mediterránea que dice que hay que cubrir rápidamente los suelos antes que las
lluvias y la intemperie se lo lleven con sus valiosos nutrientes. Entre plantas
como estas podemos encontrar a la ahora abundante olivarda, Dittrichia viscosa, conquistando año tras año solares, cunetas y descampados, la olivardilla Dittrichia graveolens, las conizas Conyza sp., la hierba piojera Pulicaria arabica, el jaramago levantino Diplotaxis erucoides, el jaramago morado Moricandia arvensis, el Sonchus
tenerrimus, el Aster squamatum y un largo etcétera de plantas que ya son harina de otro
costal a tratar en una entrada aparte.
Un verano suave (2010) mantuvo las flores del Delphinium gracile hasta finales de octubre
Aunque la busqué, no encontré una de las flores más nobles del otoño, la orquídea Spiranthes spiralis, (antes S. autumnalis). La foto que os presento es del otoño de 2013, del mismo sitio donde la busqué el año pasado. No la ví por buscarla en el pastizal húmedo, hábitat de su hermana (S. estivalis) y por su ínfimo tamaño.
P.D./ Acabo de comprobar que mis citas de las dos Sternbergias o azafranes amarillos para Ciudad Real, son las primeras. Pero para que lo sean, se han de recoger ejemplares y llevarlos a un Herbario de Referencia en un pliego con sus datos. Como no son abundantes, me niego a recolectarlas y Ciudad Real continuará sin que "existan" azafranes amarillos en su territorio.
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