viernes, 31 de marzo de 2023

Allium cyrilli, nuevo descubrimiento botánico

 

Campos y pastizales con el madrileño Ensanche de Vallecas al fondo

Tenemos la sensación de que todo está ya descubierto. En los mapas ya no existen regiones en blanco. La ciencia avanza por unos extremos demasiado alejados de la gente común, bien por lo ínfimo y microscópico o bien a distancias extra-planetarias, aunque, como decía Mika Waltari en Sinuhé el Egipcio, “nada nuevo hay bajo el sol”. Es muy difícil llevar la frontera de lo conocido un poco más allá. Pero no siempre hay que llegar a esos extremos, a veces en lo cercano, casi en lo cotidiano, puede aparecer una novedad que ha pasado desapercibida para todos hasta entonces.

Campos entre el Ensanche de Vallecas y el Manzanares antes de su inminente urbanización

En la botánica no es algo raro la aparición de nuevas especies, aunque esto suela estar ligado al mejor conocimiento de regiones remotas o a investigaciones genético moleculares que determinan con mejor precisión la diferenciación entre especies, hallando nuevas especies en grupos genética y fisiológicamente parecidos, que previamente no estaban definidos con la suficiente precisión.

Escapo de un calatraveño Allium nigrum creciendo en medio de la cebada

Por suerte, tengo la fortuna de contar con amigos botánicos y geógrafos lo suficientemente curiosos y activos como para indagar en el campo, por los sitios más diversos, especiales, incluso cutres o peligrosos, en busca de los lugares o las especies más peteneras que podríamos encontrar en ellos. Desde cierta afición por encontrar especies concretas, muy escasas o desaparecidas, al menos del área central ibérica, que es dónde nos solemos mover (Clypeola eriocarpa, Verónica chamaepytioides, Hohenackeria polyodon, Malvella sherardiana, Silene oropediorum, etc.) o contactando, ya sin rubor, con botánicos especialistas en determinadas especies o regiones, para corroborar o pedirles la información que nos pudiera orientar.

La protegida Malvella sherardiana sobre el agrietado suelo arcilloso de arcillas verdes. Abajo, incluso secorra, espléndida Klasea flavescens en Vallecas

Poco a poco y a base de acumular cierta experiencia por el paso de los años, el ojo se va haciendo a separar el grano de la paja, a ganar cierta intuición por lógica biogeográfica, por tipo de ecosistema, por tipos de suelos, por la preponderancia de cierto componente mineral, por caracteres bioclimáticos propicios, etc. Y poco a poco, las cosas van granando y se van encontrando resultados a las ideas lógicas que nos íbamos formulando con tanto paseo y tanta información acumulada. Pero, como de costumbre, también hace falta algún golpe de suerte, aunque eso suele ocurrir por pasar tanto tiempo en el campo y, de tanto mirar y buscar, finalmente se encuentra, casualmente quizás, pero es de tanto buscar. Como le pasaba a Picasso, que las musas le pillaban siempre trabajando.

Pastizal cuajado de alcachoferas Cynara tournefortii, una vegetación al borde de la extinción

Lo gracioso del asunto es que, en este caso, se trata de plantas que se dan (aunque casi hay que ir pensando en que “se daban”) en medio y en la inmediata vecindad del Madrid urbano, en las propias narices, si es que se mira al suelo o al otro lado de la valla del solar, de miles de personas, entre las que sin duda pudiera estar la mayor densidad de botánicos de toda la península, dada la concentración capitalina de facultades de biología.

Creando la super-avenida Gran Vía del Este, sobredimensionado vial que está acabando con los terrenos de arcillas madrileñas (Valdecarros-Vallecas-Berrocales-Ahijones-Cañaverales)
Ejemplares de Allium cyrilli al borde de las nuevas construcciones

      Pues bien, buscando especies que se están despidiendo del Madrid silvestre, hemos dado con otras que no esperábamos. Este es el caso de un ajo llamativo y de gran tamaño que conocía de Ciudad Real, donde teóricamente no existe, el Allium nigrum que crece en las arcillas de los terrenos volcánicos calatraveños. Con posterioridad me pareció verlo en Rivas Vaciamadrid mientras hacía algo de deporte, aunque me extrañó que sus hojas tuvieran una tonalidad más cenicienta. Investigamos y vimos que realmente era una planta que estuvo en lugares tales como la Estación de Delicias, Vallecas, Vicálvaro y Ribas de Jarama, pero  desde aquellos descubrimientos de finales del S. XIX y principios del XX, no había nuevos datos de su existencia en Madrid.

Allium cyrilli, entonces A. nigrum, fue común en Vallecas, Estación de Delicias, Vicálvaro y Ribas de Jarama

Pero este ajo negro, a pesar de su aspecto general, sobre todo su gran tamaño, no tenía las hojas tan verdes como los que conocía de Ciudad Real, sino mucho más grisáceas o glaucas como dicen los botánicos y, posteriormente cuando floreció, todavía me pareció más diferente aún. Obviamente estaba ya descrito de Madrid, aunque hiciera muchos años que no volvía a verse, pero la floración me sorprendió con sus tépalos blanco-verdosos y su ovario negro, un color que es precisamente de donde se supone toma su nombre específico de “nigrum”.

Más info en Acta Botánica Malacitana

Allium cyrilli, tépalos linear-lanceolados de 2 mm de ancho como máximo, reflejos en antesis, de blanco a blanco-verdoso; filamentos gruesos en la base, de blanquecinos a rosa oscuro; ovario liso, púrpura oscuro a negro en antesis y verde en maduración; hojas glaucas, más estrechas (10-25 mm), erectas en crecimiento y después más o menos aplicadas al sustrato, más gruesas; sin bulbilos en hojas modificadas y con hasta 50 bulbilos subterráneos blancos y estipitados, a veces ausentes.

Allium nigrum, tépalos lanceolados de al menos 2,5 mm de ancho, patentes en antesis, rosados o blancos; ovario rugoso-papiloso, verde en antesis; hojas verdes, anchas (25-40 mm), normalmente erectas (en parte colgantes si se doblan), con 1-2 bulbilos gruesos sobre hojas modificadas en el centro de la roseta; sin bulbilos subterráneos. 

      Le comenté a mi amigo y mejor botánico, Rubén de Pablo, lo diferentes que me parecían los ejemplares de Ciudad Real respecto a los madrileños. Rubén investigó por su cuenta, localizó y habló con Carles Jiménez Box que está investigando este género y que también manifestó sus dudas respecto a la identidad de este ajo. Carles, tras consultar con el francés Errol Véla, pudo determinar con claridad que se trataba de Allium cyrilli, un ajo del Mediterráneo oriental que hace pocos años se había descubierto también en Italia y posteriormente en Francia, aparte del norte de Marruecos y Argelia.

Auténticos y enormes (90 cm) Allium nigrum fructificado en el Campo de Calatrava de Ciudad Real

      Nos pusimos a investigar los herbarios para buscar esos pliegos de herbario de Vallecas, Aranjuez, Estación de las Delicias, Vicálvaro y Ribas de Jarama, y lo vimos claramente, incluso en los pliegos era relativamente fácil determinar cuál era Allium nigrum y cuál A. cyrilli. Por supuesto que todos los ajos madrileños eran iguales a los recién encontrados (A. cyrilli) y extendimos la criba a otras provincias. Prácticamente, solo los ejemplares cercanos a la costa Mediterránea y todo el suroeste ibérico, eran Allium nigrum. Por contra, los más continentales o interiores, eran Allium cyrilli, por lo que, vistas las similitudes y diferencias, se podría pensar que se trata de una adaptación del primero a lugares más continentales, con las implicaciones climáticas y las consecuentes adaptaciones fisiológicas que ello conlleva.

Distribución Allium nigrum y A. cyrilli en EspañaSobre terrenos urbanizables programados y con las grúas acechando, una buena población de Allium cyrilli


      Intentamos visitar todas las localidades de este nuevo ajo ibérico y pudimos comprobar la galopante carrera hacia la extinción que están sufriendo. Este ajo se distribuye por Madrid, Toledo, Albacete, Zaragoza e interior de Valencia. La agricultura cada vez más intensiva y apuradora de márgenes y bardales, aquejada de un horror vacui que le impide dejar centímetros sin aprovechar al máximo, está expulsando estas especies y otras muchas plantas arvenses, de esos fértiles terrenos.

Hojas de Allium nigrum con escapos brotando, compárese estas hojas estiradas, erectas y muy verdes con las escasas, glaucas o grisáceas. Abajo, doblándose hacia el suelo, las hojas de los últimos ejemplares de Allium cyrilli del madrileño distrito de Vallecas     


       El caso de Madrid es mucho más dramático, aunque aquí ya no es una agricultura asfixiante la que aprieta, sino la construcción alocada y desmedida, con la que los madrileños estamos permitiendo que no nos quede ni una brizna de terreno silvestre en todo el sureste metropolitano. Un destrozo que nuestros sedados sentidos no están viendo, una saturación de viviendas y población que nos va a hacer lamentar el no haber estado atentos y haber respondido a todos los goles legislativos, constructivos o judiciales que nos han colado por no estar al tanto.


Gran área de pastizales y campos cerealistas abandonados donde crecen los últimos Allium cyrilli madrileños. Abajo la proyectada desaparición de la naturaleza del sureste de Madrid capital

      Tras el descubrimiento inicial del ajo negro, me puse a buscar frenéticamente por lo que queda de campo en Vicálvaro y Vallecas, encontrando finalmente dos nuevas poblaciones, una en los descampados de Vallecas al norte de la M-50 y otra al sur, en Valdemingómez, población que me pareció la más viable por estar en terrenos no urbanos y al lado de un vertedero. En esta última, en medio de la pandemia, pude asistir horrorizado a como desaparecía bajo la acción de maquinaria pesada que estaba removiendo todos aquellos terrenos. Me informé y eran movimientos para el futuro Bosque Metropolitano, aunque realmente se trataba de grandes movimientos de tierras que lo que buscaban era expulsar, por las bravas, a la población marginal que se asienta en la Cañada Real Galiana.

Tras esa montaña de tierras estaba la población de Allium cyrilli de Valdemingómez

      Cuando digo por las bravas estoy hablando de buldóceres plantándote una montaña de cascotes encima de tu casa si no estás o en todo su perímetro, si es que aun estás dentro. Finalmente, solo han quedado varias casetas rodeadas totalmente por montañas de escombros y los accesos de caminos a la misma cañada, con barricadas de cascotes para impedir el acceso.

Esos pinos estaban dentro de una casa en la Cañada Real, ahora escombrera con plantones de pinos. Abajo, jardines del Nuevo Vallecas, que hoy son lo que veis. ¿Será así el Bosque Metropolitano?

   Parece que dejar a todos los habitantes de la Cañada Real dos años, Filomena mediante, sin electricidad, les ha parecido poco. Pero claro, los futuros desarrollos de Valdecarros, Berrocales y Ahijones, no se van a vender solos y, si para ello hay que saltarse los Derechos Humanos de miles de personas, pues se saltan. Luego Viva Madrid, Viva la Libertad y el Vótanos, y para lavar la imagen general de toda esta área, premeditadamente abandona, se plantea un gran y condicionado totalmente por las constructoras, Bosque Metropolitano madrileño.

Campaña durante el confinamiento, para pedir la vuelta de la electricidad a la Cañada en días previos a Filomena

      Pensaba que lo de Vallecas se iba librando, pero hace poco más de un mes, como a boleo, apareció una gran acumulación de tierras grises, de un par de hectáreas, en medio de aquellos amplísimos pastizales y cultivos, con sus pistas de acceso para los camiones y creciendo por días. Desafortunadamente, entonces ocupaba esta montaña gris el 80% de la población del Allium cyrilli que supongo que ya hoy habrá llegado a ocuparla totalmente.

Movimiento de tierras que está sepultando la población de ajos negros vallecanos
Vista cenital del mismo movimiento de tierras (grises) en agosto de 2022

 Pero tranquilos, la ampliación del trazado ferroviario de Coslada-Ambroz también se está llevando otros pastizales y otras plantas emblemáticas por delante, y todo esto no es nada con lo que han destrozado los Planes de Actuación Urbanística de Los Berrocales, Los Ahijones o El Cañaveral. Ahora están en ello Valdecarros y Los Cerros, pegando con el Parque Regional del Sureste.

Campos vallecanos (incineradora Valdemingómez al fondo), con los últimos ajos negros madrileños
   

      El Allium cyrilli y su cercano pariente, Allium nigrum son dos especies perfectamente adaptadas a la remoción natural inherente a estos suelos tan arcillosos que tienen una poderosa expansión y contracción anual siguiendo los ciclos húmedos estacionales, con la formación de profundas grietas por las que caen materiales de las capas superiores en la estación seca, para luego, con la humedad, cerrarse e incluso expulsar o alzar los materiales del interior de las grietas a niveles superiores, dando un tipo de suelos llamados vertisoles o suelos de comportamiento vértico. 

El trigo primigenio Triticum boeoticum en un solar, de arcillas verdes, programado para la Nueva Centralidad del Este en Coslada

      En breve saldrá una publicación que espero tenga un gran eco científico, pues pondremos de relieve la existencia de una clara vegetación argílica o de las arcillas, algo que no me cabe en la cabeza como, al igual que existe una flora gipsícola o de los yesos, una vegetación rupícola o de las paredes rocosas, una vegetación sabulícola o de las arenas, etc., nadie se haya planteado antes que nosotros, la existencia de una vegetación asociada a las arcillas. Quizás sea porque se trata de una vegetación que vive en los terrenos ideales para la agricultura, dada su alta fertilidad y el ocupar las áreas más accesibles de nuestra geografía o por estas mismas razones, el haber perdido mucho de su previa naturalidad que ahora estamos reconociendo y poniendo en valor.

Un escarabajo disfrutando de esta nueva especie para la botánica española

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