viernes, 31 de octubre de 2025

La Vegetación del aljezar madrileño

 


                La región de la que hablo abarca los yesos de la amplia región qu van desde el centro sur de Madrid (Rivas-Getafe) hasta el centro norte de Toledo (La Guardia) y desde Aranjuez por el oeste hasta el oeste de Guadalajara (Almoguera-Illana) y Cuenca (Huete-Belinchón). La historia geológica de la formación de los yesos de la llamada Cuenca de Madrid, comienza con la formación de una cuenca hidrológicamente cerrada al levantarse a finales del Oligoceno, hace unos 33 Ma., el Sistema Central, el Sistema Ibérico y los Montes de Toledo, debido al empuje de la placa africana hacia el norte. Al fondo de esa cuenca endorreica así formada es a donde van a parar todas las aguas de los sistemas montañosos que la circundan para formar lagos más o menos duraderos y más o menos profundos, de superficie variable en función las fases climáticas y de las evaporaciones veraniegas; esas aguas llegan cargadas de elementos bien en suspensión o disueltos que finalmente se depositaron en el fondo de esas cubetas, son las llamados materiales evaporíticos, fundamentalmente sales y yesos; de haber aguas más profundas y más biomasa, se pueden formar en esos lagos calizas o dolomías.


                Posteriormente en el plioceno, hace unos 5 Ma., la península basculó hacia occidente, encontrando las aguas una salida natural hacia el oeste, comenzando entonces, los procesos de erosión y y transporte, o sea, el vaciado de los materiales, dejando al descubierto, salvo escasos cerros testigos, los materiales infrayacentes, básicamente los yesos y las sales del fondo de la cuenca, que por hidratación también se iban convirtiendo en yesos. El paisaje viene definido por la estructura geológica, es decir de capas: arriba en menos lugares, las calizas llamadas del páramo, luego la unidad intermedia del mioceno, formada por arcillas, dolomías, silex y margas, y abajo, la unidad inferior, básicamente de yesos y sales; por otro lado el paisaje viene determinado por la litología, mostrando una erosión diferencial, donde los materiales más duros (calizas, dolomías, sílex) crean relieves de resistencia, los pocos cerros o mesetas que han quedado en alto, y por debajo, los materiales deleznables, tienden sus laderas hacia el fondo de los valles, donde se emplazan los materiales más modernos fruto de la acción fluvial.


                También estas áreas se han visto sometidas a la acción tectónica, siendo común la aparición de fallas que han dejado en bastantes laderas de valles fluviales, una serie de rectilíneos cortados muy verticalizados, donde es fácil observar las llamadas fallas panameñas, ahí no se tiende a regularizar la ladera en forma de una pendiente paulatinamente más suave, sino que los materiales, se van desgajando en vertical, como las hojas o capítulos de un libro puesto de canto, que al caer, dejan el cortado tan vertical como estaba antes, pero un poco más retranqueado. También existen procesos torrenciales, con la formación de cárcavas y abanicos torrenciales y erosión por “piping” o conductos internos a modo de los recorridos cársticos del agua en el interior de las calizas.


                Los suelos en el aljezar, los gipsisoles, son tremendamente refractarios a su colonización, pues son muy poco fértiles, el agua se percola enseguida a su interior, existen bastantes sales en el suelo, la toxicidad de los iones de sodio y los sulfatos, la extraordinaria retención de la escasa agua que hay en el interior de estos suelos, generando todo esto una fuerte aridez sobrevenida, a parte de la aridez propia de los puntos más interiores de una cuenca, con su insolación extrema, a lo que hay que añadir el abundante polvo de yeso que se acumula en los órganos de las plantas, y un factor extra como pueda ser la competencia por el suelo de los líquenes, que aquí encuentran poca competencia, con las plantas superiores.


                Para solventar todas o gran parte de estas dificultades, las plantas han desarrollado toda una batería de medidas para poder vivir en estos terrenos, con lo que hubieron de especializarse y cambiar para poder adaptarse y competir. Entre los cambios fisiológicos y metabólicos que tuvieron que adoptar, están medidas como: adquirir tonalidades blanquecinas (Artemisia herba-alba, Atriplex halimus, Jurinea pinnata, etc.) o recubrimiento de vellosidades (Helianthemum syriacum, ), cubrirse de escamas protectoras (Helianthemum squamatum), cubiertas céreas (Limonium spp.), minimizar el número o el tamaño de las hojas o convertirlas en espinas (Lepidium subulatum, Frankenia thymifolia, etc.) o deshacerse de ellas (Ephedra spp., Launaea spp., etc.), raíces profundas (casi todas las vivaces), almacenamiento de agua en los órganos aéreos para poder competir obteniendo osmóticamente agua de unos suelos algo salados (Vella pseudocytisus, Senecio auricula, Sonchus crassifolius, Sedum spp., plantas halófilas crasicaules), incluir en su savia aceites esenciales que aminoran su evaporación (Thymus lacaita, Ziziphora hispanica, etc.), reducción del número de estomas o su protección (biotipos graminoides con hojas algo revolutas), terofitismo para evitar vivir en la estación desfavorable, glándulas secretoras de sal (Frankenia pulverulenta), un metabolismo CAM relativamente nocturno, etc.


                La vegetación del aljezar o el yesar, que es su traducción directa del árabe, está constituida por una especializada gama florística,  variada y difícil por no decir, imposible de encontrar en otros medios, lo que convierte este tipo de vegetación en una vegetación poco común, limitada a las áreas yesosas que al estar dispersas por nuestra geografía, tanto nacional como mundial, en numeroso enclaves aislados unos de otros en las áreas del interior de las cuencas fluviales, activas o pasadas, hace que estén incomunicadas unas de otras, lo que hace más sensible a esta vegetación frente a los peligros ecológicos actuales y también, por otra parte, hace que esa vegetación tan adaptable, a su vez se adapte a las particularidades locales de cada región. Como reza el subtítulo del mejor libro sobre yesos que tenemos, el de la Diversidad vegetal de las yeseras ibéricas”, es “El reto de los archipiélagos edáficos en la biología para la conservación”. Ese “archipiélago”, se podría aplicar a las diferencias florísticas en nuestro país, que las hay y muchas, entre los yesos de la depresión del Ebro, los del Tajo que nos ocupa, los de las Hoyas granadinas, los del sureste ibérico, etc.


                La vegetación potencial es la misma que la vegetación de las calizas manchegas, un encinar, entonces en un ambiente forestal, la influencia del sustrato se minimiza debido a la cobertura arbórea, la alta presencia de materia orgánica en el suelo, el atemperamiento de los factores ambientales, etc. Pero es a partir de la degradación del encinar donde empieza a diferenciarse cada vez de manera más clara la vegetación gipsícola, ya la primera etapa sucesional, el coscojar, ya cambia notablemente, siendo el nivel arbustivo y subarbustivo, muy diferente al típico del encinar, aquí existe una menor riqueza arbustiva y además entran elementos especializados como puedan ser las efedras, y a partir de ahí, ya cambia totalmente, entrando formaciones subarbustivas como puedan ser los pítanos (Vella pseudocytisus) y una serie de formaciones vegetales que incluso están perdiendo hasta sus nombres tradicionales.


Es el caso de Vegetación del aljezar: del atochar (Stipa tenacissima hoy Machrochloa tenacissima), en las térmicas áreas bajas el orzagal (Atripex halimus), en lo muy pastoreado o alterado, el calaminar (Salsola vermiculata) llamado en Madrid Tarrico, el jabunal (Gypsophila struthium), el ontinar (Artemisia herba-alba), el almorchinal (Schoenus nigricans), el albardinal (Lygeum spartum), el harmagal (Peganum harmala), los fenalares donde hay humedad edáfica (Brachypodium phoenicoides), el lastonar (Stipa parviflora, S. offneri, S. lagascae, S. pennata, Elymus spp.), el juncal salobre (Juncus subulatus, J. gerardi, J. maritimus, J. acutus, etc.), el almajal (Suaeda vera) o el sapinar (Arthrocnemum macrostachyum), aunque estas tres últimas formaciones y especies, en suelos de más impronta salina que yesífera.


Respecto a esos apenas perceptibles límites, pues todos los suelos yesíferos tienen un cierto porcentaje de sales (halita, anhidrita, thenardita, mirabilita, etc.), que reflejan sus cambios claros en la vegetación que los coloniza, fue Emilio Huguet del Villar el primero en establecer ciertos límites en ellos, diferenciando consecuentemente la vegetación entre los umbrales para los cloruros de: 0,03 % de cloruros (medidas en NaCI) como límite inferior del calificativo de sub-salino para los suelos; y 0,3 % como límite inferior del salino a salado.  Con lo que existe una vegetación estrictamente gipsícola sobre suelos con cloruros de menos de un 0,03 %, a partir de este umbral aparece una vegetación yesífero-salobre, hasta el umbral del 0,3 %, a partir del cual ya la vegetación es, en propiedad, halófila.


Sobre los yesos viven diferentes comunidades vegetales, desde una potencial y lejana vegetación forestal, la del encinar manchego, pasando por el coscojar con efedras, el tomillar gipsícola con jabunas, lepidios y centáureas, el espartal, los ontinares, las comunidades de terófitos, hasta llegar a un mínimo de vegetación vivaz con la zamarrilla de los yesos (Teucrium pumilum, acompañado de Herniaria fruticosa) en un suelo prácticamente desnudo. Pero esa “aparente” blanca desnudez, no es tal, no es suelo rocoso de yesos cristalinos o sacaroideos, aunque asome un pequeño porcentaje, realmente ese suelo pétreo es una mezcla heterogénea de líquenes crustáceos terrígenos que ven en este medio, poco vegetado, una oportunidad para prosperar con verdadero éxito.


Se trata de la colonización biótica a uno de los medios ecológicos inhóspitos y áridos, teniendo los seres vivos que desarrollar los mecanismos más complejos, especializados y adaptados a la adversidad de la naturaleza española. Se trata de la costra liquénica de los yesos, una comunidad compuesta mayoritariamente por líquenes, con algunos musgos y algunas especies vasculares superiores, principalmente anuales y algunas escasas plantas vivaces (Herniaria fruticosa, Teucrium pumilum, el tomillo de Aranjuez, Thymus lacaita, Launaea fragilis y poco más).


La procedencia de gran parte de esta vegetación es la de regiones de climas más duros, xéricos y continentales del interior de Asia occidental, la región Irano-Turaniana, aquí potenciado por las duras condiciones edáficas de yesos y sales. En tiempos Messinenses con un Mediterráneo reducido a su mínima expresión o a través del norte de África por el sur o, en menor medida por la norteña ruta sarmática, esta vegetación llegó a la península y se fue adaptando y separándose genéticamente de esa flora asiática continental. No sólo plantas como la ontina Artemisia herba-alba, el esparto Macrochloa tenacissima, las efedras, las jabunas Gypsophila spp., el sisallo o calamino Salsola vermiculata, el albardín Lygeum spartum, Stipa pennata, etc., sino también una pléyada de líquenes como Fulgensia desertorum, Diploschistes steppicus, Psora saviczii, Buellia zoharyi, etc.


La costra liquénica ocupa los claros de tomillares y espartales, a parte de las laderas más inclinadas y las áreas más expuestas al viento y la insolación. En temporadas húmedas parece que la destrozas porque te vas hundiendo un poco en ella y es muy fácilmente erosionable, es su momento más delicado y una sola moto trotando por estas laderas, puede hacer un daño irreparable durante años. Cuando está seca, resuena como hueca al golperla, tal es la unión de los líquenes con la capa superior del suelo que viene a ser como una manta cerrada sobre el terreno.


                Referencias bibliográficas de interés: Maurice Willkomm “Los ambientes costeros y las estepas continentales de la Península Ibérica y su vegetación. 1852”; Eduardo Reyes Prosper  “Las estepas de España y su Vegetación”. 1915; Jesús Izco Toledano “Madrid Verde. 1984”; Juan Mota et. al. “Diversidad Vegetal de las Yeseras Ibéricas”. 2011, y Javier Grijalvo Cervantes“ Vegetación de Madrid”. 2023.


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