Hace poco
organicé con Darío, por fin, una ruta planteada varios años atrás, un paseo por una
de las zonas mejor conservadas de los yesos de la cuenca de Madrid. El aljezar, (el yesar en árabe), aquí se
encuentra en todo su esplendor, esas teóricas catenas de vegetación que se
explican en los libros aquí se ven claramente. A
diferencia de otros lugares, aquí el yesar se muestra en toda su variedad, desde la más pelada costra de líquenes hasta espesos rodales de encinar.
Costra liquénica, espartos, jarillas y encinar de fondo
Coincidimos
unos cuantos aprendices de botánicos, algún bichero y tres blogueros (Javier,
Juanjo y el que escribe), y la excursión, a pesar de estar curtidos en estos
medios, no dejó de sorprendernos, incluso a
mí, que he venido varias veces a preparar la ruta. A pesar de los
calores, de la logística y de las numerosas garrapatas que se abalanzaban sobre
los que iban en cabeza haciéndoles acelerar el paso, con lo que acabamos en una
marcha bicéfala, salió una ruta redonda en todos los aspectos.
Tras pasar estas orzagas y herbazales, muchos ya iban cargados de garrapatas
En
esta región hay dos buenas representaciones de ecosistemas casi desaparecidos
del resto de la comunidad
madrileña, los encinares bien conservados sobre yesos y los albardinales. En Madrid sí hay buenos encinares, pero mayoritariamente prosperan sobre materiales
calizos,
y el albardín (Lygeum spartum) si
antaño fue abundante, hoy solo aparece de manera puntual y testimonial.
Este
año, a estas alturas, ya está todo achicharrado, pero aquí en los yesos, muchas
de las plantas tienen carácter termófilo y esas, siempre florecen más tarde,
así pasaba con unas de las plantes dominantes del jabunal, el tomillar
gipsícola con jabuna (Gypsophilla
struthium), las jarillas de los yesos, la llamada jarilla de escamas (Helianthemum squamatum) y la mayor y más
térmica (H. syriacum); la retama de
bolas está en su punto llenando de su fragancia tramos del camino.
Para
estudiar el aljezar, no es que haya que saber árabe, pero sí hay que mantener y
no dejar que caigan en el olvido, la gran cantidad de palabras heredadas de
nuestros mayores que se están perdiendo en medio de tanta modernidad y falta
de aprecio por nuestros ecosistemas más cercanos. Fitotopónimos como:
calaminar, albardinal, fenalar, sapinar, jabunal, atochar, arnachos, orzagal, jabunal,
lastonar, almorchinar, etc., son formaciones vegetales presentes en el
aljezar, y como dice Salvador Rivas-Martínez, en España hay más nombres de
formaciones vegetales que de los mismos vegetales que las forman.
Ontinar (Artemisia herva-alba) abajo y atochar (Stipa tenacissima) arriba
Comenzamos
la caminata dejando la vega, con
huertos, sembrados y barbechos a mano derecha y el encinar, más o menos
aclarado, a la izquierda; en algunas vaguadas la cobertura es casi total. A la sombra del encinar apenas
crecen algunas lianas, esparragueras y algún jazminorro. Al otro lado,
muchos campos llevan varios años de
barbecho y se van naturalizando; el arroyo apenas conserva vegetación riparia
dado el ajustado aprovechamiento de los cultivos, aunque en algún momento
aparecen restos de olmedas, tarayes y cañaveras de Arundo donax, para tutores y tomateras. Aguas abajo el arroyo se naturaliza, llenándose de orzagas (Atriplex
halimmus) y tarays.
Costra, espartal, fenalar, orzagal y encinas sueltas en un valle sin transformar demasiado
Surge
con Javier la discusión de cuál es la clímax de los yesos, él no duda de un
espeso bosque que iría de las olmedas del arroyo a los encinares y quejigares
de las laderas. Para mí estaría muy cercana a lo que vemos, encinares más
espesos en la umbría y dispersos en la solana, alternándose con coscojares y
efedras; con albardinales en los vallejos, donde a más humedad aparecerían los
orzagales seguidos de los tarayales (Tamarix
canariensis), olmedas y quizás en las vaguadas casi endorreicas y meandros del valle principal, pequeños saladares con su vegetación halófila.
La aridez, las
sales y los venenosos sulfatos no dan para muchas alegrías forestales, aunque
sí podría ser con suelos orgánicos, difíciles de conseguir y
mantener. Por eso pienso que en su día el bosque sería más variado, más
parecido al de cercanas áreas calizas, habría quejigos y algunos arces en las
umbrías, y probablemente tendríamos un bosque mixto de encinas y pinos
carrascos, con Juniperus de varios
tipos (por esta región llegan a aparecer puntualmente J.thurifera, J. phoenicea y
más común J. oxycedrus.
Encinar con un gran pino carrasco aislado, no lejos está el Pinar de la Encomienda
No hay que
olvidar que estamos a poca distancia del Pinar de la Encomienda, donde aparte del pino aparecen casi todas las especies forestales
y arbustivas de la región con un séquito que da fe de su naturalidad. Actualmente un alto porcentaje de todas las laderas del Tajo han sido y están siendo repobladas con este pino, cuestionable, porque no suelen respetar el medio donde se implantan, a veces
incluso levantan chaparras en progreso, al pasar el subsolado, que sirve para
recoger más humedad para los plantones pero que destroza el monte, dejando casi
de por vida, esos surcos y caballones en curvas de nivel.
Pinos colonizando poco a poco laderas, afortunadamente, sin roturar
La gente empieza
a calentarse tras las lentitudes iniciales, el valle se va poniendo más salvaje
y mucho menos humanizado según bajamos. Vamos viendo todas las plantas de los yesos y
sobre todo comenzamos a disfrutar con la
visión, casi marina, de los grandes albardinares llenando las amplias
vaguadas que van a dar al arroyo principal. Antes era común, ahora casi todos
los fondos de valle en comarcas yesíferas, son cultivos cerealísticos o de
regadío, con sus arroyos convertidos en rayas.
Arriba el esparto y abajo, como un brazo de mar, el esparto fino o albardín
No falta el
ambiente salino y de hecho van apareciendo sus protagonistas, vemos varias
matitas de Plantago maritima, el
escaso y “protegido” Lepidium cardamine.
Este es un tipo de albardinal que Jesús Izco en su famoso y lamentablemente
descatalogado “Madrid Verde”, daba casi por común, y para no contradecirle, apareció otra famosa “joyita” botánica madrileña, el Senecio auricula que seguro que los que deberían velar por su
protección, probablemente no sepan que aún existe en esta Comunidad tan
regañada con su naturaleza.
Este hallazgo no nos lo esperábamos a pesar de estar “previsto” en un todo buen
albardinal, otra interesante planta salina, junto con Suaeda splendesn fue la rastrera Frankenia pulverulenta.
El albardinal salino completo: Lygeum spartum, seco Senecio auricula, abajo izquierda Lepidium cardamines
Botánicos adorando la rastrera Frankenia pulverulenta como si del becerro de oro se tratase
Como nos hemos
juntado un grupetto todoterreno, vamos viendo insectos, hongos, un lagarto que
tras ver el par de perros decide subirse a un
alto olmo fané; al rato oímos un reiterado quejido, uno de los perros
tiene entre sus fauces el cuello de un corcino, no se sabe quién tiene más
susto, si el corzo o el perro al ver que le perseguimos para obligarle a soltar
su presa.
Lagarto ocelado encaramado a lo alto de un olmo seco
Afortunadamente el pobre corzo se largó saltando por la alta hierba a
la espesura del arroyo. Otro disgusto fue ver recién atropellado a un eslizón,
aún no he conseguido ver uno vivo, siempre los he visto como ahora, una lagartija
de cristal, brillante y tornasolada, pero muerta.
Ephedra dystachia, ni tan fina como E. nebrodensis ni tan gruesa y gris como E. fragilis
En el
recorrido vemos las tres efedras, por una vez no discutimos sobre la menos
común Ephedra dystachia, solo con
compararla vemos claramente los tallos algo mayores que en E. nebrodensis. Seguimos viendo cosas interesantes: Bupleurum ramossisimus y Dorycnium gracile, también de carácter
salino y según Flora Ibérica inexistente en
Madrid.
Insólito, la liana riparia Cynanchum acutum, planta de la mariposa monarca, creciendo en la costra liquénica
Al igual que Ignacio López Colón viene demostrando que cada
planta del aljezar tiene su insecto específico, algo similar ocurre con las
plantas parásitas del
género Phelipanche, bellezas algo similares, pero cada una
eligiendo una especie, el año pasado ví Phelipanche
resedae, parasitando al gran endemismo Reseda suffruticosa, ahora le toca el turno a P. portoilicitana con su Centaurea
hyssopifolia, en Rivas Rubén encontró al P. georgii-reuterii sobre Lepidium
subulatum, y todavía quedan unas cuantas más por ver.
La pequeña Orobanchacea Phelipanche portoilicitana parásita de la Centaurea hyssopifolia
No es menos
interesante la “costra liquénica”, una cuasi-vegetación exclusiva de la dureza
ambiental de los yesos, aquí la riqueza y cobertura de los líquenes supera con
creces a la flora vascular, pero las plantas que aparecen son verdaderos
especialistas que solo se dan en el aljezar.
El bello especialista de lo más crudo de la costra, Teucrium pumillum
Su
gran especialista, embajador de otros congéneres suyos del sureste
ibérico es el Teucrium pumillum,
acompañado por el tomillo de Aranjuez Thymus
lacaita, Launaea fragilis y
anualitas como Ziziphora hispanica o Campanula fastigiata.
En los abundantes
taludes y cortados abunda la Reseda
suffruticosa y la boca de dragón Antirhinum
graniticum. Hay algún tipo de vegetación que no había visto antes como la
perfecta comunión del espartal con el romero, salpicado con algunas encinas y
efedras.
Resedas en primer plano: R.stricta y R. suffruuticosa
La gran reseda sufruticosa, uno de los más bellos endemismos gipsícolas del centro peninsular
Finalmente, al
acercarnos al Tajo vemos formaciones de conglomerados, en cotas altas llenos de
plantas gipsícolas y más cerca del río con algunas plantas menos afines.
Aparecen estratos inclinados de cantos
más gruesos o de arenas. Poco más adelante, para contrarrestar el calor del
mediodía nos esperaban los verdores del Tajo con su fresca vega y el
impresionante azud de Buenamesón, donde dimos por finiquitada la excursión con
un buen sabor de boca en todos los paladares.
Muy interesante! Vivo en el Valle del Ebro y por aquí vamos sobrados de suelos yesíferos. Siempre está bien conocer mejor lo que te rodea, así que me lo leeré detenidamente. Un cordial saludo!
ResponderEliminarBien, como siempre, fotos y texto, aunque el concepto de climax es dudoso en la ecología moderna, más una tautología idealizada que una realidad.
ResponderEliminarUn saludo
Un artículo muy interesante y muy extenso. Da para hacer muchos comentarios... Enhorabuena por lo bien trabajado que está. Hay un punto que me gustaría tocar, que es el referente a la vegetación originaria de estas zonas. Hablamos de una zona que se ha castigado para obtener recursos desde hace más de dos mil años, independientemente de los incendios que habrá tenido... Las cortas para hacer leña, el pastoreo y las cortas a matarrasa anuales para la elaboración de cal y yeso para la construcción, han dejado estas extensas zonas yesíferas de Madrid en un lamentable estado, donde el suelo fértil apenas existe, la escasa vegetación existente de árboles y arbustos apenas puede regenerarse, pues las condiciones ambientales climáticas ya no son las propicias... Estamos ante una zona predesértica, donde el esparto y las matas de coscoja son la vegetación que predomina, pero en ciertas áreas ya están en regresión.
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