Refrescante
excursión primaveral por los confines occidentales de la provincia de Ciudad
Real a unos lugares que siempre pretendemos acertar a encontrarnos con la
plenitud forestal de las peonías en flor, cosa que más o menos, ya vemos
factible a mediados-finales de abril.
El bosque está
estupendo y lleno de agua y verdor, todo cubierto de hierba y bien alta, las
especies del sotobosque no son muy abundantes debido a la sombra, pero aun así
se ven olivillas, jaras varias, brezos y en las vaguadas, mucha zarza, aunque
todo son robles, apenas aparecen sauces en los puntos más húmedos. Aunque ahora
no lo parece, se ven ejemplares muertos de roble, parece que los terribles últimos
veranos, pasan su factura a estas plantas tan necesitadas de humedad
permanente.
Los
melojares de Ciudad Real son más abundantes de lo que cualquiera podría pensar.
Los más grandes son los de las laderas norte de Sierra Morena y las honduras
protectoras de sus vallejos; menos abundantes, pero importantes, son los de la
cara sur de Montes de Toledo, al norte de Ciudad Real, acoplados a laderas
orientadas al este y a las profundidades de sus valles. Pero también hay otros,
nada desdeñables, en los terrenos mesomediterráneos en toda esa extensión entre
esas cadenas montañosas Mariánica al sur, y Oretana al norte.
Se
trata de robledales en su límite de aguante de las duras condiciones
veraniegas, usualmente mezclados con quejidos, alcornoques y encinas que, en
áreas con alguna compensación edáfica, como pies de laderas de umbrías o fondos
de valle, donde se enseñorean del arbolado. Arbolado muy esquilmado en el
pasado, por las necesidades mineras de Almadén o San Quintín, o por el carboneo
que sacaba rentabilidad a estos montes de “madera”, como llamaban por la zona
al roble melojo (Quercus pyrenaica).
No en vano proliferan topónimos como Puerto del Maderal, Valdelamadera, etc.
Esta
puede ser una de las pocas regiones españolas de naturaleza más pura y menos
contaminada, pues la distancia a cualquier centro contaminador o, simplemente,
a una autovía, puede ser de las mayores del país, región que, en sentido
amplio, me da por nombrarla como la Oretania, por comenzar a sur y suroeste de
esta cadena montañosa. Aquí solo se encuentra la mediana ciudad de Almadén,
cuya visita a su mina, como decía un amigo mío, debería ser de obligado
cumplimiento para todo español, al menos, una vez en su vida. Siglos de
historia española de la mano de la economía y la minería, con todas sus
implicaciones y las relaciones internacionales. Impensable para una de las
comarcas más “perdidas” de nuestra geografía patria.
El
régimen de la propiedad está dominado por grandes latifundios, pero también
aparecen grandes fincas estatales y consorciadas que, lamentablemente, fueron
repobladas con pinares. El contraste en algunos lugares es drástico, tenemos un
muy buen monte mediterráneo a un lado de la valla, y al otro un pinar de Pinus pinaster, sin apenas vida bajo sus
copas. Como están haciendo acertadamente más al sur, en Sierra Morena, deberían
ir entresacando los pinos para ir potenciando el progreso de las quercíneas, es
claramente, su vegetación potencial, como podemos ver en robledales y montes
mixtos cercanos.
Esa
es la riqueza den la mayor parte de esta región, la del bosque mixto, variado,
tanto en árboles como de todo lo demás; aquí aparecen mezclados en el
sotobosque, el cortejo florístico del robledal, con el del alcornocal o el del
encinar. Un tesoro de biodiversidad pocas veces apreciable en amplias regiones
vecinas, pero es que esta región intermedia entre la penillanura extremeña y la
llanura manchega o, mejor dicho, el Campo de Calatrava, es un escalón
topográfico con una pluviosidad algo mayor que lo extremeño y, bastante
superior a lo manchego y, por supuesto, tiene su reflejo en la vegetación de la
zona.
Aquí
estamos en las mayores superficies forestales de robledales, y junto con una
vecina área espejo, al otro lado del eje del Guadiana, también grandes extensiones
de quejigares, topónimo que alcanza a uno de sus mejores ríos. También son
reseñables las buenas fresnedas de sus ríos, donde lógicamente también existe
un río Fresnedas y también el poseer las turberas o bonales más sureños del
interior peninsular. Todo, en el polo opuesto de lo que entiende el común de
los mortales por Ciudad Real, que viene a ser lo que se atraviesa para llegar a
Andalucía.
En otra antigua entrada hice un análisis exhaustivo de la vegetación de este tipo forestal, aunque más centrado en los robledales de ribera en áreas colindantes a estas, la diferencia ahora es que esa influencia hídirica, no es aquí tan determinante. El bosque está estupendo y lleno de agua y verdor, todo cubierto de hierba y bien alta, las especies del sotobosque no son muy abundantes debido a la sombra, pero aun así se ven olivillas, jaras varias, brezos y en las vaguadas, mucha zarza, aunque todo son robles, apenas aparecen sauces en los puntos más húmedos.
La
influencia termófila es notable, no en vano Almadén suele registrar, junto con
Talavera de la Reina, las más altas temperaturas estivales de Castilla la
Mancha. En la vegetación también se puede percibir, a pesar del aumento de
especies atlánticas por la mayor pluviometría, con especies como acebuches y
charnecas, en las pedrizas orientadas al sur, con olivillas (Teucrium fruticans), cada vez más usado
en jardinería, y en algunos pocos casos, por la presencia de la zarzaparrilla (Smilax aspera).
A
la espesa sombra de estos bosques de robles y quejigos, aparecen especies ya
difíciles de encontrar por estas latitudes, destacando el apio caballuno (Smyrnium perfoliatum), una gran
lechetrezna forestal o de arroyos (Euphorbia
paniculata) los grandes dorónicos (Doronicum
plantagineum) o las muy numerosas peonías, en un maremágnum de herbáceas,
como el abundante Bromus diandrus, y
arvejas (como Vicia tenue o Lathyrus arvensis). Como algo menos
común vemos varios ejemplares de la gran Vicia
narbonensis.
El bosque está
estupendo y lleno de agua y verdor, todo cubierto de hierba y bien alta, las
especies del sotobosque no son muy abundantes debido a la sombra, pero aun así
se ven olivillas, jaras varias, brezos y en las vaguadas, mucha zarza, aunque
todo son robles, apenas aparecen sauces en los puntos más húmedos. Aunque ahora
no lo parece, se ven ejemplares muertos de roble, parece que los terribles
úlltimos veranos, pasan su factura a estas plantas tan necesitadas de humedad
permanente.
Como
rareza, aunque no tanto, veo la gran Vicia narbonensis. Aparece y muy
abundante, la Euphorbia que después de sopesarlo, parece más la paniculata que
la amygdaloides que también se le parece, aunque no está citada en Ciudad Real
ni Toledo. Mucho apio caballuno, pero no tanto como de la otra, entre herbazal
de Bromus diandrus.
Pero
que este espejismo forestal no nos engañe, que los árboles no nos impidan ver
el conjunto del bosque. La presencia de numerosos y añosos ejemplares muertos
son una muestra de la gran vulnerabilidad que tienen estos bosques en estas
latitudes, más aun con lo que está cambiando el clima por aquí. Los veranos,
aún lejos de mostrar puntas de temperatura extemporáneas, lo que sí están
mostrando son medias de temperaturas mucho más altas de lo normal. Y es que ya
no refresca tanto por las noches, de las que ya aparecen algunas lejos de
aquellas llamadas “tropicales” (mínimas superiores a 20ºC), por encima de las
“tórridas” (superiores a 25ºC), y rozando la inaguantable frontera de las
mínimas superiores a 30ºC. Difícil hacerse a la idea, pero pongámonos en su
lugar las largas horas de algunos días de este verano.
Estos
frágiles montes llevan afortunadamente bien, el tema de los incendios
forestales, no son bosque pirófilos como los pinares, incluso es algo difícil
que el fuego se propague rápidamente por ellos, siendo retardantes, en la
mayoría de los casos, de la acción del fuego, por eso suele ser aconsejado por
técnicos forestales, tener montes diversos o con, al menos los fondos de valle,
especies poco pirófilas para poder combatir el fuego, que, junto con el
calentamiento del clima, están siendo los grandes verdugos de los bosques
ibéricos.
Se
trata de un monte muy variado, donde aparecen cordales cuarcíticos que
compartimentan un dédalo de valles y colinas, con asomos rocosos a cualquier
altura, como algunos pocos que camuflan áreas de cuevas y abrigos donde no es
difícil, echándole imaginación, ambientar a nuestros lejanos predecesores de
las cavernas, viviendo en la vecindad de hermosas cascadas como algunas que
salpican estas sierras.
En algunos valles todavía quedan fresnos históricos y seguramente también, hasta no hace muchos años perduraron los alisos, siempre ligados a la existencia continua del líquido elemento.
Áreas impenetrables llenas de caza mayor, en una de las
áreas menos pobladas de España, aunque no entren en ese concepto de vacío
demográfico por no tratarse de las provincias de Teruel o Soria. Territorios
por explorar y por disfrutar por todos, con la esperanza en que no se
conviertan, de nuevo, en una de las mayores áreas mineras para extraños
elementos o minerales, pues la multitud de proyectos mineros que se acumulan en
perspectiva por la “burbuja minera” no es precisamente escasa, a un lado y otro
de estas cercanas fronteras andaluzo-extremeño-manchegas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario