La
vegetación potencial de casi toda la región manchega son los encinares. Éstos no
aparecerían en las escasas áreas salinas, en las más esteparias o en las antaño
numerosas áreas inundables. Además el encinar sería sustituido por quejigares
en las áreas más frescas y umbrosas, aún más escasas, pero presentes en la
actualidad.
Las abundancia de esparragueras apunta la diferencia respecto a los demás encinares ibéricos
El
encinar manchego, llamado por los fitosociólogos Asparago acutifoli-Querceto
rotundifoliae sigmetum, se extendería por la mayor parte del centro peninsular, desde Talavera
a Albacete y desde Madrid a Valdepeñas. Pero no es un encinar homogéneo,
teniendo variaciones florísticas debidas a diferencias litológicas, dentro de
una dominante calcárea, y a las variaciones climáticas, tanto por lluvias,
como por temperaturas o continentalidad.
Hacia el borde occidental manchego la presencia de suelos calizos queda manifiesta por la vegetación, en este caso el llamativo amarillo de Prangos trifida
El
genuino encinar de La Mancha es una vegetación en verdadero peligro. Ha pasado de
tener una clara dominancia territorial hasta la Guerra Civil, a ir
desapareciendo, de una manera lenta, pero inexorable, a causa de la intensificación de la agricultura.
El mayor viñedo del mundo, se instaló en una área poblada mayoritariamente por
encinares y campos de cereales. Las “manchas” de monte mediterráneo fueron
desapareciendo al ser roturadas para dar paso a un monte adehesado que fue poco
a poco reduciendo el número de encinas al mínimo.
Entre el encinar y los cultivos la flora basófila con Iberis pectinata y Anagallis monelli
Un
factor importante, pocas veces tenido en cuenta en el estudio de la
deforestación del centro peninsular, fue la lucha contra las plagas de la langosta. Antes yo pensaba que era algo que venía de África y que ocasionalmente golpeaba
el sur de Andalucía y Murcia cuando soplaban vientos del sureste; pero no
solo fue así, entre los siglos XVII y XIX fue un azote recurrente que
diezmaba los cultivos provocando hambrunas y calamidades. Ante este mal, los
encinares se roturaban para arruinar las puestas de las langostas y, ya de
paso, se roturaba el monte o se le hacía desaparecer.
A parte de la caza, este suele ser el uso habitual del encinar manchego, escombrera de las fincas vecinas
El
golpe definitivo fue la extensión del cultivo de viñas para abastecer de vino barato a la
capital del estado, aprovechando una epidemia de filoxera que arruinó los viñedos
de gran parte del este ibérico. A pesar de que se lleva años
diciendo que se están arrancando viñas, este cultivo no ha hecho sino incrementarse de manera exponencial hasta el presente.
Si se arrancan viñas, es para ir acabando
con el cultivo de la vid en “vaso”, para reconvertirlo en “espaldera”, con riego y
recogida mecánica. Se ahorra agua, en comparación con un campo de alfalfa o
cebollas, pero el consumo de agua, en esta región tan seca, no ha hecho sino
crecer a pesar de su ya antigua declaración como área hidrológicamente sobre-explotada.
El pinchudo Astragalus clussianus es una planta típica del verdadero encinar de la Mancha
Sin palabras
La
tecnificación y mecanización de las labores agrícolas ha hecho que, a
pesar de una legislación protectora de los encinares, las encinas se vayan
arrancando por estorbar. También los numerosos bloques
de caliche de los cultivos, son desplazados de forma sistemática a los
bordes y taludes de los cultivos, arruinando todas esas áreas marginales que
son el último refugio de la vegetación autóctona. Incluso los mismos encinares,
antaño muy aprovechados para pastoreo y caza, ahora sirven como
aparcadero o almacén de mercancías, útiles o deshechos agrícolas.
Encinar acorralado por la agricultura. Melones abajo y viñas en espaldera al fondo
En
la Mancha toledana o madrileña existe una topografía algo más accidentada del
terreno por el desnivel de la llanura manchega con la vega del Tajo y sus
afluentes, creando rincones y vallejos en muchos casos poblados de encinas y,
puntualmente, por quejigos. Pero en la Mancha más plana y monótona, apenas hay
desnivel con el Guadiana y sus tributarios, por lo que el dominio agrícola es
total y por ello, los encinares están en verdadero trance de
desaparición.
En lo más seco y pedregoso del encinar aparece la pinchuda Astragalus clusianus
El
encinar de la llanura manchega ha ido desapareciendo de toda su área central, volviendo
a aparecer, incluso generosamente en los extremos orientales de la Mancha, en el llamado distrito Xucrense (del Júcar), donde el elemento levantino de la vegetación se hace patente. Aquí aparece
el encinar frecuentemente unido al pinar, tanto al pino carrasco, Pinus halepensis en el área más influída por el Júcar, como por el piñonero, en los suelos más arenosos. Pero el encinar del que voy a hablar es el que habita la parte
más centro-occidental de la Mancha, el de la vasta llanura del Campo de San Juan y el más occidental, pero también manchego, Campo de Calatrava.
El asperón Lithodora fruticosa en el borde del encinar manchego
Esta
es una nueva entrega, (y van cuatro), de los ecosistemas del entorno del
Parque Nacional de las Tablas de Daimiel (PNTD) que no han sido incluidos, en
su reciente y ridícula ampliación, aunque literalmente publiciten que ésta: “Incluye una
excelente representación de un encinar sobre calizas y una representación de
una dehesa manchega”. Tal representación es ínfima, apenas recoge varias hectáreas
de encinar y varias más de una dehesa muy aclarada.
He recorrido ese
encinar y apenas tiene un buen estado reseñable, ni una flora destacable, pues todo su borde superior es área de cultivos. Pero quien si tiene una gran riqueza
florística, es una mancha de encinar mucho mayor situada más al oeste. También los escasos quejigos y grandes mestos (aquí son Quercus x senneniana, mezcla de quejigo y encina) de la zona que siguen quedando sin protección.
Este es el encinar incluido en la Ampliación del Parque Nacional: una franja así de ancha y de menos de un kilómetro de largo
Del borde rojo hacia arriba, la ampliación de las Tablas para meter algo de encinar. En línea blanca punteada, parte de la propuesta que hicimos a Parques Nacionales para incorporar un encinar en condiciones.
El
verdadero encinar manchego no es el definido fitosociológicamente al principio, pues éste se
describió en Guadalajara y el sureste madrileño. Coincide en mucho, por
supuesto, pero las ligeras diferencias litológicas y climáticas con los
encinares del centro de la llanura manchega, suponen variaciones florísticas,
tanto en la presencia o ausencia de determinadas especies como variaciones en sus respectivas
abundancias. Hoy dado la escasa presencia de encinares sobre calizas y su
lamentable estado, es difícil definirlo con exactitud, pero después de muchos años y paseos, tengo bastante claro como debe ser.
La coronita Hippocrepis commutata muestra claramente la influencia caliza en los suelos
El
encinar en muchos casos aparece muy pobre en especies, siendo la encina la
dominante en todos los estratos, con muy escasa presencia de otros arbustos.
Esto es debido a que no son encinares antiguos, sino trozos de dehesas que se
dejaron de cultivar y están volviendo a su naturalidad sin el “semillado” de
toda la gama floral de un encinar antiguo.
Al borde de la reciente ampliación del Parque, un excelente y variado encinar, ideal para extenderse al resto de las dehesas
Los
encinares viejos, aunque pequeños y dispersos, se caracterizan por su riqueza
florística en el estrato arbustivo, acrecentándose en el herbáceo. El encinar
en su contacto con áreas más húmedas puede presentar quejigos, aparte de
majuelos y rosales. Los arbustos más característicos son la coscoja Quercus
coccifera, el espino negro Rhamnus lycioides, el torvisco Daphne
gnidium, el jazminorro Jasminum fruticans y retamas Retama sphaerocarpa; y en los encinares mejor
conservados abundan los aladiernos Rhamnus
alaternus incluso llegando a ser sub-arbóreos, alguna aliaga Cytisus
scorpius y sin jaras, a no ser Cistus albidus.
El aladierno Rhamnus alaternus es fácilmente confundible con las mismas encinas
En
un estrato inmediatamente inferior están las matas y subarbustos, siendo
abundantes las esparragueras Asparagus acutifolius, las efedras Ephedra
nebrodensis, los asperones Lithodora fruticosa, las bolinas Santolina
chamaecyparissus o la Artemisia herba-alba. En los más pedregoso y árido florece el pinchudo Astragalus clusianus y a pesar de haber dado
nombre anteriormente al encinar castellano y manchego, el Bupleurum rigidum
apenas aparece de forma marginal, pero sí lo hace y muy abundante su congénere B.
fruticescens.
Bolinas y Bupleurum fruticescens forman el bajo matorral de los claros del encinar manchego
Entre
las plantas herbáceas, abundan los tomillos Thymus vulgaris, las
zamarrillas Teucrium pseudochamaepytis, T. omphalodes y T. capitatum junto
con diferentes tipos de jarillas como Helianthemum rotundifolium, H.
ledifolium; la ruda Ruta montana; destacan las flores de la herradurilla
Hippocrepis commutata, Prangos trifida, Aritolochia pistolochia, las lechetreznas Euphorbia
nicaensis y E. segetalis o de Coris monspeliensis, junto con
las serrátulas S. pinnatifida, la Centaurea aspera
o Plantago albicans. También aparecen, y he visto que en Flora Ibérica no
están citadas para Ciudad Real, Coronilla minima y Thesium divaricatum.
Las estrañas flores de la Aristolochia pistolochia adornan el suelo en los claros del encinar
Al
norte, en la Mancha toledana y Madrid, son más abundantes los quejigares y ya
hay otras especies que no llegan por poco, hasta aquí, como el espantalobos Colutea
hispanica, Silene mellifera, Ononis tridentata, Cistus clusii, Salvia lavandulifolia, Ephedra fragilis o E.
distachya.
Himantoglossum hircinum, una orquídea propia de terrenos calizos destaca por su tamaño al borde de Las Tablas
La
llanura manchega descansa sobre un sustrato paleozoico que asoma en pequeñas
serretas en su interior y ya, de manera dominante, en Montes de Toledo y Sierra
Morena. Estos materiales son de naturaleza silícea y su vegetación es muy
diferente a la que vive sobre las calizas manchegas, pero en sus numerosas áreas
de contacto, sobre todo en el Campo de Calatrava, existe una vegetación casi a
medio camino entre la una y la otra. En estas áreas es mayor la influencia
caliza sobre el sustrato silíceo que a la inversa.
La jarilla Cistus crispus tapiza los bordes del encinar en el Campo de Calatrava
El
encinar calatraveño, al contrario que el manchego se llena de jaras, destacando
la pequeña Cistus crispus que llega a tapizar mayoritariamente sus
suelos; también aparece la térmica Cistus monspeliensis, quedando la
jara pringosa C. ladanifer y la aliaga Genista hirsuta, para las
zonas del monte con menor influencia básica. Un comportamiento
intermedio también lo tiene la escoba Cytisus scoparius.
Encinar de clara influencia extremeña (Pyrus bourgaeana y Cytisus scoparius) en Los Pozuelos de Calatrava
Más
al oeste el encinar se va tornando luso-extremadurense, ya es el mundo de la
jara, es el encinar con piruétanos Pyro bourgaeana-Quercetum rotundifoliae sigmetum. Aquí ya ha
desaparecido toda la influencia manchega, la de los suelos básicos. Solo quedan restos de plataforma caliza intercalada entre serretas silíceas y disecada por los ríos, entre el Jabalón y Los Pozuelos de Calatrava, con escasos restos de encinar manchego.
La proliferación de palomas torcaces durmiendo en las encinas, está llenando el encinar de olivos asilvestrados
En
la Mancha occidental prácticamente apenas quedan áreas de encinar, por eso son tan
valiosas esas últimas manifestaciones en el entorno de Las Tablas. Aunque la
mayor parte esté adehesado, a partir de las escasas áreas de monte y de una pequeña repoblación, sería fácil recuperar el encinar manchego con unas dimensiones
decentes para poder hacer frente al futuro.
Ya en el campo de Calatrava algunos encinares se orlan de rosales, Dorycnium pentaphyllum y Cleonia lusitanica
Prefiero pensar que por desconocimiento, esa lógica no parece haber calado en
las mentes pensantes que dirigen nuestros Parques. Supongo que creen que para encinar ya
tenemos Cabañeros (mayoritariamente en manos privadas), pero se trata de otro encinar, pues ya es el encinar luso-extremeño). En la ampliación realizada,
apenas se les ha concedido importancia, a pesar de alabarlos tanto sobre el papel, aunque al ser dominante el viñedo adquirido, éste se ha repoblado de encina, retama y algunos arbustos mediterráneos.
Aguas abajo y fuera del PNTD un encinar-coscojar con ontinas Artemisia herba-alba, al borde del Guadiana
No
solo están esos encinares en el noroeste del Parque, también hay muy buenos
retazos de monte en buen estado de conservación al este, rodeando los iniciales
Ojos del Guadiana (Madara, Montearenas, etc.), la ampliación que en su día solicitamos desde la Asociación
Ojos del Guadiana Vivos a los responsables del PNTD. Esperemos que el año que
empieza nos traiga otra manera de valorar el medio ambiente y que se protejan esas últimas
manifestaciones de una naturaleza que se nos escapa de las manos, ante tanta
cortedad de miras de quien tiene los medios, pero no está dispuesto a gastar un
duro o poner límites a la agricultura manchega para hacerla sostenible.
Feliz 2016. Que en este año, que empieza, se cumplan todos nuestros deseos.
ResponderEliminarUn saludo desde Salamanca.
Muy bien como siempre. Los 'mestos' son también híbridos de encina y alcornoque
ResponderEliminarImportante he interesante trabajo el que has realizado en este reportaje. Es penoso ver, como los restos de un ecosistema tan importante como este, no se hayan incluido dentro del parque nacional... Y consecuentemente no se haya hecho un plan de reforestación, mejora y gestión en todo el perímetro del parque. Hace 200-300 años, las tablas manchegas estaban rodeadas de monte mediterráneo.
ResponderEliminarEnhorabuena por el artículo.
Un saludo y Feliz 2016.
Me ha encantado!!! Excelentes fotografías! Saludos desde Educación Inicial!
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