La dinámica fluvial es la responsable de la conformación de los paisajes en las áreas más densamente pobladas de nuestros territorios y es la que ha sentado las bases para la existencia de la mayoría de las más fértiles de todo el interior peninsular, las de mayor biodiversidad y las de mejor estado de conservación, al menos donde las áreas ribereñas están afectadas por una potente dinámica hidrológica.
La dinámica geomorfológica fluvial parece una cuestión del pasado, de un pasado tomado en términos geológicos ya que hoy en día, aparentemente, todo lo natural está tan controlado que parece no existiera una dinámica natural en la formación de los paisajes, al menos en comparación con la fuerte labor humana actual en la construcción de un paisaje cultural y económico que todo lo modifica a su servicio.
Todo está canalizado, represado y controlado para que no ocurran afecciones a los espacios públicos o privados de las riberas, bien por presas, azudes y canalizaciones cada ciertos kilómetros que finalmente sirven para regular el caudal de los ríos en sus momentos álgidos. También se regulan por medio de motas o escolleras sobre-elevadas de orillas cubiertas de bloques rocosos o paquetones de grandes cantos rodados (gaviones), para que el cauce no pueda desbordarse, comerse las orillas o inundar las áreas externas a ese inamovible trazado que hemos asignado a ríos y arroyos.
El caso que vengo a presentar aquí es el de la más reciente dinámica fluvial en el Soto de las Juntas, una llanura de inundación compartida por la unión de dos ríos, el Jarama medio y el tramo final del Manzanares. Los grandes caudales del Jarama han propiciado que se haya depositado gran cantidad de sedimentos y a más altura que los de un Manzanares que le llega casi en ángulo recto, lo que le impide verter directamente al Jarama y hace que el Manzanares le siga en paralelo a lo largo de dos kilómetros y medio, hasta su junta en la cola de la vetusta presa del Rey, aunque no siempre fue así según los mapas antiguos. Estos mesopotámicos terrenos son una de las mejores, y más visitadas áreas ribereñas y lacustres de la Comunidad de Madrid, dada su cercanía a la capital.
Desde el gobierno regional se están realizando desde hace algunos años, interesantes labores de renaturalización en un área muy afectada por vertidos de escombros y explotaciones de áridos que crearon en su interior un gran boquete, luego rellenado por una laguna fruto del corte con el nivel freático. Es la laguna de Los Veneno o, más modernamente, del Soto de las Juntas. También hasta la guerra, en su inmediata vecindad colindante al puente sobre el Jarama de la carretera Madrid-Valencia, se encontraba el municipio de Vaciamadrid, destrozado totalmente, como una “Gaza” madrileña, en plena batalla del Jarama en 1937. Este pueblo en unión al despoblado de Ribas del Jarama dio origen a Rivas Vaciamadrid a partir de 1962 tras su refundación.
No hay que olvidar, cosa muy fácil hoy en día, que posiblemente sea el Jarama el río ibérico que más vidas se ha cobrado a lo largo de su historia, hasta hace pocos años en que su regulación por medio de numerosas presas que ha zanjado el problema de sus desastrosas riadas. El Jarama recoge aguas, desde Peñalara hasta Atienza o casi Medinaceli en Soria, con especial incidencia de los deshielos de Guadarrama y Ayllón, lo que, unido a las últimas borrascas o tormentas primaverales en esas fechas, eran el caldo de cultivo para el desastre. De hecho, viendo antiguas imágenes aéreas, se puede apreciar cómo ha cambiado su curso varias veces, incluso dejando en ridículo puentes en medio de la nada, como en San Martín de la Vega. No es un río a minusvalorar, para nada.
El Manzanares también engaña, un río corto, pero serrano y barriobajero, un menospreciado aprendiz de río. Variable no solo de caudales, sino también de recorrido, pues ha dejado terrazas fluviales muy lejos de su curso actual, ya que hasta mediados del Pleistoceno iba directo al Tajo, entre Aranjuez y Toledo, en lo que hoy es el amplio arroyo Guatén, pero que fue capturado por un pequeño afluente del Jarama que remontó hasta cerca de Perales del Río para cambiar su recorrido. Como pasa por áreas graníticas o arcósicas, moviliza gran cantidad de arenas, siendo famosos sus areneros previos a la desembocadura, hoy esquilmados por la intratable construcción madrileña.
Esta área de la Junta de los Ríos, perteneciente al municipio de Rivas Vaciamadrid, tiene que soportar los embates por un lado del Jarama y, por otro, del supuestamente pequeño Manzanares que en la actualidad, y claramente en verano, es uno de los mayores ríos del interior peninsular, si no el más caudaloso, pues al monstruo urbano madrileño, hay que alimentarlo con aguas de todas las cuencas vecinas, como la del Alberche, la del Henares y, últimamente, la del Tajo, amén de explotar también el acuífero detrítico madrileño.
Toda esa agua junta, no le llega al Manzanares del Ventisquero de la Condesa, ni de la Pedriza, ni de sus altos nacederos, sino que le llega a la salida de las ocho estaciones de tratamiento de aguas residuales (EDAR) que teóricamente tratan el 100 x 100 del agua madrileña y que, cosa fácil de comprobar, dejan un río atestado de plásticos y serias dudas sobre el buen estado de sus aguas.
El Manzanares tiene que asumir, sin ser su hidrológica costumbre, unos enormes caudales, también crecidos por los pluviales, esas aguas que ya no van a ser absorbidas por una tierra que con su urbanización dejó de ser permeable y que, rápidamente, va a ser evacuada en enormes cantidades tras las lluvias. A veces estas subidas de pluviales suelen ser la excusa para no tratar los caudales por peligrar la propia depuradora, asumiendo el río toda la basura y toxidicidad sin depuración, sobrado motivo de denuncia al pudiente ayuntamiento madrileño. Solo hay que ver, cómo llega el Manzanares al Pardo y como lo hace a esta junta con el Jarama. Toledo, Talavera y todo el larguísimo cauce del Tajo hasta el Atlántico, no tienen la culpa de esta mala gestión madrileña.
A pesar de las recurrentes quejas achacadas a la pertinaz sequía de nuestra agricultura, queda claro, que al menos en la zona centro, lleva un par de años lloviendo por encima de la media y estas lluvias, que esta temporada se iniciaron con un diluvio que, como dice el refrán, en septiembre se llevó las puentes, con lluvias que han continuado haciendo al Manzanares desbocarse varias veces, provocando desbordamientos y ciertos destrozos, ¿o naturales renaturalizaciones? en el Soto de las Juntas.
Oportunidades para la biodiversidad o peligro para las personas (que no tengan cuidado), polémica servida por las distintas visiones de cómo se quieren los espacios naturales. Desde el dejar hacer a la naturaleza, aunque la tengamos pervertida, hasta la artificialización para mantener las áreas, propiedades o la seguridad física de las personas, libres de cualquier peligro, lo que también es lógico. A esto se une, al menos para mí, una muy buena política de Espacios Naturales de la C.A.M. respecto a renaturalizar esta área tan transformada, suavizando la altura de las artificiales motas y plantando especies autóctonas en las orillas y el interior de este espacio.
Yo no tenía noticia de esto, hasta que un día paseando por el Soto de las Juntas, me encontré con numerosas superficies afectadas por el río, con la aparición de nuevas zanjas, la conexión de la laguna de los Veneno con el Jarama, etc. Me picó la curiosidad y me puse a recorrer el río y estudiar esta rápida y reciente dinámica fluvial.
Aguas arriba del puente de Casa Eulogio se ven varias orillas recortadas por la crecida, a pesar de haberse perfilado hace algunos años, las orillas con bloques de rocas en todo su cauce; aguas abajo, cerca de la salida de la última depuradora, veo también una buena zona acarcavada hacia el río, pero desde tierra y casi sin explicación, pues no recoge ningún cauce lateral ni está afectado por el río.
Pero lo importante está en el Soto de las Juntas, aquí, justo donde el río cambia en noventa grados, pasando su dirección de norte a sur, a de este a oeste, saltó tierra adentro y penetró, llegando en su momento máximo a conectar con el Jarama, dejando un surco, ampliado o abierto en callejoncillos ya cerca del Jarama. Brecha que muestra, como también aparecía en el camino principal que casi se lleva, la sucesión de estratos de basuras, escombros e incluso antiguas infraestructuras bajo el terreno.
Este ramal es la muestra más evidente de desbordamiento, apareciendo varios más de menores dimensiones, en cuanto a su incisión en el terreno, aguas abajo, hasta otro que conectaba casi directamente con la laguna de los Veneno.
También aguas abajo, se ve, en el lado convexo de los meandros, como la fuerza del agua ha ido comiéndose las orillas, llegando el río hasta la inmediata vecindad del camino, cuando antes había más de diez metros.
Así mismo, la acción del río ha sido tremenda en la otra orilla, la de los magníficos cortados yesíferos, ahí se ha creado un nuevo meandro que se ha llevado una buena parte del cultivo.
En los laterales inmediatos del río, se han depositado nuevas zonas arenosas o de cantos rodados, esas acumulaciones tan buscadas por las numerosas explotaciones de áridos que han dejado en la vega del Jarama decenas de lagunas, como las inmediatas del Porcal, uno de los mejores conjuntos lacustres del interior peninsular, sin duda muy superior al afamado Parque Nacional de las Tablas de Daimiel.
El agua aportada por los pequeños-medianos desbordamientos, uno muy cercano a la laguna interior y otro que venía de más arriba, fueron subiendo el nivel de esta laguna, hasta un punto en que el terreno se rompió hacia el río Jarama, creando una grieta de desagüe aunque se volvió a recuperar el nivel previo de la laguna. Lo curioso es que ya pasado este episodio, el arroyuelo sigue corriendo por ese surco que conecta laguna y río Jarama.
En mi opinión, el agua saliente es agua de infiltración del Manzanares a la laguna y de ésta al río, cosa que estoy seguro también pasaba antes de la riada, pero que ahora, ha quedado expuesta al aire. La presión simplemente explotó una grieta ya existente por la que corría un hilo de agua que ahora continua corriendo. Los bordes del camino roto, están precintados, pero la gente sigue pasando y ha hecho un puentecillo de piedras para no mojarse el calzado. Casi todo el mundo sigue este trazado bajando, cruzando la pequeña corriente y subiendo al antiguo camino, para terminar de dar la vuelta a la laguna y volver por su otra orilla.
Estaba tomando fotos casi cenitales desde lo alto de los cortados, para entender lo acontecido en la ribera tras esta riada, cuando leí en una revista de Rivas, la explicación de los técnicos de la Comunidad de Madrid sobre este violento episodio. Unos técnicos que hacen un buen análisis y que proponen más estudios técnicos y plantean las alternativas actuales, reconstruir caminos o adaptarlos a la reciente dinámica y a las venideras.
Buen artículo y buen análisis, pero esperemos que las decisiones finales tengan que ver con el dejar hacer a la naturaleza y, al menos en estos lugares, protegidos bajo la figura de Parque Regional del Sureste (o más largo: P. N. entorno a los ejes de los cursos bajos de los ríos Manzanares y Jarama), la naturaleza y la dinámica fluvial, en un lugar que apenas tiene afecciones a espacios humanizados, predomine para reconfortarnos con su variedad de ambientes y biodiversidad, para colmo, en un lugar tan accesible y cercano a Madrid capital.
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