Las lagunas de Ruidera son una de las grandes maravillas de la naturaleza española, maravilla que todavía queda más realzada tras cruzar la árida y vitivinícola llanura manchega. Entonces aparece como un verdadero espejismo del que es casi necesario frotarse los ojos para comprender lo que se ve. Es el poder del agua en una de sus mejores manifestaciones, con toda su gama de colores que dan unos carbonatos que visten las aguas con sus mejores galas, galas que no es frecuente ver en otro tipo de aguas como ya las más occidentales de las áreas luso-extremadurenses, sin esas tonalidades turquesas y vibrantes que dan los fondos claros, las aguas limpias y esa pátina de carbonatos de sus aguas.
A pesar de conocer muy bien toda la provincia de Ciudad Real, estos extremos orientales, siempre me han quedado lejos, pero cada vez aprecio más estos Campos de Montiel, comarca a caballo entre Ciudad Real y Albacete, al igual que les ocurre a estas también fronterizas lagunas. Comarca todavía no valorada en lo que se merece por méritos propios, puesto que queda a trasmano de muchos viajeros al no ser zona de paso de ninguna comunicación de importancia, siendo el máximo atractivo turístico precisamente estas lagunas, para bien, por un lado, pero para bastante mal, como siempre que las cosas no se planifican ni contienen, por otro.
Como en todo país seco, el agua tiene una importancia capital y aquí podría estar el único lugar de la Mancha donde no tiene un uso meramente productivo o lucrativo, sino todo lo contrario, un uso puramente natural y ecológico, luego también didáctico y lúdico. La existencia de estas lagunas se debe a una poco común conjunción de factores físico-geográficos en un área de gran tamaño como la que constituye el Campo de Montiel que aunque no lo parezca, se trata de un nudo geológico clave en el funcionamiento de todo el sur de España. Es una cabecera y divisoria hidrográfica no montañosa, pero de primera magnitud, confluyendo aquí: una vertiente sureña que vierte a Andalucía a través del que es el gran eje del Guadalquivir, señalado, una vez este río se enroca en Cazorla, primero por el Guadalimar y luego por el Guadalmena; una vertiente levantina a través del albaceteño Júcar, señalado por el río del Jardín y sus paradisíacos Ojos de Villaverde; y una vertiente atlántica de multitud de ríos y arroyos que conformarán la cuenca alta del Guadiana, con un Alto Guadiana que es el que recorre las lagunas y también con un Jabalón, un Azuer y un Córcoles.
Esta región montieleña se enclava en lo que geológicamente se denomina ABCO (Antepaís Bético Castellano Oriental), región ligeramente sobre elevada por recibir las presiones ejercidas por el bloque europeo al norte y el africano al sur, cuyo juego tectónico debido a esas presiones sobre una serie de compartimentos separados tectónicamente, ha llevado a un levantamiento o hundimiento de esas piezas territoriales, dando finalmente cabida al fenómeno del vulcanismo calatraveño por ser este uno de esos bloques distendidos y abierto a dejar escapar las tensiones del manto bajo su superficie, así como también a mostrar, casi contra pronóstico, algunas manifestaciones sísmicas, como la raja de la Quebrada del Toro, que poca gente conoce. Esta es la llamada hipótesis flexural de la explicación tectónica del vulcanismo del Campo de Calatrava, así como del juego cruzado de esas áreas hundidas en cuencas o elevadas en mesetas o montes de esta zona ibérica centro-oriental.
La clave explicativa de la formación de las lagunas de Ruidera tiene por un lado una razón tectónica, con la existencia de una gran falla en sentido SE-NW que es aprovechada por la erosión, tanto cárstica como fluvial, y por otro, una peculiar razón litológica debida a la formación de travertinos, de barreras y terrazas pétreas en los bordes , saltos o desniveles entre las lagunas. Estas barreras travertínicas se forman al precipitar los carbonatos sobre la vegetación palustre-lacustre por procesos físicoquímicos de aguas ricas en carbonatos, junto con la intervención del oxígeno del agua en movimiento y la acción biótica de las especies vegetales. Se forma así una piedra de toba, donde pueden apreciarse claramente, en su estructura, la presencia de oquedades que no son sino la huella de las plantas de un tamaño u otro que soportaron sobre sí esa pétrea deposición calcárea.
Para que la toba se forme y consolide, se requiere: un aporte continuo de agua carbonatada (fruto de la disolución de las rocas calizas del Campo de Montiel), sin avenidas que puedan destruir la toba recién formada o perturbar la calidad de las aguas que llega a las lagunas, por lo que es imprescindible un filtrado lateral de las escorrentías gracias a una buena vegetación de orla lagunar; una alta transparencia de las aguas para que la luz solar llegue pura a la vegetación acuática y que ésta ejerza sus funciones respiratorias y clorofílicas que aporten los elementos químicos necesarios para la precipitación química de esos carbonatos en una deposición constante sobre las superficies de la vegetación.
Estos edificios tobáceos o travertínicos son capaces de contener estas enormes cantidades de agua acumulada en las lagunas, pero a pesar de ello son bastante débiles frente a la alteración mecánica y el pisoteo reiterado que es lo que viene ocurriendo desde finales de los años sesenta con la masificación turística de estas lagunas, aparte de soportar una sucesión de conducciones de aguas y saltos para su aprovechamiento energético que ocurrió en años anteriores. De hecho, el deterioro es tal que muchas de estas zonas colindantes con las áreas más visitadas tienen que ser acordonadas y balizadas para que no pase la gente por ellas a fin de conservar las lagunas lo más parecido a como han llegado hasta nosotros desde tiempos ancestrales.
Las lagunas son básicamente 15 y muy diferentes, incluso algunas en discusión de si lo son o no, por estar colmatadas o incluso por haber acabado dentro de un camping o de una instalación turística. Las primeras, previas a la laguna Blanca, lejanas y algo salobres, donde ya es difícil definirse sobre si son de Ruidera o no y que dan origen a los pequeños tributarios que conformarán la corriente principal o Alto Guadiana, relacionadas con el río Pinilla, famoso por sus salinas, sin duda dignas de una recuperación integral, el arroyo Sabinar, el Alarconcillo o la Cañada Honda-Mimbrera (Navalcaballo).
A partir de la Blanca, viene el área del Vado Blanco que, a juzgar por sus pálidos suelos fluviales, soportó áreas lagunares de los que hoy solamente quedan algunos buenos manantiales, como el de la Puerca o la Cogurria. Luego llegamos ya a la serie de lagunas conectadas que comienza con la Conceja, sigue por la Tomilla, atraviesa una tendida área travertínica muy arenosa, el Baño de las Mulas, para continuar por la laguna Tinaja que vierte a la Sampedra y que recoge también el tramo final del largo arroyo Alarconcillo que en su día debió ceñir como un imponente foso el castillo de Rochafrida, no muy lejos de la famosa cueva de Montesinos.
El final de la Sampedro o Sampedra y la Redondilla, señalan una de las áreas más intervenidas, tanto por construcciones como por el camping de Los Batanes que posee en su interior una pequeña laguna, cada día más colmatada. Le sigue la larga laguna de la Lengua, con sus barreras travertínicas cercándola por todas sus laderas y parte final, donde en un zigzaguente trazado se suceden la laguna Salvadora, la Santos Morcillo y la Batana. Aquí llegamos a otro núcleo urbanístico como es el del albergue, el centro de interpretación del Parque y otros edificios y restaurantes que en parte dan a la laguna Colgada, cuya cola recibe el arroyo Mironcillo o de La Manga, en cuyo final también existen humedales colmatados y muy alterados por actuaciones turísticas.
El final de la Colgada y la laguna del Rey, ya dan al pueblo de Ruidera, y a partir de aquí, de la cascada del Hundimiento, se suceden lagunas y lagunillas todas ellas bastante colmatadas, menos la de Cueva Morenilla y la Coladilla y más la última de ellas, la Cenagosa. Hubo alguna laguna más, pero la creación del pantano de Peñarroya, acabó anegándolas.
La vegetación de esta región es la otra joya que, aunque menos llamativa que sus aguas turquesas, da un valor extraordinario a este parque natural. Estamos en un área bastante elevada, en el límite entre el piso meso y el supramediterráneo, que se halla entorno a los 850m y que aparece marcado en lo vegetal, y dentro de una vegetación dominada por el encinar, por la presencia cada vez más abundante del encinar-sabinar, apreciándose en los últimos años una buena recuperación del sabinar. Pero esta recuperación en las zonas más intrincadas de la zigzagueante topografía cercana a las lagunas no compensa la destrucción del sabinar que ha tenido y sigue teniendo lugar en las zonas mesetarias a ambos lados de la zona protegida, primero por el regadío por medio de enormes pivots y luego por la implantación de nuevos cultivos con goteo, de vid principalmente.
En rincones protegidos existen retazos de quejigar y una buena vegetación arbórea ribereña en las áreas de vega, que tras unas iniciales grandes repoblaciones con chopos alóctonos, ahora se están reconduciendo, no sin cierta polémica por esos arranques con maquinaria pesada que se llevaban también muchas especies de alto valor, como varios tipos de orquídeas ribereñas entre otras plantas reseñables.
Primero grandes regadíos por medio de pivots que dejaban enormes redondeles, como una terrible carcoma paisajísitica, acabaron con muy buenos sabinares y luego afectaron a numerosos pozos que abastecían riegos previos o aguas de abastecimiento municipal. Afortunadamente esa lucha por la extracción de las aguas de este acuífero de Montiel, fue zanjada por la Confederación del Guadiana con una restricción que limitó bastante estas extracciones ante la bajada de niveles de muchas de las lagunas. Posteriormente, se ha pasado de ese riego por pívots al riego por goteo, menos dañino, menos esquilmador, pero que no deja de ser más gasto y más requerimientos hídricos, normalmente para nuevos viñedos. Que por cierto, la Asociación de Industrias Vinícolas de CLM está pidiendo una, bueno otra más, destilación de crisis, ante la superproducción de vino que tiene saturados los mercados y que tendremos que pagar entre todos por ese uso desmedido de unas aguas que también son de todos.
Aunque haya bajado algo la riqueza florística de las lagunas en los últimos años debido al exceso turístico y urbanístico de Ruidera, no deja de tener una flora excepcional y muy variada, de hecho, junto con Sierra Morena es el área mejor estudiada florísticamente de la meseta sur. Aquí destaca también su gran riqueza en orquídeas, donde mi amigo Jesús Fernández es la gran autoridad a la que no dudan en llamar otros aficionados o afamados botánicos cuando llegan aquí en busca de alguna curiosidad botánica. Hace tiempo, corría a su cargo una actividad altamente gratificante como era la ruta de las orquídeas de Ruidera, promovidas por la Red de Áreas Protegidas de Castilla la Mancha.
La riqueza florística de las lagunas y su entorno es apabullante, el listado de flora es tremendo y supongo que siguen apareciendo cosas nuevas, incluso Jesús sigue encontrando novedades solo dentro del grupo de las orquídeas. Yo que llevo desde hace unos años estudiando los arenales manchegos, al ver la coincidencia florística de algunas plantas poco comunes y que aparecen en estos arenales, me ha llevado a volver a estudiar un tipo de arenal casi imperceptible, que es el de las arenas fruto de la desintegración de los travertinos y que ocurre precisamente sobre ellos o en sus bases.
Es una vegetación muy parecida a la de las arenas, donde la gran protagonista es la Artemisia campestris, una artemisia poco común fuera de los arenales manchegos y algunas pocas plantas vivaces más, como el espectacular lino Linum astriacum subsp. collinum que a finales de primavera vuelve azules los bordes exteriores de algunas de estas lagunas.
Como en todo lugar magnífico y con el turismo como reclamo económico local, los conflictos de intereses están servidos hasta que se llegue a un punto de equilibrio que permita esa difícil combinación dentro de unos márgenes satisfactorios para ecología y economía.
Tras varias polémicas, con supuestos deslindes de dominio público, legalidad o ilegalidad de construcciones, limitaciones en el número máximo de visitantes, etc., este año la polémica viene del cambio de señalización y uso de la única carretera que atraviesa este espacio. Las quejas son notorias, pero también las va a haber sin restricciones, pues la avalancha de visitantes es tal, algunos fines de semana estivales, que el follón y el atasco están servidos y es imposible dar gusto a todos, cuando todos son muchos miles. Se ha dado prioridad a viandantes y ciclistas en los dos márgenes de la carretera y los coches han de adaptarse a esta limitación yendo muy lentos y cediendo el paso casi de continuo. La otra opción era cerrar el tránsito a particulares y poner autobuses en circulación continuada.
Los otros problemas son los clásicos de gestión de espacios protegidos, como la renaturalización del monte, dado el exceso de plantaciones de pinos, plantaciones que se tiende a ir aclarando y dejando hacer al monte, o la extracción de las choperas foráneas que entorpecen el desarrollo natural de la vegetación. En cuanto a la fauna, la plaga de jabalíes es tremenda y está poniendo en apuros, por ejemplo, la existencia de un par de especies de orquídeas por el levantamiento/arado del terreno que llevan a cabo las piaras, otro tanto podría decirse de los conejos. Pero con todo y con eso, el problema principal, y aquí el acuífero está mejor tratado que el manchego, es el de la gestión del agua, un agua que antes brotaba en multitud de grandes fuentes en las cabeceras de los arroyos que alimentan las lagunas y que hoy en día están bajo mínimos, las tierras de cultivo usurpadas a buenas partes del cauce de este inicial Guadiana, y el de los incendios, que a pesar del que tuvo lugar el año pasado al lado de Ruidera pueblo, en general es un problema bastante bien controlado por la Junta.
No sería desmedido aumentar la superficie del Parque Natural por esas “cañadas” y arroyos que dan origen a la red fluvial, así como incorporar y restaurar las históricas salinas de Pinilla, así como otras áreas de interés al elenco de ecosistemas y territorios del Parque Natural de las Lagunas de Ruidera. Sería hacer más grande lo que ya es un gran Parque Natural, para orgullo de quienes han aprendido a cuidar lo que merece la pena.
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