Fue un final de verano como los que yo recordaba de pequeño, se acababa el verano y las vacaciones, al mismo tiempo que empezaba la lluvia. Pero esta lluvia de hoy, estaba tremendamente avisada por el claro peligro potencial que entrañaba. Tanto que en Talavera, casi me echan mis padres, amedrentados noticiero tras noticiero, esa tarde de operación retorno, donde miles de personas como yo, volvían a Madrid, además, esa misma noche, yo debía continuar ruta hacia Toledo.
Al principio llovía, luego llovía más y, finalmente en el tercio final del camino, es decir, en la carretera de Extremadura, entre Santa Cruz del Retamar y Navalcarnero, aquello era el diluvio. Los limpiaparabrisas no daban abasto, las cunetas se llenaban por momentos, los numerosos pequeños arroyos de la zona empezaban a correr y minutos después, corrían más aún; las vaguadas empezaban a contener lagunillas que, por momentos, también se veían crecer. Pensé que como esa lluvia durase un rato más, podría ser un desastre. Y duró poco, pero duró, y dos horas más tarde, ya de noche, volvió, con menos intensidad, pero volvió, y en mi viaje hacia Toledo, tuve que esquivar, entre tupidas cortinas de agua, balsas de agua que se colaban de los campos exteriores a la autovía. Me dijeron que en Magán cayeron 167 mm, en Toledo 100 y calculan que en algún punto se pasó de 200 mm. Los problemas fueron tremendos en casi todos los pueblos, pero lamentablemente destacaron Mocejón, Magán, Casarrubios del Monte, Chozas de Canales, Yuncler, Villamanta, etc.
Afortunadamente no tuve problemas, la carretera de Extremadura, está dibujada prácticamente sobre la divisoria de aguas entre el Alberche y la cuenca del Tajo, o entre la de aquel y la del Guadarrama y no había cauces o arroyos problemáticos que cruzar. Mi hija esa noche, volviendo del valle del Tiétar a Madrid por la N-501, después de media hora de atasco, se dio media vuelta por donde había venido y lo retomó al día siguiente, por la de N-5, el puente del río Perales en la N-501 estaba cortado, por peligro de derrumbe. Esa noche se bloquearon cientos y cientos de coches que tuvieron que recular tiempo después por donde habían venido, buscando difíciles alternativas para llegar a Madrid a altas horas de la madrugada.
Al día siguiente me enteré de que todos los puentes del bajo río Perales y los del Arroyo Grande, que desemboca en el anterior, poco antes de su confluencia con el Alberche en Aldea del Fresno, habían sucumbido a la fenomenal riada. Casi todos los puentes de la región, que comunican las numerosas urbanizaciones de esa zona, también habían caído. Yo pensaba que el desastre estaba por La Sagra toledana, pero este extremo occidental madrileño del Perales y el Arroyo Grande, también habían sido “zona cero”.
A mi vuelta de Toledo, pasé, ya tarde, por el pueblo de Magán, cercano a la carretera de Toledo y, aún pasados dos días, casi no me lo podía creer y más habiéndolo visto tan seco días antes. El pueblo casi estaba rodeado por unas aguas que seguían bajando por los lineales caminos rurales desde el vecino Monte Magán. Todavía estaban sus habitantes en improvisados grupos de trabajo, quitando brozas y barros de las calles y puertas de los vecinos. Allí los tractoristas se afanaban, desinteresadamente, por limpiar caminos, limpiar zanjas, desatascar tapones de basuras en vaguadas o limpiando calles y caminos. Todos los campos de La Sagra, estaban cambiados, llenos de lagunillas, las vaguadas avenadas de arenas y surcos marcando las pendientes inferiores de todos los campos. Como decía un amigo de la zona, la escasa capa fértil de los suelos sagrenses, ha bajado por las lomas a los vallejos y se ha perdido por el Guadarrama y el Guatén.
Tiempo después ya casi no me acordaba de esa DANA (depresión aislada en niveles altos) que parece ser el modelo recurrente de lluvias que se está imponiendo en estos últimos años, cuando investigando sobre la vegetación de las arenas, me di una vuelta por el Alberche cercano Talavera. No reconocía los lugares que tan bien conocía, estaban totalmente cambiados. Había acumulaciones enormes de arenas, de bloques, en otros sitios de broza y basuras, en otros surcos donde antes había suelo. Busqué las plantas que me señalaban los arenales fluviales (el botón azul o Jasione sessiliflora) y apenas las encontré, porque a pesar de su vivacidad, estaban tumbadas y sepultadas, también alguna floreciendo a contratiempo. La riada había llegado hasta aquí y eso que se trata de un brazo muy exterior del lecho del río, al borde de las huertas y plantaciones.
No es el desastre sobre la flora, ha sido un desastre humano, cuatro personas han muerto, miles han tenido grandes problemas en sus casas, tierras, caminos, transportes, de todo. En el campo agrario, con las superficies sin nada que las proteja y con unos suelos, arcillosos en La Sagra y arenosos en el norte de Toledo y suroeste de Madrid que son fácilmente deleznables, la torrencial erosión concentrada, ha sido brutal. Supongo que se podría notar como han subido los niveles de los sedimentos del fondo de los pantanos en igual medida en que han bajado los de estas miles de hectáreas de tierras en cultivo, cosa que pude comprobar meses después en la cola del embalse de Azután, el primero del Tajo tras la desembocadura del Alberche. Allí aparecían nuevas islas fruto de esta enorme sedimentación que vaticinaba.
En mis recorridos he podido ver cómo era mucho menor la incidencia erosiva de los arroyos en terrenos de caza y monte, en áreas de cultivos abandonados o barbechos, que en los permanentemente arados. Lamentablemente hoy en día, el moderno barbecho, consiste no en dejar descansar la tierra, sino en pegarle otros arados para que no se metan las hierbas.
Estudiando esta vegetación de las arenas y lo que había pasado, me acerqué a Aldea del Fresno, una localidad que posee unas hermosas comunidades de la rara jarilla amarilla, muy abundante en Doñana Halimium calycinum, y que aquí posee su localidad ibérica más interior. Viendo los efectos de la DANA en el bajo Alberche, me temí que también hubiese hecho mucho daño en Aldea, pero no fue así, fue mucho peor. Esta población estaba muy cercana a la junta del Perales con el Arroyo Grande. A pesar de estar rodeados de laderas muy poblados de monte y matorral, el Arroyo Grande drena una vasta cuenca, justo donde cayó una parte del grueso de la DANA y eso ha tenido una repercusión brutal en estos cauces, como saben los miles de habitantes de estos pueblos y los cientos de trabajadores que siguen, a matacaballo, intentando reconstruir todos los puentes de la zona, que a dos meses del desastre, siguen sin recuperar.
El puente sobre el Alberche que comunica con Villa del Prado, es todo un poema, le falta un tercio, el otro tercio muy deteriorado y el resto tumbado en un ángulo que podría terminar de caer en cualquier momento. En paralelo están construyendo un puente en unas durísimas condiciones, condiciones que podrían empeorar si se cumplen las previsiones de lluvias, que ya no son de DANAs, pero sí de borrasca atlántica. Se trata de noticias que ya no son noticia.
La realidad es esta, pero ya no es noticia y si lo fuese, sería en descrédito de las autoridades que son incapaces de asumir o reconocer que con la gente de esta región y con la naturaleza hay que entenderse, en lugar de imponerse por las bravas. Arreglaron apresurada y malamente el puente en M-501, pero estos otros puentes irán ya a otro ritmo. Hay miles de personas que, como yo, cuando fui a Aldea del Fresno tuve que hacer tres cambios de ruta por puente cortados y di una vuelta kilométrica.
Un paseo por los márgenes de cualquiera de estos cauces es impresionante, laderas caídas, cambios de trazado, acumulaciones descomunales de arenas, etc. En ocasiones como estas es cuando el río enseña a más de uno, los papeles de propiedad de las riberas. Cuántas vallas barridas por la corriente, cuántas casas desbaratadas, cuántos coches entre brozas y junqueras, cuántos árboles tumbados. Ésta vegetación es la que ha quitado fuerza a la corriente con su resistencia, con sus ramas, con sus zarzas entrelazadas, acumulando basuras, desviando y amortiguando fuerzas arroyadoras.
Si el cauce hubiera estado “limpio” como algunos reclaman, veríamos cuánto daño se hubiese producido aguas abajo, con la fuerza de las aguas sin desbravar si su violenta aceleración no hubiese encontrado ningún obstáculo a su paso. Si Escalona, aguas abajo, sufrió muchos daños, qué desastre no hubiese sido, si los márgenes de estos ríos hubiesen estado "limpios". Además esa ralentización del flujo consigue que parte del agua tenga más tiempo para filtrarse.
Al igual que los árboles y la broza del río han ido capturando todo tipo de materiales y "sujetando la riada", a otra escala espacial se ha notado mucho en los terrenos agrícolas que estaban en barbecho, donde esas plantas nacidas tras la última cosecha, han sido capaces de retener, a pesar de su escasa talla, gran cantidad de suelo y finos que se llevaban las aguas, así mismo, quitándoles esa inicial arroyada. Esos campos en barbecho han conservado gran parte de su materia orgánica, protegiendo la fertilidad del suelo e incluso aumentándola. La diferencia entre los campos arados o los absurdos campos en barbecho blanco, es decir, sin cultivar pero arados, es enorme. En éstos últimos el agua y sus arrastres pueden haber asolado entre un 15-25% de la superficie en muchos casos, frente a los campos en barbecho, donde no se ha llegado al 10% del destrozo. Esto contado por la gente del campo, aunque solo basta con fijarse.
Ha desaparecido o ha cambiado mucho, una de las mejores playas de interior, aquella de la que presumía Aldea del Fresno. Ahora están aquí las máquinas trabajando a destajo, también su polideportivo, situado donde no debía, ha estado a punto de ser trasladado varios kilómetros río abajo. Villa del Prado ha quedado incomunicada por esta parte oriental puesto que no se puede cruzar el río hasta Escalona, que también sufrió el "barrido" de numerosas casas construidas en el lecho del río.