jueves, 30 de octubre de 2014

Los Encinares de Gredos

Algunos encinares de la Vera llegan a contactar con los piornales de las cumbres

     Al hablar de los encinares de Gredos, en las publicaciones te remiten a las áreas basales, aunque, propiamente, eso ya no es Gredos, eso no es la montaña; pero es lo lógico, siguiendo el esquema clásico de los pisos de vegetación o pisos bioclimáticos. Es esta una catena esquemática fundamental de la zonación vegetal en cinturones o fajas superpuestas en función del cambio vegetacional que se produce al aumentar la altitud y endurecerse o cambiar las condiciones ambientales, aumentando el frío y el volumen de las precipitaciones.



Encinas sobre una alfombra de cerrillo (Festuca elegans)

  Tenemos así en el piso basal, el mesomediterráneo, al encinar; por encima en el piso supramediterráneo, al robledal (y a los pinares de repoblación); por encima en el piso oromediterráneo, al piornal y, finalmente, en el piso crioromoediterráneo, un ralo pastizal de festucas y cervuno.


De estos encinares del valle del Tiétar a los de las laderas de Gredos hay más de 1000m. de altura

     A este esquema de cinturones altitudinales habría que hacerle varias salvedades de importancia, como que en toda la región suroccidental, la Vera y algo más, la abundancia de lluvias hace que pueda estar el roble en el piso basal, y que en el piso oromediterráneo haya restos de pinar natural (pino silvestre o albar y albareas sus pinares y pino negro, aquí llamado cascalbo); aunque sólo tengan carácter testimonial, pues son propios de áreas más continentales como ocurre ya en el Guadarrama que tiene su tramo inferior y medio de este piso, poblado de pinares naturales de pino silvestre.


Entre los 1300 y los 1600m, dominio de los enebrales-encinares pueden aparecer pinos silvestres o cascalbos relictos

     Gredos tiene varias dimensiones territoriales, en sentido amplio es todo el tramo de montañas comprendidas entre el Guadarrama al este y las sierras de Gata y Peña de Francia, ya en los confines occidentales; por otra parte el sentido más restrictivo, se refiere a la cordillera que arranca al oeste de San Martín de Valdeiglesias en Madrid y llega al puerto de Tornavacas, aunque por similitud y continuidad, prosigue por la llamada sierra de Béjar.

Véase la calidad del sustrato del encinar

     Si tenemos en cuenta todos los encinares de la región, hay que optar por el sentido amplio, y aquí entrarían los buenos y viejos encinares situados desde el sur de Ávila (valle Amblés-Riofrío) al norte, hasta el valle del Tiétar al sur, quedando al oeste los encinares del Tormes-Corneja, a partir de la curva del Tormes en Barco de Ávila y los encinares del Alberche (Burgohondo-Navaluenga-El Tiemblo), al este.




     Todos estos encinares tienen en común, obviamente, a la encina, pero son de mundos diferentes. Los del Alberche son encinares guadarrámicos, idénticos a los que hay en las estribaciones de la sierra de Madrid, encinares con enebros y pobres en variedad de especies, muy parecidos a los del sur de Ávila capital y a los del Tormes.



Encinares luso-extremadurenses del valle del Tiétar

      Los del valle del Tiétar son encinares luso-extremadurenses, con perales silvestres, ricos en especies y de amplia influencia atlántica. Todos estos encinares están en el piso mesomediterráneo, salvo los que remontan las sierras al sur de Ávila y que se introducen algo, en suave transición, en el piso supramediterráneo, ascendiendo las faldas de la sierra de Ávila, Serrota y Paramera.


La escoba blanca no aparece en  los encinares del Tormes

     Hablando propiamente de Gredos, sí que aparecen unos encinares verdaderamente gredenses y montañeros, a un lado y otro de la cordillera principal. Se trata de los encinares que habitan las altas laderas de sus solanas y que gozan de unas características que les diferencia del resto de los encinares situados en las áreas basales que circundan las montañas del sur abulenses o del valle del Tiétar.


Los  mayores enebrales (con alguna encina) del Sistema Central aparecen en la garganta Lóbrega

     Estos encinares se encuentran en las verticalizadas laderas de solana del valle del Tiétar entre los 700 y los 1550m. si el sustrato es muy rocoso, pero lo hacen con mayor abundancia entre los 1200 y los 1500m. En parecidas laderas, en la orilla derecha del valle del Tormes entre los 1100m y los 1550m en el tramo de la sierra de los Castillejos y Solana del Carrascal, también hay muy buenos encinares; todos estos ya sí que son los verdaderos encinares de Gredos.



     Los encinares de la sierra de los Castillejos son evidentes y notorios, cubren casi sin resquicios, las pedregosas laderas de solana en el margen derecho del Tormes al oeste de Navalperal de Tormes hasta las cercanías de Barco de Ávila por el este, donde muere esta serrezuela. A veces se le ha puesto de ejemplo de inversión de pisos bioclimáticos, pues abajo, en las vegas de Tormes y pie de la sierra, existen muy buenos robledales y por encima, aparecen estos encinares, en una sierra llena formas graníticas acastilladas que le dan el nombre.



La sierra de los Castillejos-Solana del Carrascal, en la margen derecha del Tormes

     Estos encinares tienen una flora característica, en el sotobosque aparecen algunos enebros, entre jarales de jara estrepa Cistus laurifolius; entre los tomillos y cantuesos, casi siempre a la sombra, aparece abundante la pequeña aliaga Genista tounefortii y la lechetrezna Euphorbia oxyphylla. Pero allí donde los suelos se hacen menos pedregosos y más profundos, aparecen los robles o los fresnos.


La occidental Euphorbia oxyphylla crece en los encinares del Tormes


     Los encinares de las solanas del valle del Tiétar han pasado más desapercibidos. Hace tiempo se hablaba de un piso, por encima de los encinares basales y de los robledales de las medias laderas (o pinares de repoblación), formado por un ralo enebral, entre formaciones rocosas, helechales y cantuesares. Esa era la formación más aparente, entre el comienzo del valle del Tiétar en Casillas y las altas laderas de Candeleda. Pero, mucho menos conocidos y explorados, por toda la comarca de la Vera, ya en Cáceres, se conocían buenas masas de encinares que ocupaban verticales y pedregosas laderas y que llegaban casi a contactar con los piornales de las cimas.



Enebral (encinar  potencial) de ladera y suelos apropiados para el roble en  el helechar

     Con el tiempo se fueron hallando multitud de localidades, puntuales y en situaciones poco propicias para el fuego, de encinas que acompañaban a estos enebrales de altura. Realmente, se trata de la misma ecología, del mismo ecotopo, en el valle del Tiétar, sin encinas o con muy pocas que, en las solanas de la Vera, con encinares compactos. Pero no se pueden comparar con los encinares basales. Estos encinares no son la vegetación potencial de estas laderas en condiciones normales, pues entonces quien se instalaría aquí, sería el robledal, como queda patente cuando mejoran las condiciones edáficas.


Al mejorar los suelos, se introduce el robledal que es la verdadera vegetación potencial

     Sobre la existencia o mayor o menor abundancia de encinas en estos enebrales, habría que ver su historia antrópica. Sobre este tipo de suelos y condiciones, y sin la vecindad de encinas viejas, parece muy difícil la recuperación del encinar. Los usos del territorio ganaderos, con su desmedida afición por el fuego como herramienta de manejo del monte, parece ser clave en la desaparición de los encinares gredenses, y más en los últimos decenios cuando nadie sabe, ni quiere, manejar el fuego y se prefiere prender y largarse.


Por encima de los pinares solo aparece alguna encina en localidades extremadamente rocosas

     Pero más aún parece influir la presencia "pirófila" del pinar, por encima de ellos, solo aparecen encinas en situaciones difíciles para la propagación del fuego.


Al fondo el  valle  del Tiétar por debajo de los 400m.

     Se trata de comunidades “permanentes” y relictas, ligadas a unos suelos muy pobres, poco profundos y pedregosos. Da igual que se superen con creces el metro de precipitaciones, el sustrato granítico y la fuerte pendiente, hacen que los suelos drenen rápidamente, y que los veranos sean igual de duros que mil metros más abajo. Esta premisa es la misma para estos dos encinares gredenses, aunque los encinares del Tormes tengan que soportar temperaturas más frías y menores precipitaciones, el mismo rocoso e inclinado sustrato granítico, conduce a que finalmente se igualen las condiciones de sequedad y termicidad.


     Por ser comunidades permanentes, deberían ser unos encinares “azonales”, aunque a los del sur se les haya metido en una comunidad fitosociológica supramediterránea, el encinar acompañado por la bella gramínea Festuca elegans. Pero estos mismos encinares apenas difieren florísticamente en cotas inferiores, desaparecen los piornos o esta gramínea y aparecen elementos más térmicos como el torvisco, incluso localmente el almez, pero siguen sin parecerse a los encinares basales, unos encinares ricos en piorno blanco Cytisus multiflorus, jaras (Cistus ladanifer y C. psilosepalus), brezos (Erica arbórea y E. australis), madroños y labiérnagos.


Un almez se cuela entre robles y encinas a unos 700m. en  La Vera cacereña

     Estos encinares son muy pobres comparativamente, aunque sí pueden estar esas especies, lo hacen en muy poca cantidad, y abundan las especies de las etapas más regresivas de esos suelos: helechos, dedaleras, cantueso, tomillos y una cobertura herbácea francamente pobre y escasa.


Dedaleras abundantes en el pedregoso suelo del encinar

     Para los encinares del alto Tormes, Santiago Sardinero propuso una asociación claramente definida, diferente de los encinares guadarrámicos, apoyada en la presencia constante de la Genista tournefortii y la lechetrezna Euphorbia oxyphylla, aunque esta lechetrezna también aparezca, bastante menos abundantes, en los encinares más occidentales del sur de Gredos.


Son centenares las altas majadas abandonadas en lo alto del Gredos de La Vera

     Gredos se está despoblando de pastores, lo que parecería una oportunidad para la remontada de estos encinares, no  lo es tanto; ahora, sin ellos, el peligro de incendio es mayor, y  en el tipo de localidades, de laderas tan  inclinadas y rocosas, no hay quien ataque un fuego. Por otra parte, la desaparición del ganado caprino no ha supuesto una gran mejora, ya que ahora ha aumentado mucho la fauna mayor, tales como venados, corzos y jabalíes; y las monteses, como los otros, gustan de las hojas y brotes de las encinas, por encima de casi todos los demás árboles y arbustos de la zona.



5 comentarios:

  1. Bravo, me ha gustado mucho, aunque sigues 'propenso' a mencionar -afortunadamente de pasada- esa pseudociencia que es la fitosociología: un lecho de Procusto para la auténtica ecología vegetal

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    1. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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    2. Gracias por el comentario Lansky, aunque discrepo contigo en lo de la fitosociología, cuando la he visto funcionar me ha parecido casi una ciencia exacta con una buenísima capacidad de predicción y una gran exactitud en las catenas vegetacionales. Pero he visto de todo, gente loca por figurar en la autoría de una comunidad, creando comunidades incluso para una única localidad, o gente dando nombres inapropiados, o el enorme jaleo nomenclatural con respecto a nombres antiguos o invalidados. La prueba de su funcionalmiento la tienes en que la para la Directiva Habitats ha sido el único elemento con caracter definitorio de los diferentes ecosistemas europeos.
      Puede que no funcione con las selvas tropicales, pero en el resto del mundo funciona, y si no lo hace es por una mala definción o ambiguedad por parte de algún prisas

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  2. La fitosociología no es una ciencia, porque tiene un método apriorístico y subjetivo. El hecho de que se utilice en la definición de algunos hábitats de interés comunitario y no con carácter general es una prueba de su inutilidad absoluta para identificar, a partir de un inventario florístico, el hábitat al que pertenece.

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  3. La fitosociología sí que es una ciencia, engorrosa y pesada, pero ciencia, está basada científicamente en la estadística y en la predictabilidad que nos dice que si se repiten idénticas condiciones edáficas y climáticas, aparecerán esas comunidades. Lo engorroso viene de las largas definiciones y de la lamentable obligatoriedad de las autorías, y digo "lamentable" porque ese protagonismo por la autoría ha llevado a malas definciones, precipitadas o con escasas localidades de análisis, pero finalmente si nos ceñimos a las condiciones ecológicas específicas cuyos parámetros definen esa comunidad repetida en localidades con idénticas condiciones y en un rango geográfico proporcionado, esa comunidad vegetal con sus especies y sus abundancias (y ausencias) puede quedar bien definida estadísitcamente, solo queda darle un buen nombre, el de la especie dominante formadora de la vegetación y el de alguna buena especie característica que es donde suele haber problema.
    Reconozco que es un engorro nomenclatural, como ocurre con muchas ciencias que se adornan ampulosamente de tecnicismos y palabros para hacerla artificialmente más técnica de lo que es, para que parezca más "ciencia". Dicho esto reconocer que hay en la realidad vegetal tantas comunidades bien definidas fitosociológicamente como comunidades de transición o variantes provocadas por un motivo u otro, pero en esa mitad el paso de una comunidad a otra es predecible como un reloj al variar los parámetros ecológicos.

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