martes, 17 de abril de 2012

Narcisos,...enamorados de su propia imagen



            Con este tipo de plantas extremadamente bellas fue con las que me empecé a introducir en la botánica, junto con lirios, orquídeas, gencianas, peonías, etc.  me hicieron sentir curiosidad por el nombre y ecología de las plantas. A ello contribuyó el ir conociendo localizaciones masivas, de una belleza breve, pero espectacular: laderas en montes de Toledo, quejigares de vaguada, praderas de montaña, pastizales de ribera, etc.

Rompiendo el suelo y llevándos las hojas con ellos. N. hispanicus-pseudonarcissus

            Al contrario de lo que pensaba, que eran plantas de países más húmedos que el nuestro, se trata de plantas mediterráneo-occidentales con su centro de diversificación mundial en la península ibérica. Posteriormente, debido a su belleza, han sido ampliamente usados en jardinería y se han expandido y naturalizado en numerosos países. Yo casi tenía instalada en mi cabeza la imagen de los jardines ingleses en abril con sus narcisos  dispersos por las praderas. Pero realmente hay que pensar en  prados de ribera del monte mediterráneo o en los frescos pastizales de montaña.


Un macizo de narcisos entre la hojarasca de un bosque galería

            A nivel popular se les suele denominar junquillos, por tener un alto tallo sin ramificar, hojas acintadas y por crecer usualmente cerca del agua, como los juncos; aunque  se suele dejar el nombre de junquillo para los narcisos pequeños que a menudo crecen arracimados, quedando el nombre de narcisos trompeteros o trompones para los narcisos grandes que tienen una sobresaliente corola tubular. Otras especies parecen un simple embudo sin apenas piezas de cáliz en su base (N. bulbocodium, N. cantabricus,..) y otros péndulos, con las piezas del cáliz hacia arriba y la corola mirando hacia abajo (N. triandrus).


Narcissus bulbocodium subsp. nivalis, como su propio nombre subespecífico indica, en el valle de Lozoya

            La identificación de los narcisos es complicada, por la variabillidad de caracteres, por su hibridación y por una  gran diversificación geográfica. Pero también lo es el darles nombre, por las diferentes teorías de los distintos especialistas; incluso dudo que haya quedado esclarecido en Flora Ibércia, aunque solo sea por la continuidad de los nombres tradicionales excluídos: (N. confusus, N. hispanicus, N fernadesii, N. perez-chiscanoi, etc.); también compruebo aquí que son demasiado taxónomos (trabajo con la lupa) pero muy poco ecólogos (trabajo en su hábitat); incluso el tamaño del apartado "Observaciones" del género Narissus es superior al resto del  texto, lo que denota la dificultad de esta síntesis.


Macizo de N. assoanus de gran tamaño con un par de híbridos blancos entre ellos

                 De los junquillos (Sect. Jonquilla), es difícil distinguir entre ellos en zonas donde coexisten varias especies (jonquilla, assoanus, gaditanus, etc.), los caracteres diferenciadores suelen ser la longitud de la copa, del tubo calicino, las hojas, etc. Los trompos o narcisos trompeteros (Sect. Pseudonarcissi), mayoritarios en estas fotografías son de identificación complicada, hay que fijarse en la longitud y forma del tubo, el tamaño de la espata, la túnica del bulbo, el número de flores por tallo, su distribución geográfica, etc. 

Detalle de un ramillete de Narcissus  fernandesii, ahora N. assoanus


            Una vez llevé unas fotografías a la facultad de Farmacia de la Complutense y allí tuve el honor de conocer al mayor especialista en narcisos, F. Javier Fernández Casas que me habló de los narcisos de mis salidas ciudadrealeñas y me insistió en que no había quedado una determinación y un nombre verdaderamente apropiado para los narcisos que le mostré. Me habló de una localidad clásica, la fuente de la Buenagua, donde describió una población que llamó Narcissus pérez-chiscanoi, pero con posterioridad vio que dicha población era bastante peculiar, tanto que no había encontrado otra igual en las inmediaciones. Le hablé de narcisos sobre suelos calizos fluviales, (fotos entre carrizal) muy grisáceos (glaucos) y otros en galerías fluviales ácidas (mucho más verdes), pero me dijo que era la misma especie y que esa variación de color dependía sólo de su exposición al sol.


Narcisos glaucos entre el carrizal (N. hispanicus, ahora N. pseudonarcissus subsp. pseudonarissus)

A estos narcisos “confussus” se le oponen otros parecidos pero bien fijados, como el que es el único endemismo estrictamente ciudadrrealeño, el Narcissus muñozii-garmendiae (odio los nombre propios en seres vivos, aunque se trate de merecidos homenajes). Lo busqué, lo encontré, pero aún no estaba en flor, aparece en las gargantillas del interior y norte de Sierra Morena y sus estribaciones, no amacolla como el otro, aún creciendo también en medio de la hojarasca y, a veces, tiene dos flores por escapo.


Explosión floral entre el carrizal-juncal en su última localidad del río Guadiana


            Los narcisos son de las plantas más madrugadoras*, a veces los he visto romper la costra de nieve para proclamar su explosión amarilla, en Guadarrama o Gredos (Narcissus confusus ahora N. pseudonarissus subsp. portensis). En donde sólo llegan a ser verdaderamente abundantes en las áreas más occidentales de Gredos.

(* ver foto de los narcisos de pedrera -N. cantabricus- y de N. triandrus subsp. pallidulus en la anterior entrada “Las primeras flores del año”).

 

Masa de Narcissus pseudonarisus subsp. portensis en pastos de Gredos (antes N. confusus)

            El gran enemigo de los narcisos, como el de casi todas las plantas con bulbo, es el arado, me han comentado que Galicia era una tierra de narcisos, pero que con los años del hambre (los primeros años cuarenta), se araron grandes extensiones, a pesar del terrible trabajo que ello supuso, que hasta entonces se habían salvado de la reja, pero había que comer. A partir de entonces apenas quedan narcisos, sólo en las altas montañas o en valles angostos.


N. pseudonarcissus subsp. portensis, antes llamado N. confussus debido a la dificultad de su caracterización

            Recuerdo hace muchos años, yendo en coche por pueblos gredenses, ver mujeres cargadas de fardos de narcisos para llevarlos a la iglesia, en esas fechas cercanas o coincidentes con la semana santa. Esa, la de la recolección como planta ornamental, ha sido una de las causas antiguas de su paulatina desaparición. Una planta tan llamativa es difícil que pase desapercibida.

            Más fáciles de ver son los junquillos, debido a su menor tamaño e incluso a un olor tan aromático que carga demasiado (narciso viene de Narkos: narcótico). No son tan recolectados como los grandes, además, el crecer muchas veces en terrenos inundables no facilita la tarea. El verdadero enemigo de estos pequeños o medianos narcisos es el ganado, para ser más exactos, las vacas y los jabalíes.


Masa de Narcissus rupicola en crestones rocosos de Ayllón

            Hace tiempo que vengo hablando del cambio de usos de nuestros campos y como hemos pasado, de unos tiempos en que el hombre trabajaba los campos, a otros en que el campo ha quedado muy abandonado y solo trabajado por máquinas. En principio parece una baza favorable para los narcisos, pero la realidad es que el descontrol ganadero, ha hecho que se pase de una ganadería de ovejas con pastores, a otra de vacas y sin pastores. También se ha pasado del ganado doméstico  a la caza, y ésta en verano, o si el año va mal de lluvias, se querencia con los humedales, nacederos y riberas, o sea, las zonas de narcisos, provocando su desaparición por pisoteo y ramoneo, proliferando otros geófitos nitrófilos como los gamones. Eso sin hablar de la explosión demográfica del jabalí, auténtico arado animal que levanta los céspedes, muriendo plantas y bulbos por desenraizamiento y desecación.


Junquillos, (Narcissus jonquilla) al borde de un arroyo lleno de ranúnculos

 

            Pero nada comparable a la nitrificación de los suelos, el pisoteo y el enterramiento por sus plastas a la que está sometida  la vegetación de los sotos por el ganado vacuno. En no demasiados años he visto praderas idílicas, de céspedes y flores en plan Bambi convertidos en sesteaderos y cagaderos llenos de cardos, ortigas, gordolobos, senecios y boñigas. Todo por la enorme presión de un ganado sin control ni papeles, que vaga libremente por el dominio público hidráulico ante la pasividad de algunos policías de aguas de las distintas Confederaciones Hidrológicas que prefieren no enemistarse con los paisanos. Esto ocurre en la práctica totalidad de los ríos españoles sin que nadie tome cartas en el asunto. Estamos perdiendo a ojos vista, nuestros mejores sotos, los recuerdos camperos de nuestros padres y abuelos, de sus comidas y fogatas al lado del río en lugares bellísimos; lugares donde hoy no irían ni los del botellón a ortigarse y pincharse con los cardos de estas zonas tan maltratadas por un ganado ilegal a cuyos dueños, probablemente, estemos pagando entre todos vía subvenciones ganaderas.


            Algunas fotos fui a hacerlas a un vallejo con quejigar donde abundan los dos narcisos, el grande y el junquillo. Gran parte de la población de los grandes y algunas orquídeas que conocí, acaban de desaparecer por una labor de reja que han pasado sobre gran parte de la pradera-juncal de ese fondo de valle. No sé que sentido económico tiene, probablemente solo haya sido para desbrozar, pero el mal ya está hecho.



            A pesar de todo, sigue habiendo buenos lugares de narcisos y tenemos una variedad envidiada por nuestros vecinos del norte. Estas plantas son además fáciles de reproducir y replantar, aunque hay que llevar cuidado con su hibridación y nunca introducir  en el campo plantas no autóctonas.

PD/ El carácter excesivamente sintético del borrador de Flora Ibérica se lleva por delante el esfuerzo de numerosos autores previos en la correcta definición de los narcisos ibéricos. El excesivo celo en la exacta y diferenciable taxonomía de cada especie, ha obviado las grandes diferencias ecológicas entre muchos narcisos ibéricos “relativamente” parecidos. Es por esto predecible que en paralelo a lo que establezca “legalmente” Flora Ibérica, siga vigente otra clasificación más ecológica y adaptada a la gran diferenciación geográfica del género narciso en la península ibérica.

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