Desde hace muchos años, no por hacer fotos, sino por puro disfrute,
me ha gustado perderme por bosques caducifolios para disfrutar con los colores
del otoño. Hace años era más montañero, pero con el tiempo fui pasando del
“hacer cumbre” a perderme por valles y rincones. Eran tiempos de galopadas
hasta los Pirineos y clásicas las visitas a Ordesa, Irati o Belagua. Lo típico
era salir el puente de Todos los Santos, aunque también es la época del año más
favorable para las lluvias y en este tipo de montañas cuando llueve, lo hace
bien, por eso están ahí esos bosques.
Desde hace más de diez años frecuento el valle del Nalón, un
valle que lo tiene todo, desde lo peor (la cuenca industrial y minera),
hasta lo mejor (Reserva de la Biosfera de Redes). Esta zona hasta hace muy
pocos años estaba casi
incomunicada, los sucesivos escobios (desfiladeros) del Nalón hacían de angosto
embudo, los paisanos podían emigrar valle abajo (a la cuenca, a Oviedo, a Gijón
o lo más típico, a Argentina), pero pocas veces volver. A esta sangría
migratoria habría que añadirle que fue zona de paso del general Franco para
sofocar la Revolución de Asturias primero, y en la Guerra Civil después,
destrozando entre unos y otros los pueblos de su cabecera, posteriormente
rehechos por la Dirección General de Regiones Devastadas con una arquitectura práctica
pero poco afortunada.
Todo
esto propició el éxodo rural por un lado y la recuperación del bosque por
otro, esta recuperación no significa necesariamente una mejora ecológica, ya
que antes también eran famosos sus bosques y sobre todo su fauna cinegética,
era tierra de los mejores rebecos, en las cumbres y de urogallos o gallones, en sus bosques,
y si no que se lo digan a D. Manuel Fraga Iribarne que fue cogido con las manos
en la masa, cazando urogallos durante su celo, la época más vedada por lo fácil
que resulta matarlos.
La
expansión del bosque se está produciiendo a costa de prados abandonados o de brañas
o malladas, reduciendo la variedad de hábitats; por otra parte, una legislación
quizás demasiado restrictiva respecto a quemas o desbroces, está cosechando
cierto rechazo de los paisanos hacia la Reserva de la Biosfera, pues como les he
oído, como haya un incendio ahora puede extenderse mucho más que en el pasado,
tanto por la continuidad del bosque y ausencia de cortafuegos naturales como (prados
y malladas), como por la broza del monte y la pérdida de caminos.
El
cambio de color de las hojas de los árboles caducifolios está sujeto a muchas
variables, tantas que es muy difícil repetir un otoño igual a otro y puede
llegar a frustrar o menoscabar algunos largos desplazamientos.
Usualmente es el frío quien va impidiendo la síntesis de clorofila y haciendo
desaparecer el color verde de la hoja para que sean otros colorantes los que
den el tono final a la hoja.
Este
año parece haber sido más importante la falta de lluvias que el frío para
lograr el cambio de color o lo que es peor, la caída de las hojas. En el lado
leonés el otoño va algo adelantado y menos brillante pues la sequía ha sido más
dura que en Asturias donde, por contra, la benignidad de septiembre y octubre
ha supuesto que muchos árboles estén aún verdes, como ocurre con muchas hayas,
lo que no es el caso de castaños, cerezos y abedules que aparecen ya muy
deshojados, y es una pena porque la gama de amarillos y ocres de los castaños,
el amarillo chillón de los abedules y el rojo encendido de los
cerezos, ha hecho que la paleta otoñal se resienta bastante, aunque los robles
albares intenten compensarlo con una estupenda gama cromática.
Estamos
en pleno dominio del bosque atlántico y en estas montañas podemos ver varios
pisos bioclimáticos, el colino por abajo, el montano, por donde trascurre toda
la ruta y el subalpino por arriba. Esta región posee una litología variada
mostrándose en contacto y alternándose fajas calizas y cuarcíticas con su
correspondiente vegetación basófila, la primera y acidófila la segunda. Falta
aquí la vegetación "azonal" que aparece en otros macizos cercanos, donde aparecen
enclaves de vegetación mediterránea, con sus encinas y quejigos, como islas en
un universo atlántico.
Subimos
un buen grupo de niños y mayores por un largo e inclinado camino adentrándonos
en un valle de difícil acceso, lo que es de agradecer porque estos días son los
de mayor aglomeración humana en estas montañas, en principio, poco
frecuentadas. El río marca el límite entre las rocas calizas y las cuarcitas,
pero el camino va a media ladera hasta alcanzar una pequeña zona de prados en
uso, frente a los numerosos prados demasiado inclinados y abandonados que vemos
por muchos sitios. Empezamos en una mezcla de castañar y robledal para
internarnos, según subíamos, por un buen robledal albar, en el que contra todo pronóstico, y eso
que el monte aparenta no haber sido intervenido, encuentro varios ejemplares de
roble americano (Quercus rubra), con
sus grandes hojas coloreadas.
Más
arriba el bosque se va enriqueciendo con algunas hayas y más acebos, al llegar a una zona de prados y cabañas, aparecen varios decrépitos
“roblones”, estos son unos enormes y venerables robles, aquí albares (Quercus petrae) pero muy cerca melojos (Q. pyrenaica), que nos muestran que las
hayas son unas “recién llegadas” y que antes de ellas, los robles eran los
reyes de este bosque, pero ya hace años que tienen la batalla perdida aunque quede algún superviviente.
Como un vestigio de otra época aún resiste este roblón
A partir de las cabañas, hacia arriba, empieza a
enseñorearse el hayedo, enriquecido, solo por sus bordes, con buenos acebos y
algún mostajo. El valle y el recorrido por el oscuro hayedo acaba bruscamente en
una buena “vega”, pero aquí, vega no quiere decir rica y aplanada zona aluvial,
no, en estas montañas vega tiene un sentido de geomorfología glaciar. En la cabecera de estos valles tan profundos y escavados, aparecen algunos pocos fondos de valle amplios y llanos, que
realmente son fruto de un relleno postizo del valle por lo que fue el final de un glaciar, es decir una gran morrena frontal que en tiempos rellenó y obturó el fondo del valle, casi siempre generando una laguna que acabaría de ser
colmatada por sedimentos. Estas praderías así formadas son querenciosos lugares para el ganado
y en sus bordes siempre hay cabañas ganaderas actuales y restos de otras casi
prehistóricas como “corros” (cabañas de techo de piedra en falsa bóveda) y “teitos”
(cabañas con techo de escobones tipo palloza).
A
estas alturas, sobre cuarcitas y a pie de ladera, abundan las turberas. Sobre cuarcitas las aguas
no se filtran y el terreno es muy pobre en minerales solubles, lo que da un agua prácticamente pura
que al salir drenando las turberas adquiere una tonalidad oscurecida por el
trasiego a través de tanta materia orgánica sin descomponer.
Ladera arriba son abundantes las pedrizas y si sabemos buscar, es fácil apreciar
los recuencos de pequeños circos glaciares colgados en las vallonadas de
las cumbres. Otra figura sobre cuarcitas son los
glaciares rocosos, de escasas dimensiones pero que muestran sus crestas de rocas
arqueadas a favor de la pendiente, estamos en la zona de España más rica en estas poco
corrientes formas periglaciares.
Aquí, a estas alturas nos encontramos en los límites naturales del bosque y la
movilidad de la gélida ladera norte marca una frontera que sólo algunos
especialistas pueden superar, es el terreno propicio para los abedules que en
esta cordillera suelen marcar el límite arbóreo junto con algún mostajo y
acebo aislado; pero poco más arriba, entre los brezos y los arándanos, se distingue un
arbusto de hojas amarillentas, la primera vez que lo vi no daba crédito a lo
que parecía y realmente era.
Se trataba de un roble, no parecía lógico, estaba
estudiando la vegetación quionófila, (la que solo vive donde se acumula la nieve), en un pequeño circo donde
la nieve perdura más que en otras áreas. Yo que pensaba que estaba en un nicho ecológico solo apto para
especialistas adaptados al frío y la nieve, y me encuentro con un roble, apenas
llegaban al metro los más altos, pero eran robles, muy parecidos a los que crecen por
debajo del hayedo, pero en miniatura. Meses más tarde hojeando una revista
especializada encuentro la explicación, se trata de una nueva especie descrita hace poco para la ciencia por el equipo de D. Salvador Rivas-Martínez (Facultad de
Farmacia de la Complutense y Biología de León), era nada más y nada menos que Quercus orocantabrica, su nombre
específico lo explica todo, aunque también es turolense, (ver blog de José
Bezas), y junto con el sur occidental Quercus
lusitanica es el roble más escaso de la península.
De regreso nos dimos el lujo de pasar por
la joya botánica del Pinar de Lillo, el último pinar natural de la continental
ladera sur de la Cantábrica. Allí pude ver en más abundancia el roble
orocantábrico y, como es cara sur, no es tan enano como en el lugar donde lo conocí. Es una lástima pero las mejores laderas de este roble estaban repobladas
de pinos, esto solo pasa en la C.A. de Madrid y aquí, con las miles de hectáreas de montañas desarboladas que hay en León y los plantan en medio de este robledal único.
El Pinar de Lillo es un placer de bosque,
en teoría de paso restringido y paraíso de los osos del Mampodre, me
acordé del verso de Machado: “quién ha visto sin temblar un hayedo en un pinar”, porque temblé. Se trata de un bosque mixto que ahora, en plena coloración otoñal, hace destacar mucho a las
caducifolias sobre el fondo oscuro de los pinos, además con el juego de nubes
el espectáculo estaba en auténtica y literal "ebullición".
Todas
estas montañas, desde el País Vasco hasta Galicia podrían y deberían ser un
enorme Parque Nacional Cantábrico, solo hay que coger el mapa y ver lo que son
Parques Naturales, Nacionales o Reservas y veremos que ocupan la práctica
totalidad de la cordillera, salvo unos pequeños enclaves que corresponden a
alguna pequeña estación de esquí y a concesiones mineras, mayoritariamente, de carbón.
Lo del carbón en León, en explotaciones a cielo abierto, es un atentado
ecológico de dimensiones bíblicas y, para colmo, en medio de buenos bosques y zona osera,
y si no, leer lo que dice altosil.blogspot.com del “Señor Oscuro”, D. Victorino
Alonso García que ha convertido “la Comarca” del Alto Sil en la tierra de “Mordor”. Ojito! con los “emprendedores”.
Lo de la minería casi se queda pequeño, comparado con lo que
representan las fronteras de las diferentes Comunidades Autónomas. Antes había
una figura que era el Parque Nacional, regido por unos intereses de
conservación nacionales y europeos (no olvidemos su parte de
financiación), pero hace pocos años, legalmente, la autoridad medioambiental
autonómica queda por encima de los intereses nacionales y ya sabemos lo
populistas que son todos los “barones” territoriales. Abría que poner
de acuerdo, en muchos temas diferentes, a Castilla y León, Asturias, Santander e
incluso Galicia. Para colmo la Junta de Comunidades de Castilla y León en
materia medioambiental es todavía más dejada que Madrid. Sin pensar mal, diría que tienen tanto que no lo
valoran y dan prioridad a sectores particulares, como el ganadero o el cinegético, cuando no se enfrentan abiertamente a decisiones judiciales que les prohiben estaciones de esquí o urbanizaciones en santuarios naturales.
Queda otoño para rato, aprovechad, no es necesario viajar hasta las
joyas de la corona, como el lujazo que me acabo de pegar, pues siempre hay lugares
cercanos, quizá no tan de "foto de calendario", pero más reales y más propios, con
otros valores, quizás únicos y, probablemente descubriréis pequeñas joyas que, sin duda, sabréis valorar. Si puedo os mostraré alguno de
estos lugares en breve.
Más info: Mundo de Gea ( www.alchata.es)
altosil.blogspot.com
enelecotono.blogspot.com
forestman.espacioblog.com
www.filonverde.org
www.cordilleracantabrica.org
¡Preciosas fotos¡ y estupendo blog. Consigues el punto justo con textos expresivos e informativos que destilan pasión por lo que haces y un conocimiento sin pedantería. Me he sentido plenamente identificado con los dos primeros párrafos de la entrada, que hubiera firmado yo mismo.
ResponderEliminarLas repoblaciones de pino...aquí en Granada se dice que ciertos pinares entre robles -o viceversa- pretenden la recuperación del roble, protegido bajo los pinos de los intensos calores del verano; ignoro si eso es ecológicamente correcto o no, aunque parece verosímil, pero no creo que sea el caso de los montes cantábricos...
Hace dos veranos estuvimos en Ponga, al otro lado del Maciédome. No pudimos ver el pico, pero se quedan en mi retina para siempre las transparencias del Bosque de Peloño entre la niebla.
Gracias por tu blog y hasta pronto
Me gusta el blog, un comentario sobre esta fotografia
ResponderEliminarhttp://4.bp.blogspot.com/-q52eJd9OCIU/TrQPFdvcPZI/AAAAAAAAAWo/wyyE9PQ5BwA/s1600/DSC_0307_01.JPG
Esta plantacion de pino silvestre se ha hecho sobre una zona bastante degradada,seguramente por los repetidos incendios que antiguamente eran practica habitual entre los ganaderos.
Si te fijas solo se han repoblado los claros formados por urces y se ha respetado el rebrote de roble, el ahoyado casi seguro con retroaraña.
Bajo mi punto de vista creo que es una actuacion positiva, ya que en estas latitudes tan frias y tan expuestas ,con alta insolacion en verano , al roble por si solo le cuesta mucho trabajo crecer y el pino le ofrece la proteccion que necesita, ademas las frondosas soportan la sombra del pino y cuando el pinar pierda algo de densidad pueden asentarse dentro de el, no es habitual pero a veces se hacen las cosas bien.
Saludos.