viernes, 4 de noviembre de 2011

Cacería de colores en el otoño cantábrico


       Desde hace muchos años, no por hacer fotos, sino por puro disfrute, me ha gustado perderme por bosques caducifolios para disfrutar con los colores del otoño. Hace años era más montañero, pero con el tiempo fui pasando del “hacer cumbre” a perderme por valles y rincones. Eran tiempos de galopadas hasta los Pirineos y clásicas las visitas a Ordesa, Irati o Belagua. Lo típico era salir el puente de Todos los Santos, aunque también es la época del año más favorable para las lluvias y en este tipo de montañas cuando llueve, lo hace bien, por eso están ahí esos bosques.




         Desde hace más de diez años frecuento el valle del Nalón, un valle que lo tiene todo, desde lo peor (la cuenca industrial y minera), hasta lo mejor (Reserva de la Biosfera de Redes). Esta zona hasta hace muy pocos años estaba casi incomunicada, los sucesivos escobios (desfiladeros) del Nalón hacían de angosto embudo, los paisanos podían emigrar valle abajo (a la cuenca, a Oviedo, a Gijón o lo más típico, a Argentina), pero pocas veces volver. A esta sangría migratoria habría que añadirle que fue zona de paso del general Franco para sofocar la Revolución de Asturias primero, y en la Guerra Civil después, destrozando entre unos y otros los pueblos de su cabecera, posteriormente rehechos por la Dirección General de Regiones Devastadas con una arquitectura práctica pero poco afortunada.




Todo esto propició el éxodo rural por un lado y la recuperación del bosque por otro, esta recuperación no significa necesariamente una mejora ecológica, ya que antes también eran famosos sus bosques y sobre todo su fauna cinegética, era tierra de los mejores rebecos, en las cumbres y de urogallos o gallones, en sus bosques, y si no que se lo digan a D. Manuel Fraga Iribarne que fue cogido con las manos en la masa, cazando urogallos durante su celo, la época más vedada por lo fácil que resulta matarlos.




La expansión del bosque se está produciiendo a costa de prados abandonados o de brañas o malladas, reduciendo la variedad de hábitats; por otra parte, una legislación quizás demasiado restrictiva respecto a quemas o desbroces, está cosechando cierto rechazo de los paisanos hacia la Reserva de la Biosfera, pues como les he oído, como haya un incendio ahora puede extenderse mucho más que en el pasado, tanto por la continuidad del bosque y ausencia de cortafuegos naturales como (prados y malladas), como por la broza del monte y la pérdida de caminos.




El cambio de color de las hojas de los árboles caducifolios está sujeto a muchas variables, tantas que es muy difícil repetir un otoño igual a otro y puede llegar a frustrar o menoscabar algunos largos desplazamientos. Usualmente es el frío quien va impidiendo la síntesis de clorofila y haciendo desaparecer el color verde de la hoja para que sean otros colorantes los que den el tono final a la hoja.



         Este año parece haber sido más importante la falta de lluvias que el frío para lograr el cambio de color o lo que es peor, la caída de las hojas. En el lado leonés el otoño va algo adelantado y menos brillante pues la sequía ha sido más dura que en Asturias donde, por contra, la benignidad de septiembre y octubre ha supuesto que muchos árboles estén aún verdes, como ocurre con muchas hayas, lo que no es el caso de castaños, cerezos y abedules que aparecen ya muy deshojados, y es una pena porque la gama de amarillos y ocres de los castaños, el amarillo chillón de los abedules y el rojo encendido de los cerezos, ha hecho que la paleta otoñal se resienta bastante, aunque los robles albares intenten compensarlo con una estupenda gama cromática.




Estamos en pleno dominio del bosque atlántico y en estas montañas podemos ver varios pisos bioclimáticos, el colino por abajo, el montano, por donde trascurre toda la ruta y el subalpino por arriba. Esta región posee una litología variada mostrándose en contacto y alternándose fajas calizas y cuarcíticas con su correspondiente vegetación basófila, la primera y acidófila la segunda. Falta aquí la vegetación "azonal" que aparece en otros macizos cercanos, donde aparecen enclaves de vegetación mediterránea, con sus encinas y quejigos, como islas en un universo atlántico.



Subimos un buen grupo de niños y mayores por un largo e inclinado camino adentrándonos en un valle de difícil acceso, lo que es de agradecer porque estos días son los de mayor aglomeración humana en estas montañas, en principio, poco frecuentadas. El río marca el límite entre las rocas calizas y las cuarcitas, pero el camino va a media ladera hasta alcanzar una pequeña zona de prados en uso, frente a los numerosos prados demasiado inclinados y abandonados que vemos por muchos sitios. Empezamos en una mezcla de castañar y robledal para internarnos, según subíamos, por un buen robledal albar, en el que contra todo pronóstico, y eso que el monte aparenta no haber sido intervenido, encuentro varios ejemplares de roble americano (Quercus rubra), con sus grandes hojas coloreadas.

Inexplicablemente robles americanos  entre los robles albares


Más arriba el bosque se va enriqueciendo con algunas hayas y más acebos, al llegar a una zona de prados y cabañas, aparecen varios decrépitos “roblones”, estos son unos enormes y venerables robles, aquí albares (Quercus petrae) pero muy cerca melojos (Q. pyrenaica), que nos muestran que las hayas son unas “recién llegadas” y que antes de ellas, los robles eran los reyes de este bosque, pero ya hace años que tienen la batalla perdida aunque quede algún superviviente.


Como un vestigio de otra época aún resiste este roblón


      A partir de las cabañas, hacia arriba, empieza a enseñorearse el hayedo, enriquecido, solo por sus bordes, con buenos acebos y algún mostajo. El valle y el recorrido por el oscuro hayedo acaba bruscamente en una buena “vega”, pero aquí, vega no quiere decir rica y aplanada zona aluvial, no, en estas montañas vega tiene un sentido de geomorfología glaciar. En la cabecera de estos valles tan profundos y escavados, aparecen algunos pocos fondos de valle amplios y llanos, que realmente son fruto de un relleno postizo del valle por lo que fue el final de un glaciar, es decir una gran morrena frontal que en tiempos rellenó y obturó el fondo del valle, casi siempre generando una laguna que acabaría de ser colmatada por sedimentos. Estas praderías así formadas son querenciosos lugares para el ganado y en sus bordes siempre hay cabañas ganaderas actuales y restos de otras casi prehistóricas como “corros” (cabañas de techo de piedra en falsa bóveda) y “teitos” (cabañas con techo de escobones tipo palloza).




A estas alturas, sobre cuarcitas y a pie de ladera, abundan las turberas. Sobre cuarcitas las aguas no se filtran y el terreno es muy pobre en minerales solubles, lo que da un agua prácticamente pura que al salir drenando las turberas adquiere una tonalidad oscurecida por el trasiego a través de tanta materia orgánica sin descomponer. Ladera arriba son abundantes las pedrizas y si sabemos buscar, es fácil apreciar los recuencos de pequeños circos glaciares colgados en las vallonadas de las cumbres. Otra figura sobre cuarcitas son los glaciares rocosos, de escasas dimensiones pero que muestran sus crestas de rocas arqueadas a favor de la pendiente, estamos en la zona de España más rica en estas poco corrientes formas periglaciares.


Las genistas muestran el cierre morrénico de la "vega"; al fondo el Maciédome


Aquí, a estas alturas nos encontramos en los límites naturales del bosque y la movilidad de la gélida ladera norte marca una frontera que sólo algunos especialistas pueden superar, es el terreno propicio para los abedules que en esta cordillera suelen marcar el límite arbóreo junto con algún mostajo y acebo aislado; pero poco más arriba, entre los brezos y los arándanos, se distingue un arbusto de hojas amarillentas, la primera vez que lo vi no daba crédito a lo que parecía y realmente era.


Rodales de roble orocantábrico incomprensiblemente repoblado de pinos


Se trataba de un roble, no parecía lógico, estaba estudiando la vegetación quionófila, (la que solo vive donde se acumula la nieve), en un pequeño circo donde la nieve perdura más que en otras áreas. Yo que pensaba que estaba en un nicho ecológico solo apto para especialistas adaptados al frío y la nieve, y me encuentro con un roble, apenas llegaban al metro los más altos, pero eran robles, muy parecidos a los que crecen por debajo del hayedo, pero en miniatura. Meses más tarde hojeando una revista especializada encuentro la explicación, se trata de una nueva especie descrita hace poco para la ciencia por el equipo de D. Salvador Rivas-Martínez (Facultad de Farmacia de la Complutense y Biología de León), era nada más y nada menos que Quercus orocantabrica, su nombre específico lo explica todo, aunque también es turolense, (ver blog de José Bezas), y junto con el sur occidental Quercus lusitanica es el roble más escaso de la península.




De regreso nos dimos el lujo de pasar por la joya botánica del Pinar de Lillo, el último pinar natural de la continental ladera sur de la Cantábrica. Allí pude ver en más abundancia el roble orocantábrico y, como es cara sur, no es tan enano como en el lugar donde lo conocí. Es una lástima pero las mejores laderas de este roble estaban repobladas de pinos, esto solo pasa en la C.A. de Madrid y aquí, con las miles de hectáreas de montañas desarboladas que hay en León y los plantan en medio de este robledal único.


     El Pinar de Lillo es un placer de bosque, en teoría de paso restringido y paraíso de los osos del Mampodre, me acordé del verso de Machado: “quién ha visto sin temblar un hayedo en un pinar”, porque temblé. Se trata de un bosque mixto que ahora, en plena coloración otoñal, hace destacar mucho a las caducifolias sobre el fondo oscuro de los pinos, además con el juego de nubes el espectáculo estaba en auténtica y literal "ebullición".


La joya botánica del Pinar de Lillo


Todas estas montañas, desde el País Vasco hasta Galicia podrían y deberían ser un enorme Parque Nacional Cantábrico, solo hay que coger el mapa y ver lo que son Parques Naturales, Nacionales o Reservas y veremos que ocupan la práctica totalidad de la cordillera, salvo unos pequeños enclaves que corresponden a alguna pequeña estación de esquí y a concesiones mineras, mayoritariamente, de carbón. Lo del carbón en León, en explotaciones a cielo abierto, es un atentado ecológico de dimensiones bíblicas y, para colmo, en medio de buenos bosques y zona osera, y si no, leer lo que dice altosil.blogspot.com del “Señor Oscuro”, D. Victorino Alonso García que ha convertido “la Comarca” del Alto Sil en la tierra de “Mordor”.   Ojito! con los “emprendedores”.


El abedul (casi sin hojas), marca el límite superior del bosque


         Lo de la minería casi se queda pequeño, comparado con lo que representan las fronteras de las diferentes Comunidades Autónomas. Antes había una figura que era el Parque Nacional, regido por unos intereses de conservación nacionales y europeos (no olvidemos su parte de financiación), pero hace pocos años, legalmente, la autoridad medioambiental autonómica queda por encima de los intereses nacionales y ya sabemos lo populistas que son todos los “barones” territoriales. Abría que poner de acuerdo, en muchos temas diferentes, a Castilla y León, Asturias, Santander e incluso Galicia. Para colmo la Junta de Comunidades de Castilla y León en materia medioambiental es todavía más dejada que Madrid. Sin pensar mal, diría que tienen tanto que no lo valoran y dan prioridad a sectores particulares, como el ganadero o el cinegético, cuando no se enfrentan abiertamente a decisiones judiciales que les prohiben estaciones de esquí o urbanizaciones en santuarios naturales.




         Queda otoño para rato, aprovechad, no es necesario viajar hasta las joyas de la corona, como el lujazo que me acabo de pegar, pues siempre hay lugares cercanos, quizá no tan de "foto de calendario", pero más reales y más propios, con otros valores, quizás únicos y, probablemente descubriréis pequeñas joyas que, sin duda, sabréis valorar. Si puedo os mostraré alguno de estos lugares en breve.




Más info:  Mundo de Gea    ( www.alchata.es)
                altosil.blogspot.com
                enelecotono.blogspot.com
                forestman.espacioblog.com
                www.filonverde.org
                www.cordilleracantabrica.org

        


2 comentarios:

  1. ¡Preciosas fotos¡ y estupendo blog. Consigues el punto justo con textos expresivos e informativos que destilan pasión por lo que haces y un conocimiento sin pedantería. Me he sentido plenamente identificado con los dos primeros párrafos de la entrada, que hubiera firmado yo mismo.

    Las repoblaciones de pino...aquí en Granada se dice que ciertos pinares entre robles -o viceversa- pretenden la recuperación del roble, protegido bajo los pinos de los intensos calores del verano; ignoro si eso es ecológicamente correcto o no, aunque parece verosímil, pero no creo que sea el caso de los montes cantábricos...

    Hace dos veranos estuvimos en Ponga, al otro lado del Maciédome. No pudimos ver el pico, pero se quedan en mi retina para siempre las transparencias del Bosque de Peloño entre la niebla.

    Gracias por tu blog y hasta pronto

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  2. Me gusta el blog, un comentario sobre esta fotografia

    http://4.bp.blogspot.com/-q52eJd9OCIU/TrQPFdvcPZI/AAAAAAAAAWo/wyyE9PQ5BwA/s1600/DSC_0307_01.JPG

    Esta plantacion de pino silvestre se ha hecho sobre una zona bastante degradada,seguramente por los repetidos incendios que antiguamente eran practica habitual entre los ganaderos.
    Si te fijas solo se han repoblado los claros formados por urces y se ha respetado el rebrote de roble, el ahoyado casi seguro con retroaraña.

    Bajo mi punto de vista creo que es una actuacion positiva, ya que en estas latitudes tan frias y tan expuestas ,con alta insolacion en verano , al roble por si solo le cuesta mucho trabajo crecer y el pino le ofrece la proteccion que necesita, ademas las frondosas soportan la sombra del pino y cuando el pinar pierda algo de densidad pueden asentarse dentro de el, no es habitual pero a veces se hacen las cosas bien.
    Saludos.

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