La Hoz de
Valdoro es una de las numerosas y poco conocidas hoces que cortan los cordales
cuarcíticos de Sierra Morena en Ciudad Real. Esta espectacular sierra, está algo desacreditada por geógrafos y geólogos que la han venido tratando como un mero escalón entre la submeseta sur y el valle del Guadalquivir. Nada más lejos de
la realidad, yo que tengo la suerte de conocer la mayoría de las montañas
españolas, he de confesar que hoy en día es una de las más atractivas desde el
punto de vista ecológico y que territorialmente, tiene una complejidad y unas dimensiones
espaciales que ya quisieran para sí otras de mayor fama y
altitud, como puedan ser Guadarrama, Gredos o los francamente parecidos,
Montes de Toledo.
Sierra Morena
está formada por un sin fin de cordales cuarcíticos, casi todos con una dirección meridiana (este-oeste) y fue levantada por el empuje norte-sur de África sobre una red
fluvial preexistente que fue “serrando” por sobreimposición fluvial esas
cuarcitas que se alzaban, creando hoces en dirección norte-sur. Aparte de esto,
la erosión remontante de los afluentes del Guadalquivir, muy superior a la
producida por los afluentes del cercano Guadiana, fueron capturando valles,
tránsfugas de la anterior cuenca de ese río mesetario que con un nivel de base
muy superior, apenas tiene capacidad erosiva.
Paquetes de durísima cuarcita cortados en más de 600m de desnivel por el río Montoro
Toda esta
gran región quizás sea la mejor conservada de la península y la menos intervenida
por el hombre, al ser un gran desierto demográfico y no contar con grandes
ciudades, ni áreas industriales, ni infraestructuras, a no ser por la
moderna línea del AVE entre Puertollano y Córdoba. Esta región aúna el norte de
Andalucía con el sur de Badajoz y Ciudad Real y por su tamaño y lo intrincado de sus montes, no es de extrañar que aquí se
hayan dado casos como el de Marcos Rodríguez Pantoja, (ver peli de Gerardo Olivares "Entrelobos"), el niño salvaje criado
con lobos por estas mismas sierras o que Cervantes pusiera a meditar a Don Quijote por estos lares.
Sierra de Solana del Pino y superficie de erosión colgada entre vallejos
Se trata de
un territorio casi “blindado”, dado que los terrenos públicos o Patrimonio del
Estado, brillan por su ausencia. Estamos en la patria del latifundio, lo que
contribuye al vacío demográfico y a su buen estado ecológico ¿ ?. Si los Montes
de Toledo eran de banqueros y grandes empresarios, Sierra Morena es de la
nobleza (incluidas Casas Reales) y de toreros famosos. Podría estar hablando de
pueblos privados, de caminos públicos cortados, de pequeños propietarios
acorralados o de furtivos, pero eso será parte de otras historias, algunas de verdadero feudalismo – Finca la Garganta, Venta de la Inés, baños de la Tiñosa, etc.
El día y el calor estaban como para imitar a estas inteligentes ovejas
Estamos en
los “invernaderos” de la cabaña ovina peninsular. Hace años se creó una
estación, la de Alcudia-Veredas para el acarreo de ovejas que desde sus
agostaderos eran traídas por los serranos que no querían andar tantísimo, para pasar todo el invierno
aprovechando los pastos de estos campos y dehesas. Hoy venido a menos, la escasa
rentabilidad de la oveja, perdido el valor de la lana y con una carne buenísima
que no sube de precio desde hace muchos años, está poniendo el papel
económico de estos “quintos” en entredicho y, cosa impensable a no ser
en los peores años del hambre, muchos terrenos de ridícula fertilidad, se están
arando para cultivar absurdas subvenciones europeas. Si tuviesen que vivir de
lo realmente producido, nadie araría ni un metro cuadrado.
Al fondo la sierra de Solana de Alcudia,. Terrenos solo un poco más llanos que estos se están arando actualmente
El resto de
la economía productiva gira en torno al sector cinegético que bien desenvuelto
y sin el blindaje al movimiento de los animales de los kilométricos vallados,
podría tener un funcionamiento ecológicamente decente y no acabar, por ejemplo,
con los últimos lobos de esta región como está pasando, si es que no acaba de
ocurrir ya. Lobos que, como contaban los cazadores ingleses de finales del XIX,
Chapman y Buck, les dejaron una noche de nieve sin caballerías y menos mal que
llevaban caballerías.
Grandes terrenos cinegéticos al sur del Morrón de las Cagás, desde Flor de Ribera
Al adentrarse
en lugares como este, lo primero que llama la atención son las grandes
dimensiones de todo, aunque en altitud rara vez se superan los 1300m en Sierra Madrona. Serretas
de más de 40km que se conectan o van en paralelo a otras de similares dimensiones,
valles interminables, mares de encinas, cientos de vallejos de un solo vistazo, pedrizas, crestones cuarcíticos contribuyen a acrecentar sus dimensiones. Por ejemplo, el Valle de Alcudia, al que pertenece este lugar, tiene una
dimensión de 110km de largo, por unos 15 de ancho.
La Hoz dando vista a las cimas de Sierra Madrona
La Hoz del
Fresnedas, la del Jándula, Despeñaperros, la del Chorrillo o Río Frío, el estrecho del
Borracho, el de Valmayor, son solo las mayores de ellas. Ahora, quién
quiera descubrirlas que esté dispuesto a luchar contra todos los elementos,
incluídas las vallas cinegéticas. La Hoz de Valdoro o la Ó como la llaman en
Hinojosas de Calatrava, puede que sea la más accesible de todas, a pesar del
lamentable estado del carreterín de este pueblo al pantano del Tablillas y
el largo kilometraje de caminos hasta donde se deja el coche. La Hoz es un
hachazo sobre la larga línea de la sierra sur de Alcudia, separando la sierra
de Valdoro de la de Solana del Pino, en un corte desde los 500m de base a los
1166m del Morrón de la Plaza al oeste (excursión recomendable) o el Morrón de
las Cagás de 1092m al este.
El Morrón de la Plaza domina con sus 1166m de altitud la sierra de Valdoro
Hace unos
años la finca de los Alamillos, término del camino, era privada, pero
no había ningún problema con los propietarios y hasta esta casa se llegaba en vehículo; luego al ser pública aumentaron los problemas de paso, de multas o de permisos. A
día de hoy, parece no haber problema y se llega en coche hasta una cancela
cerrada, desde la que parte el camino hacia el río, bien por senda (recomiendo) o
continuando por la pista hasta la casa de los Alamillos.
A partir de este punto toca ir andando
El camino ha
sido acondicionado en todo su trazado, pero los elementos, naturales y no
tanto, lo están “naturalizando” poco a poco. Hay carteles con tiempos y datos,
algún quitamiedos y escalerillas de madera hasta llegar a la cueva,
denominándose a esta ruta senda de la Cueva. Hace bastantes años hice el
camino en ambos sentidos hasta los pies del cerro Cervigón ya al otro lado de
la Hoz, en plena Sierra Madrona. Hoy el camino a partir de la Cueva está muy
desdibujado, pero con un poco más de trabajo y paciencia se puede conseguir, y
merece la pena, pues la cueva es algo más de la mitad de la parte más
espectacular y vertical de la Hoz.
Esta hoz del Montoro esconde una fantástica aliseda difícil de explorar
El camino parte del molino de Flor de Ribera, acertado nombre para este idílico rincón del río
Montoro, en el que hace años, veraneaba la gente de Hinojosas que al terminar
sus fiestas de San Bernardo, bajaban con carros o tractores, con enseres para
dormir, animales vivos y viandas para descansar y gozar de este pequeño oasis
los últimos días de agosto, cogiendo peces en el río y comiéndoselos bajo
toldos o a la sombra de los alisos, entre tragos de vino, bromas y risas.
Hoy
suena a “historia ficción”, pero es que hemos cambiado mucho, baste leer (yo lo
haría obligatorio, para los habitantes del Valle) el libro de 1967 de
Vicente Romano y Fernando Fernández Sanz, el "Valle de Alcudia", de la colección Botas de Siete Leguas de Alfaguara,
para mí, con permiso del Viaje a la Alcarria, el primer libro de viajes en la
naturaleza del solar hispano.
Presilla o azud para desviar agua para el molino
Vicente Romano y Fernando Fernández Sanz atravesaron todo el valle andando para contarlo en un magnífico libro del que hablaré en otra entrada
No estoy en
la mejor época del año, de hecho he madrugado y vuelto a la carrera para que no
me martirice el sol del mediodía. Ya ha pasado la primera ola de calor del
verano y todo está bastante achicharrado. Compruebo como el calentamiento
climático está arrinconando a los alisos hacia el interior de la hoz, cuando
antes había más en y entre Flor de Ribera y la Hoz. Las tablas
que quedan en el río están llenas de galápagos y sus bordes llenos de huellas,
de aves, de zorros, jabalíes o nutrias. Hasta aquí llega la verde y fresca orla
fluvial de las grandes macollas de la Carex reuteriana, protagonista herbáceo de
todos los cursos de aguas limpias y frescas desde aquí hasta el Atlántico.
Macollas de alta Carex reuteriana enmarcan las orillas y rocas del Montoro
Desde lejos
se vislumbra el magnífico bosque de ribera que recorre toda la hoz como bosque
galería (ramas de una y otra orilla conectadas por encima del agua), agua que
aunque escasa este año, sigue corriendo, incluso manando tímidamente al pie de
las laderas y alimentando a una flora más norteña que de aquí, como Carex
pendula o helechos como Osmunda regalis o Athyrium filix-femina. A pesar de buscarla, tampoco he
encontrado esta vez la fuente agria, de burbujeantes aguas sulfurosas que deja
su anaranjado rastro casi en la misma orilla del Montoro.
Aquí dentro apenas se siente el verano del exterior
Estamos en
una de las regiones donde el bosque mediterráneo explota en toda su variedad de
especies características y se ven, encinas,
coscojas, quejigos, alcornoques, madroños, durillos, lentiscos o charnecas,
labiérnagos, agracejos (ojo, aquí es la Phillyrea latifolia), espinos, mirtos,
parras y todo tipo de jaras, brezos, retamas y cambrones. Apareciendo melojos y
serbales en las partes más frescas y acebuches con sus esparragueras blancas en
las más térmicas. La escasa altura y su latitud penaliza esta región haciendo
que no lleguen aquí los árboles que sí que llegan a Montes de Toledo,
como son abedules, tejos o loros, y a pocos kilómetros de la hoz, aparece en
las cumbres de Navalmanzano, los restos del último pinar natural de Pinus pinaster del suroeste ibérico.
Agracejo, madreselva, lentisco y encinas
El paisaje
vegetal es el de los roquedos cubiertos de encinares, con algún alcornoque en
situaciones más térmicas, sustituidos por enebros donde la piedra apenas deja
espacio para el suelo. En las más fértiles y húmedas faldas de las laderas,
entran quejigos y en los rincones más húmedos, ejemplares sueltos de fresnos
apurando alguna oculta veta de agua. La aliseda de fondo de valle es compacta y
continua, creando un entramado de raíces que fija el suelo y los une
protegiéndolos de las avenidas fluviales que en muchos casos dejan esta red de
brazos entrelazados al aire. También dependientes del agua, pero
no tanto como los alisos, aparecen los fresnos junto al río o al pie de roquedos.
Llama mi atención en
todas estas hoces, la presencia constante y abundante de Phillyrea latifolia que llega a formar bosquetes y en
ocasiones deja su habitual porte arbustivo para alzarse en árbol con unas dimensiones inusuales para la especie, siempre al
abrigo de unas buenas condiciones que hagan olvidar el clima mesetario de la
cercana Mancha. Estamos en Castilla la Mancha, pero todo tiene que ver más con Extremadura o Andalucía, tanto en lo climático como en lo
litológico o botánico.
Ramillas de agracejo (Phillyrea latifolia), parecido al mirto, también presente
Al internarme
en la Hoz, la geología impone su dominio y protagonismo en el paisaje, poniendo
la Mancha a años luz de aquí, con barrancos vertiginosos y rocas esculturales.
Tras varios callejones y vericuetos llego a la cueva, rincón telúrico en el que
habrán dormido hombres con vida y conciencias en mis antípodas. Seguro que los rastros de las por esta región abundantes pinturas rupestres,
fueron borrados por el hollín de las hogueras de cazadores, pastores y todo
tipo de gente “balduenda” que anduvo por estos malos pasos: cazadores, bandoleros, huidos
de la justicia o de la injusticia, como los últimos maquis que por aquí
bandearon. Puede que por eso tiene esta cueva tantos nombres: cueva de los
Ladrones, de los Maquis, de los Hurguines, de la Hoz y, últimamente, parece que cueva del
Toro.
Cueva de los Maquis y geológica vista de paquetes de estratos cuarcíticos vistos desde ella
Todas estas
sierras, serretas y valles son pliegues o flancos de pliegues, estructura que
hay que imaginarse subterráneamente para explicar el paisaje, pero que aquí aparece cortado para que se pueda ver el interior de la tierra, con sus
paquetes de cuarcitas. El valle de Alcudia es el interior de un gigantesco
anticlinal desventrado, donde afloran materiales precámbricos de los más
antiguos de la península, formados por grauvacas, pizarras y en menor medida
areniscas y conglomerados. La estructura cortada por la Hoz de Valdoro, es el
flanco sur del anticlinal dando paso al sinclinal de Solana del Pino.
Todo conformado por cuarcitas armoricanas paleozoicas del ordovícico que son
las responsables, con su gran resistencia a la erosión, de mantener en pie todo
el relieve Centro-Ibérico del Macizo Ibérico.
La cueva en la distancia en el centro de la Hoz de Valdoro
Rincón
magnífico de esta magnífica y poco conocida sierra, que desde el límite con
Albacete al este, llega hasta prácticamente el cabo de San Vicente en Portugal
y que en esta región, tiene en Sierra Madrona, con su umbría bien visible desde la
Hoz, sus mayores cotas altitudinales.
Más info: http://areasprotegidas.castillalamancha.es/rap/espacios-naturales-protegidos/enp-parque-natural/valle-de-alcudia-y-sierra-madrona/rutas/ruta-12