Desde hace tiempo tengo ganas de
hacer una entrada sobre alisedas, quizás más visual que botánica, pues las
fotos suelen corresponderse con sesiones en esos días caniculares en que lo
mejor es acogerse a su sombra, darse un baño y capear el calentamiento global unas
horitas.
La
aliseda es uno de los bosques más unidos a mis correrías veraniegas, no en vano
hace muchos años fui pescador, malo, pero eso me permitía recorrer las
gargantas del sur de Gredos río arriba río abajo y descubrir cada uno de sus rincones.
Buscando remontar las gargantas cuando las laderas se ponen difíciles, yendo algunas veces por medio del agua, en los estrechos, pero la mayoría de las veces, saltando de piedra en piedra. Otras, la excusa era la búsqueda de una buena poza, ya por el alto Tiétar, ya por las gargantas de la Vera, pero siempre entre alisos y cantos de oropéndola.
Buscando remontar las gargantas cuando las laderas se ponen difíciles, yendo algunas veces por medio del agua, en los estrechos, pero la mayoría de las veces, saltando de piedra en piedra. Otras, la excusa era la búsqueda de una buena poza, ya por el alto Tiétar, ya por las gargantas de la Vera, pero siempre entre alisos y cantos de oropéndola.
Este
año ya desde junio, el calor me ha ido empujando a su refrescante sombra,
parece que los anunciados veranos del cambio climático se empiezan a cumplir:
primaveras cercenadas bruscamente por golpes de calor intempestivos (recordar
la Semana Santa, Mayo y Junio); y olas de calor africano con máximas inaguantables.
Este verano, poco que añadir a este julio abrasador con medias (Media mensual, media de las máximas e incluso media de las mínimas) casi cuatro grados por encima
de lo normal: (valores climáticos 1981-2010). Esto ha tenido su reflejo en las alisedas: el caudal y la cantidad de hojas de aliso en el suelo, muy similar al usual registrado a finales del verano.
El lúpulo (Humulus lupulus) se alza por encima de los zarzales en los huecos soleados
Cientos de musgaños apiñados a la fresca sombra de una roca cercana al agua
La
aliseda es todo un mundo vegetal de la mitad occidental peninsular, desde el Cantábrico al estrecho de Gibraltar, pero siempre es un mundo de sombras y agua
permanente, aunque este agua se encuentre bajo las piedras, como ocurre con alguna aliseda cerca
de Cabañeros, sobre un río Estena inexistente en verano.
Al límite de la sequía el aliso contribuye poderosamente a sujetar con sus raíces las orillas de los arroyos
Se
trata de un bosque galería en el que hay que distinguir sus márgenes, el externo,
hacia las laderas, poblada de una espesa orla espinosa arbustiva, son los
clásicos zarzales, a los que se unen rosas, helechos y majuelos, que hay que
atravesar para llegar al río; y el margen interno que da al agua, de niveles
fluctuantes pero que casi siempre tiene una fresca vegetación de helechos o
grandes macollas de cárices.
La gran Carex pendula es habitual en las alisedas más térmicas
De las cárices la más común suele ser Carex elata subsp. reuteriana,
aunque hay lugares en que la enorme Carex pendula le toma el relevo o
con aguas estancadas la Carex paniculata subsp. lusitanica. En
pocos ambientes, estas plantas graminoides, destacan tan poderosamente como en
los márgenes húmedos de las alisedas.
Los
helechos se aúnan con la aliseda de una forma muy clara porque aquí es el único
lugar donde, bajo su sombra y humedad, pueden conseguir las condiciones
ambientales necesarias para su desarrollo.
En la parte externa, con el zarzal
aparece abundante el helecho de pescaderos (Pteridium aquilinum) y en la
parte interior, las simétricas macollas de los helechos macho o hembra, (Dryopteris
filix-mas o Athyrium filix-femina) y más cerca del agua la gran Osmunda
regalis.
Dryopteris filix-mas anclado bajo la aliseda
El helecho real Osmunnda regalis, rodeada de plantones en una roca granítica porosa
En
lo arbóreo se puede colar algún fresno y en áreas altas y frescas algún olmo de
montaña (Ulmus glabra); al igual que en las áreas más térmicas algún
almez Celtis australis y ocasionalmente, en los Montes de Toledo y sur de Gredos, algún loro (Prunus lusitanica).
En lo arbustivo un acompañante fiel es el arranclán o hediondo (Frangula
alnus), cuyo nombre específico denota la cercanía al aliso. Menos
corrientes son los arbustos norteños, como avellanos, mundillos (Viburnum
opalus).
El arranclán Frangula alnus, es un asiduo del sotobosque de la aliseda
Lysimachia vulgaris, espléndida, aunque este año ha estado bajo mínimos
Del
resto de plantas predominan aquellas adapatadas a vivir entre sombras
(esciófilas) y no es infrecuente encontrar plantas norteñas en alisedas
bastante meridionales, como Hypericum
androsemum o Circaea lutetiana,
pero las más normales son las plantas trepadoras, como parras silvestres, las madreselvas, lúpulo, clemátides, etc. ; y las amantes
del agua como la Lysimachia vulgaris,
vincetóxico, las salicarias y entre las macollas de cárices el Galium broterianum.
El Galium broterianum siempre crece entre las macollas de cárices
En
los últimos años, parece que consecuencia de una dulcificación del clima, el
aliso está remontando los ríos en altitud, hace poco que entró en el alto
Alberche, en la zona de las “Ventas” y en otras gargantas se ven pimpollos en
alturas en las que antes no habitaba, es decir por encima de los 1200-1300m.
Otro
misterio corológico-climático es la ausencia de alisos al pie de la sierra
madrileña, los hay hacia la Alcarria (Sorbe), hacia el Alberche (río Cofio), incluso
hacia el sur (río Manzanares en el Pardo) o en fugas del Canal de Isabel II en
Valdelatas; pero estos del sur no forman buenas alisedas.
La Carex reuteriana, la hierba acompañante de los alisos que también tiene siempre los pies en el agua
La
sombra de las alisedas es la que mantiene relativamente fría el agua de las
gargantas con su sombra, si no fuese por ellos tendría unos cuantos grados más
y cambiaría sensiblemente el componente biótico, incluso se achaca a este
factor la presencia de truchas, en lugares como las cacereñas Villuercas, Hurdes y Gata. Donde dicen que son las únicas partes de los arroyos que tienen
truchas, como la clásica lorera-aliseda del Llano de la Trucha en Villuercas.
El aliso no solo refresca con su sombra, sino que bombea una buena cantidad de agua al
ambiente para regular la temperatura de sus hojas, tanta que de hecho no pueden
vivir si les falta, aunque sea mínimamente, el agua a sus pies.
Existen,
desgraciadamente, bastantes lugares que toponímicamente se denominan “la
aliseda” pero en los que no hay un aliso, a pesar de reunir, aparentemente, las
condiciones necesarias para ello; lo más probable es que no hayan podido
aguantar alguna de las sequías severas que cada ciertos años golpean los campos
ibéricos.
Así ocurre en varias localidades de las sierras interiores cacereñas
o de Sierra Morena y estribaciones. Serían fácilmente recuperables y eso
interesa, tanto por microclima, como por la conservación del agua, (a pesar del
consumo de los árboles), así como para fertilizar esos suelos dada la capacidad
“nitrogenante” de los nódulos de las raíces del aliso.
Los golpes de calor se reflejan en la cantidad de hojas caídas en el interior de las alisedas
Raíces de aliso abriéndose dentro del agua, aquí sin sus nódulos benefactores
La
aliseda no sólo es el bosque, es ese ecosistema completo, cambiante a lo largo
de las estaciones, una imagen de cuando era más ornitólogo que plantólogo era
la de marzo con los alisos cargados de dorados amentos y recorridos por grandes
bando de lúganos. También entre alisos fue donde ví el primer visón americano
hace ya muchos años. Hay varias rapaces que eligen este tipo de bosque húmedo
para sus nidos, alguna vez ha sido el halcón abejero pero el más fiel es el
azor, que pudiendo elegir, siempre le gusta esas alturas y la vecindad del
agua.
La Scrophularia scorodonia es acompañante fiel de los alisos en casi toda Iberia
Dada
la facilidad para las plantas que posee el interior de la aliseda, también es
uno de los ambientes más proclives a la colonización por especies invasoras; en
el valle del Tiétar ya empieza a ser una verdadera plaga la planta de las
pesetas la Lunaria annua, una bella planta de frutos en grandes sámaras
que dejan como grandes monedas transparentes y que tienen una capacidad
reproductora que ya desborda a la aliseda y está empezando a colonizar los
melojares cercanos. También la jardinera Impatiens balfourii o no me
toques, la azulita o blanca Tradescanthia fluminensis o la gran Phytolacca
americana o hierba carmín.
La invasora Lunaria annua invadiendo el sotobosque, vista invernal
Entre
los árboles y aguas debajo de los pueblos es corriente ver, primero los nogales
que nunca se sabe a ciencia cierta si son más naturales que naturalizados, y
asiduamente los árboles jardineros clásicos, como arces, acacias y destacando el poderoso plátano,
que aunque se plante en todo tipo de parques es un árbol higrófilo como el
aliso, y da muestras de ello creciendo con un vigor inusual en estos medios.
Arces pseudoplatanus creciendo entre los alisos
Esperemos
que la cinta verde que las alisedas dibujan en el paisaje, un lugar perfecto
para ver estas zigzagueantes líneas arbóreas son las Villuercas cacereñas,
donde los alisos dibujan las cotas inferiores del drenajes de los valles. No sé
que haría sin la fresca sombra, con o sin baño, de estos árboles en días como
los que estamos “padeciendo”, que hacen que se requiera verdadero valor para
salir de la aliseda.
Puede haber hasta 15ºC de diferencia entre el interior y el exterior de una aliseda
P.D./ Ver la estupenda entrada de La Luz del Monte que sobre las alisedas ha realizado hace poco tiempo y que me terminó de empujar a realizar esta entrada largo tiempo aplazada