Las montañas de León son la esencia de la cordillera Cantábrica, aunque le falte la cercanía al mar que sí que matiza al resto de la cordillera. Esta mayor continentalidad, como siempre crea una mezcla de mundos, un ecotono, entre lo que pertenece a un mundo atlántico, de influencia marina, con otro mundo mediterráneo, de influencia continental.
Vertiente continental de robledal, con Peña Corada al fondo. Abajo, vertiente de carácter atlántico de hayedo con el Peñas Pintas (1989m) al fondo
Como en todo sistema montañoso, aparte de la buena gama de altitudes, cada una con su correspondiente mundo de especies adaptadas a esas condiciones altitudinales, hay que sumarle la variedad topográfica lleva consigo una alta variedad microclimatológica que, junto a esa otra combinación macroclimática, crea un mundo de enorme riqueza y biodiversidad.
Como una vieja costumbre, por desgracia no satisfecha todos los años, me gusta disfrutar el otoño donde éste se viste con sus mejores galas, es decir, en los bosques con variedad de distintas especies de especies que cambian de colores, cada una con su gama cromática característica y su diferente estado fenológico. Cada especie tiene sus fechas para llegar a sus tonalidades más llamativas, o no, como aquellas que no cambian a lo largo del año (tejos, acebos, sabinas, etc.), pero que hacen resaltar a las otras especies con el contraste creado con ellas mismas. Como dijo Machado, "¿Quién ha visto sin temblar, un hayedo en un pinar?".
Un ejemplo de esto último, lo pude disfrutar a placer en el sabinar de Crémenes; no el compacto sabinar monoespecífico, sino allí donde éste se mezcla con el hayedo. Curiosa y poco común mezcla de dos especies tan diferentes y aquí tan entreveradas y sincronizadas por mor del relieve rocoso de las laderas, ocupando las sabinas los puntos más rocosos y las hayas los puntos con buenos suelos entre esas rocas. Eso, además de otra multitud de especies de colores cambiantes. Otros años ese contraste venía dado por las oscuras siluetas de los pinares silvestres, abundantes solo cerca de Puebla de Lillo o ya más al este en Velilla de Carrión (Palencia), con algunos ejemplares sueltos en los cordales calizos y ya mucho más abundante en áreas cuarcíticas repobladas hace varias décadas y que ya van llegando a una digna madurez.
En las vaguadas húmedas aparecen enormes y cargados de muérdago (Viscum album) los chopos y fresnos de montaña (Fraxinus excelsior), con los rayos del sol, destacan poderosamente los plumeros y pompones de las clemátides, como luces blancas en medio de las espesuras y músicas fluviales, amén de una buena cohorte de especies variadas, normalmente en las orlas espinosas cercanas a esos puntos de humedad, con endrinos, majuelos, rosales, clemátides, cornejos, aligustres, lantanas, etcétera, adornados, amén de sus hojas, por sus coloridos frutos.
Esta zona norte de León tiene también una buena variedad litológica, donde los más llamativo son los blancos riscales calizos, con sus blancas pedreras a sus pies. Muy a menudo, seguidos por lineales estratos de cuarcitas grisáceas y con cortados blanquecinos de los buitreras o amarilleados por los líquenes allí donde se hacen más verticales. Por supuesto, esos distintos ámbitos rocosos llevan un cortejo de flora y vegetación bastante diferentes.
Como de costumbre, las entradas de temas otoñales, son meras excusas para sacar a pasear las mejores fotos de estas salidas de campo. Aunque cada vez creo que voy haciendo peores fotografías, al menos, para los modelos que se me ponen por delante, porque sin quererlo, al final casi siempre salen unas rutas estupendas, aunque como todo no puede ser, no siempre llego al momento estelar de algunos bosques, este año he marrado el esplendor de los hayedos pon unos diez a quince días, pero algo he podido ver, incluso este momento también ha sido estupendo.
La gama de pequeños árboles salpicados en los bordes del bosque, ríos o bordes de prados, me ha parecido aquí magnífica, incluso con especies que hacía años que no veía y que este año me he hartado, como el fotogénico esplendor de los boneteros (Euonymus europaeus), arbusto/arbolillo con una bella y característica frutos de los que les viene ese nombre de bonete, ese antiguo gorrillo eclesiástico. Árboles que suelen crecer aislados, al menos en esta región, son algunos como los tejos, maillos o manzanos silvestres, el olmo de montaña, los muy llamativos rojos y anaranjados cerezos, en pequeños grupillos, que creo ver cada año más numerosos, y pocos más.
En esta parte León el bosque es señorío del robledal, las más de las veces del melojo (Quercus pyrenaica) y allí donde hace más frío, humedad y suelos ácidos, el ya más escaso roble albar (Quercus petraea). El hayedo queda relegado a exposiciones umbrosas o al lado ya más altántico de los grandes cordales, como en todo lo vertiente hacia los valles de Riaño o de Porma. El abedul, salvo bellas y amarillísimas excepciones, lo veo más disperso y en grupillos aislado que no formando masas uniformes.
Los pueblos van estando más aceptables que hace pocos años, sigue habiendo muy poca gente, pero parece que cada vez, según nos contaron, va volviendo más gente de los emigrados a las diferentes grandes ciudades españolas, aquí principalmente la emigración ha ido a Madrid, Bilbao, Valladolid y León. Parece que está volviendo bastante jubilado, por largas o medianas temporadas que van adecentando las casas, arreglando algunos huertos abandonados y dando un poco más de vida a estos maravillosos pueblos de montaña.
El monte se va asilvestrando más a ojos vista, los antaño limpios prados, solo en las áreas más comunicada o cerca de las majadas, están dejando de estar tan limpios y cuidados, con el abandono se van llenando de junqueras, con arbolillos colonizando y con los jabalíes hozando, casi arando a sus anchas, a pesar de que va habiendo más lobos que no llegan a controlarlos, por ellos a su vez están más controlados de lo que proponen las leyes. De hecho, vimos una gran cacería que había movilizado a una enorme cantidad de gente, entre ojeadores, cazadores, organizadores y agentes medioambientales. Al ver algunas praderas en medio de esa batida, quedó claro que el número de jabalíes, a juzgar por los prados levantados, debería ser enorme.
Hablando de lobos, en esta región antaño tan ganadera y hoy, simplemente ganadera. Pudimos asombrarnos con un corro de lobos, una trampa para lobos aprovechando la orografía para ir acorralando a los lobos abocados a ir hacia un vallejo que terminaba, ayudado por vayas de madera, en una gran foso, donde eran finalmente sacrificados.
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