domingo, 6 de octubre de 2013

Por la costa occidental asturiana




La costa occidental asturiana no tiene tanta fama como su hermana oriental, esta es caliza, llena de rincones y vericuetos, y mucho más llena de gente y construcciones y la occidental tiene una litología alternante de rocas duras (cuarcitas) y blandas (pizarras) que generan cabos las primeras y entrantes o pequeños golfos las segundas; a veces las cuarcitas en su ondulante sucesión crean una serie casi continua de cuevas y salientes que conforman tramos de costa abundantes en cuevas de mayor o menor tamaño.


 La mayor parte de la costa es accidentada y la mayoría de las playas son de cantos o entreveradas con cantos pero de una belleza casi inalterada por un uso aún casi más pesquero que turístico. Entre esta noción general, aparecen escasas playas arenosas de una belleza incontestable, coincidiendo, las más de las veces, con arroyos o ríos que desembocan en ellas, aportando al paisaje de costa marino un pequeño estuario y una área de dunas, en la mayoría de los casos estabilizadas por plantaciones de pinos.


La costa accidentada no se queda en la frontera tierra-mar, el mar se llena de islotes de diversos tamaños y las mareas cambian el paisaje hasta niveles difíciles de imaginar.


En el extremo cercano a Galicia, enormes peñascos aparecen en el centro de algunas playas, como en Peñarronda que como indica el nombre, tiene una isla rocosa en medio de la playa, hasta con una cueva para atravesarla en marea baja; en el extremo occidental, antes de llegar a Cudillero y pasado Cadavedo, el mar se llena de enormes rocas como dados, dejados al azar en una partida inconclusa.


Si como nos pasó, se coincide con una fase de luna llena, los ya de por sí fuertes contrastes mareales, se ven exagerados por las mareas vivas. Entonces el cambio de paisaje es aún mayor, el cambio puede pasar de no haber playa, a encontrar una playa enorme y variada. Tal es el contraste y la belleza de un mar tan anormalmente bajo, que incluso teníamos la costumbre de bajar a la orilla con la marea baja en plena noche, entonces la irrealidad del paisaje se tornaba onírica, una luna llena esplendorosa iluminando las arenas y creando un contraste enorme con las negras rocas, unas en la orilla, otras en el mar pero emergiendo mucho más de lo acostumbrado.


Afortunadamente, algo tarde, pero ya se van respetando los arenales de la  post-playa, un ambiente rico en plantas especialmente adaptadas a vivir en esas, ya algo menos, móviles arenas. La clásica zona donde se instalan los chiringuitos y aparcamientos y que es el paso obligado para ir de los coches al borde del agua, ahora en muchas playas se ve surcada por pasarelas bien repartidas que canalizan el trasiego y atenúan la presión a la que sometemos a unas especies que tienen francamente difícil recuperar el terreno perdido a no ser que se las ayude.

Euphorbia paralias una de las especialistas más playeras

El interior está formado por un planicie a unos cincuenta metros por encima del mar, la “rasa” costera, surcada por todas partes por las grandes vaguadas de los arroyos y ríos que bajan de las cercanas montañas al sur. La rasa está totalmente cultivada, aunque el cultivo que más auge toma es de las segundas residencias, aunque de una forma dispersa y autónoma. Las vaguadas son casi terreno exclusivo de pinares-eucaliptales y un agresivo matorral de lacerantes tojos.
  
La vegetación natural se acantona en el borde de los cursos fluviales

Para ver la vegetación natural hay que acudir a algunos barrancos tan verticales que no han podido entrar las máquinas o mirar los retales de los setos de bordes de prados y cultivos. La presión de las plantas invasoras que a través de la jardinería han ido saltando de los chalets al campo, empieza a ser preocupante, aunque no tanto como en el norte de Portugal o en Santander-País Vasco. Es muy frecuente encontrarse los gladiolos naranjas (Crocosmias), las uñas de gato del Cabo (Carpobrotus), el amor de hombre (Tradescantias), las campanillas azules (Ipomoeas), las capuchinas (Trapaeolum) y los plumeros de la pampa (Cortaderias) y algunas más, pero el auténtico problema son los eucaliptos en unos montes monocultivados, donde apenas se puede entrar, por los tojos, y mucho menos disfrutar. 

"O abó", el abuelo, el eucalipto más viejo de España

La cercanía a Galicia me llevó a visitar los árboles más altos de España que no son nativos sino los padres de los invasores de Galicia. Eucaliptos, unos eucaliptos enormes, de los que no cambian las proporciones sino la altura, su imponente tamaño que en ejemplares pasa de los ochenta metros, pero que, a ciencia cierta, no se sabe exactamente cual es el más alto. Estoy seguro que el mayor fue alguno de los gigantescos tocones que vi por el camino. El resto del paisaje gallego que vi me decepcionó más que el asturiano, quizás porque esta parte de Galicia es más montuosa y menos pastoril que la asturiana, y aquí el eucaliptal se sucede monte tras monte en todas sus fases, desde la de la del retoño al maderable.
  
Antes de cortarle debió ser uno de los más altos de España

En Lugo puede que la costa esté un poco más saturada, pero las playas de buena arena y el reclamo de la playa de las Catedrales hacen que así sea. La playa de las catedrales está muy bien, pero las numerosas playas por toda esa zona no la desmerecen en absoluto, tan o más sorprendentes pero menos visitadas. Bueno cualquier cosa es menos visitada en comparación, porque no sé si el Sardinero montañés o la Concha donostiarra tendrán más visitantes. Pero aprovechando la luna llena la disfrutamos cerca de la una de la madrugada, pero ni por esas, también había gente, no tanta como de día  pero fue un placer. 





Alguna salida al interior, a ver a los amigos de la montaña en Redes, ya en el cercano límite con León y tomar un “baño de bosques” y también a ver las Hoces del Esva, fueron las excepciones a unos días de playa y costa. En una envidiable rutina de playas, atardeceres, mareas bajas y baños; baños de belleza, como lo eran cuando el sol se ponía o nadando despacio en ríos en medio del bosque antes de su desembocadura.


5 comentarios:

  1. Ilustrativo recorrido que, afortunadamente veo que hiciste el la luna llena más próxima al equinoccio, tiempo de mareas extremadamente vivas que trastocan por completo las costas cantábricas.
    Saludos, Enrique.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola Javier, a la playa nocturna no solo fuimos por ese ambiente tan especial, sino aconsejados por unos amigos, a ver unos estraños seres planctonicos que al remover la arena cerca de las pocillas que habian quedado aisladas, se iluminaban como microluciérnagas. Alucinamos, aunque nos dijeron que a veces es totalmente espectacular, ya no recuerdo el nombre, vulgar, de estos bichos nada vulgares.
      Salud y campo

      Eliminar
  2. Estupendo post y las fotografías fantásticas.

    ResponderEliminar
  3. Se saltó la playa más interesante del Occidente (que noes Barallo)

    ResponderEliminar

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...