viernes, 28 de febrero de 2014

Sobre los pinos ibéricos

Para quien haya viajado por lo largo y ancho de la península, no le cabrá duda de la importancia que cobran los pinares hoy en día por su dilatado alcance territorial. Dada su tremenda expansión de la mano del hombre, siempre me ha sido difícil reconocer su auténtica y propia ecología, aunque con el tiempo voy reconociendo su papel en nuestros ecosistemas.


Los mayores seres vivos de Gredos, unos escasos Pinus nigra agarrados a las rocas

Este problema también se ha dado en la investigación botánica, como le ocurrió con D. Salvador Rivas-Martínez que después de caracterizar hace años, la totalidad de las asociaciones vegetales españolas (y mundiales), fue muy criticado por no reconocer la mayoría de los pinares ibéricos. Posteriormente, con muchos más datos y estudios, ha ido certificando la naturalidad de nuevas asociaciones vegetales que tienen en los pinos su especie protagonista, pero sigue siendo muy difícil encontrar la vegetación propia de muchos pinos, como los resineros y, más aún, la de los piñoneros, pues es casi imposible encontrar un pinar de garantizada naturalidad.


Resineros conquistando un enebral tras acorralar a los robles del sur de Gredos

Esta expansión del pinar, tergiversada como una expansión del bosque, enmascara los grandes problemas ecológicos de nuestros montes, como cuál es su función y por ende, su futuro. Problemas que no se limitan a la superficie pinariega, sino que afectan a la totalidad de la cuenca hidrográfica inferior y a todo el medio ambiente en general.

Tras el incendio de Pedro Bernardo, llegaron las lluvias y provocaron coladas de bloques destrozando bancales, prados y todo a su paso

Con los años he visto que el pinar ha generado muchos más casos perversos que positivos, lo que me lleva a una política, al menos de contención, respecto a su implantación y desarrollo. Alguno casos positivos han sido la repoblación de grandes áreas deforestadas como en las montañas del sureste, con el clásico ejemplo de Sierra Espuña, donde se recuperó un ambiente que había perdido su condición forestal; lo han sido las repoblaciones de muchas arbustedas y piornales castellanos de paramera, tanto en la iberia caliza como en la silícea, y también lo ha sido, la expansión del matorral y el bosque autóctono bajo su dosel arbóreo, lo que no ha ocurrido de forma premeditada, sino a resultas de una, afortunadamente escasa, limpieza de montes.


Una variada vegetación autóctona prospera bajo la protección de las copas de los piñoneros, 20 años antes todo esto era un erial y antes monte bajo variado con encinas aisladas

La verdadera cara de ese hiper-crecimiento de los pinares, ha sido, en gran medida, la pérdida de biodiversidad de los ecosistemas autóctonos, el destrozo y abandono de los montes y el incremento de los grandes incendios forestales, con sus ulteriores consecuencias de grandes erosiones, pérdidas del suelo fértil y, todo ello, con un alto coste en la lucha contra incendios, vía jornales, infraestructuras, medios aéreos e incluso en vidas humanas.


            Pero para comprender el paisaje forestal actual hace falta recurrir a un par de cuestiones de importancia. El cómo eran los bosques españoles en el pasado y cómo ha sido la política forestal precedente.
             Desde la última glaciación en la península hemos pasado por diferentes fases climáticas con avances y retrocesos de los pinares, pero acercándonos a tiempos históricos, ocurre en todos los análisis polínicos que hemos pasado de un mundo pinariego a uno de frondosas; a más humedad, hayas, arces, robles y quejigos, y a menos humedad, alcornoques, encinas, enebros y coscojas. Aunque esto no es tajante y varía por zonas.

La procesionaria de los pinos, un peligro para pinares fuera de su sitio y para personas alérgicas

Los pinares, en general, han ido quedando relegados a comunidades vegetales cada vez menos climácicas, donde el tipo, la dinámica de los suelos o una climatología especialmente dura, han actuado como factores limitantes para el establecimiento de una vegetación acorde a las condiciones medias de clima y suelos; son las llamadas comunidades permanentes.


En terrenos inestables el pino resinero no tiene competencia, sería un tipo de comunidad permanente

            Históricamente el punto álgido de la implantación del pinar vino a partir de los 50’ con la Dirección General de Montes, posterior ICONA,  donde se da salida a varias generaciones de técnicos forestales con herramientas y maquinaria, para poner los “vastos eriales” en producción. Se crearon políticas territoriales “incontestables” que ningunearon el poder municipal sobre sus montes y se animó la concertación de montes “consorciados” con miles de fincas privadas.


En muchos pinares la ausencia de vida vegetal bajo las copas y el peligro de incendio es palpable

            En casi todos los casos se repuebla con pinos, el más usado es el resinero seguido por el carrasco, convirtiendo lo que eran bosques o sus etapas seriales, en monocultivos, creando espacios totalmente ajenos a las comunidades rurales donde se implantaban. Usualmente la imposición del pinar acabó con la ganadería de cabras, ovejas y abejas, con las majadas y aldehuelas, dando la puntilla a muchos pueblos donde ya había empezado el éxodo rural.


Laderas irrecuperables por varias generaciones tras el incendio del pinar

            Con los 70’, tras la pérdida de uso y habitabilidad, el monte empieza a dar los primeros dineros y jornales, se explota la madera y se crean puntos de recogida de resina. Es lamentable recordar el caso de pueblos que precisamente antes de sus fiestas patronales, sufrían incendios, para que los mozos tuvieran dinero extra para el gasto festivo. Pero esa bonanza no duraría mucho, a partir de aquí los montes dejaron de ser rentables, aunque diesen algunos jornales.


Al pie de Sierra Morena y Montes de Toledo se ha repoblado con pinares de piñonero, pero no son de producción piñonera como los del sur del Duero

        A partir de los 80’ se produce la debacle de los montes españoles, el éxodo rural está en su cenit, los montes han perdido mucha de su rentabilidad por la bajada de precios de la madera y la sustitución de la resina por productos sintéticos más baratos. La población se ha desligado de su monte que apenas se mantiene, los caminos están abandonados y apenas hay ganado que antes limpiaba el monte. Es el momento perfecto para los grandes incendios forestales de los 80’ y 90’. Auténtico "Atila" de la naturaleza española, toneladas de CO2 al aire. azote para suelos y pantanos, y la cantinela más triste del verano.

Pinos salgareños casi muertos por la plaga de procesionarias, finalmente la mayoría se recuperan

            El areal de los pinares ahora es tan enorme debido a su cultivo que es difícil discernir su verdadera naturalidad, en los pinos más exigentes (albar, salgareño y negro) está clara su naturalidad a pesar de la expansión artificial de los dos primeros, tanto en nuevos territorios, como en áreas inferiores a las de sus bosques naturales.

Los últimos restos de los pinares naturales de la cara sur de la Cantábrica, el pinar de Lillo

El pino carrasco (Pinus halepensis) es propio del levante y sureste por debajo de los 800m. pero más dificil es discernir su naturalidad en áreas interiores como los pies del Sistema Ibérico (Cuenca, Guadalajara y Zaragoza) o incluso en los yesos madrileños de Villamanrique, aunque el cortejo florístico y sucesional en algunos casos apuesta por su naturalidad. Tolera bien la sequía y los suelos pobres como yesos y margas. En muchas áreas del sureste es la única vegetación arbórea y tiene potencial creador de suelos y de abrir el abanico vegetacional.


Pinos carrascos abatidos por el viento marino; otros pinos "marítimos" son el resinero de las costas del noroeste y el piñonero del suroeste.

El pino resinero (Pinus pinaster), también negral o rodeno, a pesar de ser el más pirófilo, ha tenido una expansión exponencial, ya sea por plantación directa o por el maltrato de los suelos forestales, (uso de maquinaria pesada en el campo, apertura de pistas, infraestructuras, abandono de cultivos, incendios, etc.), pues las posteriores secuelas erosivas, dejan disponible un suelo des-estructurado y roto, ideal para su colonización por este tipo de pino, pues este tipo de medios inestables y arenizados son su auténtico nicho natural y es ahí donde se debería utilizar para asentar suelos e impedir avenidas. Se baraja una raza del NW (subsp. atlantica), otra centroibérica (subsp. pinaster) y otra dolomítica bética (subsp. acutisquama).


Carlos fotografiando pinos antiguamente trabajados por los resineros en un campo de bolos torrenciales

El pino piñonero (Pinus pinea), por dar piñones de buen tamaño, ha sido tan propagado desde la antigüedad que hoy no se sabe de seguro si es ibérico autóctono, aunque sí lo fue en un pasado cercano, como ocurre también con el otro pino español, el pino canario que en la actualidad solo es macaronésico. Es de zonas térmicas y arenosas, aunque puede aguantar el frio de los arenales del sur del Duero, de donde procede la mayor producción mundial de piñones. Combina bien con la encina dando un monte abierto y variado aunque apenas sin valor comercial.

El pino piñonero es uno de los más queridos por el agricultor

            El pino albar (Pinus sylvestris), de alto fuste anaranjado por arriba, requiere más agua que el salgareño y la misma o más continentalidad, por lo que forma el pinar más montano (a excepción de P. uncinata); tiene la aguja pequeña y por ello bajo su dosel prospera bien todo tipo de vida vegetal. Es el pino más cotizado por las madereras, más por su calidad que por su rapidez de crecimiento. Favorecido por el hombre frente a robles y hayas. Tiene varias razas ibéricas dado el aislamiento de las distintas poblaciones. Es el pino que alcanza las mayores alturas ibéricas, tanto en suelos básicos como ácidos. A pesar de las repoblaciones, estuvo más extendido geográficamente que hoy en día, incluso en todas las altas sierras andaluzas del sureste. Con potencial en todas los grandes brezales y arbustedas de las montañas del sur de la Cantábrica, sierras gredenses y altas parameras castellanas.

Los pinares de Valsaín y Peñalara son una de las mejores masas forestales ibéricas

            El pino salgareño (Pinus nigra), también laricio, doncel o cascalbo, es propio de las montañas calizas de interior, aunque también aparece en los granitos del Sistema Central. Es el pino ibérico más longevo, con ejemplares con nombre propio en numerosas sierras, aunque no llega a tanta altitud como el silvestre. Es el símbolo de Cazorla y la Ibérica; en su límite altitudinal, la mezcla con el pino albar es habitual. Combina la tolerancia con el resto de flora del pino albar con una mayor resistencia a la sequía, tiene aún un gran potencial en toda la ibérica, Sistema Central (donde es residual), y las alturas de las sierras calizas andaluzas.


            El pino negro (Pinus uncinata) es el más alpino de todos, crece en lugares tan duros que su pinar es poco denso; es pirenaico con un par de localidades en Gúdar y Demanda (Sistema Ibérico), no es de uso en repoblaciones por su especificidad ecológica e hibrida con facilidad con el albar.


Últimos silvestres entre los menos exigentes resineros en sierras deforestadas por quemas de piornal, un tipo de incendio no veraniego, y que por lo tanto, pasa desapercibido para los medios y autoridades.

            La explotación económica de los pinares ha cambiado radicalmente respecto a las pasadas previsiones de la mitad del siglo pasado, (salvo en el Sistema Central e Ibérica soriano-turolense), ahora los pinares, a parte de haber sustituido a otros tipos de bosque o matorral, han dejado de ser productivos. Salvo el pino silvestre y algo el laricio (menos expandidos), la madera, mermada en su valor, se destina a aglomerados; la industria resinera ha desaparecido; los jornales del campo se han esfumado debido a la mecanización de las tareas; y por otra parte, han crecido exponencialmente las partidas de la lucha contra el fuego, dándose casos  paradójicos de haber fuegos provocados para que se gaste más en su extinción.


Sobre yesos se ha repoblado con pino carrasco, pero requiere una labor de subsolado que destroza el monte

            Por contra ha aumentado la demanda de madera de leña, que no es producida por los pinos; la necesidad de controlar la retención de humedad por los suelos en las cabeceras hídricas de las cuencas mediterráneas; los aprovechamientos variados del monte: cinegéticos, micológicos, apícolas, recreativos, etc. que mayormente se dan en los otros tipos de bosque. Se ha perdido la oportunidad de la reforestación de tierras agrícolas, donde, a pesar de bastante autóctona, se ha repoblado mucho con pinos en áreas que nunca los han tenido. Incluso, muy a menudo, se ha repoblado desbrozando encinar y bosque autóctono en expansión natural.


El único pinar auténticamente natural de Gredos desapareció por la incompetencia  y el miedo de los técnicos en el terrible incendio de Arenas de San Pedro, iniciado a 15km.

            Por todo y pensando en el futuro y en un supuesto cambio del clima en ciernes, es absolutamente necesario llevar respecto a nuestros montes, una auténtica política de estado, totalmente seria, comprometida y ecológicamente solvente, planteada a largo plazo y pensando en las futuras necesidades perentorias, como la conservación y limpieza de las aguas, el mantenimiento y calidad de vida de la población rural y por ende de los urbanitas, camperos vacacionales o simples “respirantes”.


A algún ingeniero "lumbreras" se le ocurrió repoblar pinos en medio de una de las escasas poblaciones de roble alto-cantábrico, Quercus orocantabricus. No es una mala elección, pero hay miles de has. de brezal baldío para hacerlo.

         Ya no son tiempos de jugársela a una sola carta, la variedad y el respeto, a las personas, a las otras especies, al bosque y a la atmósfera, es algo que no puede ser relegado por planteamientos economicistas, planteados normalmente a corto plazo, sin contar ni valorar todas las variables y, muy a menudo, con las cartas marcadas para que alguien, en particular, gane con ello. 

10 comentarios:

  1. Excelente entrada, para leer, guardar y releer.
    Saludos.

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  2. Ahora lo que nos importa es el selfie...

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  3. Fantastico tu articulo Enrique, es una pena que las cuestiones que relatas y que son aplastantemente lógicas no sean tenidas en cuenta en los tiempos que corren. Ya hemos cometido errores en un pasado reciente, con reforestaciones suicidas que ahora pagamos, pero espero que en la actualidad y con los conocimientos que se tienen no volvamos a caer en el mismo error... aunque eso en nuestra especie es lo más habitual.
    Saludos desde Tierra de Linces
    Antonio Macías

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  4. Estoy muy en desacuerdo con este artículo. Está demasiado impregnado en prejuicios del siglo pasado. La ciencia a avanzado mucho en los últimos 30 años, en concreto la reconstrucción de paleoambientes (palinología, antracología) y en ecología. No existe la "vegetación climax" la única ley es el cambio.

    Las encinas y otras fagáceas han sido muy favorecidas por el hombre, mientras que los pinos autóctonos fueron eliminados de muchos territorios por el hombre al no serle "tan útiles". Los pinos no pueden rebrotar, lo que les dejó en una condición muy vulnerable frente a la tala, el fuego y el pastoreo, y no pudieron competir con robles, encinas, alcornoques y hayas.

    Deberias leer menos al señor Rivas Martinez y más a José Sebastián Carrión, Luis Gil Sanchez o Froilan Sevilla Martinez.

    Aficionados a la naturaleza, por favor, leed y aprended. Y leed articulos científicos, no panfletos ecologistas sin rigor ni actualidad.

    Un pino carrasco es tan noble y valioso como una encina.

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  5. Hola Ababol, en parte tienes razón por lo de los prejuicios pero es solo por la exageración de las repoblaciones de pinos de los 50 a 70. El artículo, a pesar de tener ese tufillo que dices, intenta ver a los pinos en su sitio, el pasado y el actual, y no me cabe duda de que tienen mucho futuro. Respecto a Rivas Martínez, se pasó mucho al principio con los pinos, pero ha ido metiendo pinares autóctonos en su fitosociologia, ciencia que supongo crees inútil al no reconocer una etapa madura del bosque. La clímax es discutible pero creo que una etapa de "bioestasia", una etapa madura, yo creo que aunque discutible, es más o menos imaginable.
    Hablando con gente de "Rivas Martínez" yo les echaba en cara que no hubiese asociaciones para el pinaster o para el pinea, pero me dijeron que se habían recorrido todo el monte español varias veces y que les faltaba (también gracias a las super repoblaciones) encontrar bosques que se pudiesen caracterizar sin duda como autóctonos, como naturales. Esos pinos como sabes están en los análisis polínicos todo el holoceno hasta nuestros días, incluso el pino canario también en la península. Pero los montes están tan manejados, tan incendiados que vete tú a buscar su verdadero nicho.
    En cuanto a la historia de los pinares, es ambigua, tu dices que el hombre los ha ido extinguiendo, yo te digo que sí, y que a la vez en otros sitios los ha ido salvando de las quercineas. Los fustes rectos son ideales para vigas o para construcción, motivo de su salvamento y de su desastre, si no se reponen.
    Perdona por el resto de opiniones, pero como digo en el artículo, he pasado por muchos vaivenes en el tema pinares y lo que digo lo mantengo. He viajado mucho, estoy por el monte siempre que puedo, tengo amigos sorianos que viven de ellos, amgos en torretas forestales viviendo de y entre ellos, y después de mucho observar (y bastante leer, incluídos tus amigos ingenieros de montes, entre los cuales también tengo buenos amigos), creo que esas son sus ecologías.
    Frente a otros ecologistas, yo mantengo que se deben repoblar las enormes extensiones de piornales y matorrales "seriales" que hay por toda la península. Los pinos son unas especies duras para esas repoblaciones, o bien como futuros bosques o bien como predecesores de otro tipo de bosques, pero siempre intentar recuperar el bosque ibérico, el planifolio o el aciculifolio.
    Un saludo y gracias por la crítica

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    1. Gracias a ti por la respuesta :)

      Voy a publicar mi mensaje en tres partes, porque no me deja subir más de 4096 caracteres de una sola vez.

      Comparto en mayor o menor medida lo que me has contestado. Realmente creo que en una entrada de Bolg, y mucho menos en un comentario como el que hice, se puede plasmar toda la opinión, tuya y mía, que tenemos sobre un tema tan complejo y polémico, tanto académica como socialmente, como ha sido el papel de los pinos en los montes ibéricos.

      No dudo de tu experiencia y conocimientos, que sin ninguna duda son mayores que los míos (tengo 22 años y me queda mucho por aprender). A pesar de que soy poco más que un estudiante y aficionado, el tema de la naturalidad de los pinares me tiene atrapado desde hace unos cuantos años, y en este tiempo me he informado mucho, leyendo y preguntando a mis profesores (estudio Ciencias Ambientales). Encontré en la palinología y la antracología una herramienta muy útil, y puedo facilitarte numerosa bibliografía al respecto si te interesa.

      Tampoco me extraña que “hayas pasado por muchos vaivenes en el tema de los pinares”, pues, quien más y quien menos, todos los amantes de la naturaleza nos hemos planteado la cuestión de la naturalidad de los pinares en más de una ocasión. En mi caso, reiteradas veces. Resulta que yo soy de una zona de vocación bastante pinariega: Aragón. Como ya dijo Willkomm de la Península Ibérica: “en el Este dominan las coníferas y en el Oeste las cupulíferas”; así que no me extraña nada que la perspectiva que se tenga de los pinares depende mucho del terruño del que se procede. En tu caso, Ciudad Real, está claro que los pinares tienen mucha menos vocación que en mi tierra.

      Tienes toda la razón cuando dices que al final Rivas Martinez acabó dándole mucho más protagonismo a los pinares que el que le había dado inicialmente, pues en el Mapa de Series, Geoseries y Geopermaseries publicado en Intinera Geobotánica entre 2007 y 2011 los pinos gozan de mucha más presencia que la que les daba en 1987 para el famoso mapa del ICONA (mapa donde, por cierto, aparecen todos los pinos en alguna asociación salvo el pinea y el pinaster).

      Yo no opino que la fitosociolgía sea inutil. Lo que pasa es que pienso es que su utilidad es simplemente descriptiva, de lo que hay aquí y ahora. Por otra parte, lo que me parece que es inaecuado es emplear la fitosociología como herramienta descriptiva. No tiene nada que hacer. El monte ibérico ha sido manejado durante milenios, los retazos de “vegetación autóctona” no eran más que otros elementos integrantes del sistema agrario tradicional. Un carrascal empleado para carboneo o para pasto estaba tan intervenido como un huerto con naranjos. De hecho, las famosas dehesas extremeñas no son restos ahuecados del bosque autóctono, sino cultivos de encinas, plantadas una a una, bellota a bellota, tras poner en cuarentena parcelas decaidas y sin regeneración por el pastoreo. El sistema actual de dehesas tiene su origen en el sistema de repoblación empleado durante la Reconquista, el sistema agrario romano en torno a Emerita Augusta de seguro que no tenia nada que ver. Y probablemente el prerromano tampoco.

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  6. El concepto de “climax” me parece perfectamente imaginable, pero es un concepto abstracto e intuitivo, que todos podemos imaginar pero que la ciencia no ha conseguido definir desde la época de Braun-Blanquet. Es un modelo, y como tal recurre a simplificaciones para poder generalizarse. El problema es que se pasa de frenada a la hora de simplificar: no reconoce la hetereogenidad ambiental (el clima que modela la vegetación no es la media que recogen las estaciones meteorológicas, sino el que percibe la planta), prescinde de las perturbaciones (incendios, herbivoría,derribos de árboles grandes…), supone que hubo un estado pre-antrópico (el hombre lleva más tiempo en la península ibérica que los ecosistemas holocenos), no considera las variaciones climáticas, no considera la historia previa ni la dispersión de propágulos... En definitiva, todos entendemos lo que es la “climax”, pero lo más probable es que sea algo que no ha existido, no existe y no existirá para la mayoría (nunca me atrevo a escribir “totalidad”) de nuestros bosques.

    No obstante, la palinología (y la antracología) también tienen muchas limitaciones, que reconozco: en muchos casos no se puede discriminar el polen a nivel de especie (por ejemplo, la encina y la coscoja son indistinguibles, tampoco un olivo silvestre de uno cultivado, una sabina albar de Soria de un Tetraclinis articulata de Cartagena, o ni siquiera se puede llegar más allá del rango de familia en algunos casos), tampoco te dice si la planta vivía al borde del lago o en la cima de la montaña a barlovento, algunas plantas producen más polen que otras y están sobrerrepresentadas (la cuestión crítica es en este caso: ¿Cuánto de sobrerrepresentadas?), no te da ninguna información de la estructura de la vegetación, hay hiatos sedimentarios, inversiones en el registro, la velocidad de sedimentación es irregular, es muy difícil conseguir una datación cronológica de todo o casi todo el registro...

    Sobre los fitosociólogos de los que hablas, que se habían recorrido todo el monte español varias veces y que les faltaba encontrar bosques que se pudiesen caracterizar sin duda como autóctonos, como naturales, estoy completamente de acuerdo. Eso se puede aplicar con seguridad para los pinos, pero también para las frondosas y para casi cualquier otra formación vegetal. Todo ha estado tan intervenido y desde hace tanto tiempo… hasta la ausencia de elefantes, rinocerontes, bisontes, leones, leopardos y hienas en España parece tener causas antrópicas, ¡cuán diferente hubiera sido el paisaje con megafauna!

    Es cierto que algunos pinos si que se han visto favorecidos, como el pinea para piñón, o el nigra en Cazorla y Tortosa para industria naval (las quillas y mástiles, robles para las cuadernas). Pero en economías de subsistencia, las frondosas eran más útiles: castaños con su energético fruto, populus y otros árboles trasmochos, la reina indiscutible la encina, con la mejor bellota y carbón de la península, y su denostada resiliencia, capaz de rebrotar mil veces. Luego vino el Plan de Restauración Hidrológico Forestal de Luis Ceballos y (mi compatriota) Joaquin Ximenez de Embún y sus miles de hectáreas de pinares de repoblación. Por no hablar de que el momento del colonizador pino había llegado, la población rural en retirada dejaba tras de sí tierras agotadas y esqueléticas, donde el carácter pionero y nada exigente de los Pinus les permitió expandirse fácilmente a expensas del yermo.

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  7. En cuanto al tema de los incendios, los pinos tienen muchas papeletas que les hace sufrirlos con especial virulencia: los pinares xerófilos habitan en zonas con un verano especialmente tórrido y seco, en muchas ocasionas ocupan laderas (que favorecen la expansión de los incendios), y las repoblaciones efectuadas en muchos casos no han recibido aclareos y las masas tienen una densidad excesiva. Además, de toda la superficie forestal española, los pinos ocupan un porcentaje muy importante, lo que les da muchas papeletas de que el incendio de turno acabe afectando a una masa de pino. Y pueden que sean más inflamables que las frondosas (he leído mucha información contradictoria al respecto), pero lo que no es verdad es que en general los incendios favorezcan a los pinos: de las 6 especies ibéricas, solo el Pinus halepensis y el pinus pinaster son serótinos y germinan masivamente tras el paso de un incendio, los otros 4 solo pueden quemarse o tener suerte, pues no tienen capacidad de rebrotar. Sin embargo, los Quercus sí que pueden rebrotar. El Pinus halepensis tarda 15-20 años en alcanzar la madurez: si hay dos incendios seguidos en menos de 10 años, todos los pinos carrascos moriran, pero sin embargo las encinas y coscojas, que pueden rebrotar, resistirán estos incendios recurrentes y perduraran (ese es el motivo por el que en la Cordillera Cantábrica el Pinus sylvestris esté casi extinto, y, por el contrario, el Quercus pyrenaica, el más rebrotador y resiliente de todos los robles españoles, domine en estas montañas, en su vertiente castellana). Los incendios pueden favorecer a los pinos si después del fuego hay erosión y pérdida del suelo, pues son los terrenos esqueléticos la especialidad de los pinos, por su elevada capacidad de colonización.

    Yo opino que la gestión de incendios debería de pasar por la “limpieza” del monte, con una población local implicada en la gestión activa de su patrimonio natural, pero también por la concienciación del público en general, y por una Administración que no le de la espalda a las gentes del campo: el principal motivo de los incendios son las quemas de matorral para conseguir pastos, y otro motivo importante son las quemas agrícolas. La Administración debería de gestionar estas quemas controladas con fines ganaderos y agrícolas codo con codo con los propios ganaderos y agricultores, como ya se hace en Francia o en Inglaterra, en lugar de “prohibirles hacer fuego y ya está”: lo único que se consigue es que los ganaderos prendan fuego al monte de manera furtiva y clandestina, sin seguridad, y se acabe gestando el desastre.

    Sobre el qué se debe hacer, es decisión de los ciudadanos: ecologistas y gentes del campo por supuesto, entre otros agentes. Un famoso naturalista aragonés, “el sabio de Monegros” (ha descrito 120 especies nuevas para la ciencia, mayormente insectos, en los Monegros, desde los años 80), Javier Blasco Zumeta, dijo una vez, con motivo del Manifiesto Científico por los Monegros, con el que numerosos científicos españoles y extranjeros se unieron para salvar a este enclave estepario del valle del Ebro de la amenaza del regadío: -”No se conserva la naturaleza, sino lo que la gente piensa que es naturaleza”. En muchos casos los pinos han sido atacados sin motivo y sin rigor, cuando, viendo todas las pruebas paleoambientales, ecológicas e históricas de las que se dispone, se puede asegurar que los Pinus son tan ibéricos y tan nuestros como los Quercus.

    Un saludo, compañero, y felicidades por el blog.

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    1. Hola Ababol, totalmente de acuerdo contigo. Para los pocos años que llevas, tienes una formación cojonuda.
      Yo trabajo en Ciudad Real, de pinos poco (aunque el único pinar verdaderamente natural de P. pinaster que conozco está en Sierra Morena), aunque se ha reforestado entre las encinas pinares porque se subvencionaba, en Montes de Toledo no había pinares y ahora yo diría que demasiado porque se ha destrozado mucho para meterlos.
      Llevo toda mi vida por el valle del Tiétar en Avila, y siempre me ha tocado bregar con los incendios, he participado en muchos e incluso un amigo mío murió en uno de ellos. De allí es donde más conozco a los pinos, de hecho colaboro en un libro que sacará José Antonio López Sáez, al que conocerás por la palinología, sobre los pinares del Sistema Central.
      No estoy contra los pinos, ni por asomo, pero sí, en muchos casos, sobre el cómo se han metido y el dónde se han plantado. Lo que es una pena es que los planteamientos económicos que se hicieron en su día, casi se hayan invertido y que tantos aterrazamientos y tantos incendios y mantenimiento, se hayan ido al garete. Pero espero, que se aprenda y se cuide nuestra tierra y nuestros paisajes.
      Un saludo y hasta pronto.

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