miércoles, 26 de septiembre de 2012

Cabo Peñas - El Norte del Norte


Extremo final delCabo de Peñas


           El "Norte del norte" es el lema turístico del Concejo de Gozón en Asturias, quizás más conocido por ciudades como Luanco o Candás que por ese descriptivo nombre. Aunque no es tan norteño como la Estaca de Bares en A Coruña, si que destaca poderosamente en la rectitud de la costa cantábrica metiéndose una decena de kilómetros al norte, mar adentro, entre Gijón y Avilés. Es la primera vez que he disfrutado unas vacaciones en el mar, aunque a veces haya estado unos días de algunos veranos o algún puente. Desde hace muchos años siempre he ido en agosto a la montaña asturiana y algunos días nos dejábamos caer al mar. Pero esta vez ha sido al revés casi quince días al borde del mar y algunos días, subimos a la montaña.


Cabo y faro de Peñas desde la ensenada de Bañugues


          Ya conocía de otro viaje esta zona y por eso busqué alojamiento por aquí, que para bien o para mal, poco hay, pues esta zona, afortunadamente, sigue siendo todavía muy rural y espero que no se lleve a cabo el futurible campo de golf de Verdicio que es la escusa para construir 230 viviendas de "semilujo". Este año había mucha gente por aquí, no como en 2010 cuando lo conocí, parece haber una relación directa entre el calor sofocante de julio y una mayor tendencia hacia el norte del turismo. La playa más cercana era también la más concurrida, la de Tenrero o Verdicio, hace años era una de las más bonitas y completas de Asturias, con sus arenales, rocas, islotes, desembocadura fluvial y dunas tras la playa, si bien, como todas las enfrentadas al norte, peligrosa. Pero a principios de los 80 a algún “caciquillo” le dio por promover una urbanización que a pesar de las protestas ecologistas, del terreno poco propicio y de la Ley de Costas, siguió adelante y mandó las grandes dunas al baúl de los recuerdos de los abuelos. En 2010 una riada se había llevado el puente, medio chiringuito y el lateral de la urbanización.


Vegetación de acantilados donde destaca Armeria pubigera


       El camino que antes llevaba directo a la playa, ahora hace varios requiebros para llegar a la playa bordeando la urbanización y te lleva hasta donde te espera una señora para pedirte dos euros por aparcar en su prado. En los prados de al lado, creo que por otros pocos euros dejan aparcar caravanas y han abierto otro chiringuito, o sea incremento de basuras y aguas residuales, pero al menos, fuera del fin de semana, siguen  predominando los prados abiertos.

Isla de la Erbosa tras los brezales de la rasa costera


           Entre las pocas playas que hay, destacan los grandes acantilados y entre ellos y con rotundidad el conjunto del Cabo Peñas que no dudaría en calificar como la costa más acantilada de toda la península. Este es un conjunto magnífico, con pequeñas aldeas de casas muy dispersas y un llano cimero de una landa nada común, formada por casi todo el elenco de brezos y tojos – Ulex europaeus-, sin apenas vegetación arbórea, salvo los restos de un pinar de repoblación. El paisaje interior no tiene prácticamente ningún atractivo, bueno, se podría decir que “es verde”, cosa que a los meseteños nos agrada de una manera bastante simplona. Es una zona agrícola muy productiva con prados y maizales sin regadío y cuando el relieve se torna abrupto prácticamente solo aparecen eucaliptales y pinares. Es muy difícil localizar especies arbóreas autóctonas, solo hay laureles en vallados y taludes, y  sauces en los arroyos, junto con alguna intrincada aliseda. Existe una aldea que se llama Carbayeda, pero no pude ver ni un solo roble o carbayo en todo su campo.

Atardecer rocoso


            Mi curiosidad botánica se vuelca con los ambientes marinos y aquí destacan poderosamente dos tipos de vegetación, la de los arenales (playas y sistemas dunares) y la de los acantilados. Estos ambientes escalonan su vegetación en franjas, en ambos un factor de primer orden es la salinidad, proveniente de las salpicaduras marinas o rociones, pero en el arenal es más importante el grado de consolidación de las arenas. En ellos la vegetación varía, salvo alguna especie en común, según estemos en el borde exterior de la playa, de material muy suelto, salino y con restos de materiales aportados por el mar (vegetación nitrófila); en las dunas blancas y móviles o, finalmente, en las fijas dunas grises. Este es uno de los medios más difíciles para el establecimiento de las especies, siendo el hogar de verdaderos especialistas, en sales (vegetación halófila) y en sustratos de arenas móviles (vegetación psammófila). Estoy hablando de una vegetación en verdadero peligro pues, al tratarse de nichos ecológicos tan reducidos, sus posibilidades de expansión o de re-colonización son muy escasas y, si a esto, le sumamos que esas plantas están en el lugar ideal para aparcar nuestros coches, nuestros chiringuitos, nuestros juegos playeros y hasta casas de vacaciones, ya si que lo tienen difícil de verdad.

Paisaje de un bandeado lapiaz calizo con la primera franja vegetal (Inula crithmoides, Crithmum maritumum y Asparagus prostratus)


            En la vegetación de los acantilados tenemos una primera franja que tiene que bregar con la dureza directa de los grandes temporales marinos, luego sigue otra faja superior con menos actividad mecánica limitante pero con la salinidad propia de los “rociones” de gotas de agua cargadas de sales. Por último hay otra franja, antes de llegar al borde del acantilado donde ya empieza a entrar la vegetación normal o climácica de la zona, aunque muchas veces sometida puntualmente a la actividad de las gaviotas y aves que habitualmente crían o se posan con frecuencia, creando zonas ricas en “guano”, con una interesante comunidad (vegetación nitrófila), adaptada a este aporte extra de nitrógeno y fosfatos.


Primera y segunda franja (Crithmum, Armeria, Euphorbia, Festuca, etc.)


            Me ha hecho gracia viniendo de la meseta encontrar algunas plantas de allí abajo por aquí. Por un lado algunas de los lugares más húmedos del oeste manchego, plantas como el helecho real (Osmunda regalis), el lirio hediondo (Iris foetidissimus) o la aquí abundante gran cárice (Carex pendula); y por otro lado una vegetación que este año he conocido más, la relacionada con las escasas zonas salinas de interior, con especies como Plantago maritima, Blakstonia imperfoliata, Frankenia laevis, Centaurium spicatum, Limonium sp. o Samolus valerandii aunque en la meseta esas sales provienen del lavado de suelos algo salinos.


Vegetación halófila similar a la de interior (Samolus valerandii, Centaurium spicatum y Blackstonia)


            Temprano por las mañanas me dio por correr y andar explorando de una manera casi exhaustiva, cada rincón mínimamente accesible y gracias a la dificultad de accesos conocí algunas playas interesantes, aunque con los nuevos tiempos la idea idílica del mar intacto ha caducado, ahora una playa sin accesos es una playa sin limpieza y el mar hoy, reconozcámoslo, es una auténtica fábrica de porquería que simplemente nos devuelve lo que es nuestro. Me quedé con ganas de bajar a alguna playa en el entorno de Cabo Peñas, pero eso son palabras mayores y tampoco se trata de arriesgar por arriesgar.


Una inalcanzable cala en un rincón del cabo


            El Cabo de Peñas es especial, es una meseta (la rasa costera) a poco más de cien metros sobre el mar y prácticamente sin ninguna bajada a él. Es un lugar siempre batido por el viento, formado por cuarcitas en diferentes tonos con suelos muy pobres. La sensación aquí es la de estar en Irlanda o Escocia por lo intrincado de la línea mar-tierra, por el clima, por el tipo de roca y hasta por una landa de vegetación semejante. Incluso en este llano sin cultivar, aparecen pequeñas áreas de turberas con su vegetación asociada que coincide, tanto como la del brezal, con las de aquellas intempestivas tierras. Esta landa no podía tener una mejor representación de los brezos ibéricos, estaban casi todos (Erica cinerea, E. arborea, E. umbellata, E. mackaiana, E. vagans, E. ciliaris, E. tetralix, Calluna vulgaris y Daboecia cantabrica).


Brezales con una turbera en su interior


            En sus pedregosos bordes hacia los acantilados me llama la atención el parecido fisionómico y vegetal con cualquier cumbre de alta montaña, con su vegetación sufrida y achaparrada. La ecología es una ciencia predecible pues aún en medios tan diferentes como la alta montaña o estos bordes de acantilados, si se repiten casi idénticos factores limitantes de la vegetación como fuertes vientos, alta insolación, difícil retención de agua por los suelos, etcétera, la vegetación tenderá a ser muy parecida, incluso coincidiendo algunas especies. Esta relación, cuando es completa, recibe el nombre de vicarianza, dándose especies muy parecidas por habitar  parecidos nichos ecológicos aunque manteniendo diferencias geográficas y ecológicas.


Vegetación de cima venteada de acantilado (Armeria pubigera, Sedum anglicum, Plantago coronopus), podría coincidir con algunas cumbres de Gredos a más de 2200m. de altura, llevando Armeria caespitosa, Plantago alpina y el mismo Sedum anglicum o el S. brevifolium.


            Frente a estas sensaciones marineras algún día nos acercamos a la montaña, el cambio era radical y a la inversa que otros años, en que cuando bajábamos a la costa nos encontrábamos con tardes nubladas y desapacibles. Ahora, a pesar de que cerca del mar la temperatura no sube mucho, cuando subíamos comprobábamos una variación general de entre cinco y diez grados menos de temperatura, con su “orbayu” y sus nieblas a partir de media tarde. Pero el placer de andar por unos buenos, aunque empinados hayedos, entre la niebla, te refresca hasta el alma.


Claro en el interior de un hayedo de Redes


            En el disperso caserío rural de esta costa destacan poderosamente los hórreos y paneras (unos con cuatro apoyos y las otras con seis o más); casi todos están pintados en bandas verdes y blancas, con adornos en puertas y ventanas, y siempre, con su cara norte totalmente tapada y reforzada, pues saben muy bien por aquí de donde les llegan el frío y la humedad.


Típica panera de la zona con sus colores verdes y blancos, y su cara norte protegida


            Una visita obligada es acudir al magnífico botánico de Gijón, el Jardín Atlántico, un antiguo jardín histórico y carbayeda que es un auténtico lujo para estudiosos, paseantes o niños, pues hasta se encargan de amenizar la visita con todo tipo de actuaciones, paseos nocturnos y actividades lúdicas en un escenario de cuento con una cuidadísima vegetación, aunque al verla tan natural no lo aparente, tanto la autóctona, como la decorativa o la que llena nuestras despensas.


Rincón del Jardín Atlántico de Gijón


            Como de costumbre lo malo ha sido volver a la meseta y  más este año, con un contraste térmico superior a los quince grados, con los incendios forestales por doquier y con un ambiente de calima sahariana que, como una bofetada, nos situaba de repente en nuestro sitio, es decir, con muchas zonas de la península al  borde de la desertización, aunque pocos se quieran dar cuenta de esta cruda realidad.

           



Un saludo a Laura por su magnífica hospitalidad

            

3 comentarios:

  1. Preciosas fotografías y desde luego hermosos paisajes y lugares. Asturias es bellísima.

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  2. Celebro que te gustara la estancia por mi tierra, por lo que dices, supongo que habrás estado en el Molín del Puerto,en la zona hacia el W. del mismo, existen las ruinas de un castro. Saludos.

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  3. Hola Enrique, gracias por tu comentario a mi Blog. Veo que coincidimos en gustos, no solo por la naturaleza, tambien la fotografía y los viajes a tierras asturianas y Gredos, sin duda la diversidad y la variedad de nuestro País es un lujo para quienes lo saben apreciar. Felicitarte por tn didactico, ameno y variado Blog, me ha gustado lo que escribes y enseñas. Un saludo y hasta la próxima.

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