martes, 31 de enero de 2023

Los Quejigares del Jarama

 


          Los Quejigares del Jarama se encuentran en la primera parte del Jarama medio, un Jarama que acaba de atravesar las cuarcitas de Colmenar para dar la curva que tuerce su oriental dirección inicial para virar hacia el sur y al tras su contención en el dique del Vado, se despide de un mundo silíceo, casi negro del color de las pizarras, para introducirse primero en un rojo ámbito sedimentario, de unas arcillas mezcladas con todo tipo de sedimentos. Una vez seccionados y atravesados esos rojos territorios, tan proclives a formar espectaculares cárcavas, el Jarama se introduce en un cañón calizo hasta volver a atravesar ámbitos sedimentarios, pero ya de cuenca, donde aparte de las típicas arenas y arcosas madrileñas, también aparecen materiales de precipitación química de origen lacustre, como los yesos y más adelante, pasado Madrid, también volverá a estar cerca de los últimos paramos calizos en su orilla oriental.

Abajo estratos cretácicos con areniscas, dolomías y arenas

       Esos quejigares del Jarama, se corresponden con la parte que atraviesa el cañón de calizas cretácicas, aunque el quejigo no es únicamente calcícola, es en esta área es donde mejor se dan, pudiéndose encontrar aguas arriba, pero pocos, pues al poco de acercarse a la sierra, van siendo sustituídos por su congénere el roble (Quercus pyrenaica), aunque en casi toda la peana de la sierra, lo que se extienden son enormes repoblaciones de pinares (Pinus pinaster), para cuya mayor prosperidad fueron desalojados algunos pueblos de la poca gente que por ahí vivía; al respecto, un caso sangrante es el conocido de Fraguas, donde quisieron retomar el testigo colonizador un grupo de jóvenes que pasaron por prisión por luchar físicamente contra la España Vaciada, ya quisiera yo tal efectividad en la lucha por la ocupación del dominio público en las orillas del Guadiana y demás ríos manchegos.

De fondo el Ocejón, la "montaña" de Guadalajar, por debajo línea verde de pinares.

       Pasado el cañón calizo, solo aparecen los quejigos en las zonas más húmedas y de mejores suelos, como en las umbrías al pie de las laderas, tanto en las laderas yesosas de la zona de Uceda, como en terrenos más arenosos río abajo, para dejar de haberlos ya en las cercanías de Madrid. Por toda el área norte, sobre los materiales arcillosos de la raña o piedemonte de esta sierra norte de Guadalajara, la vegetación potencial es una mezcla de encinar, en las áreas más asolanadas y rocosas, y de robledal allí donde los suelos sean más profundos y el quejigo solo prospera en las áreas más bajas y protegidas, incluso hibridándose con el roble (Quercus x numantina).

Hojarasca de roble (abajo con gran encina), con pinta de hibridación con quejigo

       Estamos en una zona de mezcla de tipos de bosque (encinares, quejigares, robledales, enebrales, pinares, sabinares, bosques ribereños, etc. Existen sabinas dispersas o en grupillos por toda la región, pero cerca de Tamajón existe un muy buen sabinar en la ermita de los Enebrales, con formaciones calizas de tipo ciudad encantada. Enebrales por supuesto que allí donde asoma la roca madre, se hacen dominantes, ya sea en pizarrales o en cualquier otro sustrato. Las solanas y toda la parte sur de la región es el dominio del encinar, a veces de signo silicícola sobre arenas o en las rañas y sus barrancos, y otras sobre calizas o yesos, de signo basófilo.


       Muy llamativa por los llamativos tonos rojizos frente a los tonos oscuros de la vegetación, es la formación sedimentaria que rodea por el oeste primero y luego por norte y este, los bordes de esta zona caliza. Se trata de materiales erosionados de las montañas pizarrosas y cuarcíticas en épocas pasadas, hoy formando piedemontes y grandes rañas, cultivadas allí donde la planitud ligeramente inclinada de esta formación, no está abarrancada por los numerosos arroyuelos que la surcan. Cárcavas hay donde más potente es la erosión remontante de los arroyos o también, allá donde por incendios u otras razones, se ha perdido la vegetación que contenía con sus raíces los suelos. Espectaculares son las existentes en la vecindad del Pontón de la Oliva, convirtiéndose en un insospechado recurso turístico, como también ocurre en el pueblo, enmarcado por rojas cárcavas de Puebla de Valles, siendo ya una seña de identidad de este pueblo serrano.

Cárcava gigante y entorno acarcavado de Puebla de Valles

       El río Jarama es uno de los ríos más terribles de todo el centro peninsular, aunque esta fama está trasnochada tras sus sucesivos embalses de regulación. Ha sido hasta hace pocas décadas un río en el que nadie quería fundar pueblos en sus orillas, con el curso cambiante, según las avenidas, que a veces ha toreado puentes, dejándolos en ridículo a un lado del cauce, como puede verse en Talamanca o en San Martín de la Vega y que, por desgracia, también se llevó bastantes vidas por delante en sus más terribles avenidas. No hay que olvidar que este río recoge el grueso de las aguas serranas (valle de Lozoya, Somosierra, Ayllón sur, al Henares e incluso ya bastante abajo a un crecido Manzanares debido a los enormes requerimientos hídricos de la capital que acopia mucha agua de cuencas ajenas.

Cauce del Jarama y cascada en vallejo lateral

       El quejigar se encuentra, salvo cuando brotan, en su momento más llamativo, con sus hojas de colores varios, predominando los amarillos y ocres que duran bastante, siendo una de las llamativas hojas más tardías de todo el otoño, solo a menudo retiradas por las hojas de la nueva primavera. El llamativo color otoñal de los cornicabras acaba de desaparecer o solo quedan contados individuos pintados. Por un par de semanas no hemos asistido a la plenitud otoñal de estos bosques mixtos, perennes y deciduos, pero por contra, tras una semana de fuertes lluvias, podemos disfrutar de un espeso tapiz muscinal que acapara todos los vericuetos de las laderas sobre rocas y troncos. Así mismo el Jarama viene crecido y se pueden apreciar cascadas laterales que sobre los amplios territorios pizarrosos del oeste, totalmente impermeables, promueven que existan cascadas en cualquier desnivel ribereño. Más impresionante tuvieron que ser tras la semana de fuertes lluvias que sucedió a esta excursión.

Quejigar orlado de enebral y espeso bosque galería de alisos y algunos chopos

       En esta zona predominan especies calcícolas como el espantalobos (Colutea atlantica), jazminorros (Jasminum fruticans), romeros (Rosmarinus officinalis), aliagas (Genista scorpius), tomillos (Thymus vulgaris) y otras no tanto, como el arce (Acer monspessulanus), el rusco (Ruscus aculeatus), los majuelos (Crataegus monogyna), rosales (Rosa spp.) o las hiedras (Hedera helix). A veces aparecen buenos rodales de especies más acidófilas, como puedan ser los jarales, a menudo mezclados de jara estepa (Cistus laurifolius) y pringosa (C. ladanifer) o mejoranas (Thymus mastichina).

Sotobosque de espantalobos y abajo un arce


       En estos asomos rocosos calizos aparecen buenas comunidades rupícolas no presentes en ámbitos silíceos como puedan ser las comunidades de extraplomos no se mojan con la lluvia, sino que toman el agua de la que escurre por las paredes o de la que se filtra por la porosa roca caliza. Aquí destacan raros helechos como Asplenium petrarchae, A. ruta-muraria, Cheillantes acrostica y otras especies de estos medios como los zapatitos de la virgen Sarcocapnos enneaphylla, con flores como zapatos de tacón o el dragoncillo Chaenorrhinum segoviensis. En el resto de rocas abundan los tés de roca Jasonia glutinosa y helechos como Ceterach officinarum o Asplenium trichomanes.

Zapatitos de la virgen y abajo un álamo temblón

       Los escasos sotos y el bosque galería son una auténtica joya por la madurez y compacidad de las formaciones boscosas, siendo dominante el aliso (Alnus glutinosa) y con dispersos, aunque a veces numerosos fresnos, álamos negros y olmos que en el entorno del monasterio de Bonaval, tienen grandes tallas. Escasamente se ven, más en los arroyos laterales, algún abedul (Betula pubescens), álamo temblón (Populus tremula) o avellanos (Corylus avellana) o el cada día más escaso tejo (Taxus baccata). Parte de esta euro-siberiana riqueza le viene o vino de aguas arriba, pues no hay que olvidar que en la cabecera del Jarama se encuentra el valioso hayedo de Montejo, donde incluso muy río abajo es posible encontrar ejemplares aislados de haya e incluso de roble albar (Quercus petraea).



       Como guinda del recorrido, las numerosas cuevas y cavidades de esta región caliza, algunas hasta hace poco aprovechadas para corrales o casillas, algunas como muestran sus cancelas a la entrada, deben guardar secretos no aptos para gente sin educación, ya sean formaciones de espeleotemas o quizás pinturas rupestres. Otras muestran las pruebas de que están en pleno estudio arqueológico, con catas bien trazadas y plásticos cubriendo los taludes. 

Cueva bien guardada

     Otra joya histórica del recorrido es el abandonado y en proceso (permanente) de reconstrucción, monasterio cisterciense de Bonaval en un enclave idílico, donde una numerosa comunidad religiosa fue autosuficiente durante centurias, explotando el campo con ganados, sus trigales, huertas y frutales, con su molino harinero y su labor evangélica. Igualmente existe un puente ya sin uso, tan fuerte y bien localizado que no ha sido burlado por el Jarama.

Puente del camino de Valdesotos a Puebla

       Todos estos pueblos viven ya en un relativo equilibrio entre el abandono por parte de sus jóvenes y el regreso de jubilados y disidentes/convivientes de Madrid o Guadalajara. Con un ligero repunte tras y durante la pandemia cuando algunos atrevidos pasaron meses de disfrute alejados de los rigores urbanos, aunque soportando las malas infraestructuras de comunicaciones, bien viarias o de tráfico de bits. En los veranos se triplica la población o más, pero los inviernos, incluso en fin de semana, son solo cuatro-cinco las casas habitadas. Algún detalle raro, no sé si práctico o triste, pero chocante, un pueblo con barrera para forasteros, el fantástico y fresco pueblo de Valdesotos, en un rincón paradisíaco, mitad serrano, mitad ribereño, en un rincón al que es difícil llegar, con una barrera de acceso al pueblo, con su aparcamiento para turistas previo a la cancela, dejando y perdón por el palabro, una visión distópica del mundo rural.

Abajo ramillas fructiferas de cornicabra colgadas de un olivo abandonado

       La verdad es que esta región ofrece muchas posibilidades de recuperación rural, pero supongo que las malas o ausentes infraestructuras de desarrollo, sería el lugar ideal para que aterrizaran esas subvenciones que ayudan, aunque también pervierten, a la economía de la zona, vía PAC o vía subvenciones turísticas mantienen a la aún demasiada escasa población local. Con las infraestructuras adecuadas se podría aprovechar más de lo que se hace o recuperar, actividades económicas como la producción oleícola, actualmente abandonada, los frutales (nogal, cerezo, etc.) o la extinta ganadería extensiva, algo que vendría muy bien para una ligera de unos montes bastante usurpados por las grandes repoblaciones que ahora peligran por la subida de las temperaturas.

Fotos anteriores al incendio que se cebó este año en estas mismas laderas

       Ha sido una pena comprobar, sobre lugares que ya admiraba previamente, los efectos del llamado incendio de Valdepeñas de la Sierra de este pasado verano que asoló las inmediatas laderas occidentales del Jarama, a lo largo de bastantes kilómetros río arriba, precisamente, en las cuestas formadas por los diferentes estratos cretácicos (dolomías, arcillas, margas, areniscas, arenas, etc.) que estaban cubierto por un monte sin domesticar de grandes quejigos y cientos de arbustos de todo tipo y pelaje. Hoy la mayoría de esas laderas solo muestran los negros esqueletos de lo que fueron unos montes dignos de admiración, mucho mejores y variados que los pinares de repoblación que les siguen hacia occidente, sobre pizarras.





1 comentario:

  1. Una precisión: la cárcava gigante de la que incluyes foto aérea es de Uceda, municipio donde también son frecuentes (las cárcavas), los quejigos menos de lo que debiera.
    ¡Salud!

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