sábado, 1 de junio de 2013

La parte más africana de la península


       Un viaje africano, paisajística y climáticamente hablando, no en vano desde aquí hay algo menos de 200km. del Oranesado argelino. Tras las últimas lluvias que han afectado casi todo el sureste en la última decena, pensaba que podría ver aún algo de primavera. Pero no ha sido así, unos cuantos días con temperaturas por encima de 30ºC que siguieron a la Semana Santa, pusieron el punto y final al sureste verde, cuando aquí, en el centro peninsular estamos a comienzos de una primavera que este año viene con retraso.
  

            Hace bastantes años me gustaba mucho ir por el cabo de Gata, un amigo en las afueras de San José y la belleza de playas y montes hicieron el resto, pero poco a poco he visto como se especulaba y se saturaba, vendiendo una imagen que empezaba a oler a postal antigua. Mi poco espíritu de botellón playero, de paseo marítimo a la sombra de cementos especulables, han hecho que las escasas veces que he viajado por nuestro Mediterráneo, haya ido buscando el polo opuesto a Benidorm. Cuesta, pero quedan aún rincones mal repartidos por toda la costa. Uno de esos rincones es la costa murciana desde el cabo de Palos a Almería. Gracias a la cercanía al mar de varias sierras, se han salvado varios tramos costeros que de otra manera figurarían en las ofertas de los tour-operadores europeos.


            Todo me recuerda mucho a cabo de Gata, pero es lógico porque estoy en la misma región biogeográfica, la provincia Murciano-Almeriense, la única región europea de clima árido y temperaturas africanas. A pesar de ser primeros de mayo, todo aparece ya pasado, aunque queden algunos arbustos por florecer, como muchas plantas termófilas, pero ya el paisaje ha cogido sus tonos amarillentos de verano. Geófitos y terófitos ya han cumplido su ciclo vital y no volverán a aparecer hasta el año que viene.


        Esta es una de las regiones europeas con mayor número de endemismos y muchas especies compartidas con el norte de África y áreas de próximo y medio oriente. En mi primer paseo cerca de los acantilados doy con uno de ellos, la planta europea que más se parece a un cactus, la suculenta Caralluma europea, que a veces se puede ver en macetas por su vistosa flor de piel de leopardo, ahora no tiene flor y por mucho que busqué, no volví a encontrar otro ejemplar, como también me ocurrió  hace años en el cabo de Gata
  
Los tallos de la Caralluma europea apenas se diferencia de las piedras de alrededor

               Los paisajes costeros por los que me muevo pertenecen a un piso bioclimático que me es completamente ajeno, estoy en el piso bioclimático Termomediterráneo inferior, de tal manera que en las zonas de solana y las más bajas estoy metido en el piso Inframediterráneo, que se caracterizaría por la práctica ausencia de heladas. Casi todo el centro peninsular estaría en el Mesomediterráneo, por esto a veces se le llama piso de meseta. A partir de aquí solo en las montañas y en alguna alta meseta aparece el piso Supramediterráneo, luego ya escasamente representado aparecería el piso Oromediterráneo que culminaría puntualmente en el Crioromediterráneo. Secuencia completa que en España solo podría verse en Almería, aunque el crioromediterráneo aparece de manera muy puntual en la Sierra Nevada almeriense.


            Geológicamente estamos en la Unidad Interna del macizo Bético-Rifeño (otra conexión africana más), formado al igual que las cumbres de Sierra Nevada, por rocas metamórficas de carácter ácido, esquistos en su mayoría con algunas pizarras, filitas y cuarcitas. Esta formación típica de las serretas costeras se complementa, con calizas hacia el interior y cuencas interiores margo-yesosas, lo que crea un mosaico vegetal tan variado como su litología. Pero esta riqueza geológica, a la que se une alguna muestra volcánica, también ha sido parte de su ancestral atractivo y perdición. La riqueza metalífera de todo el sureste dio lugar a ricas culturas neolíticas y posteriores conflictos por las conquistas de las antiguas potencias militares, como cartagineses primero y romanos después, que colapsaron el delicado equilibrio ecológico en una región en que la dureza climática dificulta enormemente la regeneración forestal.


La zamarrilla Teucrium lanigerum es una de las joyitas autóctonas de los tomillares del sureste

                     La antigua vegetación tuvo que ser un mosaico forestal variadísimo del cual sobreviven escasos encinares, coscojares y pinares, sin olvidar la gran superficie que debió ocupar el araar o sabina de Cartagena (Tetraclinis articulata), pero la actual vegetación dominante es, en el mejor de los casos, una arbusteda compuesta por cornicales (Periploca laevigata), albaidas (Anthyllis cytisoides), esparragueras (Asparagus albus, A. horridus), aulagas o rascamoños (Launaea arborescens), artos (Ziziphus lotus) y cambrones (Lycium intricatum), todo acompañado por ralos tomillares (Thymus hiemalis, Teucrium sp., Sideritis sp., etc.) y los omnipresentes espartales de (Stipa tenacissima) y albardín (Lygeum spartum).
  
Matorral variado de artos, artemisas, cambrones, escobas negras y espliego dentado

            En un paseo por el espartal, me llamaron la atención las perdices a las que veía diferentes, también vi cabañas en miniatura que tras encontrar una micro-cabaña para la jaula de una perdiz, comprendí que se trataba de puestos de caza con reclamo. Luego caí en la cuenta que las perdices "raras" bien podían ser perdices moras (Alectoris rufa) de cabeza más clara que nuestra patirroja.


Escondite para el reclamo de perdiz

            Esta vegetación al acercarse al mar se “saliniza” por los vientos marinos y se enriquece en acelguillas (Limonium sp.) e incluso por sosas (Hamada articulata Sarcocornia perennis). Los tomillares que crecen en los suelos más duros son muy ricos en especies endémicas, el dominante parece ser Thymus hiemalis, y con él aparecen varias especies de zamarrillas como el encarnado Teucrium lanigerum. Entre el tomillar abunda la alta acelguilla Limonium caesius, también de flores encarnadas, que llama la atención en los bordes de rocas hacia el agua marina, donde coincide con  Hamada articulata y casi se confunden sus hojas, siempre más delgadas las del Limonium, en una cierta convergencia evolutiva.
  
Hamada articulata en primer término y Limonium caesium de hojas relativamente parecidas

            Un día hicimos una inolvidable excursión a través de un tramo de costa rocosa salvaje, que en nuestro Mare Nostrum significa sin humanizar en demasía, pues aún son visibles restos de majadas, áreas mineras, pistas imposibles o ruinosos cuarteles anti-contrabandistas de los civiles que antaño serían fortines anti-berberiscos.
  
Viviendas trogloditas en una curiosa formación geológica que se presta a ello

        El camino empezaba con unas fuertes subidas y bajabas que unían escarpadas ramblas, alguna con un hilo de agua todavía, en esos lugares fue donde pude encontrar algo de vida arbórea: dispersos algarrobos amparados en el agua edáfica, al igual que algún pino carrasco y, en medio de un barranco un par de palmeras, seguro que la polémica palmera de rambla, la supuesta Phoenix iberica, una rústica palmera autóctona de flores y dátiles diferentes de los de P. canariensis y de P. dactylifera, las otras palmeras presentes en la península y en la que algunos investigadores del sureste han querido ver a la única palmera arbórea europea.


La cuestionada palmera Phoenix iberica, tiene dátiles iguales a los de excavaciones arqueológicas de hace más de 4000 años

            Solo en un par de lugares del camino pude ver a la única  palmera europea con "papeles", el palmito Chamaerops humilis, que aquí escasea debido a la extrema aridez, por eso lo vi solo en las ramblas. Al borde de las ramblas abundaban las floridas adelfas (Nerium oleander) y también localicé otra especie típica de esas ramblas, la retama loca del sureste, el bayón (Osyris lanceolta).
  
Rambla con adelfas, Osyris lanceolata, esparragueras blancas, espinos negros y escobas negras

            La aridez climática impide la vida arbórea en gran parte de estas comarcas. Esto, de rebote, consigue una explosión de la vida arbustiva cuyo desarrollo usualmente está limitada por la presencia de los árboles. Algunas de las especies que hay por aquí han evolucionado genéticamente sin tener que competir con los árboles y han dado formas más desarrolladas que aquellas especies originarias que sí tenían que competir con ellos y que por eso, ocupaban micro-hábitats inhabitables para los árboles.
  
Uno de los escasos palmitos de la zona casi en medio de una rambla

            Como he dicho al principio, pocos son los sitios que han sobrevivido a la explosión turístico-urbanística costera, pero a esto se le añadió hace pocos decenios la agricultura intensiva en invernaderos que ha ido arañando terrenos al monte, de tal manera que el contacto entre monte e invernaderos, suele ser una rampa vertical, del recorte de la escavadora a la montaña que, de paso, vierte esos materiales en las partes inferiores para igualar las pendientes.



           Este tipo de agricultura, aunque es muy productiva y aprovecha bien los escasos recursos hídricos, genera una enorme cantidad de residuos plásticos y está muy determinada por el uso y abuso de fertilizantes y químicos que contaminan las cada vez más escasas aguas subterráneas de esta región.


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