jueves, 28 de febrero de 2019

El Único Pinar Natural de Sierra Morena


      En Sierra Morena hay miles de nuevas hectáreas de pinares, la mayoría de piñoneros en el sur y el resto de resineros en zonas altas y umbrías. Pero realmente, de manera natural, aquí prácticamente no debería haber pinos, salvo unas escasas hectáreas del resinero Pinus pinaster en unas altas laderas de Sierra Madrona, en Navalmanzano. Sobre este pinar relicto va a tratar esta entrada.

Al fondo la Bañuela que con sus 1320m. es el pico culminante de toda Sierra Morena

 Esta entrada está dedicada al buen hacer de  Jesús Charco, un gran investigador de la flora (y fauna) nacional y norteafricana, que dedicó bastantes años a describir la situación y ecología de los últimos pinos autóctonos de Sierra Morena.


Grandes laderas rocosas protegen a estos pinos de los incendios

    Mucho se ha hablado de la naturalidad o no de los pinares ibéricos, yo tampoco me he podido resistir en varias ocasiones en este blog. Tengo mis ideas bastante claras al respecto y nadie me ha sacado de ellas, aunque en un tiempo, debido al tremendo exceso repoblador y, por qué no decirlo, destructor de una buena parte del monte español, no les guardaba mucho cariño que digamos y apoyaba a quienes opinaban que la gran mayoría de los pinares ibéricos estaban suplantando a los verdaderos bosques naturales, formados por especies frondosas o quercíneas.


Las repoblaciones de pinos llegan hasta los 900m, el resto son todo encinas, quejigos y robles

         Incluso aquellos beligerantes inicialmente con los pinares, como la escuela comandada por Salvador Rivas-Martínez, ha ido reconociendo paulatinamente y definiendo científicamente y con una buena dosis de datos y argumentos, las sucesivas asociaciones de vegetación capitaneadas por especies de pinos.

La polémica de los pinos sigue viva. Esta jornada fue desviada y reventada por la susceptibilidad de un ingeniero de montes, al respecto de unas repoblaciones y su mantenimiento frente a la colonización por tejos y otras autóctonas por encima del madrileño Hayedo de Montejo.

    Aun así, es posible encontrar “elementos” que todavía no se han puesto al día y siguen sin reconocer los excesos repobladores de antaño, despotricando y retoricando contra esta escuela, mostrando un desconocimiento total sobre el actual estado del conocimiento en esta materia, como quedó demostrado hace casi un año, en una jornada científica sobre Espacios Protegidos y repoblaciones forestales celebrada en la escuela de Ingenieros de Montes de Madrid, donde el catedrático Luis Gil reventó dicha convocatoria desde la propia mesa, dando un espectáculo lamentable a alumnos y asistentes.

Fuencaliente al fondo, es un pueblo casi más andaluz que ciudarrealeño, más allá, todo es Córdoba

         Los pinares ibéricos vivieron mejores tiempos en el pasado, en un clima más duro y más fresco que el actual, dada su buena adaptación a estas condiciones. Con la dulcificación del clima, el progreso de las demás especies arbóreas les fue recortando su terreno, lo que unido al uso del fuego “civilizador”, las guerras, los incendios forestales y la tala para uso y consumo humano les fue dando la puntilla; ni tan siquiera las medidas protectoras de gobernantes y autoridades pudieron remediarlo.

Las duras condiciones de estas cumbres hacen que puedan ser tumbados por los vientos

         Los pinares ibéricos han sufrido una suerte desigual y en muchos casos manipulada, tanto para lo bueno, como para su desaparición. La rectitud de sus fustes siempre les hizo preferibles como material de construcción y carpintería, lo que hizo que fuesen más demandados y talados que otros tipos de bosque, por el contrario, la facilidad de repoblación y su dureza para soportar las primeras fases vitales, les dio un protagonismo a todas luces excesivo en nuestros montes,  a mediados del siglo XX, tendencia más o menos corregida en las últimas décadas.

Pinos piñoneros en sus cotas de repoblación más altas, a unos 800m de altura

 Solo algunas especies están en expansión, principalmente el pino carrasco Pinus halepensis, el pino piñonero P. pinea y el resinero P. pinaster, ambos aprovechando su mayor velocidad de crecimiento y capacidad de dispersión. También un monte erosionado, excesivamente trabajado o removido y, en general, las situaciones de inestabilidad, hacen que el poder colonizador de los pinos, multiplique exponencialmente la capacidad expansiva de otras especies de árboles.

Ejemplar de buen porte, creciendo en grietas cuarcíticas

Otros pinares se encuentran en franco retroceso, el calentamiento climático está arrinconando a las especies más montañeras hacia cotas superiores, si es que pueden subir. Esto está ocurriendo claramente con el pirenaico pino “moro” Pinus uncinata, y con los Pinus sylvestris y P. nigra en todas las montañas ibéricas. Este calentamiento no solo los expulsa de las zonas más térmicas, también los debilita, abriendo la puerta a la llegada de plagas nefastas con ellos. Un triste ejemplo reciente es la debacle de los pinares repoblados con el pino de Monterrey Pinus radiata (P. insignis) en el País Vasco.

Farallón con el abrigo de las célebres pinturas rupestres de Peña Escrita

         Son muchos los que piensan que grandes regiones biogeográficas, como pueda ser la Luso-Extremadurense, que ocupa algo más del cuadrante suroeste ibérico, no poseen pinares naturales en esa gran extensión, pero como nos demostró recientemente Jesús en una excursión del X Congreso Nacional de Biogeografía celebrado en Ciudad Real el pasado año, esto no es así. Los pinares de Pinus pinaster llegaron a enseñorearse de grandes zonas cumbreñas, de esos cuarcíticos macizos de Sierra Morena y Montes de Toledo en una pasado no muy remoto, como también pueden atestiguar, la gran cantidad de (fito)topónimos dispersos por todos los montes de esta gran región.

Pinus pinaster de las cumbres de Navalmanzano

  Los últimos pinares Luso-Extremadurenses aún prosperan tímidamente en la sierra de Navalmanzano. Pinares ya mentados en escritos que señalaban los límites del obispado de Córdoba en la edad media. Muchos de ellos pinos cimeros, ocupando estaciones muy rocosas, en grietas y rincones, y otros, los más atrevidos, en situaciones de ladera, a veces protegidos por pedreras.

Muchos pinos son como éste, sin apenas futuro cuando ya no pueda prosperar en esa grieta rocosa

         Según nos contó Jesús Charco, la dinámica de los pinos en toda la región ha estado sujeta a la actividad humana, no tanto por su aprovechamiento forestal, sino por el manejo del fuego en toda esta homogénea región. El único aprovechamiento pasado del monte, quitando el ocasional cinegético, que hoy se ha impuesto totalmente, era el pastoreo de cabras y algo de apicultura.




     La pobreza era tal que hasta estos ásperos lugares tenía que venir la gente a buscarse el sustento. Para el manejo de pastos era crucial el uso del fuego, a partir del incendio el monte se abría y brotaba la hierba, pero con el paso de tres, cuatro años, ya se había cubierto de arbustos y se hacía necesario otro incendio. Así ha sucedido durante muchas generaciones y el pino solo ha podido soportarlo en las estaciones más rupestres.

Un par de pinos compartiendo la misma grieta rocosa

         Desde estos escabroso lugares, si se daban las condiciones, como ha ocurrido aquí, el pino llegaba a colonizar las inestables laderas de la vecindad de los lugares donde había permanecido acantonado tras los fuegos. Todo a la espera de que otro incendio los hiciese retroceder de nuevo. La historia de esta dinámica tan inestable y dañina ha ido eliminando los pinares de una sierra y otra hasta llegar al panorama actual, y mira que hay cientos y cientos de sierras por toda la región, todas, como ocurre en los relieves apalachenses, de alturas bastante uniformes, alcanzando el cordal principal de Montes de Toledo, entre los 1300 y los 1450, los de Sierra Morena, entre los 1100 y 1300, y la gran multitud de sierras intermedias entre ambas cordilleras, entre los 700 y 800m.


         En la actualidad y fruto de la fiebre repobladora de antaño, estas montañas pletóricas de quercíneas (encinas Quercus rotundifolia, quejigos Q. broteroi-faginea, robles Q. pyrenaica, alcornoques Q. suber, coscojas Q. coccifera e incluso el quejigo gaditano Q. canariensis) y un bosque mediterráneo tremendamente diverso en especies, fueron desplazadas en muchos lugares por repoblaciones de Pinus pinaster y con ello, paradójicamente, un mayor peligro para este bosquete relicto. Con las repoblaciones llegaron elementos que nunca habían existido aquí, aunque no contundentes, sí visibles y peligrosos: la procesionaria y las ardillas,  éstas últimas por reducir fuertemente con su consumo de piñones, el reclutamiento de nuevos ejemplares.

Bosque mixto de encinas, alcornoques y quejigos. Al fondo olivares y pinares de repoblación

         Pero uno de los mayores peligros, viene de la sobreabundancia de herbívoros campando por estas sierras que han visto, una vez casi desparecido el ganado doméstico, como sus efectivos no han parado de incrementarse durante años. Incluso ya contando desde siempre con la presencia de la cabra montés, muy retraídas y acantonadas en determinadas fincas cercanas (al parecer se está identificando actualmente como una subespecie nueva), el verdadero peligro son los venados, no tanto por su consumo de ramón, apenas visible, como por su querencia a ser desmochados y rotos de jóvenes para rascarse la cornamenta o para quitarse los pellejos de las cuernas.


          Poco a poco los pinares repoblados, en cotas bastante inferiores, se van naturalizando, es decir, dejando huecos y mezclándose con la vegetación de la zona. También trabajos silvícolas acometidos por la autoridad de uno de los mayores (150.000 has.) y más recientes Parques Naturales españoles, como es el Parque Natural de Alcudia y Sierra Madrona, tienden a suavizar y naturalizar esas grandes masas de pinares, al menos en las zonas cercanas a la carretera nacional N-420 de Puertollano a Montoro.

Arroyo con una pequeña aliseda

 Un parque muy poco dotado, pero con buenos profesionales que se multiplican para poder acometer esa inmensa carga de trabajo, en una región llena joyas naturales y grandes problemas, en el mejor monte mediterráneo peninsular. Me gusta mucho Cabañeros, pero el Parque Nacional del monte mediterráneo debería estar aquí. Sierra Madrona es muy especial y completa, no en vano, aquí están todavía reunidos la flor y nata del bosque mediterráneo, el lobo (por los pelos), el lince, la cabra montés, el águila real, la imperial, la perdicera, la cigüeña negra, el alimoche, el buitre negro, etc.


De camino hacia el pinar pudimos contemplar una de las mayores rarezas botánicas de Sierra Madrona, la especial planta carnívora Drosophyllum lusitanicum, una planta parecida a la drosera, de la que toma el nombre genérico, de largas hojas con gotillas pegajosas en su margen que cuando atrapan un insecto, se cierran en espiral sobre él.

La extraña planta carnívora Drosophyllum lusitanicum

  Pero lo verdaderamente sugerente de Sierra Morena, son sus impresionantes dimensiones, los kilómetros y kilómetros de cordales rocosos, los inmensos jarales, sus madroñales, sus bosquetes de quejigos en las umbrías y en la vecindad de los arroyos, las hiladas de altos alisos bordeando sus ríos, sus espesos robledales en alturas y umbrías, (los mayores de la mitad sur peninsular) y sus ásperos riscos, repetidos hasta la saciedad pero en multitud de formas diferentes, a veces estratigráficamente fileteados en vertical o en ocasiones cortados por profundas e inaccesibles hoces.


El hombre de estos campos
que incendia los pinares
y su despojo aguarda como botín de guerra
antaño hubo raído los negros encinares
talado los robustos robledos de la sierra

Hoy ve sus pobres hijos huyendo de sus lares
la tempestad llevarse los limos de la tierra
por los sagrados ríos hacia los anchos mares
y en páramos malditos trabaja, sufre y yerra

         Por Tierras de España. Antonio Machado
                        (dedicado a Boiro y más Extremoduros)

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