La Manchuela es el apéndice de
su hermana mayor La Mancha cuando ésta ya pasa, en sus confines orientales, cerca
y, principalmente, al otro lado del Júcar, hasta el otro gran río manchego-levantino
que es el salvaje Cabriel que marca el límite administrativo con la región
levantina. Su borde sur es el mismo Júcar y el límite norte, el paralelo entre
los dos grandes pantanos conquenses, el de Alarcón en el Júcar y el de
Contreras en el Cabriel. Es por ello que la entrada de hoy afecta tanto a la
parte albaceteña como a la valenciana y algo a la de Cuenca, donde el Júcar
aparece menos profundizado que el Cabriel, aunque las tornas se cambian en sus
respectivos tramos finales.
Los lugares más famosos de su
quebrada naturaleza, hasta hace poco fueron los famosos Cuchillos de Contreras por debajo del pantano y la venta de Contreras, aunque
parece que gracias a Mr. Google y otras promociones web sin control, ahora son las
Chorreras del Cabriel, lugar relativamente peligroso y delicado que está teniendo serios
problemas de masificación y de accidentes. La Mesopotamia manchega como algunos llaman a la Manchuela,
tiene cierta grandilocuencia publicitaria que no comparto y, menos aún en una
región, la de Castilla la Mancha, que tan poco valor parece dar al agua que no
sea para el regadío agrario.
En cuanto a protección el Júcar es una Zona Especial de
Conservación (ES4230016 Río Júcar sobre Alarcón) desde la ciudad de Cuenca
hasta el pantano de Alarcón, luego están las Hoces de Alarcón (ES4230006),
aunque lo verdaderamente amplio e interesante es lo que hay en su gran afluente
el Cabriel. Por un lado, a lo largo de 12 kilómetros aguas abajo del embalse de
Contreras, la Reserva Natural de las Hoces del Cabriel, pero en el lado valenciano y colindante, está el Parque
Natural del Río Cabriel que abarca todas las laderas de las mesas y mesetas, no tan llanas como la Manchuela, de Utiel-Requena.
Pero lo verdaderamente reseñable es la gran Reserva de la Biosfera
Valle del Cabriel, enorme espacio (incluso integra territorios del suroeste de
Teruel) que engloba en su seno estas figuras de protección anteriores y otras
muchas más como Monumentos Naturales, ZECs, ZEPAs, LIGs, la Reserva Natural o
Microrreservas y su clara continuidad con los Parques Naturales vecinos, en una
enorme zona natural necesaria, importante y crucial para garantizar la
continuidad ecológica ibérica en esa gran divisoria atlántico-mediterránea y
gran nudo orográfico norte-sur que viene a unir el Sistema Ibérico con las
cordilleras Subbéticas que ya conectan con las sierras andaluzas.
La ligeramente ondulada horizontalidad de la Manchuela, se pierde
claramente en sus nítidos bordes, salvo en su borde norte que va subiendo paulatinamente
en plano inclinado, de 700m en sus partes más bajas, hasta los 800-900m de media en
su parte norte. Esos bordes dan bruscamente a unas cuestas asurcadas por
numerosos valles y torrenteras que bajan al Júcar o al Cabriel, aunque a veces lo
hacen drásticamente, como en su extremo oriental, en la llanada de Ves hacia el
Júcar, con desniveles que en varios cientos de metros pueden pasar de los 900m
a los 400m del río, con paredones que a veces rondan los 200m de desnivel.
La geología es más variada de lo que a primera vista pudiera
juzgarse, incluso el mismo Júcar crea cañones diferentes, la mayoría labrados
sobre blancas calizas y margas pliocenas lacustres, algo bastante poco común a
nivel peninsular, con sus formaciones tableadas y con notoria erosión
diferencial entre fajas resaltadas frente a otras muy erosionadas y que
usualmente han dado lugar a cuevas aprovechadas por el hombre para corrales, casas,
almacenes, etcétera; quien no conozca Alcalá de Júcar o Jorquera, no sé a qué está
esperando, podrá admirar sus cuevas, hoces y castillos. Pero en su parte más cercana a la confluencia del Cabriel, ya se
trata de calizas mesozoicas, las ya más comunes calizas gris oscuro y
anaranjadas.
En contadas ocasiones aparecen estratos calizos en posición
totalmente vertical (hogback), como
los magníficos Cuchillos de Contreras, Lugar de Importancia Geológica y símbolo
del Parque natural. Como buenas tierras mesozoicas, también aparecen
formaciones triásicas del Bundsandstein, es decir arcillas y areniscas rojas, y
del Keuper, con margas, arcillas versicolores y yesos abigarrados y
cristalizados de tonalidades rojizas o grises, a menudo ricos en sales que han
sabido explotar sus habitantes a lo largo de los tiempos y que creo aún hoy
tendrían rentabilidad económica por su alta calidad. Este contexto litológico
también hace posible la existencia de fuentes o bien termales o bien medicinales
debido a su carga mineral, como en los baños de Fuentepodrida donde a pesar de
su nombre es difícil encontrar plazas para tomar las aguas.
Tantos barrancos y cañones llevan asociados una geomorfología de laderas tremendamente activas, no es raro pensar cuando se pasa por debajo de muchos farallones, en un posible desprendimiento sobre nuestras cabezas o la perdurabilidad de los aéreos y escasos caminos que recorren estos difíciles lugares. No en vano es fácil ver grandes derrumbes o tremendas y casi móviles pedreras por doquier, alguna incluso muestra signos de un pasado periglaciar, donde entre la acción del hielo, la solifluxión y la compactación por carbonatos de algunas pedreras, se formaron fajas solidificadas sobre otras algo más inestables en una formación muy poco común fuera de las altas montañas calizas como los llamados grezes litees o derrubios estratificados.
A pesar de lo avanzado del otoño, por aquí este año el agua apenas
ha llegado a regar estas tierras sedientas y creo que distribuyendo bien lo que
cayó aquí en una gota fría de mediados de verano, casi daría para aguantar un
año sin sobresaltos. Pero ese es un ideal del agricultor, aquí la lluvia
arrambla con todo cuando viene fuerte y eso se podía ver a las claras, sobre
todo en vallejos sobre materiales endebles, como en margas o yesos, con las
ramblas, como se llaman por aquí, al igual que en las zonas mediterráneas no
meseteñas. En la zona de Villatoya cayeron poco más de 70 litros el 25 de agosto
pasado y aún hoy se pueden ver los destrozos que las ramblas están muy
transformadas, con abundantes acumulaciones de piedras y árboles, vallados
tumbados, derrumbes bajo cantiles o con lugares con el cauce más incidido de lo
habitual, de hecho, en algunos saladares de fondo de valle, se había llevado
parte de la blanca y pétrea cobertera salina; igual ocurrió con los caminos
forestales casi destrozados (muchos ya arreglados con maquinaria), por lo que
se ve a las claras que conseguir una buena cubierta vegetal para contener o
luchar contra la erosión, debe ser prioritario en lugares como estos, con
atención prioritaria a la lucha contra el fuego.
Los bosques están mayoritariamente constituidos por pinares y
apenas hay rastros de algunas encinas entre ellos, obviamente se ha repoblado
mucho con estos pinos carrascos (Pinus
halepensis), pero la escasez de encinas es tan llamativa que parece que en
las solanas y en muchas más otras áreas, la verdadera potencialidad parece
decantarse más hacia los pinares que al teórico encinar que ya es algo más
abundante más al norte o en algunos enclaves rocosos en el seno de la llanada
de la Manchuela, a veces incluso en los vallejos del Júcar, en las zonas menos
abarrancadas, sobre margas y arenas, existen bosques mixtos de pinos piñoneros
(Pinus pinea) con encinas y a veces
con los otros pinos que tiene un aspecto verdaderamente natural, pero eso ya es
entrar en polémicas. Aunque lo que no admite discusión es la alta influencia
levantina de toda esta comarca, marcada por ese pino carrasco, pero más claramente aún, en su cortejo florístico acompañante.
Aquí el
contraste entre solanas y umbrías es enorme, aunque en las umbrías de estas
áreas tan bajas ya es muy difícil encontrar elementos norteños que sí aparecen
en cuanto nos acercamos al Sistema Ibérico, casi sin especies tan llamativas como
los arces (Acer monspessulanus y A.
opalus), guillomos (Amelanchier
ovalis) o serbales (Sorbus spp.)
y escasísimos quejigos (Quercus faginea);
aunque sí que lo hace alguna especie que requieren bastante frescor como pueda
ser el boj (Buxus sempervirens). Es
difícil olvidar que no estamos en una región montañosa, aunque sea una región
muy quebrada debido a los cañones y vallejos, fuera de estos desniveles es
difícil encontrar montes que superen en exceso la media de la llanura
dominante, destacando a lo sumo de 50 a 100m sobre ella.
En las umbrías de estos valles y cañones la vegetación apenas
contiene elementos caducifolios, aunque destaca poderosamente, por fin los
he visto por primera vez, la presencia de fresnos de flor (Fraxinus ornus) que en este otoño fuera de lo común apenas he visto un par de ejemplares virando su color del verde a uno
casi malva. Dentro de la protección de los cañones, se aleja el
clima mesetario y continental, entrando en otro mucho más húmedo (salvo las
solanas) y fresco, y aquí el dominio es como en todas aquellas zonas
mediterráneas más húmedas y algo más libres de heladas, es el de la vegetación
de tipo lauroide, con especies de hoja perenne, pero de apariencia fragante,
abundando madroños (Arbutus unedo),
durillos (Viburnum tinus), rubia (Rubia peregrina), olivilla (Phillyrea angustifolia), rusco (Ruscus aculeatus) pero aquí aderezado
con elementos termófilos como agracejos (Phillyrea
latifolia), zarzaparrillas (Smilax
aspera) o ya cerca del agua, las adelfas (Nerium oleander).
La vegetación dominante sigue siendo un pinar con una espesa
maquia de lentiscos (Pistacea lentiscus),
cornicabras (P. terebinthus), coscojas
(Quercus coccifera), sabinas moras (Juniperus phoenicea), espinos negros (Rhamnus lycioides), aladiernos (Rhamnus alaternus), enebros (Juniperus
oxycedrus), olivillas (Phillyrea
angustifolia), brugueras o brezos de invierno (Erica multiflora) ahora en plena floración y muy unido a una muy especial jarilla (Cistus creticus), madreselvas (Lonicera etrusca), esparragueras (Asparagus acutifolius), lechetreznas (Euphorbia characias), dedaleras (Digitalis obscura), etc. a la que, en
los pies de ladera y áreas con mayor humedad, se les unen, llegando a ser
dominantes a veces, esas especies lauroides antes reseñadas.
Muy al contrario, las solanas poseen una cobertura mucho menor, mostrando las tonalidades del suelo descarnado, usualmente entre espartales de arbustos heliófilos y esparto basto (Macrochloa tenacissima) en las partes medias y altas y de esparto fino o albardín (Lygeum spartum) al pie de las mismas y por supuesto, mucha aliaga (Genista scorpius), efedras (Ephedra fragilis), romero (Rosmarinus officinalis), romerina (Cistus clusii), bojas (Dorycnium pentaphyllum), espliegos (Lavandula latifolia), jarillas (Hallimium hirtum, H. marifolium, H. syriacum, H. violaceum, Fumana spp., etc.), tomillos (Thymus vulgaris) y zamarrillas (Teucrium spp.). La gramínea dominante en casi todos estos medios es el fenal de Brachypodium retusum.
Ya como elementos claramente diferenciales que nos recuerdan que
ya estamos metidos más que en una provincia manchega, en la levantina o la murciano-almeriense, aparecen algunas especies poco usuales como la albaida (Anthyllis cytisoides), un tomillo como
la levantina pebrella (Thymus piperella)
magnífico sazonador de comidas. También escasísima pues no veo que esté
descrita por la zona, el matagallo (Phlomis
purpurea) y otras como la jarilla Fumana
hispidula o la globularia de roca Globularia
repens, entre otras pocas.
En los suelos más deleznables, sobre margas, arcillas y yesos, con el añadido de las sales, aquí es donde sí que parece que estamos en la provincia murciano-almeriense, son suelos que una vez perdida sus buenas condiciones edáficas o de cubierta vegetal potencial, ya es muy difícil recuperar y muy fácil seguir perdiendo suelo y fertilidad y capacidad de retención de humedad. Esto ahora mismo es más visible que nunca, pues salvo el día fatídico de la gran tormenta, no ha llovido desde hace seis meses, desde finales de abril, algo que ya compartimos con los desiertos ibéricos del sureste. De hecho hay pequeñas áreas que hay más cobertura de líquenes que de flora vascular.
Aquí se extiende mucho el albardinal y puede constatarse como la vida
liquénica prácticamente supera a la de las plantas superiores. Aquí aparecen
algunos endemismos debido al aislamiento de estos sustratos salobres, como
ocurre con las acelguillas, con Limonium
cofrentanum o L. sucronicum, Fumana hispidula, Gypsophila struthium,
Launaea fragilis, Ononis fruticosa,
O. tridentata, etc.
La vegetación higrófila que acompaña a estos ríos también es sumamente interesante, pues se pierde la homogeneidad de todo el centro peninsular y entran especies más termófilas, tales como algunos árboles, caso de los almeces, por aquí llamados mermeces, que tienen unos portes majestuosos como patas de elefantes, a veces muy podados desde abajo, tienen un tronco pegado al suelo de unas proporciones totalmente inusuales, en esta época hay gente buscando setas de chopo en sus troncos.
También aparecen las adelfas (Nerium oleander) que llegan a formar
espesas cubiertas al abrirse los valles de los ríos, a veces se les mezclan,
aparte de chopos y sauces varios, los fresnos de flor, formando un conjunto
impresionante, a veces con lienzos colgantes o trepadores de la también térmica
zarzaparrilla (Smilax aspera), parras
(Vitys vinifera) o de las clemátides
(Clematis flammula), haciendo el
trasiego de ciertas partes del valle totalmente impracticable.
No queda ahí la cosa, en esto valles el papel de los farallones rocosos, las cuevas, los pináculos, es parte fundamental del paisaje y existe toda una vegetación que encuentran su nicho ecológico en ellos; ahí aparecen verdaderos especialistas, incluso plantas exclusivas que no podrían vivir en otro medio, otros, simplemente, están ahí refugiados para evitar el diente de los herbívoros, aunque podrían competir en las laderas empinadas con el resto de las especies. Herbívoros que he visto como ramoneaban a base de bien especies como los durillos (Viburnum tinus) o las coronillas de fraile (Globularia alypum). Aquí en estas paredes aparecen especies raras y bellas como el amarillo Hypericum ericoides, la azulada Globularia repens, Sarcocapnos ennehaphylla, el morado Trachellium caeruleum, ahora ya sin sus vistosos colores, aunque parece que han durado hasta bien entrado octubre. También el té de roca (Jasonia glutinosa), la jarilla (Fumana ericoides), la boca de dragón (Antirrhinum barrelieri) o las uñas de gato (Sedum sediforme y S. dasyphyllum).
Esta riqueza natural está siendo aprovechada por el turismo rural y nuevas formas de agricultura que van intentando recuperar parte de todo lo perdido tras décadas de abandono rural, una lacra que aquí tampoco puede dejar de verse y que a menudo clama al cielo, al ver esas casas y aldeas semi-derruidas en sitios magníficos junto a los ríos en vallejos en pleno monte.
Un monte relativamente bien cuidado, pero demasiado homogeneizado con
los pinares, casi todos de una misma edad y que tienen que cuidarse o más bien
mimarse con los malos tiempos que vienen con el cambio climático acelerando y
unos incendios forestales cada vez más duros que en parte de esta zona y más
aún hacia levante, han dejado laderas desertificadas donde el agua parece no querer
volver a asentarse y fluir en las numerosas fuentes. Incluso una excursión a la
afamada fuente del Almajal en Casas de Ves nos dejó tocados al ver que no
corría, fenómeno generalizado en casi todas las fuentes de Castilla la Mancha.
Mucha gente emigrada a Valencia está volviendo a estos pueblos, la
mayoría jubilados que tienen cariño a su tierra y ganas de tranquilidad, pero
también jóvenes que prefieren esto al ajetreo urbanita, aunque no se encuentran
con muchas posibilidades para realizar sus aspiraciones. La recuperación de
huertos cedidos por sus propietarios, está siendo una actividad agraria que
mantiene ocupados o en talleres de empleo a bastantes de los pocos jóvenes o no
tan jóvenes que por estas magníficas y duras tierras se mueven. Otros tantos se ganan los jornales que dan las viñas u otros cultivos, muchos de ellos los hijos que no emigraron de tanto agricultor semi-jubilado.
Es de Valencia de donde les viene mayoritariamente el turisteo, con buenas posibilidades de aprovechamiento todavía, y aunque el Mediterráneo no esté nada lejos, en estas secas tierras si tienen grandes llanuras de horizontes abiertos y limpios, montes para agotar a cualquiera, rincones para todos los gustos y unos ríos en un magnífico estado de salud, sobre todo el caudaloso Cabriel y un encañonado y pletórico Júcar más espectacular que en su cuna, la Serranía de Cuenca. Por qué vivir hacinados en ciudades o vacacionear en atestadas arenas ajenas, pudiendo disfrutar de lugares y rincones tan bellos y aprovechables en el interior de nuestra piel de toro.
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