La
Sagra es una región toledana, aunque compartida por el norte con Madrid. Los
límites geográficos son el río Guadarrama al oeste y el Tajo a sur y sureste; sus límites norte y este llegan al borde metropolitano madrileño, contactando con municipios como Parla, Pinto o Valdemoro. Lo que aúna esta región, son
los relieves poco marcados y los amplios valles y vaguadas, en un área muy seca (no llega a
los 400mm. anuales) y calurosa dadas sus bajas cotas altitudinales.
Litológicamente estamos en materiales del mioceno medio e inferior, éste último
reflejado en su abundancia de sales que a veces se mezclan con sus otras dos litologías principales, los yesos y las arcillas. Quizás las
áreas más occidentales, vecinas al río Guadarrama, las menos "sagreñas", se caracterizan por tener otra
litología, no menos deleznable, arenas y arcosas procedentes
de la sierra madrileña, de carácter más silíceo frente al dominio basófilo o
gipsícola del resto de la región.
Aspecto primaveral del aljezar, con atochar de esparto arriba y abajo el blanco lepidio de hoja estrecha
La
Sagra está vertebrada casi simétricamente en torno al arroyo Guatén, arroyo
aparentemente desmesurado en terrazas y formas erosivas para el escaso caudal
que acoge, pero es porque hace tiempo (geológico), el actual Manzanares trazaba su
curso por él llegando hasta el Tajo cerca de Toledo, hasta que fue capturado por un pequeño afluente del Jarama. Con el lado sur del Tajo, existe cierta simetría casi
en todo, respecto al valle del arroyo Cedrón (parte superior) o Melgar (parte
inferior del mismo) que drena una gran cuenca arcillo-limosa, con una geología y
clima, prácticamente idéntico al de la Sagra, mostrando una clara continuidad
ecológica con ella; zona también rica en buenos saladares (Villa sequilla,
Valdecarábanos o Dehesa de Monreal), incluso en mejor estado que los del norte del Tajo.
Una laguna-saladar del extremo noreste, ya en la Sagra madrileña
Generalizando, esta región se define espacial, ecológica y estructuralmente, por sus estratos geológicos. En gran parte, al norte y noreste, está el estrato superior con los únicos niveles de cierta dureza, como
pueden ser dolomías y sílex que marcan las cotas superiores de la comarca, con el monte isla de Magán y su fábrica de cemento en su base, destacando en toda el área suroeste y el cerro Batallones y aledaños al este; los estratos inferiores, comienzan una serie básicamente
arcillosa, con margas en algunos casos y materiales arcillosos poco comunes como
bentonitas o sepiolitas.
Más abajo comienzan las margas yesíferas y los yesos, para que finalmente, ya cerca del nivel de base del río Tajo, vuelvan a aparecer arcillas
oscuras. Es por la riqueza en arcillas que tradicionalmente, la mayoría de los ladrillos
madrileños, proceden de esta comarca.
Lomas redondeadas sobre estratos arcillosos, de los pocos lugares sin cultivar gracias a la caza
Taludes arcillosos cercanos al Tajo, hábitat del raro Aizoon hispnicum
La
Sagra es una de las regiones más humanizadas de la península, pues el estar situada
al sur de la capital española contribuyó poderosamente a ello desde los
primeros tiempos de la corte, incluso Cervantes conoció de la prosperidad y se
casó en Esquivias, ciudad, como otras localidades sagreñas, enriquecida por ser una buena despensa cerealista muy amplia y cercana a la capital madrileña.
Rodal de Ammi visnaga en el borde de un campo de cereales
Su
historial prehistórico es completo y posee, para desconocimiento general, el que
hasta ahora es el mayor yacimiento paleontológico europeo, el del cerro de
Batallones, aún a medio excavar y que en cualquier otro país contaría con un buen museo sobre sus grandes y numerosos hallazgos faunísticos. También y hasta que ardió en mayo de 2016,
como todo el mundo preveía, existió el mayor yacimiento de ruedas de desguace que ha
habido en España, el de Seseña en el Quiñón.
A pesar de cierto progreso mal entendido, la Sagra sigue conservando rincones de alto valor natural
Ecológicamente,
esta región está muy tocada, la expansión urbanística descontralada de la
metrópoli madrileña, la industria de ladrillos y cerámicas, una casi
pantacruélica red de autovías, peajes incluídos (aún en desarrollo) y la sobre-explotación
agrícola que no deja de rebañar retazos al monte o a los arroyos, han dejado un
paisaje humanizado bastante desolador. Dada la agresividad agrícola, paradójicamente, son los espacios en barbecho especulativo, las canteras abandonadas o las fincas reservadas para futuros desarrollos o infraestructuras, los que han ido recuperando sus antiguos valores naturales.
Tendidos eléctricos, autopistas y autovías, el AVE, la minería y una agricultura industrializada, afean los campos de la Sagra
Incluso, en las escasas áreas montuosas, se
impusieron en los 60’ monocultivos de pino carrasco que han dejado, en los pocos sitios donde prosperaron, unos montes
verdes por fuera, pero vacíos y negros por dentro. Aún así todavía queda una
gama paisajística interesante, que va desde los escasos retazos de encinar
manchego a los olivares, pastizales, juncales y saladares de interior.
Es ahí donde
radica la riqueza de la Sagra, en una vegetación adaptada a una litología tan
poco común como puedan ser su litología más especial, las sepiolitas, las
arcillas, las margas yesíferas o las sales.
En las mesetas y sus peanas, de materiales más duros, se asientan olivares, pinares y restos de encinares
Llama la atención la abundancia de alcachofas silvestres en los materiales arcillosos
Incluso, muy dificil de ver, aún se puede encontrar, abajo, la rarísima Cynara tourneforii
El
espacio cultivado ocupa la práctica totalidad de las áreas arcillosas que son,
sin duda, las más ricas y retienen más el agua, al menos para el cereal, pues
al secarse se agrietan en bloques que cortan las raíces al retranquearse, soportando tras ello una
aireación que reseca aún más el terreno. Esto lleva a que las numerosas
adaptaciones de las plantas termófilas a esta sequía añadida, acaben triunfando
sobre plantas menos adaptadas.
El cardillo de las arcillas, Scolymus maculatus, muy diferente del también comestible Scolymus hispanicus
Por todo lo anterior, es por lo que
hasta aquí pueden llegar especies de carácter sureño, a parte de las adaptadas
a la compacidad de estos suelos pesados. Plantas poco comunes e interesantes de
estos medios son: Amni visnaga, Cynomorium coccinum, Cirsium echinatum, Crepis alpina, Cynara
cardunculus, C. tournefortii, Echinops strigosus, Kickxia lanigera, Malvella
sherardiana, Ononis biflora, O. spinosa, Scolymus maculatus, Silene muscipula,
etc. En los taludes arcillo-yesíferos destacan los endemismos Astragalus scorpioides, Rochelia disperma,
Trigonella spp., etc. y si existe alguna influencia salina, en los
rincones más térmicos y protegidos de la Sagra puede subsistir el aquí escasísimo Aizoon hispanicum. o
El escaso Astragalus scorpioides puede hallarse en taludes arcillosos de la Sagra
Este año las Herniaria spp. abundan al pie de los taludes yeso-arcillosos
La belleza de cardos y cardillos desdice su fama de malas hierbas, arriba Echinops strigosus y abajo Cirsium echinatum
Las
lomas sin cultivar y pedregosas (dolomías, calizas o sílex), están cubiertas de
unos variados tomillares y efedrales, con tomillos, astrágalos, salvias (S. argentea, S. verbenaca), linos (Linum suffruticosum,
L. austriacum, L. strictum), coronillas (Hippocrepis commutata), zamarrillas (Teucrium
gnaphalodes, T. capitatum), jarillas (Helianthemum angustatum, H. asperum, etc.), lastones (Stipa spp., Avenula spp.,
etc.) con alguna especie poco común, como Silene otites e incluso, al sur del Tajo, la
muy térmica Fagonia cretica.
Aljezares con espartal, con albardinales a sus pies
En los yesos las
lomas aparecen blanquecinas y con poca cobertura. Aquí
aparecen todas las especies clásicas del “aljezar”, los jabunales de Gypsophila
struthium, los espartales en la lomas con menos suelo y al pie de los cerros y
fondos de valle las espartinas o albardinales de Lygeum spartum; con algo más de humedad y
finos que la retenga, aparecen los bolinares de Artemisia herba-alba y los
tomillares saperos de Frankenia thymifolia que ya en los fondos de valle se
enriquecen en acelguillas saladas Limonium spp. y no muy alejados de las
escorrentías de fondo de valle, el verdadero protagonista de esta región y, a
mi juicio, sin duda, quién ha dado nombre a toda la comarca, los grandes y
blancos matorrales de Atriplex halimus, la "osagra", ahora en retroceso como también albardinales y limoniares.
El otro protagonista del paisaje sagreño, también blanquecino, es el calamino o sisallo, la Salsola
vermiculata un arbusto que daba sustento a las ovejas de estos campos y buenas cualidades nutritivas a su leche. Ovejas hoy en extinción, como si de un raro endemismo
más se tratara.
Osagras a la derecha y las floridas Lavatera triloba a la izquierda, planta en la que vive el escarabajo avispa Plagionotus marcorum
En los fondos de valle se instala la osagra, centro, y en las bajas laderas el calamino, en primer término
Las
áreas salinas ocupan las áreas inferiores y de peor drenaje, es decir las
de nulo interés agrario, pero no sé qué tipo de perversión existe en las
ayudas agrícolas de la P.A.C. que salvo en áreas demasiado saladas o de interés
cinegético, estos saladares o salobrales, han experimentado
un dramático descenso en su superficie.
Saladar con Juncus maritimus y Sarcocornia carinata en tonos rojizos
Aquí aparece
todo un elenco de plantas adaptadas a luchar contra el suelo para conseguir su
agua y no perderla. Prácticamente están todas las especies típicas, incluso
llegan Arthrocnemum macrostachyum, Sarcocornia carinata y muy
puntual y rara, al sur del Tajo, Camphorosma monspeliaca. Un elenco de plantas
amantes de la sal que viene a reunir en su localidad peninsular más occidental, una serie de plantas dispersas por saladares del Ebro, de la Mancha y costeros.
Aunque
en esta región tan seca y con esa litología tan propicia, también aparecen
humedales menos salinos, tampoco dulceacuícolas, pero con una buena
representación de plantas que toleran con mayor dificultad la salinidad que muestran pastizales, ahora en desaparición y hasta hace poco bien aprovechados por el ganado que no son ni la
sombra de lo que en tiempos fueron; donde en paralelo al arroyo Guatén, corría una
de las mayores cañadas que cruzan el interior peninsular de norte a sur,
aprovechando los buenos pastizales de las arcillas en tiempos de mudanza
ganadera y estos pastos y arbustos medio salinos.
Pastizal salino y praderas juncales al fondo
Estos pastos son
casi saladares, con buenos juncales y calveros en los que aparecen especies salobres
como Aeluropus littoralis, Salsola soda, Spergularia media, etc. y en las praderas juncales Lotus
glaber, Tetragonolobus maritimus y el bellísimo lirio Chamaeiris
reichenbachiana, antiguo Iris spuria.
La
superficie de saladares a uno y otro lado del Tajo, tanto en la comunidad de
Madrid como en la de Castilla la Mancha, tienen tal entidad e interés que
deberían estar estrictamente protegidos como Parque Natural o Nacional, no una
o varias microrreservas como existen hasta ahora en la parte manchega (Saladares de
Valdecarábanos y Villasequilla; Salobral de Ocaña), sino que debería hacerse extensiva su
protección a los saladares de Aranjuez (Regajal, mar de Ontígola y Carrizal de
Villamejor) y por supuesto a todos aquellos que existen al norte del Tajo,
desde los cercanos al río, a los más cercanos al área metropolitana madrileña.
Preciosa lección de botánica.
ResponderEliminarGracias Enrique y a ti Darío por hacérnosla llegar