viernes, 1 de julio de 2016

Los Montes de Toledo



  Hablar de Montes de Toledo en una entrada del blog aparte de pretencioso es inabarcable, por ello valga este esbozo con la excusa de una reunión botánica en la que participé los últimos días de mayo.


De entrada hay que matizar el nombre y situarnos debidamente. Como ya he dicho otras veces, no me gustan los nombres de personas o de ciudades para seres vivos o lugares geográficos. Los Montes de Toledo en sí, debieran nombrar la parte toledana-ciudadrealeña del gran conjunto montuoso, más que montañoso, que separa las cuencas del Tajo y del Guadiana. Su nombre más apropiado debería ser el de Sistema Oretano, por coincidir muy “a grosso modo” con el antiguo territorio prerromano de los Oretanos, aunque los extremos norte y este, fueran Carpetanos.

Arces en rincones especialemente rocosos

Todo el Sistema Oretano (San Mamede, San Pedro, Montánchez, Villuercas y Montes de Toledo), goza de una gran uniformidad geológica, desde la frontera portuguesa hasta internase en la llanura manchega. Se trata de materiales paleozoicos, cámbricos y ordovícicos, con buenos estratos plegados y verticalizados de cuarcita armoricana que constituyen el armazón estructural de todos los relieves elevados.

Encina creciendo en una repisa de un risco cimero de cuarcita armoricana

Estamos hablando de un sistema montañoso muy antiguo y poligénico. Formado inicialmente en la orogenia Hercínica fue posteriormente reducido a una penillanura durante el mesozoico, pero a comienzos del mioceno, con los empujes de la orogenia alpina, esta región fue levantada de nuevo y ríos y agentes erosivos actuaron sobre esos materiales erosionándolos diferencialmente.


Arriba las duras áreas cuarcíticas, abajo la  erosión ataca a las blandas pizarras azules de Navas de Estena

     Esta erosión actuó vaciando en mayor grado los materiales más blandos (pizarras, areniscas, etc.) para así dejar en relieve los más duros (cuarcitas) que como partían de una situación inicial homogénea, hoy presentan sus relieves culminantes a unas alturas muy similares, creando un paisaje que fue definido como el “mar de cumbres”, algo muy característico de este tipo de relieve plegado denominado Apalachense.

Cubierta vegetal continua de cima a fondo de valle

Aunque para muchos, de los pocos que las conocen, estas montañas no son ni destacables ni interesantes, la realidad es no es así y que territorialmente abarcan una enorme superficie debido a la cantidad de estribaciones, que principalmente por el sur, acompañan a sus áreas más elevadas.


Pista de gusano gigante sobre las rocas y abajo, "ripple marks" de una antigua playa

      Prácticamente, por el oeste de Ciudad Real, se puede decir que no hay solución de continuidad entre Montes de Toledo y Sierra Morena, lo que se hace extensible tanto al oeste hacia Cáceres, donde Las Villuercas son el verdadero techo de la Cordillera Oretana con sus 1601m., como al noreste de Badajoz.

Entre rocas y robledales, donde menos se espera, salta la liebre

La geomorfología de estos montes, magistralmente desvelada por el profesor Julio Muñoz Jiménez, es muy característica y también, por su mismo origen, aplicable a Sierra Morena y montes extremeños, incluído los extremos occidentales del Sistema Central (Peña de Francia, Gata y Malcata). Las líneas de cumbres siempre rematadas por cordales cuarcíticos de la blanquecina cuarcita armoricana. En cotas menores son muy numerosas hiladas de cuarcitas rojas del Tremadoc que conforman la roca más típica y abundante de todos estos montes.

El saltamontes ha imitado el color  de las cuarcitas rojas, lo mismo han hecho las víboras, como nos contó Gilfer, 

Al pie de los cuerdas, con farallón o no, son muy abundantes las típicas pedrizas o casqueras, lugares tan removidos en épocas frías y con tan poco suelo, que aún no han podido ser totalmente colonizados por la vegetación. Al pie de los montes y muy a menudo puestos en resalte por la erosión de ríos y arroyos aparece una rojiza llanura mezcla de bloques pequeños y finos, producida por la arroyada difusa en épocas de potente acción torrencial, es la “raña”, vocablo geológico local que se ha extendido a nivel internacional.



Estos montes son una de las regiones más agrestes y en mejor estado de conservación de toda la península, de hecho fue de los últimos lugares en que perduró el “maquis”. La ausencia de recursos naturales de importancia, en minería, agricultura o ganadería, unido a la escasez de aguas veraniegas y la dificultad de comunicaciones, ha conducido a que esta región sea también una de las más pobres y despobladas. Que uno de los pocos recursos, por no decir el único, hayan sido los cotos de caza mayor en grandes latifundios, ya desde siglos atrás, ha logrado mantener hasta nuestros días una naturaleza que en otras regiones desapareció hace muchas décadas.

Monte mediterráneo en buen estado en las fincas de Cabañeros

Estos latifundios han sido, cuando en su mayor parte no consorciaron con el ICONA la plantación de pinares, la salvaguarda de una vegetación y fauna genuinamente mediterránea, eso hay que agradecerles, aunque siempre haya significado la prohibición del uso y disfrute público de esas maravillas naturales que encerraban. Baste la triste comparación en biodiversidad entre la pobreza de los Montes Públicos y la riqueza de los latifundios privados.



      Pero hoy en día, a pesar de que no están pensadas para ganar dinero, sino para “representar una alta posición social” y deslumbrar a los invitados a las cacerías, se están convirtiendo, por el afán crematístico que se ha impuesto en nuestra actual sociedad, en fábricas de trofeos, lo que implica que el ganado cinegético tiene prioridad absoluta sobre la conservación.

Brezos esculpidos por el diente de los sobre-abundantes venados

El lobo desapareció a finales de los 60’, animal que debería volver sin duda, incluso para mejorar la raza de esos venados, ciervos y jabalíes (también cabras montesas y muflones); el lince a principios de los 90’. No hace falta mucho, solo fijarse en el estado de la vegetación (madroños, brezos, los escasos mirtos, etc.) y ver como están sobre-ramoneados y sin regeneración, para comprender que en el 90% de las fincas se ha excedido con creces, la capacidad de carga de este moderno ganado. Eso por no hablar de las escasas localidades con vegetación relicta de abedules, acebos o tejos, donde, entre la sequía y el ramoneo, van camino de una rápida extinción.

Rincón atlántico con tejos, abedules, etc

La reunión, bajo el nombre de Campamenta Geobotánica, congregó a un buen número de profesores universitarios relacionados con esta disciplina, alumnos y algún aficionado como yo.


Foto de cumbre en el Rocigalgo

     Todo magníficamente organizado por los botánicos de la Facultad de Ciencias Ambientales de Toledo de la UCLM, gracias Rosa, Pilar, Federico y Santiago. Contamos también con la inestimable ayuda de Gil Fernando Giménez "Gilfer", trabajador del Parque y sin duda, el mejor conocedor de toda la flora (mayor y menor) de Cabañeros.

Estratos cuarcíticos cortados en el Boquerón del Estena

El primer día subimos a la cumbre de Montes de Toledo, el Rocigalgo de 1447m. aunque en la región hay bastantes cumbres que superan los 1400m, como el Corral de Cantos, el Vicente, el Peñafiel, etc. Un espectáculo montuoso interminable, lleno de vallejos, lomas, pedrizas, riscos acastillados y el bosque, que aún puede vivir en estas cotas moderadas, adaptado a la tremenda dureza de suelos rocosos y vientos.


Suelo verlo en bonales y nacederos, me sorprendío ver aquí el Anthericum baeticum; más común fue el parecido Ornithogalum bourgaeanum (abajo)


     La vegetación es la propia de la subprovincia Luso-Extremadurense, sector Toledano-Tagano y distrito Montitoledano. En la excursión de hoy quizás algo monótona, dado que tras mucho todo-terrenear, llegamos a los 1300m y estuvimos todo el día a estas alturas, por caminos de los cordales para culminar en dicho pico y volver.

Al fondo el Carocho Rocigalgo, pico culminante de los Montes de Toledo

       La vegetación solo muestra pequeñas interrupciones en su naturalidad en alguna baja ladera, donde hace años el extinto ICONA repobló de pinares algunos de estos montes de quercíneas, dominados a partir de los 800m por el roble melojo (Quercus pyrenaica), con abundancia de alcornoques en cotas bajas y medias, con algo de humedad y de encinas en cotas menores y sobre litosuelos, a todas las alturas por debajo de los 1300m.

Un tejo en una amplia vaguada entre vegetación mediterránea

          El bosque es más variado de lo que parece, al menos en los lugares menos cargados de caza mayor, hay bastante serbal y no es difícil, en situaciones propicias encontrar arces, acebos y algún tejo. En unas rocas encontré incluso un maillo, un manzano silvestre.

Maillo o manzano silvestre Malus sylvestris en un rincón inaccesible a la fauna cinegética

    Por estas cimas el bosque, el robledal, queda enanizado y retorcido, por las condiciones climáticas y por lo rocoso del terreno. En lo arbustivo estamos en el terreno de las ericáceas, abundan los brezos blancos algo más que los rojos, y entre sus claros aparece el nano-brezal del rojo Erica umbellata.

La flor de la carquesa entre el rojo chillón del nano-brezo Erica umbellata

      Pero entre este mundo del brezo, destaca poderosamente el amarillo de la carquesa Genista tridentata, y no hace mucho, antes de la saturación venatoria de todos estos montes, estas cimas se teñían del amarillo de genistas floridas y cinéreas, codesos Adenocarpus argyrophyllus y cambrones Echinospartum ibericum, hoy reducidos a su mínima expresión.

Adenocarpus argyrophyllus protegido por una malla metálica en plena floración

Buscando estas últimas especies vimos una malla metálica sobre un roquerío cimero, al que por curiosidad subí para echarle un ojo, y para mi sorpresa, ahí estaban los amarillos codesos. Como nos contó Gilfer, hace varios años quedaban tan pocos y gustaban tanto a la caza que se les ocurrió ponerles encima un mallazo de encofrado para protegerlos.

A la vuelta de estos riscos está, en una finca "super" privada, la última población de Echinospartum ibericum

      Parece que la medida ha dado resultada y a partir de esos pocos ejemplares, ya están colonizando por fuera del enrejado. Otro asunto es el del cambrón que dentro de una gran finca privada cuya propiedad no tolera el paso de nadie, (así es este Parque Nacional) deben mantenerse bregando con venados y corzos, esos últimos ejemplares en unos riscos cercanos.

Pistas kilométricas de acceso a los valles interiores de Cabañeros

Al día siguiente fuimos a ver uno de los abedulares del interior del parque, a pesar de la previsión de lluvia. El lugar y el acercamiento al mismo era impresionante. Un casi bosque de madroños tapizaba las partes altas de las laderas, para ser sustituído ladera abajo por alcornoques y luego, más abajo y cerca de los arroyos, por quejigos portugueses y robles.



     En los bordes del arroyo, tapizado de brezos, donde abundaba el menos común Erica lusitanica, veíamos al principio escasos abedules, cubiertos de líquenes que apenas dejaban ver sus blancas cortezas, pero luego abundaban por momentos.


Gran parte del curso del arroyo se encontraba aparatosamente adornado con jaulas tubulares que protegían a los retoños de abedul de los venados. Había tramos en que apenas se veía vida vegetal fresca y en esos protectores la yerba era abundante y luchaba por salir de la jaula. Se veían ejemplares añosos del serbal Sorbus torminalis, peonías y especies propias del bosque húmedo.


Un gran ejemplar del serbal  Sorbus torminalis en medio del melojar

Pero había algo raro en el arroyo y era la ausencia de su vegetación herbácea característica lo que lo hacía raro. Eran más que apreciables las secas macollas de las Molinia caerulea, todos nos preguntábamos que habría pasado, algunas se podían mover con el pie, otras parecía como si aún no hubiesen brotado.


Muestra de la humedad reinante en el abedular es esta cría de salamandra

     Al parecer todo viene por la extrema dureza del pasado verano y primavera. La primavera fue una de las más secas de los últimos 20 años, y el verano batió efemérides de calor en la provincia. Entre la climatología y la presión de los hambrientos venados, el resultado ha sido la casi total desaparición de la vegetación herbácea de estas vaguadas higro-turbosas.

Gilfer comprobando el estado catatónico de las macollas de Molinia caerulea entre abedules enjaulados

Tras algunas explicaciones botánicas, bioclimáticas, biogeográficas y biográficas que nos dio Salvador Rivas-Martínez, iniciamos una costosa marcha hasta el momento del tentempié, en medio del cual, tras el aviso de un par de truenos, se abrieron los cielos y tuvimos que salir de allí más anfibios que humanos. Hasta el arroyo se iba creciendo por momentos.

Salvador Rivas-Martínez explicándonos la vegetación en medio de un chaparrón inicial

Volvimos a secarnos y, tras reponernos, decidimos visitar el Boquerón del Estena, el lugar más espectacular del Parque. Fue un acierto porque se encontraba en un momento de mágica limpieza tras el chaparrón y en su esplendor primaveral. Los pasos y salidas de valles en esta región se llaman bocas, y cuando una boca se encañona y se hace “hoz” aquí lo llaman boquerón.


Una ventana forestal sobre el Boquerón del Estena

        El Boquerón del Estena es una clásica ruta de peregrinaje de geológos y sus estudiantes, lo que unido a la búsqueda de fósiles en las cercanas pizarras azules de Navas de Estena, hace de esta una de las mejores excursiones geológicas: relieve apalachense, trilobites, crucianas, ventanas geológicas, huellas de gusanos gigantes, etc.


Imposible enumerar la cantidad y variedad de especies vegetales, quizás las más curiosas, las más raras de imaginar por aquí. En lo arbóreo, una de las mejores concentraciones de tejos, los únicos de Ciudad Real. En una sola hectárea es posible ver juntos: tejos, abedules, acebos, fresnos, sauces, quejigos y encinas. La vegetación rupícola abundaba en los numerosos cortados, bocas de dragón, Jasione tomentosa, Digitalis purpurea subsp. toletana, Sedum varios, etc.

Allim scorzonerifolium poco corriente por estos montes (arriba) y A. massaessylum,característico de los robledales oretanos (abajo)


En un rezumadero que bajaba del monte nos sorprendió la abundante presencia de ajos, no el típico de estos robledales (Allium massaessylum), sino del vistoso Allium scorzonerifolium. Estos florecían al lado de la bella y térmica, Clematis campanifloraaún sin flores junto a un macizo de gladiolos. Junto al río, era posible ver, lejos de su típico lugar cimero, a las grandes escobas de Genista florida junto a algún tejo y vegetación fluvial de grandes fresnos y sauces (Salix atrocinerea y S. salvifolia).

Fuera de lugar, unos rodales de la gran Euphorbia characias a la salida del Boquerón

A la mañana siguiente, besos, despedidas y enhorabuenas por la organización, algunos dimos una vuelta más. Yo al principio con Daniel, a buscar algunos Sedum interesantes y luego a parar al risco de las Paradas, que se encontraba en nubosos momentos previos a la lluvia, lo que hacía bastante normal, la poco común presencia de especies atlánticas en estas sierras.


Sedum andegavense, necesita poca agua, pero hay agua rezumante hay S. arenarium y S. pedicellatum toma la retenida por musgos y algas.

     De ahí bajé a las pizarras azules de Navas de Estena, en un momento de fin primaveral, para ver los contrastes que ofrecen los colores de la rocas y los de la vegetación.

La poco común, en Ciudad Real, Linaria saxatilis sobre el cascajo de pizarras azuules

Un día magnífico en una región imponente donde la impresionante orografía y los vallados ponen límites a las enormes ganas de recorrer sus montes y gargantas, que seguro que reservan aún, a pesar de estas alturas de partido, numerosas sorpresas. Como sorpresas fueron los hallazgos hace un par de décadas, de frondosos bosquecillos de abedules o nuevas localidades con loreras o el Thymus villosus susbsp. velascoi, y así un largo etcétera. 



      Aquí existen lugares escondidos con masas de grandes narcisos, como en la Cantábrica, rodales de sellos de Salomón, como en pocos sitios, laderas cubiertas de primaveras bajo los robles, sorpresas escondidas, en muchos casos solo aptas para la privada posesión de unos pocos. Un Parque Nacional cuya mitar es propiedad particular que yo uniría a "mi" deseado Parque Nacional del Guadiana por medio del río Bullaque y sus serratas.



     Si en Sierra Morena están los grandes latifundios de nobles y toreros, en Toledo están las de los banqueros y los grandes arribistas. Menos mal que aún hay sitio para el disfrute y que algunos de sus propietarios todavía tienen la cada vez más escasa “sensibilidad medioambiental”. Si solo los cuidamos entre todos, mínimamente,  nos queda campo y Montes de Toledo para muchas generaciones



4 comentarios:

  1. Interesantísima entrada de uno de las zonas naturales que más me llaman la atención. Lo que habría dado por apuntarme a esa reunión botánica. Un saludo y enhorabuena por tu fantástico blog.
    Miguel dC

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  2. Interesante reportaje el que nos muestras sobre una de las zonas geográficas más interesante de La Península Ibérica. Como bien dices, es una zona muy extensa, que siempre ha estado muy poco poblada, pero si ha estado durante siglos explotada o muy explotada... De estos montes han salido las mejores cepas de brezo del mundo para la fabricación de pipas italianas; muchísimos troncos de tejos, robles, quejigos... para la fabricación de muebles; y miles y miles de arrobas de leñas y carbón para calentar Toledo y Madrid. La ganadería también ha sido muy abundante y también se ha comido lo suyo... En la actualidad, en ciertas zonas, valles, pedreras, se localizan importantes manchas mixtas muy considerables, importantes y relícticas; árboles de considerables tallas sin tasar, que se salvaron por su situación... Pero también nos encontramos con inmensas zonas en las que sólo hay jaras con algunos árboles dispersos, en las que antes abundaban los conejos y ahora apenas se ve uno, siendo los reyes de estos lugares el jabalí y el ciervo. O manchas importantes y muy consederables, formadas por encinas, alcornoques y quejigos centenarios, que se están muriendo de sed, de sobreexplotación durante siglos, y ahora le echan la culpa a "la seca" o al cerambix (el cólico miserere de los bosques ibéricos)... En definitiva, unos montes con mucha historia que tienen que contar, que enseñar... Y mucho que mostrar. Y cuando me refiero a mostrar, me refiero a esas manchas forestales importantes y a esos árboles monumentales. Los extensos jarales con árboles dispersos, que siempre se muestran para representar a Los Montes de Toledo, sólo representan a los que van de caza.

    Un saludo Enrique.

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  3. Adjunto el comentario que me ha mandado Gilfer:

    Los últimos lobos de los Montes de Toledo Castellano-manchegos se mataron 1 enfrente de Gargantilla (creo que en Piedras Picadas, cerca de los abedulares donde estuvimos) y otro en la zona oriental, en la década de los 70. Posiblemente (oí decir hace tiempo, pero sin asegurarlo) otro de los 80 en la zona de Anchuras pero sin saber cual era su procedencia.
    En cuanto al Uso Público del P.N. decirte que un 46% es privado y los dueños no están por la labor, cosa que me parece absolutamente normal.
    Cierto es lo de los latifundios y la pésima gestión cinegética, pero fácil es de entender porque los buitres negros, águilas imperiales, cigüeñas negras, etc, no crían en Montes públicos y si en fincas privadas y Espacios nat. proteg., de echo si no fuera así, seguro estos 3 estarían extinguidos. Hay que dar caña a los cotos por ser tan herméticos y su gestión, pero también es justo hacerlo con el 99% de las personas de este país por lo nada respetuosos que son con el medio natural o simplemente por no saber desenvolverse en él. Tu debes de saber también e incluso lo fácil que es hacer daño sin darte cuenta en estos ecosistemas tan sensibles, sumada a la orografía del terreno de la mayoría de las zonas montuosas del occidente ibérico por su relativa facilidad en la accesibilidad (nidos, fósiles, etc.). Tu cuando sales al campo vas con gente que es respetuosa o vas sólo, pero no teneis nada que ver con el resto de la gente. Si trabajaras con tanta variedad de personas como yo o con las que me cruzo en las rutas seguramente terminarías pensando que en determinadas épocas o en todo el año prohibirías la salida libre al campo o al menos sin control. Sinceramente el tema es muy espinoso, pero la mayoría de las personas que terminan las rutas conmigo reconocen sus errores y seguramente a partir de entonces, en un antes y un después verán las cosas bajo un punto de vista mas respetuoso. Así que personalmente echaría a los gerifaltes de los cotos porque la tierra y su biocenosis no tienen precio, pero los dejaría tan herméticos como están.
    En cuanto las rutas del P.N, solo se saturan en Semana santa y algún puente fundamentalmente primaveral, el resto del año sobre todo entre semana están casi vacías. Con la presión de los hosteleros que echan la culpa a la gestión del P.N.(pero no reconocen lo caros que son en sus servicios comparados incluso con zonas tradicionalmente turísticas, tanto en el medio natural, cultural, etc (si no comparar precios)) por la escasez de rutas y la poca gente que nos visita, se han echo mejoras en algunas y se han abierto nuevas, una de ellas polémica por su cercanía a nidos de buitre negro. Es imposible con la vigilancia controlar a todo el mundo y quién me asegura a mi que nadie por curiosidad se salga del itinerario. Opino que todo el mundo tiene derecho a través del uso público ¿respetuoso?, a disfrutar del medio ambiente, pero sin olvidar que las rutas son al fin y al cabo, zonas sacrificadas a la prosperidad de los recursos naturales y recuerda que un P.N se supone es la máxima expresión de los mismos.

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